Operación recuento

 

En esta época del año, me encanta hacer un balance holístico e integral de todas las áreas de mi vida. Porque tiendo a revolverme en la sensación de que el año pasó deprisa y corriendo y que yo no lo aproveché lo suficiente. Y entonces me llamo al orden, y me vengo a la carpeta de fotos del ordenador, y ya ahí tomo consciencia y perspectiva.

Empecé el año “trincada” como se suele decir aquí. Un año electoral para mi es sinónimo de año sabático. Cuando la cosa la decido yo, me parece muy bien; cuando me lo imponen, me j**e un poco. Para que te voy a decir otra cosa. A mí lo mío me gusta decidirlo yo. Pero bueno, también he desarrollado cierta resiliencia, y con lo que va viniendo voy haciendo.

Estar de sabáticol, me dio para ponerme a escribir como si me fueran a quitar las palabras, y escribí un montón durante el primer semestre. Y mientras lo hacía pude participar en unas cuantas Ferias de Libros, y eventos literarios en la isla y fuera de ella.

Cuando llegó el verano, me tocó descansar y asumir que empezaba un período de duelo. No se murió nadie, pero el proceso que afronté fue de asumir pérdidas, ninguna de dinero, que seguro que hubiera sido más fácil. Acabaron relaciones, y no una, ni dos, sino tres. Despedí a tres personas de mi círculo más cercano, y ahora siguen estando, pero orbitando en otras galaxias que no tiene que ver mucho con la mía.

Y fue curioso ver cómo lidié con estas nuevas cuestiones, que hacía tanto tiempo con las que no bregaba. Me gustó verme en el cero drama, y con las luces puestas en la realidad de lo que estaba pasando, sin más añadidura. Decir adiós. Aprender a hacerlo, tan importante como decidirte a abrir la puerta para que alguien entre.

No hui, no esquivé ni la pena, ni el bajo ánimo. Lo dejé estar y lo dejé ser. Me ayudé bailándolo un poquito, ahora que sé hacerlo.

El último medio año ha sido un no parar. Con el bolso de cuadros siempre al hombro, dejando manuales por todos lados. Nuevas ediciones, nuevas impresiones, y tres libros con muchas letras que llegan donde yo no llegué.

Presentación del Manual de Verano, aquí y fuera de aquí. Ferias, mesas de escritores, organización de evento, y hablar con mucha gente que de pronto te conoce aunque tu no las has visto nunca. Es una nueva forma de relacionarme, que estoy descubriendo.

Fui a Lanzarote, y me encerré con otras 16 mujeres. Hablé largo y tendido con un panadero que me reconcilió con el pan, los donuts y la conversación interesante por la carretera de Timanfaya.

Volví a casa con la certeza de todo lo que ha cambiado en una semana, y que ya no hay vuelta atrás.

Organicé brunchs, talleres, charlas… y de alguna forma, todo lo he disfrutado.

Y se acaba el año, y le dieron fin a mi sabaticol; volví a la agenda marcial, a mi planificación diaria y a mi ejecución militar.

Ha sido un buen año, a pesar de los días más grises, de la incertidumbre y de las penas chiquitas que se te quedan en el corazón durante más tiempo del que te gustaría. Y ha sido un buen año, porque yo, siempre vaso medio lleno.

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