Creo que esta es mi carta número 7. Me estoy viciando, pero oye, es que tener la posibilidad de andar pidiendo deseos, sin límite, a mi me tiene como loca.
Sí, pido un montón de deseos a cada rato, ¿por qué no hacerlo? Me importa que se cumplan, claro, pero la realidad es que lo hago por revivir la ilusión y la magia del preciso instante de pensar qué deseo. Esa es la magia. Ese momento en el que cierro los ojos, y respiro profundo, y me visualizo imagino con el deseo hecho realidad. Creo que tengo cierta adicción a ese momento de desear.
En la carta que voy a escribir aquí, voy a concentrarme en revivir todos los momentos en los que he pisado un suelo diferente al mío durante este año, y que me ha hecho conocer sitios nuevos. Después de dos años teñidos por el coronavirus, hemos vuelto a coger la maleta. Hemos viajado lejos y también cerca. Y eso es lo que quiero seguir haciendo.
Armar una maleta, para unos días o para un fin de semana, y tirar para el aeropuerto. Quiero ir a sitios nuevos y viejos. Andar por calles que conozco, aunque ya no sean las mismas que pisaba antes. Quiero volver a reconocerme en rincones donde fui muy infeliz, y también donde me imaginé con otras personas. Quiero reconciliarme con el territorio. Deseo volver a descubrir plazas y avenidas; andarlas y bailarlas.
Quiero comer rico, y en sitios bonitos, y volver con la memoria del teléfono saturada de fotos preciosas, que me recordarán lo bien que lo habremos pasado en todos esos lugares que vamos a visitar.
En mi lista hay lugares diversos y variados, lejos y cerca.
Y… ahora, me da igual que mis pies no se muevan de aquí. Solo este ratito de imaginarme en el avión con MiMariposita, haciendo listas y leyendo curiosidades del sitio al que iremos, ha merecido la pena.