Mis deseos para tí

Espero que estés tranquilita en casa, con los que más te importan, y con los que quieres que te cojan la mano o te den un abrazo, en los momentos en que todo se pone color hormiga. En los momentos de confeti también.

Este año he valorado mucho la gente que me rodea que está cuando el confeti. Casi tan importante como cuando necesitas que te sostengan. Si cuando te pasa algo que celebrar tienes varios números de teléfono a los que acudir, considérate muy afortunada.

Quiero aprovechar el día y el momento para desearte un puñadito de estas personas con las que reír, y bailar. Con las que hacer bromas y con las que entenderte con solo mirarse.

Quiero desearte salud, y ganas de mantenerte sana. Motivación para comer bien y moverte cada día. Que tengas siempre la mente clara y sepas aprovechar esos momentos cotidianos que son un regalo. Que hayas encontrado ese rincón del mundo donde eres feliz. No eufórica. Solo feliz, y plena.

Hoy te dejo aquí mis mejores deseos para estos últimos días del año, y toda la ilusión de los principios para el que se viene.

Nos seguimos leyendo. Nos seguiremos acompañando.

Operación recuento

 

En esta época del año, me encanta hacer un balance holístico e integral de todas las áreas de mi vida. Porque tiendo a revolverme en la sensación de que el año pasó deprisa y corriendo y que yo no lo aproveché lo suficiente. Y entonces me llamo al orden, y me vengo a la carpeta de fotos del ordenador, y ya ahí tomo consciencia y perspectiva.

Empecé el año “trincada” como se suele decir aquí. Un año electoral para mi es sinónimo de año sabático. Cuando la cosa la decido yo, me parece muy bien; cuando me lo imponen, me j**e un poco. Para que te voy a decir otra cosa. A mí lo mío me gusta decidirlo yo. Pero bueno, también he desarrollado cierta resiliencia, y con lo que va viniendo voy haciendo.

Estar de sabáticol, me dio para ponerme a escribir como si me fueran a quitar las palabras, y escribí un montón durante el primer semestre. Y mientras lo hacía pude participar en unas cuantas Ferias de Libros, y eventos literarios en la isla y fuera de ella.

Cuando llegó el verano, me tocó descansar y asumir que empezaba un período de duelo. No se murió nadie, pero el proceso que afronté fue de asumir pérdidas, ninguna de dinero, que seguro que hubiera sido más fácil. Acabaron relaciones, y no una, ni dos, sino tres. Despedí a tres personas de mi círculo más cercano, y ahora siguen estando, pero orbitando en otras galaxias que no tiene que ver mucho con la mía.

Y fue curioso ver cómo lidié con estas nuevas cuestiones, que hacía tanto tiempo con las que no bregaba. Me gustó verme en el cero drama, y con las luces puestas en la realidad de lo que estaba pasando, sin más añadidura. Decir adiós. Aprender a hacerlo, tan importante como decidirte a abrir la puerta para que alguien entre.

No hui, no esquivé ni la pena, ni el bajo ánimo. Lo dejé estar y lo dejé ser. Me ayudé bailándolo un poquito, ahora que sé hacerlo.

El último medio año ha sido un no parar. Con el bolso de cuadros siempre al hombro, dejando manuales por todos lados. Nuevas ediciones, nuevas impresiones, y tres libros con muchas letras que llegan donde yo no llegué.

Presentación del Manual de Verano, aquí y fuera de aquí. Ferias, mesas de escritores, organización de evento, y hablar con mucha gente que de pronto te conoce aunque tu no las has visto nunca. Es una nueva forma de relacionarme, que estoy descubriendo.

Fui a Lanzarote, y me encerré con otras 16 mujeres. Hablé largo y tendido con un panadero que me reconcilió con el pan, los donuts y la conversación interesante por la carretera de Timanfaya.

Volví a casa con la certeza de todo lo que ha cambiado en una semana, y que ya no hay vuelta atrás.

Organicé brunchs, talleres, charlas… y de alguna forma, todo lo he disfrutado.

Y se acaba el año, y le dieron fin a mi sabaticol; volví a la agenda marcial, a mi planificación diaria y a mi ejecución militar.

Ha sido un buen año, a pesar de los días más grises, de la incertidumbre y de las penas chiquitas que se te quedan en el corazón durante más tiempo del que te gustaría. Y ha sido un buen año, porque yo, siempre vaso medio lleno.

Compra con cabeza

Pues ya estamos aquí. Ya, yo tampoco sé cómo ha sido, que casi no me ha dado tiempo a peinarme bien, y de la revolcada estamos en diciembre… again. Supongo que todos los que pasamos los 30 tenemos la sensación de que esto cada vez va más rápido. No te creas que no me quita el sueño.

Y ya puestas aquí, llega el momento en el que hay que sacar la libreta y las cartas, y empezar a hacer cuentas.

La Navidad también es esto y aunque todo el tiempo esté pensando en alejarme todo lo posible del consumismo loco y masivo, también es divertido regalar.

¿Tú eres de las que prefiere regalar o que te regalen?

A mí me mola mucho lo primero, lo que no me motiva nada es meterme en los centros comerciales por esta época. Me agobio y me frustro. Por eso procuro ir, porque todavía no he encontrado la forma de salvarme, con una lista armada, cerrada, estudiada y medida. Ir a tiro hecho y como si estuviera participando en un concurso y salir lo más rápido posible de allí.

Regalar es divertido, intentar poner orden en un montón de cosas que llegan de repente y con las que tienes que compartir espacio, no lo es tanto. Y no hablemos de los agujeros que hacemos en las carteras. Por eso, siempre y más en estas fechas, consumo con cabeza.

Desde hace unos años, la mayoría de los regalos que hago son de disfrute en lugar de cosas. Quiero decir, que me gusta más regalar una comida, un masaje o una excursión, que una ropa, un perfume o cualquier objeto.

Me gusta regalar libros. No los que me gustaron a mí, sino los que creo que le van a gustar al regalado.

Y también me gusta mucho regalar detalles hechos con amor: cualquier artesanía útil me vale. Figuritas y demás objetos inútiles, no por favor.

Marie Kondo ya renunció a mantener el orden, ya lo leímos, sin embargo, sus enseñanzas sí que he decidido conservarlas y acumulo lo menos posible.

A ver, esto tiene un pero, claramente: acumulo lanas, papel para scrapbooking y telas. Pero eso no es acumular, es invertir en mi jubilación.

Regala con el corazón, pero compra con la cabeza.

El Calendario de 2023

En mi día a día, recurro a muchas frases que funcionan para mi como mantras.

Una de ellas es: “La práctica hace al maestro”. La digo varias veces al día. Y soy tan pesada, que este verano en una de mis filípicas a mi hija y a mis sobrinas, paré un momento para ponerme más intensa de lo que ya estaba y soltarla, y ellas se me adelantaron.

Ahí fui consciente de que el mensaje había calado, y ya no era necesario que siguiera repitiéndome como un loro.

Pero hoy, se me hace necesario venir a dejarla aquí. Y sí, la práctica hace al maestro, y la confirmación de esta frase, la he vivido este año.

Ya sabes que soy una fanática del Adviento y de todo lo que organizo alrededor de su Calendario. Cada año, dedico unas buenas mañanas o tardes a organizar y pensar qué quiero hacer y con qué puedo sorprender a las personas que van a formar parte de él.

Este año, la cosa ha ido rodada. Me he dado cuenta de que tengo el ojo educado a ir encontrando todo lo que voy a necesitar para estas fiestas. En un par de salidas a comercios y sitios (que no voy a revelar por si alguno de los implicados me lee y se me pueda chafar la sorpresa) descubrí cosas que en otras ocasiones me han podido pasar desapercibidos, y que me van a facilitar muchísimo la tarea de lo que me propongo.

Parece ser que esto no solo es por práctica. Existe una cosa que se llama Sistema de Activación Reticular (SAR), y mantenerlo activado es lo que hace que de pronto detectemos aquello en lo que estamos pensando.

Como cuando piensas en embarazos, y solo ves embarazadas; o cuando estás evaluando un modelo de coche concreto, y te lo encuentras todo el rato. No es que haya más embarazadas en ese momento, o más coches de ese modelo… Es que tu SAR está activado y estás manteniendo el ojo en el foco que tienes en mente.

La cuestión es que como llegados a mitad de noviembre, en mi cabeza el foco está puesto en la organización del Calendario de Adviento, mi SAR está entrenado para ir encontrando cosas que me pueden facilitar el trabajo.

Por ejemplo, al llegar a Ikea, encontré sin problema las velas de la corona, la casa de jengibre, o los adornos para decorarla. Algo que otras veces he tenido que estar preguntando y preguntando.

Del viaje a Gran Canaria, pasé deprisa por la puerta de Tiger, y dos pasos más allá volví sobre ellos para meterme dentro de la tienda. De allí me traje material para resolver al menos, cuatro actividades.

Hasta en Mercadona, encontré casi de sopetón la caja de bombones que escogemos siempre para meter en los calcetines de Adviento.

Con mucha práctica y el SAR bien activado, este Adviento ha sido sencillísimo de preparar, y ya llevamos disfrutándolo cuatro días.

Espero que tu también estés disfrutando del tuyo.

Dar gracias

Desde hace casi una década, todo el mes de noviembre nos dedicamos en esta casa, a dar gracias.

Siempre estoy dando gracias, pero este mes las doy acompañada y con mayor consciencia.

Hubo una época en mi vida, en que todo me pesaba. Vivía en la mazmorra y no era plenamente consciente de cuánto tenía para agradecer. Podría venir aquí y tirarme el rollo de que un día me pasó X y mi cerebro hizo click. Podría. Pero no sería cierto.

Lo de agradecer lo aprendí en los libros, como casi todo. Estaba perdida y al oscuro, y encontré luz en la lectura. De lo primero que integré, de todo lo que leí en esa época, fue lo de agradecer. Lo he dicho hasta la saciedad, y no me voy a cansar de repetirlo. Dar gracias y estar triste, es incompatible.

Y espérame un momento aquí. No se trata de dar gracias a lo pendejo. Me refiero a dar gracias por una enfermedad, por tropezarte con un capullo que te arruina la existencia, o por tener que lidiar con un compañero de trabajo que es un miserable. No entiendo qué cabeza que funciona con cierta normalidad puede dar gracias por esto. Yo me refiero a dar gracias por cuestiones que sí son de agradecer, aunque de tan habituales, parece que tengan menos valor. El techo, la nevera, la salud. No le quites valor a nada de esto, porque nada, está garantizado en esta vida.

Yo hoy quiero darle gracias a la Violeta de hace unos años, cuando se le cruzó por la cabeza la idea de escribir, y de proyectarse, y de visualizarse soñando muy fuerte.

La misma que barrió de un plumazo la vergüenza y se decidió a escribirle a Erika, y a contarle la propuesta que traía. Lo mejor de todo, es que Érika dijo sí, y nuestra relación traspasó la transacción empresarial.

Cuando estaba en la Universidad y leía con devoción, leí Los Designios Torcidos. Escrito por Domingo Fuentes, y que hizo prender la chispa de la escritura de forma realista. También estaba por aquella época en mi pensamiento Marcos Hormiga. También escritor majorero al que me daba mucha vergüenza encontrarme por las calles de Gran Canaria, porque era como ver a alguien a quien admiras. Se te junta la vergüenza con el ser fan, y se me activaba el poder de la invisibilidad. Y me convertía en la mosca, como Lola Flores. He seguido sus trayectorias. Leído sus textos. Y cultivando esta admiración en secreto.

Hoy casi 25 años después. He compartido con ellos una Feria del Libro. No tienen idea de lo que ha sido poder darme este regalo de vivirlo. Y no solo para mi, sino para la jovencita que fui, y que tan hostil le parecía el mundo. Este regalo es principalmente para ella.

No puedo sino agradecer a la vida haber podido experimentar estas dos vivencias. Compartir con Érika proyecto, y ratos con estos escritores majoreros que despiertan siempre tanta admiración en mí.

La reunión de Adviento

El año pasado, en un momento de descompensación de alguna de las cuestiones que me mantienen cuerda y a salvo, y que fabrica mi propio cuerpo; me vine arriba, y a finales de mes un grupo apañadísimo de mujeres me siguieron la corriente en esta locura transitoria que me dio, y nos celebramos en una merienda de Adviento.

Este año, que parece que la química de mi cerebro está más equilibrada, no contemplé en mi planificación organizar nada similar. Y entonces llegó octubre, y cumplí años, y presenté el Manual de Verano, y volví a reunirme con gente, y a romper otro puñadito de creencias que me quedaba por aquí.

Desde que se acabó toda la trabajera del Manual de Verano, y me senté a descansar, la química, otra vez volvió a hacer de las suyas. Igual no es la química y es la termodinámica. El caso es que me puse entrópica total y tendente al caos.

Me desequilibré, y en un par de horas, la idea de repetir la merienda se hizo una llamada poderosa en mi cabeza.

Quise despistarme, y quitarme la idea de donde quiera que hubiera surgido, pero… cuando una llama se me prende por dentro y empieza a calentarme, yo misma sé que no hay caso lucharla.

Unos días más tarde y unos pocos cafés también, todo estaba listo.

Habrá reunión de Adviento este año.

Las novedades son unas poquitas, no será merienda, será Brunch. Y vamos a mover las manos.

Ya saben que yo tengo una misión con esto de que nos convirtamos en señoras que mueven las manos. El año pasado las señoras que asistieron se fueron con las ganas de haber sacado las tijeras y la barra de pegamento y haber hecho su propio calendario allí mismo. Este año voy a dar respuesta a esas ganas, porque como dispondremos de más tiempo, podremos meternos en harina, como se suele decir.

No haremos un calendario, haremos otra cosita que de momento voy a dejar en suspense, para crear el hype, ya tu sabes.

Apúntate la fecha: 26 de noviembre, en Fuerteventura. Cerquita de muchos sitios, y en un lugar que inspira muchísimo.

¿Quieres más detalles?… está todo explicadito aquí.

Prepárate para el Adviento

Si te digo la verdad, yo no sé cómo hemos llegado aquí.

Mira que tengo un expertise en estar presente, en disfrutar cada minuto, y en concentrarme en el aquí y ahora. Y se supone que lo llevo a la práctica, y entonces debería ser consciente de cómo han pasado estos 10 meses.

Pero no, se me escapa. Es como si todo este tiempo me hubiera volado por encima. Como una ola que te revuelca y te bota en la arena. Tengo la misma sensación. Esa que no me termina de gustar, y que me lleva a pensar que se me está escapando la vida por todas las costuras.

Cada vez que me asaltan estos pensamientos, voy a la galería de fotos, y trato de hacer recuento, y convencerme de que realmente estos meses los he vivido de verdad, no solo me han pasado por encima.

Cuando veo las fotos, y luego miro el calendario, la sensación es agridulce. No sé todavía como compensar esto.

De momento, sigo pendiente del tiempo que falta para terminar el año, y buscando las formas de hacer que se me quede la sensación de vivencia, no solo de atropello de días.

Pensando así, y aprovechando lo que viene, me ha dado por pensar que lo mejor es ir arranchando el barco.

No sé si todo el mundo conoce esta expresión. En mi casa es muy común.

Supongo que sabes que vengo de familia marinera, y tengo integrado en el ADN la responsabilidad de estar siempre arranchando el barco, que no es otra cosa que hacer el mantenimiento y preparación para la travesía. El trabajo en un barco es inacabable. Siempre hay cosas que hacer.

En nada estaremos celebrando la Navidad, el Final de año, y los Reyes. Ya sabes que yo celebro también el Adviento. Y que me ayuda de alguna manera a que todo esto de las fiestas y los días, no se me pasen tan deprisa, y que me deje la sensación de que les he sacado el jugo; y que los días, los he vivido con intención e intensidad.

Fíjate cómo de obsesionada estaré con estas cosas, que escribí el Manual de Adviento, pensando mucho en ello. Y ahora ha llegado el momento de sacarlo de la estantería y darle una leída. Organizarte, planificarte y prepararte para vivir un Adviento del que te vayas a acordar siempre, y que te deje sensaciones de vivido, no de pasado por encima.

Spooky Season

Me encanta octubre. Por un montón de motivos, como son los cumples de personas importantes en mi vida (incluida yo), Halloween, y que todo sea naranja.

Aquí no vivo un otoño de película, y como uno de mis mantras de vida es el Fake it till you make it, mientras no esté en París, o en Maine, con todos los árboles naranjas, un pumpkin space latte en la mano, John de fondo, libros y punto cerca, y unos buenos brazos que me hagan de cobija humana… me lo monto yo.

De momento decoro la casa con la corona de la puerta otoñal, añado caminos de mesas, salvamanteles, y tapices en casa tengan como temática el otoño. Y lo lleno de calabazas. De las de verdad y de las de mentira. Este año tejí algunas y las esparcí por la casa. Me ha gustado hacerlo, y creo que es un patrón al que volveré cada año para ir aumentando la colección.

Con el fin de octubre y toda esta decoración esparcida por la casa, tengo mis dones brujeriles a tope de power, y aunque no tengo escoba sí que tengo otros utensilios de bruja a los que saco brillo estos días. Leo conjuros y predicciones, y me dispongo a sacar el caldero para cocinar una pócima protectora que nos mantenga a salvo, todo lo que sea posible.

A lo mejor te parece que todo esto es un recurso literario para dejar un post bonito. Las que me conocen saben la verdad. Se me ha dado bastante bien disimular mi verdadera naturaleza, y aunque no soy muggle, me manejo con total discreción entre ellos. Es la única semana del año, donde en lugar de ponérmelo, el disfraz me lo quito.

Mañana veremos Coco y HocusPocus, 1 y 2, y hornearé un pan de muerto para el día 1, y rendiremos culto a los que ya no están.

Chance and choice

La oportunidad y la opción, que lo pongo en inglés, porque estoy a fondo con el tema. Pero eso forma parte de un plan de acción con cierto retorcimiento, que prefiero no contarte o hacerlo en otro momento.

A priori, igual te parece que es lo mismo. Tener una oportunidad o una opción. A mí me lo parecía también. Hasta que rasqué. Ya sabes que rascar aunque no pique es de mis tareas favoritas en la vida.

La oportunidad, para mí, surge. Es como una ventana que te muestra algo. Puedes tener la oportunidad de conocer a alguien, de hacer algo por ti, de hacer algo por otros. Una oportunidad es una circunstancia. Que se de, puede depender de ti o no. Lo que depende de ti es lo que harás con esa oportunidad. Una vez la tienes delante, tu tienes la opción de aprovecharla o no. De tomarla o de dejarla pasar.

Una opción, es la posibilidad de elegir. Si no tienes opciones, no puedes elegir.

Por esto, me he volcado en generar opciones, que es de lo que yo puedo ser responsable. Buscarlas, conocerlas, o incluso fabricarlas. Cada día me entreno un poquito en tener varias opciones sobre lo que quiera que esté haciendo o viviendo.

Este mes, que me he centrado en cuidar mis telómeros y ser valiente, he tomado las opciones pertinentes con las oportunidades que se me presentaron.

Hace unas semanas se hizo público una jornada cuyos ponentes son un chute al cuidado de mis telómeros. Siendo valiente, y teniendo en cuenta una serie de cuestiones logísticas, he estudiado la oportunidad que tenía de aprovechar esta jornada. Y una vez hecho el estudio, he optado por no perdérmela.

La oportunidad se dio, yo dije sí. Aquí está bien clara la diferencia.

Talitá kum

La expresión aramea Talitá kum se encuentra en el Evangelio de Marcos, capítulo 5, versículo 41. Traducida significa: «Niña, yo te digo, levántate». Jesús dirige estas palabras a la hija de Jairo, una pequeña de doce años yacente a la espera de sus funerales. Pronunciadas estas palabras, Jesús tomó su mano y ella inmediatamente se levantó y caminó.

No es que ahora me haya dado por leer la Biblia, aunque todo se andará. Escuché esto en un reel en IG, y me dio curiosidad. Lo he buscado y lo he adaptado mi cuestión.

Aplicado a mi rollo, equivale a mi Keepgoing. O: ¡Camina!

Ahora mismo, no creo que venga ningún Mesías a darme la mano, ni a decirme el Talitá kum, así que seré yo misma, o tu mismo que lees, el que deberá darse la mano, el empujón o la patada en el culo. Yo (tu) veré lo que me hace más falta según el momento. Lo que tengo claro es que hay que levantarse, seguir, caminar.

Durante algún tiempo esperé. Esperé porque creía que ese empujón debía venir de afuera. Aprendí a base de esperar más de la cuenta que la mano en la que debía apoyarme para levantarme, era la mía.

Como la mar. Ir y volver, con olas o sin ellas, con mar de fondo o en calma. Seguir. Continuar. Levantarte y seguir.

Me doy cuenta de que de todo lo que aplico cada día, de todos los consejos que me doy, y de todas las cosas que he ido aprendiendo, esto, es lo que llevo en el ADN. Durante las vacaciones, hablé mucho de todo esto, porque sorpresa: vivo rodeada de gente tan intensa como yo, que reflexiona y va a lo profundo; ya dicen que de casta le viene al galgo…

La filosofía o enseñanza de cualquiera de estos tres mantras, porque para mi ya son mantras, es el pilar de mi día a día. Seguir, siempre seguir. Levantarme. Caminar. Con pena o con alegría, pero seguir.