Primavera indoors

Perdí la cuenta del confinamiento. Muchos días llevamos aquí ya, y los que nos quedan. Supongo que estamos todos un poco igual.

La semana pasada me abrumé de tanta oferta. La gente se volvió loca haciendo rutinas, haciendo directos, conciertos, aplausos.. Yo lo veía un poco de lejos, y pensaba, ¡uy muy arriba está todo el mundo!. Y efectivamente, esta semana se nota ya un poco el bajonazo. Encima estrenamos la semana alargándonos el día fin del confinamiento.

En esta situación lo mejor es no pensar. No tener en la mente la fecha en que se acaba, porque realmente no la sabemos.

Es también muy extraño manejar esta incertidumbre, supongo que estos días me están sirviendo para trabajar esta cuestión, creo que no lo estoy haciendo nada bien, por cierto.

En casa estamos tranquilas, y relajadas. Haciendo lo que haríamos en cualquier sábado. De hecho, esto está siendo como un verano adelantado.

Este fin de semana celebramos Ostara (Equinoccio de Primavera), me pareció algo muy apropiado para no olvidarnos de que aunque estemos en casa encerradas, el ciclo de la vida sigue su curso.

El último fin de semana que pasamos en libertad, hicimos varias compras, de esas que cuando llegas a casa piensas, para qué compraría todo esto ahora. Entre las cosas que compré estaban dos bolsas de tierra para plantar, semillas de varios tipos, pinturas y pinceles, pasta dry clay, algunas libretas y papeles de scrap. Ya me tengo reconocido que cuando me da una cosa de estas, me tengo que hacer caso, porque no sabes lo bien que me están viniendo estos días.

Durante la semana, rescaté dos huevos de una cena, y los limpié bien. El sábado por la mañana los pintamos con unos acrílicos que habíamos comprado. Luego hicimos una pequeña lista, que tenemos en la nevera, de las cosas que vamos a ir haciendo cuando volvamos a la normalidad. Qué increíble que lo primero que Emma quiera hacer es ir a casa de los abuelos, y luego a patinar. Resulta que de las cosas que más echa de menos a parte de a la familia, es patinar. Le encanta bailar, pero eso afortunadamente lo sigue haciendo. Se calza las zapatillas de ballet, su música y a danzar. Pero patinar, en 63m2 es un poco más complicado.

Pusimos un poco de tierra en los huevos pintados, y también una semilla. Y ahí le pusimos toda la intención de la que fuimos capaces de reunir, para que esto pase cuando tenga que pasar, y nosotras aguantemos bien el tiempo que sea necesario.

Aprovechamos el momento para darle una vuelta a las plantas que tenemos en el trastero. Trasplantamos algunas, y plantamos nuevas semillas. La naturaleza siempre da lecciones, y las plantas se han convertido en una de las cosas que más alegrías nos reportan estos días.

Esa es una de las cosas que más claras se me han quedado estos días. Necesito un jardín. Un huerto. Un espacio pequeño donde revolverme entre hojas verdes y tierra.

Yo estoy aprovechando estos días, para planificar de manera pormenorizada la nueva reforma, y la remodelación de un montón de muebles que me han tocado en el reparto. Esto ha conseguido la cuarentena, que esté como loca por meterme en faena.

Reunión lanera, cuando era posible

 

Día 8 del confinamiento.

Todo va bien. Al menos dentro de nuestras paredes. Todavía nos queremos, no nos hemos agredido, seguimos alimentadas y ejercitadas. Nos ha dado para mantener la casa en orden, para entender la importancia de las rutinas y la disciplina. Vaya, que no ha cambiado mucho la cosa.

He aprovechado para tejer, mira que novedad. Y para poner en orden mis prioridades a la hora de empezar nuevos proyectos. Me he acordado hoy, al revolver entre mis lanas, de la última reunión lanera que disfruté.

Hace ya algunos años, que tengo aquí a mi grupo de mujeres sostenedoras. En este caso, lo que nos ha unido es la lana.

La lana une no te imaginas cuánto. Aunque entiendo que no es la lana en sí, es la necesidad de compartir con otros la pasión por algo. En este caso: tejer.

Estas tres mujeres han llegado a mi vida por motivos varios, y aunque la relación ya traspasa la lana, la excusa para vernos de manera continuada es enseñarnos lo que estamos haciendo, pedirnos consejos sobre próximas combinaciones y tomarnos un café mientras tejemos juntas.

Lolly lleva toda mi vida en mi vida, valga la redundancia. Es mi prima, y me lleva unos años, así que cuando yo llegué, ella ya estaba aquí. Nos unimos de mayores por esta obsesión que tenemos de no dejar las manos quietas. Patchwork, punto de cruz, tejido, scrap… Mi prima me pega a todo, y lo mejor es que todo le queda bien. Tiene un carácter que pretendo imitar cada día. Le da a las cosas su justa importancia, que suele ser poca a casi todo. Es constante, con afán de superación cada día, y a base de taconeos ha dejado atrás un montón de creencias autolimitantes que dice que tenía. Yo nunca se las vi.

Dácil también lleva bastante tiempo rondando mi vida. Ya sabes que esto es chico, y al final, aunque no seas de aquí, nos conocemos todos. Aquí la teoría de los seis grados de separación se cumple a la perfección. Pero a Dácil el cariño real se lo cogí cuando MiMariposita llegó. Dácil es enfermera de profesión y de pasión. Si no fuera por ella y por los grandes consejos que me dio, sobre todo los primeros días del nacimiento, esto no hubiera sido lo mismo. Con Dácil puedo tirarme horas hablando de cualquier cosa, porque su curiosidad sobre todo es infinita. Solo hay una cosa de la que no podemos hablar, la línea temporal de Outlander. Ahí no podemos entrar.

Y Bea, llegó con la maternidad. Nos reprodujimos con un año de diferencia, y ella me buscó, porque tenía un interés enorme por coger las agujas y aprender. Así que primero le di clase, y luego ya nos hicimos amigas. Bea se apunta a un bombardeo, y es un gustazo enorme verla tejer después de lo mucho que ella dudó de sí misma.

Hace dos domingos, cuando todavía estar en la calle era lo normal, nos dimos el día. Allí festejamos nuestro propio 8M. Nos sentamos en una cafetería y echamos el día entre cafés, comidas, más cafés, y hasta unos chupitos.

Solo sé que en cuanto esto acabe, en la próxima reunión que podamos hacer, el desayuno se va a juntar con el almuerzo, y es probable que con la cena.

Día 5 de cuarentena

Día cinco de confinamiento.

Se nos ha puesto la cosa un poco seria, y nosotros no parecemos enterarnos de lo que va realmente esta cuestión. No quiero ponerme pesimista, ni quiero ponerme a pensar tampoco, en todo lo que pasa por fuera de mi ventana y que yo no puedo controlar.

Tenía la idea de que esto podía pasar, pero también tenía yo más confianza en mis vecinos.

Aquí el fin de semana si hubo algo de respeto a las normas. Hoy y ayer veo que todo el mundo está en su trabajo. Gente sin perro, que camina por la calle, coches que van y vienen.

No entendieron lo que pasó en Italia, y parece que les importa poco lo que significa la curva que hay que frenar.

Cuando Mercurio entró por fin directo, se nos puso por delante Saturno, y nos jodimos.

En fin, que esta es mi casita refugio, y no me quiero poner aquí pesimista, que es lo único que me faltaba para afrontar este encierro.

Si me preguntas a mí directamente, esta situación de encierro no me perturba en lo más absoluto. Llevo toda la vida preparándome para algo así. Ahora tiene justificación la cantidad de lana, tela, papeles y libros que tengo acumulados. Pero lo primero primero, es la nevera, luego el resto.

Para mí y desde que dejé atrás mi etapa oscura, es decir, aquella en la que tenía una relación tormentosa con la comida (me encantaría saber a quién debo agradecerle esa definición, porque es perfecta), auspiciar una buena semana, empieza por llenar la nevera.

Luego de eso, refrescar la masa madre y prepárame para amasar el pan de la semana, y detrás, encender todos los electrodomésticos. Dicen que todo lo que obtengo de ahí se llama batchcooking, y se supone que es dedicarle un par de horas o tres a la cocina, y tener los menús semi resueltos para la siguiente semana.

De mis básicos, basiquísimos: pan, caldos, granola y de unas semanas para acá: yogures.

Se los ví a Siona en Instagram, y ya saben, de mi culoquierismo. Me salí corriendo a casa de Mamá, a rescatar su yogurtera. Creo que entró en su vida, un mes después que yo. Esa edad tiene. Cuando era chica mi madre la usaba muchísimo, y nosotros siempre tomábamos esos yogures. Luego vinieron las extraescolares, y la necesidad de mi madre de ir con el pelo para atrás en la carrera de dejar a cada uno de nosotros tres, en el lugar que nos tocaba. La yogurtera pasó a acumular polvo en uno de los estantes del sótano. De ahí la saqué yo hace un mes. Un buen fregoteo, y un buen lavado de cara y ahí está. Haciéndome yogures dos veces en semana. Nos los tomamos con fruta y con la granola, y qué maravilla. He probado a hacer yogures de otros tipos, pero en casa triunfan los naturales. Básicos, y tomando un yogur griego de base.

Con el caldo, y el libro que me compré hace unas semanas, estoy tratando de hacer ramen. Digo tratando porque estoy muy lejos de que me salga algo delicioso, creo. De momento está bueno, me reconforta y lo disfruto mucho, pero aún no se me han saltado las lagrimillas. No pierdo la esperanza, el libro es maravilloso y tengo la intención de seguir probando.

Pues fíjate todo lo que me esmeré por propiciar una semana bien alimentada, y lejos de contratiempos, pero ya ves, uno propone, y la vida dispone, mediante mercurio directo, o cualquiera sabe qué planeta dando guerra.

 

Centennial, presbicia y energías perezosas

Hoy es el cuarto viernes que tengo bloqueada la tarde. Y ya lo tengo todo listo. Tengo previsto hacer un queque, para la merienda y el último capítulo de Néboa para amenizarme la tarea.

Desde hace un poco más de un mes, los viernes por la tarde los dedico al Centennial, que estarás aburrida de leerme hablar de él. Pero tranquila, este año es el definitivo, porque me estoy enfocando en terminarlo a como de lugar. La semana pasada contabilicé la tercera bobina de hilo gastado. ¿Cuántas puntadas habré dado ya?.

Es un proyecto titánico, porque ahora cuando termine de unir todos los bloques que conforman el centro del top, tendré que unir el primer borde. Que va todo con motivos aplicados. Y digo primer por que sí, justamente tiene más de uno.

Yo no sé si es por las ganas que tengo de llegar a esa parte o porque mi subconsciente está tratando de animarme para cuando llegue. Pero tengo unas ganas imperiosas de ponerme a aplicar. No sé desde cuándo no lo hago. Y mira que es algo que me gusta mucho, amén de que queda espectacular.

Es de esas cosas que te encantan, pero que no tiene explicación el por qué desaparecen de tu vida. Lo pienso y lo repienso, y no doy con la respuesta. Sii es algo que me gusta tanto, ¿por qué no lo hago más a menudo?.

Eso me pasa con algunas personas, por ejemplo, lo paso estupendamente cuando hablo con ellas, o cuando salimos, sin embargo, hay una barrera invisible que me mantiene alejada de la energía necesaria para llamar y quedar. Seguro que hay algún estudio por ahí que ya ha dado con la respuesta de este misterio.

Este último viernes, cuando tenía esas ganas tremendas de buscar algo que aplicar, me puse a revolver en mis cajones. Hay algunos de ellos que no los abro en meses, y cuando vuelvo a ellos, es como si estuviera revolviendo en las pertenencias de otra persona. Me viene a la mente el vago recuerdo del momento en que llegó a mis manos, pero de pronto son todo un descubrimiento, como si fuera algo que has visto en Instagram y que querías mucho, y de pronto… ahí está. Solo que ya era mío y ya me pertenecía. Da mucho vértigo esto. La capacidad de acumulación que me hace perder la noción de lo que realmente guardo. Esto me da rabia y vergüenza, no sé en qué proporción cada una.

La explicación que me doy a mi misma, es que son como una parte de mi plan de jubilación. Ahora puedo pagar por materiales, patrones, y diversas herramientas, quién sabe si podré cuando tenga todo el tiempo del mundo, pero una pensión miserable, como ya nos auguran algunos visionarios.

Y hablando de jubilación, que nada tiene que ver, o sí, no lo sé.

En ese afán por comprar cosas por histeria colectiva, ya sabes, si las demás compran, yo también, compré este enhebrador de agujas. Te cuento. La primera vez que fui a una feria americana de Patchwork, lo hice en un grupo de 11 mujeres, de las cuales yo era la más joven. Fue en el 2005, así que yo justamente estaba por cumplir los 30. De esta edad éramos dos, mi amiga LaAbogada y yo. La siguiente más joven tenía ya 45 cumplidos, y creo que la mayor, estaba muy cerca de los 70. Cuando llegamos al stand de clover, se volvieron todas locas con el enhebrador. No recuerdo cuánto costaba, ni tampoco qué me impulsó a comprarlo. Pero ahí fui yo, con mi visa quemándome en las manos a pagar el enhebrador. Desde entonces estaba durmiendo el sueño de los justos en uno de esos cajones que permanecen cerrados la mayor parte del año. Este viernes, en ese trasteo que hacía, lo encontré y me dije, voy a ponérmelo un poco más a mano. Y ¡Oh maravella!, porque aunque no quisiera asumirlo, ya soy una señora que acusa cierta presbicia, y este aparatito me ha ahorrado un montón de frustración y sufrimiento.

Chicken over the rice

Está siendo un mes de marzo regular. Sí, ya sé que debería darle un poco más de margen para saber, que solo han pasado unos días desde que llegó, pero qué quieres que te diga. Este 2020 venía cargado de grandes expectativas, y la cosa va tal que así: pasamos un enero infinito, que parecía que no se iba a acabar nunca; febrero fue como un tiro y pasamos la peor calima que recuerdo en toda mi historia; y viene marzo, y pasamos la primera semana, y lo único que se oye es coronavirus aquí, coronavirus allá.

Y estoy un poco harta, la verdad.

Menos mal que los días tienen ese color de quiero ser invierno, pero no me sale. Están oscuros y con algo de brisa. Si sales con una chaqueta gorda, vas a asarte en tu jugo, si no llevas abrigo, vas a resfriarte. Supongo que esto es típico de la primavera, pero así es el invierno aquí. Al menos hay algo bueno, y es el color del mar. Salgo a caminar y la playa urbana tiene un color de cuento. Es como si hubieran puesto una fotografía ahí, retocada con Lightroom.

No sé si es Saturno, Mercurio Rx o no sé qué suerte de cuadratura, pero me cae mal todo. Por momentos me caigo mal hasta yo.

Por eso he decidido ponerme a salvo. Esto es, activar el modo mejillón disimulado. Que es algo como de super pro. Es un modo mejillón al uso, o sea, aislarse del entorno, pero sin que se note. Es decir, aislarse en el tumulto. ¿Ves?, es que no sé ni explicarme ya.

De entrada estoy en casa, declinando amablemente cuanta invitación me llega. Que me llegan, no te vayas a creer, desde quedadas para un  café casual, hasta la solicitud de trabajos de juntas de vecinos que no me corresponden, porque yo estoy más acostumbrada a estos trabajos. Claro, es que es mi trabajo, y pretendo cobrar por ello, algo que así de entrada, quieren pasar por alto. Me ha recordado la situación por la que pasan ciertas personalidades y marcas en Instagram. “Mencióname que te pago con zumos”. A todo digo: no, pero ¡gracias!.

Me quedo en casa, y me pongo al día con las tareas domésticas diarias.

Normalmente, las comidas las tengo organizadas mensualmente. Cada primeros de mes, hago la lista de la compra y los menús a la inversa. Esto es mirar lo que tienes en la despensa, y el congelador, y ver qué cosas puedes cocinar con lo que tienes. Entonces solo compras lo que realmente necesitas. Así hago el menú mensual.

Una de los platos que siempre caen una o dos veces al mes, es el Chicken over the rice. La receta original la tienes aquí, que fue el sitio donde la vi la primera vez. Después yo he ido adaptándola a mis gustos y a lo que tengo en la nevera. Es un plato que me pone contenta, y que disfruto mucho.

Utilizo siempre contramuslos deshuesados, porque efectivamente son mucho más jugosos. Yo los pongo en un adobo de aceite (poco) y Ras-el-hanout. Aquí lo consigo bastante fácil en los locutorios que suelen tener cosas morunas. El que yo uso es un poco picante. Dejo el pollo toda la noche en este mejunjillo. Luego hago un arroz blanco normal, y una ensalada de lo que tenga. La ensalada siempre la aliño al menos con aceite y vinagre. Si me siento más inspirada, le hago un aliño más elaborado.

El pollo lo cocino al horno, porque el rollo de la plancha a mi no me motiva. Todo lo hago al horno. Y emplato poniendo primero el arroz, encima la ensalada y por último el pollo. Cuando está todo en su sitio, le hecho un buen chorro de salsa de yogur. La mía la hago con un yogur griego (desde que uso la yogurtera uso uno de los míos) una cucharada de mayonesa, el zumo de un limón, pimienta molida y eneldo picado. Mucho eneldo. Tanto como si no hubiera un mañana en que lo volvieras a probar. Y listo. Esta es mi versión del chicken over the rice.

Ayer, cuando me disponía a hacer la ensalada para mi chicken, abrí el aguacate, pensando que el mismo estaría como yo, cayéndole mal a todo el mundo, y ¡oh sorpresa! No recuerdo el tiempo que hacía que no encontraba un aguacate tan en su punto. Esto hizo que recuperara un poquito la esperanza en que esta energía antipática que voy sintonizando va a ir desapareciendo, y que marzo va a traer un giro de guion que me va a poner con los ojos en blanco.

Por si acaso me he preparado con sonrisa, y le doy la bienvenida al martes.

8 de marzo

El domingo es un día en el que hay que trabajar y hacer por visibilizarlo, para que (ojalá dentro de no mucho), podamos estudiarlo solo en los libros de historia. Mientras tanto, queda mucho por hacer, y hay que ponerse manos a la obra.

Hoy yo, paro, o me convoco en rebeldía, porque yo, soy feminista.

Ni feminazi, ni antihombres, ni radical.

Feminista. Abogo por la igualdad de derechos, que no igualdad de géneros, ni tampoco en la abolición de la masculinidad, o la castración de los chicos, como muchos nos quieren achacar.

Lo que quiero que se acabe es el machismo, el patriarcado, y que deje de leer noticias sobre asesinatos de mujeres a manos de hombres que se creyeron con el derecho de la posesión.

Hace ya muchos años que me coloqué las gafas violeta, y así como hay personas que hablan de su despertar espiritual, para mí el feminismo fue esto: Un despertar. Después de ese momento nada ha vuelto a ser lo mismo. Barbijaputa, Chimamanda, Caitlin Moran, Roxane Gay… han ido lanzando luz en mi camino. En casa procuro autoras, y MiMariposita está “bien adoctrinada” con su gran colección de Pequeña y grande… Cualquier momento y libro es bueno para hacer pedagodía, y más ésta que tan importante es.

Es como si las gafas me hubieran venido con un detector de micromachismos incorporados. Y cada día en multitud de situaciones oigo como pita.

Porque son tantos, y los tenemos tan interiorizados que no somos capaces de verlos con la claridad que se necesita para denunciar que no son normal. Son habituales pero no normales.

“Mi mujer”… “Qué bien que hay mujeres guapas en esta reunión”… “No llores como una niña”… “Yo ayudo mucho en casa”… “Venga que te ayudo, y voy a hacer la compra, dime que hace falta”… “Yo en las cosas de la niña no me meto, yo crío al niño”.. “El futbol no es para niñas”… “Ese es un disfraz/juguete/libro… whatever de niño/niña”… “Tenía que ser mujer”… “Se te va a pasar el arroz”… y así hasta el infinito.

Porque me muevo en un mundo profesional, que gracias a (no sé quién o que) cada día está mas equilibrada la presencia de hombres y mujeres, porque mientras quieras, qué mas da lo que tengas entre las piernas.. Pero no me olvido de cuando estaba en la universidad, y en una clase de 35, solo éramos dos chicas. Que nos miraban por encima del hombro y que a cada momento sacaban a relucir nuestra equivocación por estar allí. Al parecer les coartábamos los comentarios, y si no nos gustaban los coches, ¿qué hacíamos en una clase de diseño de máquinas?. Y en aquel momento, aunque las dos nos rebelábamos y nos juntamos mucho, (hoy se que así nos hicimos hermanas y estábamos a tope de sororidad), allí aguantábamos lo que hasta el profesor tuviera a bien decir. Chistes machistas hasta el infinito, entre otras tantas cosas.

Porque quiero que me cuenten la historia de verdad, y saquen de esos cajones del olvido al sin fin de mujeres que han hecho posible que yo hoy, esté aquí, haciendo un poco lo que me da la gana. No teniendo que estar amparada en la figura masculina “que responda por mí”. Porque he sufrido Mansplaining, Gaslightting, Manterrupting, y Bropiating, y porque tengo hija, sobrinas, y muchas amigas, y tengo la esperanza de que alzando la voz, vamos a ir acabando con ello. Yo hoy y cada día, me declaro feminista y en rebeldía.

 

Carnaval 2020

La vida cambia en un segundo, se suele decir.. también te puede cambiar en diez años, aunque esto sea menos sorprendente, y por eso se diga menos.

De unos años para acá los carnavales han tomado cierto protagonismo en nuestras vidas. Yo nunca he sido especialmente carnavalera, esos genes se los llevaron todos LaBajista y LaPeque, esas sí que son carnavaleras. De las que se buscan un disfraz para cada noche, de las trescientas verbenas que se hacen durante los diez días que duran.

Porque aquí los Carnavales, son palabras mayores, y desde que nace la sardina, hasta que la entierran, hay diez días de música y purpurina a tope.

Tanto así, que la semana grande del Carnaval, esa en la que se incluye el martes de Carnaval, y que es festivo municipal, no hay clases. No sé a quién pertenece la decisión de los días escolares no lectivos, pero vamos, que hicieron la cuenta, y les pareció estupendísimo a todos los que decidían, concentrar los días libres en una semana y ubicarlos en las Fiestas Carnavaleras. Ni que decir, que cuando yo era chica, esto así no era. Antes era festivo el martes y ya. Ahora nace la sardina, la pasean con los arretrankos, la sacan por la bahía con los achipencos, le dan otro paseo en la cabalgata, y finalmente la entierran dando cierre a los días de fiestas, y todo esto se hace durante poco más de diez días. De las murgas ni les cuento, porque no son muy my thing.

Bueno, pues con unas fiestas tan sonadas, ser no carnavalera te relega al montón de los que se creen cool, pero que no lo son. Yo me limitaba a ver la Gala Drag, y a hacer “fos” al resto de actos. La Gala Drag sigue siendo uno de los grandes momentos de los Carnavales. Este año se ha unido a la fiesta de ver la Gala desde casa, con un gran picoteo, LaMariposita. Primero ha flipado mucho, luego ha quedado enganchada totalmente al espectáculo. Estoy segura de ha nacido una fan.

Estuve en ese club de los renegados del Carnaval, un montón de tiempo, y aquí vengo a confesar, que me sentía como guay, pero en el fondo fondo, me daba cierta envidia las risas y los bailes que se daban los que disfrutaban de las fiestas.

Desde que llegó LaMariposita, tuve la excusa perfecta para saber si las risas eran reales, o si eran algún tipo de ilusión. Desde el primer año que probamos a meternos en faena, comprobé que las risas son más mientras organizas el disfraz que en la propia salida, y que el conjunto de todos los actos con un disfraz hecho de tus manos, es más divertido que ver pasar las carrozas, mientras tu estás quieta en una acera. Si ya de paso te dejas llevar por el salseo de la verbena, pues no sé qué mas pretendes de una buena fiesta.

Este año fue el cuarto desde que me disfrazo. Los años anteriores hemos salido en grupo, y ha sido de las cosas más divertidas que hemos hecho durante el año. Esta vez, el grupo se nos desmembró, y aquí pudimos comprobar que ya ostentamos el título de Carnavaleras pro, porque aunque sin grupo, nosotras nos metimos con una buena cantidad de goma eva y la pistola de silicona, y un gran disfraz que nos hicimos.

La alegoría del Carnaval este año eran los Aztecas, a nosotras nos faltaron más plumas, pero el mercado de la pluma está por los cielos, y tampoco es cuestión de desperrarse para un rato de diversión. Así que goma eva, unas pocas plumas, tutús, purpurina, y listo. La cabalgata este año tenía un gran número de carrozas, y un montón de gente muy metida en el papel. Ahí estaban mis primos con su gran barco, muy bien ataviados como la banda de Jack Sparrow. La salida de este grupo siempre causa una gran expectación, porque son unos super-pro de esta fiesta.

Una cabalgata más que hemos disfrutado bailando el flow de la cucaracha, que hasta tuvo representación en la cabalgata; y el despacito. Y para qué te voy a engañar, algún reggetoneo más también hizo que se nos movieran los pies, porque si te metes en el rollo, te metes con todo. Y con esto, Operación Carnaval 2020 concluida con éxito.

My New Paper Dolls

La primera prenda tejida de este 2020, fue la misma que la última que monté en 2010.

En el 2010, un poquito después de saber que estaba reproduciéndome, monté rápidamente el PaperDolls en las agujas. En aquella época, yo no estaba muy consciente de nada que no fuera lo que estaba pasándole a mi cuerpo. Me encontraba tan bien, que soñaba con tener un embarazo perpetuo, o por lo menos me hubiera gustado quedarme con las sensaciones que mi cuerpo y mente experimentaban en aquellos días.

Los kilos de más que tanta falta me hacían en aquel entonces, y la sensación de una felicidad permanente, aunada a la sensación de poder con todo. Porque claro, en noviembre de aquel año, mi cuerpo llegó a su punto más bajo de peso, 39kg en 158cm.. Y en ese estado de extrema necesidad de todo, pudo concebir. Aún hoy me parece un milagro absoluto.

En esos momentos, y también ahora, me doy cuenta de que en mi 158cm y mis ahora 49kg de peso, soy capaz de casi todo, porque si en aquel momento pude llevar casi a término (LaMariposita tenía prisa por venir, no fuera a perderse la fiesta de MiNorte) un embarazo, ¿con qué no podré ahora?. Ese fue el momento justo en que todas mis piezas se encajaron, y no es que me sienta invencible, nada que ver, lo que siento que es voy a ser capaz de bregar con lo que la marea me traiga.

Bueno, la cosa es que en aquellos días me sentía tan bien, que soñaba con quedarme así. Tanto fue, que me tejí el jersey para ese justo momento y los meses que vendrían después, y en los que mi cuerpo fue llegando a sumar kilos por semanas.

Obviamente, pasado el embarazo, no me he vuelto a poner el jersey, porque digamos que ahora mismo, me queda como un saco.

Y ese jersey es tan bonito, que tenía la espinita de volver a tejérmelo desde que lo dejé de usar, prácticamente.

Empecé enero con nada en las agujas, y este patrón fue el primero que monté. Tejí mientras LaMariposita patinaba. Tejí en casa. Tejí con mis chicas tejedoras. Tejí en automático. Hasta que llegué a las muñecas. Ahí activé el modo concentración y en poco más de una semana las muñecas estaban listas. Para ese momento me tocaba enfrentarme a las vueltas cortas, que por cierto, las de este patrón están explicadas regular. Lo subsané cogiendo las del Stasis, que tiene similitud de puntos, y que ya tengo controladas.

Esta segunda versión quedó bastante mejor que la primera, por varios motivos, como que tengo mejor trabajado el colorwork, porque la lana es más apta para este trabajo, y porque se notan todos los puntos que he tejido durante estos diez años que han pasado.

Total que antes de que terminara enero tenía mi jersey terminado. A día de hoy, tengo que decir que me lo he puesto más de lo necesario. Ni siquiera lo bloqueé. Ya sé que me tengo ganado estar fuera de la lista de las tejedoras pro, pero es que al mismo tiempo pretendo seguir ostentando el puesto a la más ansias de la blogosfera.

La vida en sepia

Desde el sábado, estamos viviendo la vida en sepia.

Se había pronosticado calima, viento sureste, y lluvia. De momento solo nos ha llegado la calima, y dicen que también alguna langosta. Graciasalcielo, yo no he visto ninguna.

Tampoco me he puesto en posición de poder verlas, porque llevamos recluídas en casa desde el viernes tarde.

El sábado por la mañana amaneció normal, luego se fue cubriendo el cielo de nubes, dejando al Sol proyectarse en una imagen nada común. Pasadas dos horas, miraras donde miraras todo era naranja. No había forma de ver claramente más allá de dos calles. Dejamos de ver la mar desde los sitios habituales de donde solemos verla. Solo podías mirar, y pensar, ahí está, aunque no sea capaz de verla. Eso que le dicen fe.

Desde que ví que el cielo no era cielo, y en plena operación de limpieza de sábado, as usual, cerré puertas y ventanas. No somos asmáticas, graciasalcielo again, pero sé cómo me pongo cuando hay calima. Dolor de cabeza, nariz irritada, garganta seca… Saqué todo lo que podría entretenernos, y que venga el sábado. Y también el domingo. Y ya puestas… el lunes.

Ya el lunes no quedó otro remedio que salir. Los lunes son de lentejas, y yo no tenía ni una. De paso me acerqué a recoger una edición especial de un libro maravilloso, que ya te enseñaré, y a por las últimas láminas de goma eva para el disfraz del sábado próximo. Creo que me he asegurado un puesto en el libro de los récords, porque hice todo esto en poco más de  media hora, y cuenta que fui andando y que la librería está a casi dos kilómetros de casa. Cuando regresé, y estuve de nuevo a salvo en casa, me costaba respirar, y no era por el esfuerzo. Hay todavía un montón de tierra en el ambiente. Todo tiene una no fina, capa de polvo de color naranja, que hace que ya no sea solo la vida en sepia, es que las cosas son sepias en sí.

Con todo, te puedes imaginar que está declarada la situación de emergencia, que ayer en los municipios que había colegio, se suspendieron las clases, y que no hay ni dios por la calle.

Esta semana, nosotras estamos en la semana de vacaciones de Carnaval, porque se supone que esta sería la semana grande de estas fiestas. Los actos del sábado se cancelaron, también el carnaval de día del domingo. Y anoche me dejaron si la Gala Drag, que la pasan al viernes, al parecer.

A mí los carnavales, me empezaron a gustar de hace unos años para acá, y cuando toca ponerse a confeccionar el disfraz me pongo contenta y con cuerpo fiestero.

El viernes fue el pasacalles del cole, y MiMariposita floreció. Nos marcamos un tocado que voy a guardar por si lo puedo llevar a alguna boda, muy contentas quedamos con el resultado.

Y ahora, a seguir aprovechando el encierro para terminar el disfraz del sábado, que es la cabalgata y que por supuesto requiere de nuestra presencia bien ataviadas

 

Recalculando

Hoy tenía pensado rociar por aquí un poco de purpurina y dejarme llevar por los tambores y los pitos. El Carnaval llegó y el mal tiempo también, así que todo está como debe.

La que no está ubicada parezco ser yo.

Hace unas semanas pasó por mis narices una oferta de empleo, yo estoy en mi sabático, pero no estoy ni tonta ni ciega, y si algo parece interesante pues voy y meto la nariz.

La cosa pintaba bien, así que ahí me postulé. Fueron pasando los días, y cada vez que se me venía a la cabeza la oferta, se me dibujaba una sonrisa, luego se quedaba en una mueca congelada, porque me ponía a pensar en la logística que tendría que organizar si superaba el proceso de selección.

Lo hablé con mi heredera, y a ella pareció gustarle la idea de tener que reorganizar nuestras rutinas si la cosa prosperaba.

Pasaron los días y los plazos se agotaron. Por cuestiones varias, como que esto es chico y aquí nos conocemos todos, me entero “que no hice las cosas bien” y la información que yo pretendí hacer llegar, se perdió por los vericuetos del ciberespacio. Voy a tener que revisarme seriamente mis conexiones, porque siempre son mis recursos, CV, y mails los que se quedan en no sé qué agujero negro de la red. Y ya van tres. Voy a interpretar esto como que el Universo me está diciendo: por aquí no.

¡Oh! (suspirito)

Dice MiGurú que decía no sé qué yogui, que: una ilusión = una desilusión. Lo que pasa es que en estos momentos de la vida: ¿qué es una raya más para un tigre?.

Así que, después de recibir el mail donde escuetamente me dicen que no hago las cosas bien, aunque ellos tampoco saben qué hice mal, apagué el teléfono y me fui a caminar.

De vuelta a casa, me encontré con una flor de las orquídeas que decidió que ella no. Primero me dio mucha pena, una plantloquer/lover entenderá esta tristeza. Luego di una vuelta por las demás, todas tienen flores, incluso esa misma vara sigue teniendo otras promesas.

Me pareció una gran metáfora de lo que había pasado esta mañana. Por una que no salió, hay diez que sí. De mí depende… como canta Fredi Leis.

Salí de nuevo de casa, y me compré flores, porque yo, sigo aquí, con mi piel de trigre bien rayada, y con una palabra que me pone contenta:

Recalculando.