Hace tiempo que vengo pensando en la cantidad de cosas que damos por supuesto, según los acontecimientos que nos pasen. Por ejemplo, damos por supuesto que tener un hijo, te aboga inequívocamente a andar desquiciada; o que si decides opositar, has de poner tu vida en pausa mientras te dedicas de lleno al proceso. Y en ambos casos, siento a mis pobres neuronas intentar una apoptosis.
Me viene a la mente aquello de andar en misa y repicando, y caigo en la cuenta de que es cierto. En muchas cosas, todo no se puede… o espera un segundo… todo no se puede a la vez. Esto es.
Todo no se puede a la vez.
Por partes, igual sí.
Creo que cuando me di cuenta de esto, y empecé a aplicarlo, vi luz.
Cuando empezaron a pasar aquellas primeras semanas, después de reproducirme, y me di cuenta de que muchas veces me despertaba a media noche y no sabía si era lunes o sábado, o si me tocaba cenar o desayunar, me di cuenta de que algo no estaba bien. Estaba yendo por la vida como bombero apagando fuegos. Y se me estaba escapando todo lo demás, sin mencionar los niveles de cortisol que manejaba.
Recuerdo el día en que me dije: enough (suelo hablarme en inglés, la mayoría de las veces… mira no sé, una tara más).
Tengo una maestría en organizar. Me viene de serie. Cuando estaba en el instituto y en la carrera, me profesionalicé en hacer planes de estudio, para no dejar un cabo suelto y garantizarte no solo el aprobado sino también los honores.
Con ese método, hice auditoría de mi casa, y de mi vida. Y lo que salió de aquel momento no fue un plan de estudio, fue una rutina que se convirtió en un plan de vida, y que a día de hoy tengo profesionalizada.
Cada día, tenemos que tomar demasiadas decisiones, y muchas de ellas me quitan tiempo. Un tiempo que puedo recuperar con solo haberme anticipado un poco.
Ejemplo: es lunes, he pasado toda la mañana trabajando, son las doce y media del medio día; la niña sale en apenas una hora y:
- ¿qué comemos?: lentejas, en el congelador hay lentejas
- Toca ballet ¿y la ropa?: en el cajón, se lava los viernes, se plancha los domingos.
Y esto es solo un mini ejemplo. Todo eso que hacía que fuera como pollo sin cabeza ha desaparecido, y con ello, la sensación de estar siempre ahogada por las tareas que hay que resolver diariamente.
Las rutinas básicas de funcionamiento de esta casa están tan establecidas, que casi van solas. Es una máquina bien engrasada que, al día, me da un montón de minutos para estar tranquila y tener el cortisol a raya, y poder pasear descubriendo rosales, por ejemplo.
A esta casa, solo le falta que se autolimpie, que se convierta en pirolítica… Eso ya sería la caña.