Receta de aprovechamiento

Últimamente ando algo perdida, como cantaba Ismael, y me estoy sacando de mi orden rutinario, donde la vida doméstica es una máquina perfectamente engrasada que aprovecha hasta el último gramo de cada uno de sus recursos. Esto puesto así parece algo importantísimo y profundo, pero no es otra cosa que no tirar nada, sobre todo de materia prima.

Como cuando haces el puchero el domingo, y te comes los restos el martes haciendo una ropa vieja. A ese tipo orden es al que me refiero. Cuando estoy en mi centro, sin ser yo una maestra de meditación ni nada por el estilo, desde los menús semanales, hasta los viajes en coche, se aprovechan. En mi cabeza, hay un sistema perfectamente desarrollado que es capaz de establecer una unión de tareas, ingredientes, o recados, de la forma más óptima. Pero cuando tengo a todas mis neuronas ocupadas en resolver cuestiones de importancia como cálculos laborales, o llamadas de teléfono de personas que al parecer no hablan mi idioma, mis pobres neuronas ya no tienen la misma capacidad de seguir trazando esos sistemas tan efectivos para mi día a día.

Esto no es nuevo, quiero decir, cada tanto me pasa. Viene un pico de estrés laboral, o doméstico, pero siempre es estrés, y me saca de mi rutina y de mi calma. Y entonces, esa capacidad de optimizar todo, parece que la pierdo.

Como ya me conozco, ¡ay amigas! No hay nada como conocerse, sé que estos picos estresantes se repiten a lo largo del año, y además tienen duración variable. Mi antídoto para esto, es adelantarme, ¿Cómo no? Y tener varias recetas de aprovechamiento. Como el menú mensual listo; la agenda adelantada; e incluso tengo patrones de aprovechamiento. Porque si en medio de todo este estrés, no cojo las agujas, ya no es que me saque del centro, es que literalmente puedo volverme majareta.

Tener una receta de aprovechamiento es la manera que he encontrado de seguir transitando por los baches que me pone la vida y sentir que aún sigo estando al mando.

Cuando atravieso una etapa de estas, lo que primero se vuelve un caos es la despensa y la cuestión de comer; y lo segundo es que entro en una especie de “estartitis crónica” y solo quiero empezar proyectos nuevos. Supongo que por la sensación de todas las -inas que dan los principios. ¿Cuál es el resultado de ambas cosas? Pues que la nevera se llena de tuppers de restos, y la bolsa de las labores de mini ovillos de sobras de otros proyectos.

Para resolver la primera cuestión, implanto un día en el menú de comer sobras, y hacemos una especie de self service de restos de la semana, acompañándolos con un poco de ensalada o arroz blanco. En función de lo que sean los restos. Y para lo segundo, tengo una carpeta en mi ordenador, de patrones que aunque originalmente sean de un solo material, yo he pensado que pueden quedar estupendo alternando ovillos diversos. O también de patrones que ya incluyan variedad de materiales u ovillos.

A lo que voy, es que así como tengo un manual de super vivir, tengo también varias recetas de aprovechamiento, porque me he propuesto en esta vida aprovecharlo todo, hasta los ratos en los que parece que de inicio, las cosas no vienen bien dadas.

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