Las chispas y el fuego

El mes pasado impartí mi primer taller de Escritura. Se llamó Escribir para vivir dos veces. Estaba orientado a motivar a aquellos que quieren empezar a escribir. Sin expectativas ni pretensiones. Solo escribir para desahogarse, conocerse un poco más, para dejar testimonio de sentimientos o recuerdos.

De aquel taller me vine pensando en cuando la necesidad por escribir sí que tiene expectativas. Cuando escribes para contar una historia que quieres que los demás lean, que no sea solo para ti.

Cuando te planteas escribir empiezas a buscar inspiración, recursos… todo eso que está muy unido a la creatividad.

En mi caso, siento la inspiración como unas chispas. Como cuando acercas un mechero o fósforo a una vela, y de pronto saltan unas pequeñas chispitas que uniéndose hacen una llama. Si hay buena materia para quemar, la combustión se alarga en el tiempo y ese fuego se mantiene vivo.

Me gusta el fuego, y sé que, para mantenerlo vivo, necesito crear el ambiente propicio, sentarme a observarlo, ir echándole madera, soplarlo de vez en cuando, remover las cenizas para reavivarlo. Hay fuegos que hay que apagar, y se asume y se hace. Luego salir a detectar nueva materia de quemar y encontrar nuevas chispas.

Me paso los días buscando chispas. En cualquier lado pueden aparecer, así que trato de mantenerme siempre despierta, por si las distingo. Puede ser paseando, en la ducha, viendo una imagen o escuchando una canción… de pronto, sientes una idea en tu cabeza, que es como una chispa. Sabes que si soplas, esa chispa, se va a convertir en un fuego de mil y tantas palabras que serán justo, en conjunto, lo que quieres contar en ese momento.

Así sentí que nació toda la historia que escribí en el Manual de Primavera, y así estoy escribiendo el Manual de Verano. Cada tanto se apaga un fuego, y yo me tiro a la calle donde sé que encuentro chispas nuevas.

Traspasando mis límites

Una de las cosas que me he ido dando cuenta a medida que, yo he ido cumpliendo años, es de la cantidad de límites que me he ido poniendo. Han surgido una suerte de miedos e inseguridades, que hace unos años ni me planteaba.

Hace 17 años que tengo el coche que tengo. Me ha llevado y traído sana y salva por muchas carreteras. Y hasta hace unos años, conducir no era problema. De un tiempo acá, como canta Alejandro Fernández, no todo va tan bien. Resulta que conducir me ha empezado a dar como miedo, o angustia, o inseguridad… yo qué sé.

La cuestión es que he dejado de ir a sitios o actos porque tenía que llevar el coche yo, o porque el sitio estaba lejos. Y como el corto del perro que está acostado sobre una madera con un clavo, hasta que no te duele lo suficiente, no te levantas.

Hace un mes, me di cuenta de la cantidad de limitaciones que me había ido poniendo por el mero hecho de tener que conducir. Y fíjate que no he tenido ningún episodio traumático, accidente o evento, que haya hecho que tenga miedo. Nada que ver. Todo ha sido producto de mi privilegiado cerebro, que ha ido confeccionando una serie de películas e ideas terribles sobre viajes en carretera.

La cuestión es que ha llegado el momento de que la incomodidad del límite me haya puesto manos a la obra. Cuando fui consciente, tomé la decisión de traspasar todos estos límites. Con miedo y angustia, pero andando. Y como la gran hierbas que soy: cuando tu sabes qué quieres, el universo conspira a tu favor. Pues justo esto.

Según tomé la decisión de que esto de dejar de conducir tenía que parar, me salieron un chorro de eventos que requerían de mi movimiento por esos kilómetros para poder asistir. Todos eventos la mar de atractivos para mí.

En dos semanas he conducido más de 500km. Por carreteras conocidas, poco transitadas e incluso desconocidas. Todo ha merecido la pena, porque como te digo, los eventos a los que he asistido han sido todos pura energía para mí. Pero una de las mejores cosas de todo, al final, ha sido poder decir que he conseguido traspasar los límites que yo misma me había puesto.

Comienzos y limpiezas

Estamos estrenando mes, si me conoces un poquito o me lees hace rato, sabes que esto de estrenar y los comienzos, son cosas que me ponen a tono. Me ilusionan y me entusiasman a partes iguales. Facilidades que tengo, ya ves.

Siempre he visto esta cualidad, que otros desechan por creer que no tiene importancia, como una gran virtud.

En la vida, lo único que te hace seguir adelante es la ilusión, y eso, lo tengo más que comprobado. Quítate las ilusiones, y verás qué rápido entras en la mazmorra.

Poder ilusionarme con casi todo, entonces, es una gran capacidad. Tengo la creencia de que mientras tenga ilusión, seguiré encontrando las ganas para seguir bregando con la vida.

Me hace ilusión que empiece mayo, que hoy sea día de fiesta y pueda irme a bañarme en el Atlántico, que ya sabes que el agua salada vale para todo. Hoy voy a utilizarla para limpiarme yo. Renovarme la energía, las ganas y las ilusiones. Como si fueran votos.

Voy a celebrar su comienzo también, con mi libro, con otros libros, con café, con tostadas, y con la certeza de que tener estos placeres al alcance de la mano, hacen que me sienta confiada y segura.

Me ilusionaré con mi próximo viaje a la isla picuda, con la celebración del día de la madre, y con todo lo nuevo que traerá mayo, que todavía no sé lo que será.

Como dice Aroa, busca una ilusión, una chiquitita, pero que te ponga los ojos contentos. Te hago el plan rápido: mete en un tuper una mezcla de ingredientes frescos, que pueda llamarse ensalada. Pon rumbo al Atlántico. Métete en el agua, y deja que te seque el Alisio leyendo un buen libro. Puede ser el Manual de Primavera, si no lo has leído ya.

 

La vida está llena de contrastes

Vuelvo del fin de semana llena de vivencias, anécdotas y un montón de ideas.

Ayer conduje hasta el final de la isla. Yo vivo bajo el influjo dominante del efecto isla, o cabaña o no sé cómo decirle, pero vamos, que me cuesta un mundo moverme. Sobre todo, si el movimiento conlleva un viaje por carretera en la que conduzca yo. Se me hace cuesta arriba. Yo creo que es que en el fondo lo que necesito es un chófer, que me lleve y me traiga, y que además se haga cargo de revisar si el coche tiene bien los niveles de aceite, aire en las ruedas, y líquido en el limpiaparabrisas. Todas estas cosas que hay que tener en cuenta y que son de vital importancia. Yo quiero que me lo hagan. Por eso, el sur de la isla para mi, es lo mismo que el extranjero, como si me exigieran visado y pasaporte.

Pues ayer, mandé a la porra todas estas excusas y puse rumbo al sur, como Ana Belén. Y me llevé un montón de libros conmigo.

Allí en la calle, y gracias a dos mujeres activas y entusiastas, firmé y vendí libros. Hablé de letras, recogí abrazos y conocí a un montón de gente nueva que se mueve por los libros y las palabras. Estuve en una de las tiendas más bonitas que he visto nunca, y me prometí que no va a pasar tanto tiempo sin que vuelva al sur y a sus calles.

Salir de mi burbuja me da perspectiva y me hace señalar la cantidad de contrastes que me circundan. Me gustan los contrastes, y me gusta que la vida esté llena de ellos, como las construcciones de piedra y los rascacielos; como las rayas y los lunares; como Ludovico y Quevedo… ¿Por qué voy a tener que elegir?

Me quedo con todo lo que haga que el gris de los días se evapore y que me haga resaltar todo lo que tengo y vivo.

Escribir para vivir dos veces

Nací en el ’75. Y eso hizo que no fuera al cole antes de los 5 años. Tuve un breve momento, bastante traumático por cierto, en el que fui a lo que hoy sería una escuela infantil, y que en aquel momento se le decía Guardería. Traumatiquísimo. Nunca voy a entender cómo se podía tratar a unos niños como éramos nosotros (2 y 3 años) de forma tan brusca y salvaje. Y encima cobraba por ello. Quiero olvidarme, pero cada tanto, me viene el recuerdo de aquel baño oscuro y apestoso en el que aquella señora nos encerraba.

Cuando llegué al colegio, todo cambió. La profe era amorosa, simpática, y nos enseñaba con cariño. Y descubrí el abecedario, y poder poner por escrito lo que llevaba alegando desde casi la cuna.

No sé cuándo hice mi primera redacción. Sé que escribo desde que me acuerdo prácticamente.

Muchas veces me han preguntado por qué escribo, y la respuesta siempre ha sido la misma: necesito escribir para pensar. Cuando escribo, mis pensamientos se desenredan y soy capaz de entenderlos con facilidad. Muchos de los nudos que por momentos siento que me ahogan, se desatan y el aire vuelve a fluir libre y constante por todo mi cuerpo.

Escribo también para sentir, porque cuando lo que tengo en mi cabeza pasa a mi mano, revivo y resiento cada historia que estoy dejando fijada en papel. No tengo la menor duda de que mi vida sería otra si no la hubiera escrito. Mucho de lo que escribo es solo para mi, y la mayoría de las veces ni vuelvo a esas libretas. Escribir no solo me hace repetir la vivencia, también me sirve de vía de escape y de validación de sentimientos.

Hace tres semanas, mientras navegaba de Arabia Saudí a Qatar, recibí un mensaje para invitarme a contar la historia de cómo escribo, y de por qué. Y también para inspirar a que otras tomen este camino y lo exploren. Estoy convencida de que a todo el que se adentra en esta práctica, le va bien.

Mañana, estaré contándolo en el Cotillo. Te contaré por qué empecé a escribir, para qué seguí, cómo me organizo, y hasta donde pretendo llevarme escribiendo.

Si te apetece, en el cartel tienes toda la info.

Mercadillo de Primavera

Hace como un mes, Diana y yo quedamos a desayunar, en nuestra cafetería de referencia, ya sabes, el36cafe.

Como siempre, nos pusimos al día de nuestras cosas, los últimos libros leídos, los últimos posts escuchados. Luego, repasamos nuestra facturación, y expusimos nuestras conclusiones. Sí, Diana y yo compartimos nuestros datos económicos de nuestros propios emprendimientos, porque hemos visto que hacer esto, nos ayuda a aprender casi tanto como los cursos que hacemos.

En medio de todo este repaso, Diana me expuso su idea de organizar algo para poder enseñar sus juegos de aprendizaje, así como sus libros. A mi, en cuanto oigo la palabra “organizar” se me sube el pulso, y empiezo a salivar como un depredador frente a su presa.

Para cuando nos terminamos el café, ya teníamos, fecha, hora, lugar y demás cooperadoras para montar un nuevo sarao. En el cartel tienes todos los datos. Y ahora te cuento en qué va a consistir todo, pero antes deja que me pare en el momento entorno, y la importancia que tiene.

A Diana la conocí a través del Grupete de Ana Albiol, fue ésta la que nos hizo match. Desde entonces, hemos compartido casi nuestro día a día. A nuestro dúo se unió Alba, un poco más tarde, y desde principios de este año tenemos una Mastermind. Nos reunimos cada 15 días por zoom. El poder de este grupo es inmesurable, ya te lo digo. Y me ha hecho reafirmarme en la importancia de las relaciones, para crecer, expandirte, disfrutarte o hundirte. Solo tú decides en compañía de quien estás.

Sin miedo a equivocarme, puedo decir que de lo mejor que ha ido pasando este año (y mira que la cosa ha venido muy bien) ha sido compartir con estas dos mujeres, a las que por cierto, les llevo 20 años y de las que aprendo cada día.

Y ahora sí, el eventazo.

Te proponemos una mañana de domingo diferente, en un Mercadillo de Primavera, y favoreceremos ese entorno del que te estoy hablando. Tendremos a tu disposición: libros, juegos, un poquito de merchandising, flores, (por supuesto) y también la posibilidad de tomarte un café con una cookie. Guárdate la fecha. Márcatelo en la agenta, y vente a vernos el domingo 16 de abril, en Puerto del Rosario.

Calentando motores

Estamos ya en tiempo de descuento para el mes de la magia. Me flipa este momento. Porque todo lo que conlleve preparación, planificación, organización…, son mis cosas favoritas.

Dicen que la cabra tira al monte, y aquí monte no hay, pero cabras unas cuantas. Y tiramos para donde nos parece que hay yerba.

El Adviento empieza en 15 días apenas, y yo ya estoy con ese movimiento nervioso de los pies. Como cuando oyes una música que te pide bailar, pero estás en la cola del banco, o la del Ayuntamiento. Un día, quizás cuando ya tenga 50 años y todo me importe una mierda muy poco, me ponga a bailar como Chanel.

La cuestión es que, para este momento del año, yo ya estoy sacando mi calendario, mirando chocolates en el super, y haciendo mi lista de actividades.

Estoy presuponiendo que sabes perfectamente de qué te estoy hablando, si esto no es así, te voy a explicar un poquito.

El Adviento es un tiempo de preparación para la Navidad, se cuenta el tiempo que engloba los cuatro domingos anteriores al día de Navidad; y yo monto un pifostio importante. Mira tu si me vengo arriba, que me dio hasta para escribir un libro. Mi primer Manual.

En él te cuento desde donde me vino el chispazo de la idea para empezar a hacerlo, hasta como me organizo para que todo funcione perfectamente. Además, te suelto unas cuantas chapas que sabes que es mi motor en la vida.

Este año ya tengo un listado enorme de actividades. La cosa se pone complicada, porque por aquí nos estamos adentrando en la adolescencia, y hay actividades que a MiMariposita le hacen torcer el gesto. Esto me tiene nerviosa y tristona, para qué me voy a andar con paños calientes. Siento que estamos adentrándonos en el tiempo en que las madres sobramos y ellas quieren hacerlo todo solas. Hay pensamientos recurrentes que me vienen a la mente, ¿será la última vez que me deje peinarla? ¿será la última vez que vayamos juntas de mano por la calle? ¿será la última vez que quiera ver una peli de dibujos conmigo?

A ver, no me malinterpretes, me parece fascinante el tiempo de verla crecer, de ver como madura, se convierte en una persona, se gestiona, etc… pero no puedo dejar de extrañar a mi bebé. Supongo que nos pasa a todas.

Puestas en esto, estoy tratando de hacer unas actividades que contengan algo de manga, (que es la pasión número uno ahora mismo) y algo de disfrute cultural. Vamos a ver como se me da.

Calentando Motores

Estamos ya en tiempo de descuento para el mes de la magia. Me flipa este momento. Porque todo lo que conlleve preparación, planificación, organización…, son mis cosas favoritas.

Dicen que la cabra tira al monte, y aquí monte no hay, pero cabras unas cuantas. Y tiramos para donde nos parece que hay yerba.

El Adviento empieza en 15 días apenas, y yo ya estoy con ese movimiento nervioso de los pies. Como cuando oyes una música que te pide bailar, pero estás en la cola del banco, o en la del Ayuntamiento. Un día, quizás cuando ya tenga 50 años y todo me importe una mierda muy poco, me ponga a bailar como Chanel.

La cuestión es que, para este momento del año, yo ya estoy sacando mi calendario, mirando chocolates en el super, y haciendo mi lista de actividades.

Estoy presuponiendo que sabes perfectamente de qué te estoy hablando, si esto no es así, te voy a explicar un poquito.

El Adviento es un tiempo de preparación para la Navidad, se cuenta el tiempo que engloba los cuatro domingos anteriores al día de Navidad; y yo monto un pifostio importante. Mira tu si me vengo arriba, que me dio hasta para escribir un libro. Mi primer Manual.

En él te cuento desde donde me vino el chispazo de la idea para empezar a hacerlo, hasta como me organizo para que todo funcione perfectamente. Además, te suelto unas cuantas chapas que sabes que es mi motor en la vida.

Este año ya tengo un listado enorme de actividades. La cosa se pone complicada, porque por aquí nos estamos adentrando en la adolescencia, y hay actividades que a MiMariposita le hacen torcer el gesto. Esto me tiene nerviosa y tristona, para qué me voy a andar con paños calientes. Siento que estamos adentrándonos en el tiempo en que las madres sobramos y ellas quieren hacerlo todo solas. Hay pensamientos recurrentes que me vienen a la mente, ¿será la última vez que me deje peinarla? ¿será la última vez que vayamos juntas de mano por la calle? ¿será la última vez que quiera ver una peli de dibujos conmigo?

A ver, no me malinterpretes, me parece fascinante el tiempo de verla crecer, de ver como madura, se convierte en una persona, se gestiona, etc… pero no puedo dejar de extrañar a mi bebé. Supongo que nos pasa a todas.

Puestas en esto, estoy tratando de hacer unas actividades que contengan algo de manga, (que es la pasión número uno ahora mismo) y algo de disfrute cultural. Vamos a ver como se me da.

Mi segundo libro ya está aquí

La semana pasada te conté cómo me había llegado la inspiración para escribir el Manual de Primavera. Hoy te cuento la materialización de esta novela.

De mis libretas, me puse a hacer refritos y a ir inventándome lo que me parecía oportuno. La cuestión es que tirando del hilo y dejando fuera de la habitación donde escribía, a la niña y a la jueza que habitan de forma casi permanente en mi, fui capaz de construir una historia.

En abril de 2021 escribí los primeros párrafos. Hice mi Excel para saber cuántas palabras al día tenía que escribir, en función de la longitud que quería que tuviera el libro, y de los meses que iba a estar escribiendo. Durante los meses siguientes, mi vida tuvo dos escenarios: mi vida, y la vida de Sonia, Pedro y Enriqueta. Me pasé un montón de madrugadas, escuchando a Gian Marco, mientras escribía y trataba de  entender qué estaba haciendo, aunque al final creo que nunca lo logré. Pero me impuse el keep going que llevo tatuado en la pierna y seguí hacia adelante.

Un año después puse punto y final a mi primera novela. Después vinieron muchas semanas de inseguridad total, y lo dejé todo en cuarentena. Después de un mes lo retomé y lo leí del tirón, y me gustó, y me sentí satisfecha con el resultado.

Le eché narices, y le encargué a Érika Castilla la portada. No sabía muy bien qué contarle sobre el libro, porque en aquel entonces no tenía ni la sinopsis clara. Ella me pidió un capítulo entonces, y ahí me ví, que tampoco sabía por dónde cortar. Le mandé el libro entero y le dije que se pusiera a leer y que cuando se cansara que parara. Para mi sorpresa, fue de las primeras que lo leyó, y su feedback fue la patada que necesitaba para seguir adelante a paso ligero. Cuando me mandó su propuesta para la portada me dejó sin palabras, el resultado es mejor que si lo hubiera encargado a medida. Erika captó de lleno la esencia de la novela.

Luego se lo pasé a mis lectoras beta, y ahí estuve explicando y moldeando lo que yo entendía, porque lo había escrito yo, y lo que sobraba porque ya se entendía. Vamos, que saqué la tijera y la cinta métrica y le di otra vuelta. Y al final dije: se acabó y para la editorial lo mandé. Hoy lo tengo entre manos, y no puedo esperar más a que también lo tengas tu y me cuentes que te dice.

Mi segundo libro ya está aquí

La semana pasada te conté cómo me había llegado la inspiración para escribir el Manual de Primavera. Hoy te cuento la materialización de esta novela.

De mis libretas, me puse a hacer refritos y a ir inventándome lo que me parecía oportuno. La cuestión es que tirando del hilo y dejando fuera de la habitación donde escribía, a la niña y a la jueza que habitan de forma casi permanente en mi, fui capaz de construir una historia.

En abril de 2021 escribí los primeros párrafos. Hice mi Excel para saber cuántas palabras al día tenía que escribir, en función de la longitud que quería que tuviera el libro, y de los meses que iba a estar escribiendo. Durante los meses siguientes, mi vida tuvo dos escenarios: mi vida, y la vida de Sonia, Pedro y Enriqueta. Me pasé un montón de madrugadas, escuchando a Gian Marco, mientras escribía y trataba de  entender qué estaba haciendo, aunque al final creo que nunca lo logré. Pero me impuse el keep going que llevo tatuado en la pierna y seguí hacia adelante.

Un año después puse punto y final a mi primera novela. Después vinieron muchas semanas de inseguridad total, y lo dejé todo en cuarentena. Después de un mes lo retomé y lo leí del tirón, y me gustó, y me sentí satisfecha con el resultado.

Le eché narices, y le encargué a Érika Castilla la portada. No sabía muy bien qué contarle sobre el libro, porque en aquel entonces no tenía ni la sinopsis clara. Ella me pidió un capítulo entonces, y ahí me ví, que tampoco sabía por dónde cortar. Le mandé el libro entero y le dije que se pusiera a leer y que cuando se cansara que parara. Para mi sorpresa, fue de las primeras que lo leyó, y su feedback fue la patada que necesitaba para seguir adelante a paso ligero. Cuando me mandó su propuesta para la portada me dejó sin palabras, el resultado es mejor que si lo hubiera encargado a medida. Erika captó de lleno la esencia de la novela.

Luego se lo pasé a mis lectoras beta, y ahí estuve explicando y moldeando lo que yo entendía, porque lo había escrito yo, y lo que sobraba porque ya se entendía. Vamos, que saqué la tijera y la cinta métrica y le di otra vuelta. Y al final dije: se acabó y para la editorial lo mandé. Hoy lo tengo entre manos, y no puedo esperar más a que también lo tengas tu y me cuentes que te dice.