Mis Manuales

En menos de un mes (dedos cruzados), tendré en mis manos, mi tercer manual.

Hasta ahora han visto la luz mi Manual de Adviento y el Manual de Primavera.

Te voy a ser sincera, aún me pasa que los veo y no termino de creérmelo. Esos libros los he escrito yo, y lo que es más fuerte, los ha leído bastante gente (y la que queda, porque voy a ser muy plasta con esto) y además, gustan.

He hecho dos presentaciones, reuniones en clubs de lectura, mesas redondas… Y todo esto en apenas tres años.

A ver, que eso no es del todo cierto. Llevo toda mi vida imaginándome esto. Recuerdo una conversación con mi hermana la chica, a la que le llevo 16 años, por cierto, en la que yo estaba escribiendo. Nada nuevo, se me acercó y me preguntó que qué hacía. Cuando le dije que escribiendo, quiso saber si sería para un libro. Me vine arriba y le dije que sí, que escribiría un libro y sería escritora… Ella me miró muy seria y me dijo que entonces tendría que sacarme una foto en blanco y negro con la mano en la cara. Es curioso como su cerebro tenía construida la imagen de una escritora.

Han debido pasar por lo menos 25 años de eso, y curiosamente, las dos recordamos esa conversación.

Vengo hablando y asumiendo este mes esta nueva realidad en la que escribo muchas horas del día, publico lo que escribo en diversos medios, y además (que para mí sigue siendo lo más sorprendente) la gente me lee. Aquí podría ponerme a divagar si esto se ha dado porque lo pensé primero en mi mente (así fue) o que como se iba a dar, mi mente lo visualizó. Una vez más, la gallina y el huevo. Sea como fuere, aquí están. Mi dos manuales y el tercero en camino.

El Manual de Verano, llegará justo cuando estemos despidiendo esta estación. He conseguido visualizarme escribiendo y publicarme, pero todavía no he logrado sincronizarme con la naturaleza. No pierdo esperanza.

WWKINPD – Día internacional de tejer en público

Empecé a tejer cuando tuve al alcance unas agujas rectas. Lo primero que me tejí fue un top sin mangas de color azul celeste con tres rayas blancas.

Fue un aprendizaje curioso porque no me enseñó mi madre. Mi madre a tope con la costura, el calado y el ganchillo… las agujas rectas nunca le hicieron demasiada ilusión. Todo al revés que a mi.

Quise aprender porque mis vecinas, que por aquel entonces tendrían entre 17-19 años, tejían sus propios jerseys, y yo quería imitarlas completamente.

Tejí con agujas rectas hasta casi los 15 años. Con acrílico de colores imposibles, y casi de incógnito. Por aquellos años, entre el 85-90, tejer era cosa de abuelas. Era mi hobby oculto, que solo aireaba en casa de mis abuelas, precisamente.

Más tarde, el punto tuvo un amago de hacerse muy popular, y algunas revistas se modernizaron y en los escaparates empezaron a verse muchas prendas tejidas. En ese momento, aproveché para volver a sacar al aire mis agujas. Coincidió ese momento con que heredé un buen conjunto de agujas, todas rectas por cierto, y que se me puso muy a la mano una profe que me enseñó mucho.

El tema de la materia prima seguía siendo una limitación, pero ahí me puse, a tejer todo lo que pude.

En el año 2000 las americanas decidieron salir a la calle con las agujas, y darle al punto el espacio y la importancia que tenía. En ese momento, me liberé, y ya paseaba mis agujas por cualquier sitio. Siempre recibía alguna mirada curiosa o arrogante. No le eché cuentas en absoluto, porque lo que mis agujas me daban, estaba muy por encima de complejos y de la necesidad de dar explicaciones.

Fue en el año 2004 fue cuando encontré una tribu. Un grupo tejedoras liberadas como yo. Ahí si que aprendí, y me divertí, y me uní a un montón de mujeres que tenían la misma pasión por la lana que yo.  De allí saqué una esposa, y un puñado de amigas que me vitaminan los días.

De todo lo que aprendí, saqué material para enseñar yo. Para hacer otra tribu con la que comparto desde el ADN hasta el día a día, las risas y las preocupaciones. Al final las agujas, me han dado una red en la que sustentarme.

Este mes se celebra el día internacional de tejer en público. Hace demasiado tiempo que no salgo a gozarme este día, y ya sabes, si me has leído este año, que mi propósito es celebrarlo todo. Así que el sábado día 10 voy a coger mis agujas y me voy a poner a tejer en el 36 de Las Salinas. Allí tienen un riquísimo café, además de otras cosas deliciosas. Pero lo que más me gusta de allí, es que es un sitio perfecto para tejer y compartir. Coge tus agujas y vente. Te esperamos.

 

 

La vida está llena de contrastes

Vuelvo del fin de semana llena de vivencias, anécdotas y un montón de ideas.

Ayer conduje hasta el final de la isla. Yo vivo bajo el influjo dominante del efecto isla, o cabaña o no sé cómo decirle, pero vamos, que me cuesta un mundo moverme. Sobre todo, si el movimiento conlleva un viaje por carretera en la que conduzca yo. Se me hace cuesta arriba. Yo creo que es que en el fondo lo que necesito es un chófer, que me lleve y me traiga, y que además se haga cargo de revisar si el coche tiene bien los niveles de aceite, aire en las ruedas, y líquido en el limpiaparabrisas. Todas estas cosas que hay que tener en cuenta y que son de vital importancia. Yo quiero que me lo hagan. Por eso, el sur de la isla para mi, es lo mismo que el extranjero, como si me exigieran visado y pasaporte.

Pues ayer, mandé a la porra todas estas excusas y puse rumbo al sur, como Ana Belén. Y me llevé un montón de libros conmigo.

Allí en la calle, y gracias a dos mujeres activas y entusiastas, firmé y vendí libros. Hablé de letras, recogí abrazos y conocí a un montón de gente nueva que se mueve por los libros y las palabras. Estuve en una de las tiendas más bonitas que he visto nunca, y me prometí que no va a pasar tanto tiempo sin que vuelva al sur y a sus calles.

Salir de mi burbuja me da perspectiva y me hace señalar la cantidad de contrastes que me circundan. Me gustan los contrastes, y me gusta que la vida esté llena de ellos, como las construcciones de piedra y los rascacielos; como las rayas y los lunares; como Ludovico y Quevedo… ¿Por qué voy a tener que elegir?

Me quedo con todo lo que haga que el gris de los días se evapore y que me haga resaltar todo lo que tengo y vivo.

Escribir para vivir dos veces

Nací en el ’75. Y eso hizo que no fuera al cole antes de los 5 años. Tuve un breve momento, bastante traumático por cierto, en el que fui a lo que hoy sería una escuela infantil, y que en aquel momento se le decía Guardería. Traumatiquísimo. Nunca voy a entender cómo se podía tratar a unos niños como éramos nosotros (2 y 3 años) de forma tan brusca y salvaje. Y encima cobraba por ello. Quiero olvidarme, pero cada tanto, me viene el recuerdo de aquel baño oscuro y apestoso en el que aquella señora nos encerraba.

Cuando llegué al colegio, todo cambió. La profe era amorosa, simpática, y nos enseñaba con cariño. Y descubrí el abecedario, y poder poner por escrito lo que llevaba alegando desde casi la cuna.

No sé cuándo hice mi primera redacción. Sé que escribo desde que me acuerdo prácticamente.

Muchas veces me han preguntado por qué escribo, y la respuesta siempre ha sido la misma: necesito escribir para pensar. Cuando escribo, mis pensamientos se desenredan y soy capaz de entenderlos con facilidad. Muchos de los nudos que por momentos siento que me ahogan, se desatan y el aire vuelve a fluir libre y constante por todo mi cuerpo.

Escribo también para sentir, porque cuando lo que tengo en mi cabeza pasa a mi mano, revivo y resiento cada historia que estoy dejando fijada en papel. No tengo la menor duda de que mi vida sería otra si no la hubiera escrito. Mucho de lo que escribo es solo para mi, y la mayoría de las veces ni vuelvo a esas libretas. Escribir no solo me hace repetir la vivencia, también me sirve de vía de escape y de validación de sentimientos.

Hace tres semanas, mientras navegaba de Arabia Saudí a Qatar, recibí un mensaje para invitarme a contar la historia de cómo escribo, y de por qué. Y también para inspirar a que otras tomen este camino y lo exploren. Estoy convencida de que a todo el que se adentra en esta práctica, le va bien.

Mañana, estaré contándolo en el Cotillo. Te contaré por qué empecé a escribir, para qué seguí, cómo me organizo, y hasta donde pretendo llevarme escribiendo.

Si te apetece, en el cartel tienes toda la info.

Mercadillo de Primavera

Hace como un mes, Diana y yo quedamos a desayunar, en nuestra cafetería de referencia, ya sabes, el36cafe.

Como siempre, nos pusimos al día de nuestras cosas, los últimos libros leídos, los últimos posts escuchados. Luego, repasamos nuestra facturación, y expusimos nuestras conclusiones. Sí, Diana y yo compartimos nuestros datos económicos de nuestros propios emprendimientos, porque hemos visto que hacer esto, nos ayuda a aprender casi tanto como los cursos que hacemos.

En medio de todo este repaso, Diana me expuso su idea de organizar algo para poder enseñar sus juegos de aprendizaje, así como sus libros. A mi, en cuanto oigo la palabra “organizar” se me sube el pulso, y empiezo a salivar como un depredador frente a su presa.

Para cuando nos terminamos el café, ya teníamos, fecha, hora, lugar y demás cooperadoras para montar un nuevo sarao. En el cartel tienes todos los datos. Y ahora te cuento en qué va a consistir todo, pero antes deja que me pare en el momento entorno, y la importancia que tiene.

A Diana la conocí a través del Grupete de Ana Albiol, fue ésta la que nos hizo match. Desde entonces, hemos compartido casi nuestro día a día. A nuestro dúo se unió Alba, un poco más tarde, y desde principios de este año tenemos una Mastermind. Nos reunimos cada 15 días por zoom. El poder de este grupo es inmesurable, ya te lo digo. Y me ha hecho reafirmarme en la importancia de las relaciones, para crecer, expandirte, disfrutarte o hundirte. Solo tú decides en compañía de quien estás.

Sin miedo a equivocarme, puedo decir que de lo mejor que ha ido pasando este año (y mira que la cosa ha venido muy bien) ha sido compartir con estas dos mujeres, a las que por cierto, les llevo 20 años y de las que aprendo cada día.

Y ahora sí, el eventazo.

Te proponemos una mañana de domingo diferente, en un Mercadillo de Primavera, y favoreceremos ese entorno del que te estoy hablando. Tendremos a tu disposición: libros, juegos, un poquito de merchandising, flores, (por supuesto) y también la posibilidad de tomarte un café con una cookie. Guárdate la fecha. Márcatelo en la agenta, y vente a vernos el domingo 16 de abril, en Puerto del Rosario.

Comer platos de colores

Hoy escribo desde el pasado. Me voy a escribir esto, a modo de recordatorio y de mensaje de tranquilidad.

Si todo va bien, yo estaré a bordo de un gran barco, que me irá llevando por los Emiratos Árabes Unidos. Espero estar bien, disfrutando muchísimo del viaje, la compañía y todo lo nuevo que estaré viendo.

Pero… siempre hay un pero.

Con el bagaje que traigo de la comida, es harto probable que esté incómoda, un poco contrariada y a ratos molesta. Ya sé lo que es y por qué. Ya no me mortifico. Sé que es algo que aparece, que me dura un ratito y que luego se pasa.

Y lo que me va a aliviar en medio de todo ese trance, es pensar en mis platos de colores. De cosas con cosas, como dice Diana. Y que lo bueno de llegar de vuelta a casa, entre otras cosas, va a ser mi comida.

De un tiempo a esta parte, mi estómago cada vez es más sibarita o más delicado, no sé bien. La cuestión es que hay muchas cosas que ya ni siquiera me apetece comer. Y que durante un tiempo fueron algo fijo en mi mesa. La cocacola por ejemplo, que aunque no fui muy adicta a esta bebida, si es cierto que un par de latas a la semana me bebía. Lo mismo que la pasta con salsas y natas, o los revueltos con bien de ajo.

El ajo en mi casa es que ya ni entra. La cocacola hace que no la pruebo más de diez años, y las natas para las salsas van bastante comedidas.

Ahora, que empieza a hacer más calorcito, y voy dejando la cuchara de lado,  mis comidas son platos combinados de un montón de cosas variadas. Plato en cantidad moderada pero con mucha pimienta y bien de color. Legumbre, cereal, verdura y algo de atún, carne, marisco.

Seguro que me lo estaré pasando bien, pero que alivio me hace pensar que dejé un montón de legumbre guisada congelada, que la despensa está bien llena de latas, y que la vecina seguro que me comprará el sábado en el mercado, tomates y hojas verdes.

Calentando motores

Estamos ya en tiempo de descuento para el mes de la magia. Me flipa este momento. Porque todo lo que conlleve preparación, planificación, organización…, son mis cosas favoritas.

Dicen que la cabra tira al monte, y aquí monte no hay, pero cabras unas cuantas. Y tiramos para donde nos parece que hay yerba.

El Adviento empieza en 15 días apenas, y yo ya estoy con ese movimiento nervioso de los pies. Como cuando oyes una música que te pide bailar, pero estás en la cola del banco, o la del Ayuntamiento. Un día, quizás cuando ya tenga 50 años y todo me importe una mierda muy poco, me ponga a bailar como Chanel.

La cuestión es que, para este momento del año, yo ya estoy sacando mi calendario, mirando chocolates en el super, y haciendo mi lista de actividades.

Estoy presuponiendo que sabes perfectamente de qué te estoy hablando, si esto no es así, te voy a explicar un poquito.

El Adviento es un tiempo de preparación para la Navidad, se cuenta el tiempo que engloba los cuatro domingos anteriores al día de Navidad; y yo monto un pifostio importante. Mira tu si me vengo arriba, que me dio hasta para escribir un libro. Mi primer Manual.

En él te cuento desde donde me vino el chispazo de la idea para empezar a hacerlo, hasta como me organizo para que todo funcione perfectamente. Además, te suelto unas cuantas chapas que sabes que es mi motor en la vida.

Este año ya tengo un listado enorme de actividades. La cosa se pone complicada, porque por aquí nos estamos adentrando en la adolescencia, y hay actividades que a MiMariposita le hacen torcer el gesto. Esto me tiene nerviosa y tristona, para qué me voy a andar con paños calientes. Siento que estamos adentrándonos en el tiempo en que las madres sobramos y ellas quieren hacerlo todo solas. Hay pensamientos recurrentes que me vienen a la mente, ¿será la última vez que me deje peinarla? ¿será la última vez que vayamos juntas de mano por la calle? ¿será la última vez que quiera ver una peli de dibujos conmigo?

A ver, no me malinterpretes, me parece fascinante el tiempo de verla crecer, de ver como madura, se convierte en una persona, se gestiona, etc… pero no puedo dejar de extrañar a mi bebé. Supongo que nos pasa a todas.

Puestas en esto, estoy tratando de hacer unas actividades que contengan algo de manga, (que es la pasión número uno ahora mismo) y algo de disfrute cultural. Vamos a ver como se me da.

Sorteo!!!

Entramos en Noviembre, y si hace rato que pasas por aquí, sabes que este es mi mes del agradecimiento. A ver, que tengo la buena costumbre de agradecer cada día. Yo, que ya sabes, tiendo a la chiflafura y flipadura sin mucho esfuerzo, doy gracias cada día. Por la mañana y por la noche. Tengo una libreta (una más) para ello.

Por la mañana escribo tres cosas por las que doy gracias según me levanto. Y las pongo por escrito. Y por la noche, vuelvo a poner tres cosas que hayan pasado ese día y por las que también doy gracias.

Dar gracias es un acto de poderoso alcance. Pero solo eres consciente de ello si lo pones en práctica. Decir gracias cuando te sirven el café o te mantienen la puerta, son normas de educación, que también hay que tener en cuenta, pero cuando dices: gracias, mirando a los ojos y sintiendo cada una de las letras, es otra cosa. Incluso cuando te lo dices a ti. Gracias por haberte sostenido, por haberte acompañado, por respirar cada día, por reir, por soñar, por llorar, por bailar, y por aburrirte. Por todo puedes dar gracias.

Pues como Noviembre es mi mes en el que hago todo esto, pero además lo exteriorizo, creo que es el momento perfecto para hacer un sorteo.

Hace apenas una semana que cumplí años. Uno más. Olé yo.

Hace también apenas unas semanas que superé los 1000 followers en Instagram, que oye, para mí, es un montón, y todavía no me lo termino de creer. Y además, es una manera de decir gracias a toda esa gente que me apoya cada día, en mis chapas y chifladuras.

El año pasado hice este sorteo y me lo pasé genial, y también este año quiero experimentar lo mismo, un poco de egoísmo aquí, porque de verdad el sentimiento de regalar y agradecer es un poco adictivo. La agraciada fue Ana de @lascosasdelucia.byana Y esta foto que ves arriba fue del momento de la entrega. Fue un café estupendo y nos dio para un rato de charla y puesta en común. Si te toca y vives por la isla, podremos encontrarnos y dártelo en mano, si te apetece, claro.

No voy a poner muchas condiciones, alguna no más, y tendrás que irte a mi cuenta de Instagram para conocer los detalles. Allí tienes todos los datos y el día de la resolución también.

Anímate y participa.

 

Escribir en El Enfoque

Hace unos meses que he vuelto a escribir en  mi periódico local. No sabes los nervios que me dan cada vez que me veo en el papel del periódico. Es una especie de dolor de barriga de nervios y alegría.

La verdad es que, en este momento, me gusta pararme y mirar para atrás… a aquel momento en que Mónica, la directora del Enfoque, me dijo si me gustaría escribir en el periódico. Recuerdo claramente la emoción, los nervios, el dolor de barriga. Le dije sí, claro. Porque en esos momentos he aprendido a gestionarme, y a tirar para adelante cuando sé que algo me emociona aunque me mate del susto. No siempre me ha salido bien, también tengo que decirlo. La cosa es que cuando llegué a casa, el miedo tomó todas las riendas, y la Señora Impostora que me habita de vez en cuando, se hizo protagonista. Focos a su persona, y lo dio todo. Creo que ha sido uno de los momentos que más he tenido que imponer mis ganas al miedo. Ganaron las ganas, y me felicito cada mes, cuando me veo publicada.

Sin embargo, cada vez que me pienso que lo que escribo, va a tener vida fuera de mi, me entran los sudores fríos. Luchar contra la impostora, se ha convertido en parte de mi día a día, y me pregunto si alguna vez me veré libre de ella.

La primera temporada de artículos, ya soy como una serie de Netflix, la dediqué a algunas mujeres de mi vida, que me marcaron y que me marcan todavía. Aun no he acabado con ellas, pero las he puesto en barbecho de momento.

Ahora me he dedicado a escribir sobre mis básicos para sobrevivir. Y que también está ligado con mi libro. Ese que terminé de escribir a principios de mes, y que está ya a puntito de ver la luz. En breve vengo por aquí en plan Paco Umbral, advertido queda todo el mundo.

En mi Manual de Superviviencia, y que ya ha salido a la luz en las columnas del El Enfoque, está: escribir, alimentarse, y próximamente: el silencio.

A veces el silencio es mal entendido. Me he tenido que poner y quitar la etiqueta de muy habladora y de silenciosa, unas cuantas veces. Y si tengo que ser honesta, la de habladora la tengo ya olvidada. Ha habido ocasiones en que me han dicho que soy callada o bruta, por andar en silencio, y la verdad, cuando estoy así, ni fuerzas para romper el necesitado silencio para explicar la cuestión.

Estar en silencio no es un capricho, o un antojo, es una necesidad.

Estamos llenos de ruido. Exterior e interior. Todo el día hay sonidos alrededor. Yo necesito silencio. Primero aislarme del ruido, luego no generarlo.

El silencio me da la base para seguir funcionando bien, es como si me limpiara el aura, si es que esto es posible y existe. Pero de alguna manera así lo siento.

Cuando Emma era pequeña, se subía al coche y hablaba como una cotorra. Desde que empezó a articular palabras, no ha dejado de hacerlo de forma constante. Cuando teníamos que hacer un trayecto medianamente largo, le proponía un juego: la primera que hable pierde. Al cabo de medio minuto, con su media lengua, decía: mamá perdí. Y al palique de nuevo. Nunca intentó siquiera llegar al minuto de silencio. Ahora me rio, pero me acuerdo de la saturación de sonidos que tenía cuando era bebé, y me dan ganas de abrazarme fuerte. Ya pasó. Ahora hay un poco de silencio. Ahora puedes encontrar el silencio de forma más fácil.

Y tu ¿necesitas silencio o eres de ruido?

Netflix y el café

No me puedo creer que haya pasado ya un mes desde que vi “Café con aroma de mujer”. Si amiga, una novela de manual.

Empecé a verla a finales de enero, cuando se me terminó la Reina del Flow 2. De esa te hablo en otro momento.

Cuando se me acabó ésta, tenía yo todavía ganas de un poco más de Colombia. Y novela, café y Colombia, me pareció un combo infalible. Y ciertamente lo fue. Porque hay momentos en la vida, en los que una solo necesita un buen café y una buena novela. Y dime tu, si esto no es justamente lo que me estaba pidiendo el cuerpo.

Hubo una época en la que rechacé por sistema muchas de las cosas que me gustaban porque tenía miedo del juicio externo, el rechazo, y todo lo que eso llevaba. Luego me liberé y volvía a las novelas, a Sálvame, a Boris Izaguirre y a Belén Esteban. Y mira, ya lo digo y me da totalmente igual lo que opine el resto. Me gustan y lo veo. Y así con algunas series también. Me tragué los ciento y pico capítulos de la Reina del Flow, y viva Charly.

Recuerdo haber visto algún capítulo suelto de la primera versión de esta novela, pero la verdad no me acordaba de nada, más allá de la cara de la protagonista.

La prota es Gaviota, y le han dado una fuerza y una personalidad que a mi, desde luego, me ganaron. Es una novela, pero no es un dramón. Está bien llevada y bien conducida para lo que somos ahora. No tiene reguetón, pero las canciones, son las de toda la vida, y eso también atrae.

Los personajes están muy bien, todos tienen su papel y su importancia. De todos me gusta algo, hasta del malo malísimo, que tiene una forma de hablar, que a mi, personalmente me pone de buen humor. Su frase de: hable deprisa que se me quema la arepa, me hacía el día cada vez que la escuchaba.

El galán es Sebastián, que aunque en algunas escenas se queda como si no le llegara el riego, y necesitara, a mi parecer un poquito más de sangre, se lo perdonamos porque el hombre está muy aparente. Aquí es donde tengo que decir: ¡que viva Cuba!

Pero la que me conquistó de todas todas, es la Señora Carmensa. La madre de Gaviota. ¡Que señora más bien traída a escena! En su sitio, y sin decir demás, pero tampoco de menos.

Ahora, lo que más me atrae de toda la serie es el café, desde luego, no sé cómo no acabé tomando dieciocho tazas de café al día. Cada vez que veía a los protagonistas tomando café, y era algo que hacían mas de dos y tres veces por capítulo, me daban ganas de encender la cafetera.

Si no la has visto, te la receto. Y luego, nos tomamos un café y comentamos.