El poder de la reunión

Yo era una de esas personas que vivía en la creencia del “mejor sola”.

Me sigue pasando, quiero decir, mi hábitat natural y donde me encuentro bien, tiene pocos habitantes. Me gusta el silencio y la soledad de una casa vacía.

Me siento a gusto con mi compañía y las reuniones multitudinarias me ponen nerviosa. Y con multitudinarias me refiero a un conjunto de personas que ande por los 50 miembros, no necesito más.

Durante un montón de años, dije NO a cualquier plan que llevara implícito las reuniones de este tipo. Y me refiero a cosas como: verbenas, fiestas, reuniones, etc.

Y de pronto, hace unos años, a raíz de un programa de emprendimiento, descubrí que estar con gente no era tan terrible, que incluso podía pasármelo bien.

Y entonces este año, se nos ocurrió a Vanessa y a mi, no solo asistir a reuniones sino convocarlas. Y ya ahí destruí todas estas creencias del yo a solas.

Cada día disfruto más las reuniones con gente. A ver, los grupos muy numerosos me siguen causando desasosiego, pero grupitos de 20-25 personas, ya no solo me gustan, sino que me doy cuenta de que los voy buscando. He comprendido el bien que hace el grupo.

Por eso, lo del brunch de Adviento de ayer, y lo que vendrá.

En grupo, lo que quiera que traigas se comparte, y no me refiero a lo que nos podamos comer. Se comparte y se avanza de igual manera con las penas, las alegrías, el brillo o los conocimientos.

El grupo te da el espejo, y eso hace que sobre la marcha te ubiques y puedas avanzar.

Me acuerdo de la bola de cristal y aquello de: solo no puedes, pero con amigos sí. Pues tal cual amigas. Por eso, me he propuesto para el año 2024 seguir buscando grupos: uno que lea, otro que teja, otro que tenga ganas de mover las manos. Y que a todos les interese seguir brillando.

Dar gracias

Desde hace casi una década, todo el mes de noviembre nos dedicamos en esta casa, a dar gracias.

Siempre estoy dando gracias, pero este mes las doy acompañada y con mayor consciencia.

Hubo una época en mi vida, en que todo me pesaba. Vivía en la mazmorra y no era plenamente consciente de cuánto tenía para agradecer. Podría venir aquí y tirarme el rollo de que un día me pasó X y mi cerebro hizo click. Podría. Pero no sería cierto.

Lo de agradecer lo aprendí en los libros, como casi todo. Estaba perdida y al oscuro, y encontré luz en la lectura. De lo primero que integré, de todo lo que leí en esa época, fue lo de agradecer. Lo he dicho hasta la saciedad, y no me voy a cansar de repetirlo. Dar gracias y estar triste, es incompatible.

Y espérame un momento aquí. No se trata de dar gracias a lo pendejo. Me refiero a dar gracias por una enfermedad, por tropezarte con un capullo que te arruina la existencia, o por tener que lidiar con un compañero de trabajo que es un miserable. No entiendo qué cabeza que funciona con cierta normalidad puede dar gracias por esto. Yo me refiero a dar gracias por cuestiones que sí son de agradecer, aunque de tan habituales, parece que tengan menos valor. El techo, la nevera, la salud. No le quites valor a nada de esto, porque nada, está garantizado en esta vida.

Yo hoy quiero darle gracias a la Violeta de hace unos años, cuando se le cruzó por la cabeza la idea de escribir, y de proyectarse, y de visualizarse soñando muy fuerte.

La misma que barrió de un plumazo la vergüenza y se decidió a escribirle a Erika, y a contarle la propuesta que traía. Lo mejor de todo, es que Érika dijo sí, y nuestra relación traspasó la transacción empresarial.

Cuando estaba en la Universidad y leía con devoción, leí Los Designios Torcidos. Escrito por Domingo Fuentes, y que hizo prender la chispa de la escritura de forma realista. También estaba por aquella época en mi pensamiento Marcos Hormiga. También escritor majorero al que me daba mucha vergüenza encontrarme por las calles de Gran Canaria, porque era como ver a alguien a quien admiras. Se te junta la vergüenza con el ser fan, y se me activaba el poder de la invisibilidad. Y me convertía en la mosca, como Lola Flores. He seguido sus trayectorias. Leído sus textos. Y cultivando esta admiración en secreto.

Hoy casi 25 años después. He compartido con ellos una Feria del Libro. No tienen idea de lo que ha sido poder darme este regalo de vivirlo. Y no solo para mi, sino para la jovencita que fui, y que tan hostil le parecía el mundo. Este regalo es principalmente para ella.

No puedo sino agradecer a la vida haber podido experimentar estas dos vivencias. Compartir con Érika proyecto, y ratos con estos escritores majoreros que despiertan siempre tanta admiración en mí.

La reunión de Adviento

El año pasado, en un momento de descompensación de alguna de las cuestiones que me mantienen cuerda y a salvo, y que fabrica mi propio cuerpo; me vine arriba, y a finales de mes un grupo apañadísimo de mujeres me siguieron la corriente en esta locura transitoria que me dio, y nos celebramos en una merienda de Adviento.

Este año, que parece que la química de mi cerebro está más equilibrada, no contemplé en mi planificación organizar nada similar. Y entonces llegó octubre, y cumplí años, y presenté el Manual de Verano, y volví a reunirme con gente, y a romper otro puñadito de creencias que me quedaba por aquí.

Desde que se acabó toda la trabajera del Manual de Verano, y me senté a descansar, la química, otra vez volvió a hacer de las suyas. Igual no es la química y es la termodinámica. El caso es que me puse entrópica total y tendente al caos.

Me desequilibré, y en un par de horas, la idea de repetir la merienda se hizo una llamada poderosa en mi cabeza.

Quise despistarme, y quitarme la idea de donde quiera que hubiera surgido, pero… cuando una llama se me prende por dentro y empieza a calentarme, yo misma sé que no hay caso lucharla.

Unos días más tarde y unos pocos cafés también, todo estaba listo.

Habrá reunión de Adviento este año.

Las novedades son unas poquitas, no será merienda, será Brunch. Y vamos a mover las manos.

Ya saben que yo tengo una misión con esto de que nos convirtamos en señoras que mueven las manos. El año pasado las señoras que asistieron se fueron con las ganas de haber sacado las tijeras y la barra de pegamento y haber hecho su propio calendario allí mismo. Este año voy a dar respuesta a esas ganas, porque como dispondremos de más tiempo, podremos meternos en harina, como se suele decir.

No haremos un calendario, haremos otra cosita que de momento voy a dejar en suspense, para crear el hype, ya tu sabes.

Apúntate la fecha: 26 de noviembre, en Fuerteventura. Cerquita de muchos sitios, y en un lugar que inspira muchísimo.

¿Quieres más detalles?… está todo explicadito aquí.

Prepárate para el Adviento

Si te digo la verdad, yo no sé cómo hemos llegado aquí.

Mira que tengo un expertise en estar presente, en disfrutar cada minuto, y en concentrarme en el aquí y ahora. Y se supone que lo llevo a la práctica, y entonces debería ser consciente de cómo han pasado estos 10 meses.

Pero no, se me escapa. Es como si todo este tiempo me hubiera volado por encima. Como una ola que te revuelca y te bota en la arena. Tengo la misma sensación. Esa que no me termina de gustar, y que me lleva a pensar que se me está escapando la vida por todas las costuras.

Cada vez que me asaltan estos pensamientos, voy a la galería de fotos, y trato de hacer recuento, y convencerme de que realmente estos meses los he vivido de verdad, no solo me han pasado por encima.

Cuando veo las fotos, y luego miro el calendario, la sensación es agridulce. No sé todavía como compensar esto.

De momento, sigo pendiente del tiempo que falta para terminar el año, y buscando las formas de hacer que se me quede la sensación de vivencia, no solo de atropello de días.

Pensando así, y aprovechando lo que viene, me ha dado por pensar que lo mejor es ir arranchando el barco.

No sé si todo el mundo conoce esta expresión. En mi casa es muy común.

Supongo que sabes que vengo de familia marinera, y tengo integrado en el ADN la responsabilidad de estar siempre arranchando el barco, que no es otra cosa que hacer el mantenimiento y preparación para la travesía. El trabajo en un barco es inacabable. Siempre hay cosas que hacer.

En nada estaremos celebrando la Navidad, el Final de año, y los Reyes. Ya sabes que yo celebro también el Adviento. Y que me ayuda de alguna manera a que todo esto de las fiestas y los días, no se me pasen tan deprisa, y que me deje la sensación de que les he sacado el jugo; y que los días, los he vivido con intención e intensidad.

Fíjate cómo de obsesionada estaré con estas cosas, que escribí el Manual de Adviento, pensando mucho en ello. Y ahora ha llegado el momento de sacarlo de la estantería y darle una leída. Organizarte, planificarte y prepararte para vivir un Adviento del que te vayas a acordar siempre, y que te deje sensaciones de vivido, no de pasado por encima.

Presentación del Manual de Verano

El próximo sábado, después de desayunar y de pasar la media mañana con calma, será un buen momento para que te alistes, y te dirijas a la Feria del Libro.

Sobre las 11:30, allí estaré yo, acompañada de mi amiga Maru. Con unos pocos de nervios, y la ilusión desmedida.

Durante media hora charlaremos sobre este nuevo Manual, del que como podrás intuir voy a hablar bastante de aquí a final de año.

Va a ser un buen momento para que nos veamos las caras, nos saludemos, y si quieres te puedes llevar los libros firmados. No me quiero poner en plan pedigüeña, pero a ver, que me lo he hecho yo solita, el libro digo, y tengo que venderlos todos, que ocupan un buen espacio en mi casa.

La feria de este año, que empieza el 18, tiene un programa sin desperdicio. También te convoco a venir a la mesa redonda que tendrá lugar el viernes 20 a las 18:00. En la que estaré moderando una charla entre cuatro escritores que usan Fuerteventura como inspiración para sus obras.

Que trabajas, estás ocupada, o tienes otras citas (que no sé qué puede ser de más interés que esto, ya tu me dirás), tienes una última oportunidad. El domingo por la mañana estaré en el stand de la librería Tagoror, firmando lo que me lleves. Cheques, contratos o escrituras no firmo, ya te lo digo. De resto, lo que quieras.

Así que allí te espero, en cualquiera de estos momentos del fin de semana.

Venirse venirse.

Manual de Verano

El 9 de enero de este año, intentando parecerme a Isabel Allende, me senté delante del ordenador, a reconectar con Sonia, Pedro y Tía Enriqueta.

Desde noviembre del año anterior, fui acumulando notas y datos, que creí importantes para continuar.

Así que cuando me senté, tenía algunas palabras sueltas, y algunas ideas. No era la hoja totalmente en blanco.

Durante un montón de mañanas, acompañadas por Raúl Ornelas y su Manual de lo Prohibido, me senté delante del ordenador. Unos días me salían 1500 palabras, otros, no llegaba ni a 400… Algunos días dejaba la mesa con tal motivación que sentía que iba levitando por el día… Otros, sentía un peso terrible en las espaldas, que casi no me dejaba avanzar.

Y así me puse en el final de mayo. Yo tenía una planificación perfectamente organizada, y empecé a ver que los días se me iban acercando, y yo no había llegado ni a la mitad de mi objetivo de palabras.

En ese momento, me dispuse a derribar una terrible creencia que tenía incrustada en mi cabeza. Hasta ahora, escribía 1500 palabras, aprox. Porque era lo que me salía en la hora que tenía para escribir. Así lo hice para el Manual de Adviento y el Manual de Primavera. Durante la escritura de estos dos libros, yo tenía un chorro de cosas más a las que prestar atención. Este año, por circunstancias varias, no tenía tantas cosas a las que atender, sin embargo, yo seguía escribiendo solo una hora al día. Mira tu si es limitación.

Cuando me di cuenta de esto, me senté delante del ordenador, sin reloj y sin objetivos palabriles. Y se hizo la magia. Unos días 3000 palabras, otros hasta casi el doble.

Fulminé la creencia y me descubrí frente a otras muchas posibilidades de desarrollar la misión que me había puesto por delante.

A finales de junio, pude decirme aquello de misión cumplida. Punto y final al manuscrito, tal y como había previsto en mi planificación.

De ahí corrección, ilustración, revisión, maquetación, revisión y finalmente impresión.

Y aquí está. El manual de verano es ya un libro físico o digital. Para gozo mío y disfrute de ustedes.

Todo lo que no se ve

Hace unos días vi un reel en Instagram, de Almudena Grandes, donde decía que la escritura a ella le ha dado oficio y disciplina. Empezó a escribir para otros, y eso hizo que se tomara en serio lo de venir a la mesa y sentarse cada día, un buen puñado de horas, como si fuera un trabajo de oficina.

Adquirió esa disciplina porque tenía que entregar aquello que escribía y que le habían encargado.

Lo mismo le oí decir a Isabel Allende. Cada día escribes, y durante un montón de días vas a tener un buen puñado de páginas, que probablemente no sirvan para mucho. Pero de pronto, el día 101 la página que has escrito, te parece que está bien, que tiene eso que buscas cuando escribes. Caes en la cuenta de que han tenido que pasar más de 100 días haciendo lo mismo, para llegar a algo que te guste.

Tengo claro que en esto de escribir, hay una historia romantizando el acto, pero que poco tiene que ver con la realidad de los que escribimos.

Todo lo que no se ve, es lo que está por allá del risco, que aunque no se vea, está.

Detrás del risco, hay muchas madrugadas de lectura, de escritura aparentemente vacía, de páginas arrugadas que has descartado, de un montón de mensajes de voz que te envías a un chat de whatsapp en el que solo estás tu; una pila interesante de libretas en las que has ido tomando notas random porque pensaste que alguna podía servirte. También hay un buen puñado de canciones, y unas cuantas películas. Muchos litros de café, té, o agua con gas. Algunos bailes con John y muchos suspiros contenidos.

Y lo que hay después de eso, es una historia que te ha salido de dentro, y que te apetece mucho compartir.

Mis Manuales

En menos de un mes (dedos cruzados), tendré en mis manos, mi tercer manual.

Hasta ahora han visto la luz mi Manual de Adviento y el Manual de Primavera.

Te voy a ser sincera, aún me pasa que los veo y no termino de creérmelo. Esos libros los he escrito yo, y lo que es más fuerte, los ha leído bastante gente (y la que queda, porque voy a ser muy plasta con esto) y además, gustan.

He hecho dos presentaciones, reuniones en clubs de lectura, mesas redondas… Y todo esto en apenas tres años.

A ver, que eso no es del todo cierto. Llevo toda mi vida imaginándome esto. Recuerdo una conversación con mi hermana la chica, a la que le llevo 16 años, por cierto, en la que yo estaba escribiendo. Nada nuevo, se me acercó y me preguntó que qué hacía. Cuando le dije que escribiendo, quiso saber si sería para un libro. Me vine arriba y le dije que sí, que escribiría un libro y sería escritora… Ella me miró muy seria y me dijo que entonces tendría que sacarme una foto en blanco y negro con la mano en la cara. Es curioso como su cerebro tenía construida la imagen de una escritora.

Han debido pasar por lo menos 25 años de eso, y curiosamente, las dos recordamos esa conversación.

Vengo hablando y asumiendo este mes esta nueva realidad en la que escribo muchas horas del día, publico lo que escribo en diversos medios, y además (que para mí sigue siendo lo más sorprendente) la gente me lee. Aquí podría ponerme a divagar si esto se ha dado porque lo pensé primero en mi mente (así fue) o que como se iba a dar, mi mente lo visualizó. Una vez más, la gallina y el huevo. Sea como fuere, aquí están. Mi dos manuales y el tercero en camino.

El Manual de Verano, llegará justo cuando estemos despidiendo esta estación. He conseguido visualizarme escribiendo y publicarme, pero todavía no he logrado sincronizarme con la naturaleza. No pierdo esperanza.

El Enfoque

El Enfoque es un periódico gratuito insular que imprime cada mes alrededor de 25mil ejemplares.

Conozco a la Directora desde hace exactamente 9 años. Hemos compartido momentos de vital trascendencia para la vida de las dos. Y año tras año, hemos apretado esos vínculos que nos unen.

Recuerdo el momento en el que me dijo: oye, ¿tu quisieras escribir una columna para el periódico? Te guardo espacio para unas 650 palabras, y que hables de lo que quieras.

Yo en aquel momento, hace ya 3 años, combustioné en auténticos fuegos artificiales por dentro, pero por fuera, hice acopio a todo mi adn escorpiano para permanecer tranquila y parecer estable y cuerda. Por supuesto le dije que sí. Y desde entonces escribo en El Enfoque, de lo que me da la real gana, cada mes.

Primero escribí sobre las Mujeres de mi vida. Después hice una breve lista de lo que incluye mi Manual de Supervivir, y este año estoy escribiendo sobre esas pequeñas cosas que tienen un impacto monumental en donde se las aplique.

Empezar a escribir en El Enfoque, fue la chispa para saltar. La primera columna fue en junio de 2020 y en noviembre de ese año, presentamos, junto con la Directora del periódico, el Manual de Adviento.

Cada vez que alguien me dice: te leí en el periódico, sigo encogiéndome un poquito por fuera, y ensanchándome por dentro. No calibré bien lo que son 25mil ejemplares y la cantidad de gente a la que puede llegar. Cuando lo pienso me da cierto vértigo. Luego caigo en que tengo este blog desde 2004, y se me pasa un poco.

Volvería a decir sí mil veces, porque escribir la columna del mes es una de las cosas que más me divierte de toda esta vaina que me he inventado de escribir.

¿Quién soy?

Hace unos días que empecé a escuchar el libro de María de Mondo: Yo ego.

Ya desde el principio, la cosa viene de frente haciéndote esa pregunta. ¿Quién eres? No qué haces, no de quién eres hija, o madre, o pareja… No. Directa la pregunta.

Y ¿tu, ¿quién eres?

Esta pregunta siempre me trae a la mente la película de Alicia, que a raíz de todo esto he vuelto a ver. Es probablemente la película que más veces he visto en mi vida, y pienso seguir haciéndolo, sin vergüenza ni perdones.

En mis presentaciones siempre digo que yo para definirme uso las etiquetas, porque a mí me van bien, aunque ahora lo que está de moda es ir quitándoselas. También tengo asumido que yo a la moda o llego antes o después, nunca a tiempo. Así que las etiquetas me las pongo o me las quito según sienta que me identifican.

Desde hace mucho tiempo, una de esas etiquetas, viene definida por el título que no he colgado. No me había dado cuenta de lo mucho que me pesa o me ayuda esta etiqueta. Detrás de ella me sentía segura, porque me parecía que era una credencial que hablaba de mí. Hace no mucho, empecé a plantearme que quizás esa etiqueta ya me sobraba, porque yo seguía siendo yo sin ella. Algo que tengo que reconocer que hace unos años me aterraba, también he que decirlo. Y por culpa de esto, tragué más mortero y obra de lo que me era recomendable. En fin.

La cosa es que aunque paseaba la etiqueta de ingeniera por la vida, nunca me he sentido ingeniera. Al menos no en el sentido de la idea que yo tenía. Supongo que tiene que ver con que en casa hay otro ingeniero, uno que va con el metro, el tester, y el casco a todas partes. Que mete las manos en las cajas generales de protección sin problema, y que se mueve entre exceles de numerosos circuitos con soltura. De esa clase de ingenieros, pues no soy. Me he ido buscando la vida, es decir, me he ingeniado la forma de aplicar las cosas que aprendí, estudiando hasta pelarme los codos, para tener ese título que no he ni enmarcado. Igual si soy ingeniera, porque ingeniarme la vida, se me ha dado bastante bien.

Hace unas semanas, en el centro comercial, un hombre se me quedó mirando. Mientras se iba acercando, me sonreía, y una despistada, pero educada, le sonreí y lo saludé. Ya cuando lo tenía al lado, me dijo: usted es la escritora.

Me quedé plantada, con la sonrisa seca. Mis neuronas parecía que de pronto no eran capaces de hacer sinapsis.

Atropelladamente, seguí riéndome diciéndole que sí. Me felicitó por el libro y siguió su camino.

Yo me quedé allí, procesando. Hay etiquetas que han dejado de representarme, y de pronto llegan otras que parece que tengo que ir asumiendo.