Resumen de Agosto

Ya estamos en uno de mis momentos favoritos del año. No me aguanto las ganas de estrenar libretas y bolígrafos, de cambiar el tablón del estudio y llenarlo de fotos nuevas, intenciones, deseos… porque BREAKING NEWS: soy una intensa.

No, esto no es información nueva, lo que es nuevo es que ya no me importe que se sepa, y que además, me apetezca gritarlo. Me encantaría llevar un cartelito que diga: atención persona intensa, para que los que se decidan a acercarse, sepan lo que se van a encontrar. Que de todos modos, ya tampoco me importan las caras que ponen cuando me desato y me apasiono.

Este año, porque si septiembre me motiva, enero me pone mucho, directamente, pues eso, que cuando llegó enero, hice mis listas y mis objetivos. Uno de ellos era el coaching grupal. En marzo se dio la posibilidad de que hiciera un proceso grupal con Sol Aguirre y fue estupendo. Me abrió los ojos a cosas que no sabía bien que estaban ahí. Después de eso, volví a las sesiones individuales y me puse a trabajar con Roxana.

Desde la primera sesión pude definir lo que era mi shitzone: una burbuja de un material elástico, que me rodeaba, y que aunque me tenía protegida, de cierta manera también me tenía secuestrada. Semana a semana, hemos ido trabajando la consistencia de mi burbuja. Ha sido un proceso calmado, minucioso y muy consciente. He ido viendo tímidos resultados en este tiempo, porque el gran cambio ha llegado este Agosto.

Lo normal en este mes es que me hubiera cogido mi portátil y me hubiera ido a MiNorte. El trabajo en estos meses está siendo mucho, más de lo que pensé a principios de año. Hubiera mal trabajado durante este mes, pero a gusto de todos, menos mío. Porque ni vacaciones ni trabajo.

Así que este año, abriendo un pequeño agujerito en mi burbuja, pensé en mi. Me quedé en casa, sacrifiqué muchas cosas, pero trabajé a gusto, adelanté mucho y me despegué de “la niña buena” que siempre responde a las expectativas de las demás. Me tomé libre cada jueves para ir a tomar mojitos sin alcohol con mis tejedoras; y me quité sin casi pensarlo, unas pocas creencias limitantes sobre las relaciones y las interactuaciones.

Me tomé solo una semana de vacaciones, sin ordenador, sin teléfono profesional, y sin nada más que con la intención de dormir, leer y mucha agua salada. Y eso fue lo que hice. Creo que hacía tiempo que no dormía la noche entera sin enterarme de nada. Como en un coma profundo. Es una de las cualidades de MiNorte, el sueño es totalmente reparador.

Me sentí valiente después de dormir tanto, y me bañé por primera vez (45 años tengo, yendo  solo  a caminar) en PiedraPlaya. Dejé que MiGurú prácticamente me llevara de la mano a la orilla, y me zambullí. ¿Lo hice con miedo?: Por supuesto. ¿Repetí?: también.

Estos dos pequeños actos sin mucha trascendencia, han sido como un efecto mariposa en mi burbuja. Ese pequeño agujerito que se creó cuando decidí cambiar mi verano, ha ido creciendo, hasta el punto de que he podido sacar las manos. Una vez que las he tenido fuera, saqué la cabeza. Y para cuando ha terminado agosto, ya solo queda de mi burbuja imaginaria, lo mismos desechos que quedan cuando se explota una sopladera.

He vuelto a mandar canciones, y he recibido mensajes que dicen: vi esto y me acordé de ti. He sentido la tranquilidad de pensar que todo está bien, y también la ansiedad de que todo se puede poner peor. Entre medias, soy consciente de que solo me hace falta una dosis extra de ansiedad para rehacer mi burbuja, pero también sé que estirando mucho los brazos, puedo romperla.

Por dentro, tengo la sensación de haber sufrido una micro metamorfosis. Hay cosas que reconozco, hay otras que son totalmente nuevas. ¿Asustada?: bastante. A una freak del control como soy yo, esto no puede parecerle más que un ataque kamikaze. Pero aquí sigo, cogiéndome de la manita y diciéndome que todo está bien, porque amigas, en lo que queda de año, voy con todo.

 

 

 

No vacación

El año pasado en ésta época, estaba disfrutando de mi sabáticol, después de un montón de años de trabajo ininterrumpido. El año 2019 me di el lujo de darme un año libre. No es verdad en realidad, porque me llegó una oferta de un trabajo muy interesante, al que no pude resistirme. Eso fue la excepción durante mi año de descanso. Este año, estoy pringando como la que más. Este año, en lugar de ser un sabáticol, es un no-vacación.

Esto es ser autónoma. No me canso de decirlo, que sí, que un lunes puede que amanezca en la playa, pero hoy viernes mitad de agosto, estoy echando más horas que un reloj, delante de este ordenador. Y no es solo hoy, mitad de agosto. Tiene la misma pinta de seguir así en septiembre, y puede que en octubre. En noviembre me quiero comprometer a parar, ¿podré hacerlo? Who knows.

No me voy a quejar, no me malinterpretes, ahora mismo tengo trabajo, mucho, y es un trabajo que me gusta mucho hacer. ¿lo seguiría haciendo si tuviera el sueldo nescafé? Probablemente no, porque mi tiempo me gusta más invertirlo en la playa, pasear, leer, tejer.. o mirarme los pies, que me los encuentro bonitos. Hoy, solo vengo a poner  luz aquí. Que a veces, cuando te ven en lo que se supone que es horario laboral, ciertamente relajada, todo son dedos acusadores de “qué bien vives”.. “tu que puedes”… de lo que hay detrás se habla poco.

De la cuota de la SS, cobres o no; de trabajar de noche, en agosto o en fin de semana, con una niña que viene a decirte cada cuarto de hora que tiene hambre, o que ha dibujado algo, o que se le ha acabado el rotulador rojo, o que ha venido un amigo nuevo en su isla de animal crossing; de correr detrás de algunos clientes para que hagan frente a tu factura; y muchas veces, de tener que explicar todo lo que supone hacer y firmar “un simple papel” como muchos le dicen a cualquier certificado o informe. No todo es tan bonito o tan light. Hay noches en vela, y recuentos una y otra vez de balances de facturación. Estudio de diversos escenarios posibles, unos más positivos que otros. Y de pensar como darle vueltas a todo para compensar cuando el trabajo viene escaso. Por eso ahora estoy aprovechando este pico de curro. No se sabe cómo será después. Lidiar con esta incertidumbre no es fácil. Aunque también tiene algo de chispa, saber que yo, mi ordenador y mi cabeza pueden procurarme la idea que me haga facturar después, al fin y al cabo, me da también cierta tranquilidad. Casi todo depende de mí. Y no tener que aguantar jefes, o compañeros estorbo, (que alguno he tenido) me ha llenado de paz.

Todo esto es ser jefa. Todo esto es la realidad de una madre sola autónoma. Muchas aristas de una realidad. La de ahora consiste en seguir trabajando. Keep going.

Aunque hoy voy a cambiar mi oficina de sitio, para seguir con mi “no vacación”, esto también puedo hacerlo. Y me voy a MiNorte, a trabajar con ruido de niñas de fondo, con salitre en el pelo, y debajo de la buganvilla… al menos por unos días.

La crianza

Estoy estrenando una década como madre. Me cuesta pensarlo, bueno, más bien me cuesta asumirlo. De aquel bebé de dos kilos que vino deprisa, no queda casi nada.

Diez años. 120 meses. 43.800 días. ¿Y sabes qué? Me cuesta un montón recordar como era mi vida antes.

Desde que supe que estaba embarazada, se me cambió el cerebro, o lo que quiera que había ahí adentro. Y ya desde el primer mes de gestación decidí que la canción de mi monjeta era Antes, de Jorge Drexler. Porque además de ser preciosa, describe cien por cien lo que era mi realidad…

Antes que nada yo quiero aclarar

Que no es que estuviera tampoco pasándolo

Mal antes

Tampoco estaba pasándolo mal antes.

Más o menos así. Aunque si eres lector reincidente, también sabes que momentos bien oscuros, pues también los hubieron.

En estos diez años me ha dado tiempo de pensar, no mucho, criar una hija quita mucha energía. Hay que llevar un orden militar en los tiempos y en las energías, porque si no es muy fácil perderte, y cuando vienes a darte cuenta, estás en una rueda que arrastra la corriente, y que no te da tiempo ni a ver si te lo estás pasando bien o mal. Es como un revolcadura de la mar del norte.

Mi amiga Dácil, a la que le debo la mayoría de mi cordura mental, cuando Emma tenía poco más de dos meses, y ante mis quejas de “esta niña no duerme”, me dijo: tienes que acostarla antes. A las 7:00 pm, empiezas con la rutina del baño, y a las 8:00 como muy tarde, esa bebita tiene que estar en la cama. Yo creo que no le he agradecido lo suficiente ese tremendo tesoro de consejo. Desde ese momento, seguí sus indicaciones a pie juntillas. Diez años más tarde, seguimos acostándonos muy temprano, ahora a las 9:30, aunque algún día echamos una canilla al aire, y llegamos a las 11:00. Pero es algo muy muy extraordinario.

Esa rutina hizo que aquella bebé durmiera el tiempo recomendado a su edad, y yo tuviera un par de horas al día para estar en silencio mirándome los pies. Que no sabía que era tan importante, hasta que no tuve tiempo para hacerlo. Después, la niña empezó en el colegio, y las actividades, y la trabajera que es tener una vida de niña, hacía que llegara a la cama con todo el cansancio del mundo. Y así hasta hoy.

Yo cambié las horas de mirarme los pies de noche, a levantarme al alba, para mirarme las manos trabajar, o leer. También aseguro que esta rutina de mañana me ha mantenido cuerda hasta hoy.

Y así diez años. Un montón de vivencias, muchas canciones y bailes en el salón, excursiones, viajes, fiebres, caídas, dolores, bailes de fin de curso, zapatillas de ballet, “goodmorning my Little Darling”.. “¿mamá te digo algo?”… “no sabes lo que me pasó en el patio hoy”… “recoge la ropa”… “corre que llegamos tarde”.. “se acabó youtube”.. “marre mía..”.. “a la ducha”.. “hoy no me baño”..”que me quiero ir al Cotillo”.. “que hoy no vamos”… “esto es muy injusto”.. “¿compramos unas papitas?”… “me voy a ver a Roscoe”…

¿Y sabes que?.

No entiendo cómo podía vivir antes.

De tejer

Mi carpeta de Fotos del móvil o del ordenador, está llena de un montón de fotos de lanas, capturas de pantalla de jerseys, de mis manos tejiendo y de cosas que acabo de tejer.

Ayer Siona en un post de IG, se preguntaba ¿qué hacía la gente que no tejía?. Y Aroa hace unos días también preguntaba si meditábamos.

Estas dos preguntas, en mi caso, se contestan igual: tejer tejer tejer.

Yo empecé a tejer cuando las agujas rectas eran casi tan largas como lo eran mis brazos en aquel momento. Me las colocaba debajo de las axilas y mi cuerpo se quedaba compactado, mientras tejía y tejía.

Recuerdo perfectamente lo primero que me tejí. Era una especie de jersey sin mangas y con cuello barca de color azul celeste y con tres rayas blancas en la parte del cuerpo. Lo tejí de abajo arriba, y por separado. En el cuello y la sisa, tenía menguados y luego hice una auténtica obra de ingeniería para coserlo todo y que quedara “bien”. Era de un acrílico finísimo que tejí durante todo un verano.

¿Qué me llevó a aprender? Supongo que mis abuelas, que las dos tejían.

Mi madre siempre fue de ganchillo. Con las agujas, aunque sabe tejer, no se termina de entender.

Recuerdo también dos vecinas mayores, con las que pasaba alguna que otra tarde, mientras mi madre hacía recados. Ellas también tejían, y ver cómo ellas se hacían sus propios jerseys o chaquetas, a mi me parecía lo más.

De hecho, recuerdo que a ellas fueron a las primeras a las que les insistí para aprender. A día de hoy me pregunto si ellas seguirán tejiendo.

Tejer me devuelve a mi centro. Tejer me da calma y me recuerda que tengo que respirar y soltar los músculos.

A estas alturas de la vida, en las que ya soy un tigre de muchas rayas, sé que si cada día no tejo, estoy guardando malhumor para el día siguiente. Es como la garantía de que el devenir diario se me hace llevadero. También hay épocas en las que me pongo una suerte de objetivos inalcanzables que me tienen tejiendo hasta la madrugada.

Ahora en verano, es como contradictorio, porque es más agradable hacerlo en invierno, con un ovillo de alguna lana calentita. Pero nada que ver, se puede (y se debe) tejer lana en verano, y bueno, si eres un poco así, pues tejes en algodón, que hay por ahí cada ovillo de algodón que es un espectáculo.

Si me preguntas, y no voy a ser nada objetiva por todo lo que te vengo contando, creo que todo el mundo debería aprender a tejer. Así como aprendemos a cocinar o a mantener la casa limpia. Vale que luego lo delegues y termines comprándote los jerséis en zara o en sitio similar, pero aprende. Vive durante algunos días enredada en la hebra y las agujas. De verdad, es meditar. Es abstraerte de todo lo que está a tu alrededor y entras en una especie de blandura cómoda y acogedora de la que no te apetece salir.

La verdad es que ya no imagino mi vida sin tejer, o sin ovillos en cualquier armario. Esto es un daño colateral. Llega un momento, porque llega, por mucho que te controles y te reprimas, en que tienes más lana de la que puedes tejer. Eso es así. Pero no importa, la lana no caduca, y supongo que mis ganas de tejer, tampoco lo harán.

La eterna estudiante

Acabo de ver en Instagram que justamente hoy es la Luna Nueva. Mía Astral es mi total gurú sobre lunas y planetas. Si, ya, que me vas a decir que bla bla bla.. y bueno, yo solo te digo que le des un chance a esta señora, las escuches, y luego me digas.

La cosa es que esta Luna Nueva, dicen que es buena y poderosa y mogollón de cosas más, y todo está bien. Pero no es eso en lo que me he dado cuenta, justamente al escuchar a Mia. Me ha llamado la atención, que en cuanto he visto que daba una serie de información, yo me he ido a mi libretita y mi boli, y he tomado notas.

Tomar notas. ¿Cuántas libretas tendré llenas de este tipo de notas? Muchas de ellas no las he vuelto a leer. Sin embargo, es harto probable que recuerde mucha de la información que están en ellas. Porque el acto de escribirlas hace que, de alguna manera, se fije en mi cerebro. Ese vicio me quedó de estudiar.

Y ahí es donde se me ha ido toda la atención. Llevo toda mi vida estudiando.

Cuando se me acabó la formación reglada, busqué formación sobre hobbies o intereses. He hecho cursos de muchísimas cosas diferentes, tanto en vivo como on line. Hasta un curso de masas nórdicas on line hice. Que te parecerá una locura, pero no sabes lo instructivo que fue. Y casi todo el recetario que aprendí lo sigo haciendo cada día.

Después de eso, he hecho cursos de fotografía, de scrapbooking, de punto, de escritura, de dibujo.. yo que sé.

Durante el año pasado la cosa se me fue de madres. La formación online creció de manera exponencial, y yo, de vocación estudiante, se me hizo imposible resistirme.

Del año pasado me hice el #putoplan de Noe Gil, que es probablemente el p*t* mejor curso sobre “como tirar para adelante” que he hecho en mi vida; todos los de Sol Aguirre; unos pocos de Hello Creatividad; y otros tantos de domestika. Esos que te he puesto aquí, los tengo casi todos terminados. Alguno hay por ahí que me falta alguna clase. Luego llegaron los bundles, y aydiosito.

Soy como una formación-adicta. Cada vez que veo: formación online, seminario, webinario, training… whatever, siento cosquilleo en la barriga. Y tengo que hacer un gran esfuerzo para no seguir apuntándome a todo lo que se publica, porque ahora mismo, es muchísimo y para mí inviable.

De todo esto, me he puesto a pensar, que lo que hay en el fondo de tanta formación, es un síndrome de impostora como un piano. ¿Por qué quiero/necesito seguir haciendo formación?. Siempre siento que no estoy suficientemente preparada.

Hace unos días empecé a escuchar el podcast de Lady Meraki, y justamente tiene un capítulo sobre la formación y cómo se la planifica. Me pareció tener un a-ha moment. Con la iluminación del momento me vine al ordenador, y me hice un Excel de todo lo que tengo acumulado, lo hecho y lo por hacer. Ahora lo tengo todo ordenado y planificado, porque ya sabes que si no está en la agenda no existe. Y también tengo un plan de formación. Tengo claro qué formación “puedo” seguir haciendo, el resto, por muy atractiva que me parezca, lo voy a dejar correr.

A nadar

Hace ya unos cuantos años que vengo a contar por aquí más o menos lo mismo. Es inevitable repetirse después de 17 años. Porque en ese tiempo yo he cambiado bastante, y mi vida también, aunque supongo que la esencia sigue intacta.

Vivimos en una isla, y la cosa de aprender a nadar siempre ha sido importantísimo para mí. Igual tiene que ver que mi padre se haya pasado prácticamente toda su vida en la mar. Igual tiene también que ver que sobreviviera a un naufragio porque sabía nadar y porque tuvo mucha suerte. Mi padre conoce la mar. Mi madre teme la mar. Yo disfruto mucho en el agua, pero siempre donde haga pie, y donde sienta que puedo correr si me veo apurada.

El tema piscina y agua, ha venido siendo recurrente cada verano desde que me reproduje. La primera vez creo que fue esta. Lo mal que yo lo pasé en aquel cursillo de natación no puede compararse con nada de lo que haya vivido hasta ahora como madre. Tuve que hacer acopio de todo lo que había leído, escuchado, y aprendido para superar aquellos primeros 40 minutos de llanto inconsolable.

Después de ese primero cursillo, han venido otros. Tenemos la gran suerte de vivir en una isla pequeña, y que aquel monitor que tanto se preocupó por quitarle el susto en aquellos primeros días, sigue pendiente de todos los alumnos en la piscina.

Ayer, volvimos.

Nuestro cursillo anual se vio interrumpido el año pasado.. you know why. Pero este año hemos vuelto a la piscina.

Han cambiado tanto las cosas, que es posible que se me salten algunas lagrimillas (Por momentos se me hace increíble pensar que estemos llegando a la década juntas). Ahora es ella quien demanda el cursillo. Ahora es ella la que se calza, se viste y se desviste en las afueras de la piscina. Ahora es ella la que se tira al agua, aunque el tema zambullo aun no lo tiene dominado.

Me pregunto qué hubiera pasado si hubiera hecho caso a aquel miedo terrible que se me agarraba a la barriga y al impulso de protección que me decía que la sacara corriendo de aquella masa de agua que amenazaba con comérsela, la primera vez que fuimos.

Me pregunto cuántas cosas me he perdido por haberle hecho caso.

Esto de criar es bastante difícil, qué quieres que te diga. Y por días, se me hace bastante bola. No hay noche que no me vaya a la cama y me cuestione cada una de las cosas que le he dicho durante el día, o lo que quiera que haya pasado. Supongo que todas lo pasamos igual. Ya podría haber otra forma. Alguna que te fuera indicando que vas haciéndolo bien. Esto es una asignatura sin calificar todo el tiempo, y eso para mí, que soy bastante adicta al control, pues me viene regular. Yo quiero saber si voy bien, si me estoy equivocando, qué tengo que mejorar… Supongo que si me espero, voy a saberlo, solo he de aprender a lidiar con la incertidumbre, mientras tanto. Por si acaso, junto al fondo de estudios, he ido destinando una cantidad mensual a la terapia.

 

17 años de posteo intermitente

Hoy hace exactamente 17 años desde que abrí esta ventana.

Llevo 17 años escribiendo aquí de forma intermitente.

Este espacio me ha servido para desahogarme, compartirme, reflexionarme, mostrarme, quejarme, estudiarme y muchas veces descubrirme.

Mucho de lo que soy hoy, tiene que ver con que hace 17 años se me ocurriera abrir este blog.

Durante estos años he pasado de un portal a otro, he subido un montón de fotos, he cambiado varias veces la cabecera… el blog ha ido mutando, como lo he ido haciendo yo.

Por aquí hay más de 1000 posts. De cuando iba a conciertos, de cuando me enamoraba, de cuando me rompían el corazón, de cuando me encerraba, de cuando dejaba de comer, de cuando no entendía nada, de cuando creía que lo entendía todo, de cuando perdí a mis perros, de cuando me despedí de mis abuelos, de cuando me embaracé, de cuando me reproduje, de cuando descubrí qué era de verdad ser madre, de cuando publiqué un libro, de cuando enseñé lo que tejía, de cuando vendí lo que tejí…

Muchas canciones. Muchos libros, y sobre todo agua. MiNorte. La playa. La mar.

Y también piedras. Todas las que he ido apartando del camino y que me han servido para ir delimitando mis lindes.

Hoy celebro estos 17 años, con mi labio rojo y los cupcakes de Repostería Encantada. Que la conozco casi desde el mismo tiempo. Celebro con emoción contenida, con ganas de bailar. Y sobre todo de hacer fiesta.

Y por todo esto. A partir de hoy, ya, puedes hacerte con uno de los sayos.

Todos los datos los tienes en el post anterior. Hay dos de cada color. Y la venta será por orden de llegada, como la cola del médico 😉

Escríbeme un DM en Instagram, en @petricoreta y te guardo el tuyo.

Cada sayo vale 35,00€; y si estás por aquí, te lo entrego en mano, a partir del lunes. Si te lo envío tienes que añadir el gasto del correo, que serán 6,00€.

Y con esto y mi cupcake, me voy a celebrar, que además,  hoy es viernes.

 

 

Los Sayos y la Colección #3

 

Y volver… a la casa donde siempre me siento bien, y donde me encuentro en cada letra.

Hoy vengo, después de un montón de tiempo sin decir pío por aquí, (por otros lados he dicho algo más que pio y pio, si no sabes a lo que me refiero, búscame aquí y aquí). Y también hoy, vengo a decir unas pocas cosas. A mi lo de resumir se me da regular, así que voy a echarte el cuento, prepárate un té o un café.

Fue allá por enero cuando se me ocurrió la idea de hacerme un bolero. Y se me ocurrió porque ordenando toda la lana que he tejido para mí, encontré un shrug o bolero, que me hice allá por el 2009, en Semana Santa para ser exactos. Aquel era cortito y era justo para los hombros. Lo usé muchísimo, porque era tan práctico como llevar un foulard en el bolso y ponérmelo por encima si refrescaba. Luego lo dejé de usar, no me preguntes por qué, porque no lo sé. La cosa es que al verlo de nuevo, pensé que mi estilo ha cambiado un poco, y que ya pegado a los hombros no iba conmigo.

No te creas que le di muchas vueltas. Busqué ovillos aparentes al patrón que se iba fraguando en mi cabeza y tras unos breves cálculos, monté puntos.

Yo creo que todavía estaba recogiendo parte de los envoltorios de reyes cuando ya lo había terminado, y el resultado me fascinó. Entre eso, hacer un pedido, y ponerme a tejer compulsivamente, pasó exactamente lo que tardó el cartero en traerme el paquete.

Los tengo terminados desde finales de febrero, pero aquí la impostora sigue dándole para adelante a los días, y no los termino de enseñar. Y eso se acaba hoy.

Una vez que los colgué todos juntos y viendo que llegábamos a mitad de mayo, se me ocurrió que realmente esto no son ni boleros ni shrugs (fuerte palabra difícil de decir), realmente son los sayos que no tienes que quitarte hasta el 40 de mayo, y que dejamos atrás ayer.

Un buen sayo ha de tenerse siempre a mano, que aunque hoy estemos aquí transitando por una calima importante, todas sabemos que pasado mañana a las ocho de la tarde tienes que echarte algo por encima porque va a hacer fresco. Y esto es, o son. La colección #3 o los Sayos.

He tejido un total de 10, en 5 colores distintos. Todos de las mismas medidas, que se puede decir que son una talla S-M, si es que esto se puede tallar, pero vamos, que lo único que tienes que tener en cuenta para saber si son para ti, es definir qué estilo te gusta más, si justo o ancho.

Para que te sirva de referencia, yo mido 1,58. Los sayos miden, sobre los hombros, de un extremo a otro 85cm. De alto, o sea desde el cuello a la cintura, 47cm, y el ancho de la manga son 17cm.

En las fotos ves como me quedan a mí, para que te hagas una idea.

Todavía me falta pulir unos detalles, pero calculo que estarán listos para que elijas y te lleves el tuyo el día 20 de junio. Si quieres verlos mejor, puedes irte por Instagram, donde he dado bastante la tabarra con ellos. Si tienes claro que quieres uno, escríbeme por allí a partir de ese día, y te lo hago llegar. ¡Ay que nervios!

Y con esto, y el porrón de cosas que tengo que hacer, doy por inaugurada la Colección #3, y mi vuelta a casa.

La Pandemia como excusa

 

Hace un año y un mes desde el Confinamiento.

Yo sigo haciendo listas, y veo qué ha cambiado desde ese día. Salimos a la calle, hay cole, vamos con mascarilla, y el mundo sigue girando a una velocidad como de mentira.

Es como si todo quisiera ser igual, pero nada es lo mismo.

Yo siento cosas muy extrañas.

¿Tengo miedo? Probablemente

¿Estoy enfadada? Bastante

¿Estoy frustrada? Se me sale del medidómetro.

Aunque probablemente, todo esto, sea más mentira que verdad.

En una suerte de análisis que hago todo el rato, me doy cuenta de la verdad.

La verdad es que me he acostumbrado a tener miedo. Y en parte, es como si mi carácter o cualquiera sabe qué treta psicológica, está adicta a la sensación de miedo. Porque ahora mismo en mi vida todo está bastante bien, y ese estrés miedoso es del todo injustificado.. así que le echo la culpa a la pandemia, y listo. Pero yo sé que no es verdad. Tiene que ver con la costumbre de estar alerta todo el rato. Y si no hay león, yo me lo imagino.

Estoy enfadada porque el Gobierno no decide y no nos dirige bien. Aunque la verdad es que ¿a mí qué? Quiero decir, claro que me importa que vayamos a la deriva, pero a ver, céntrate: mujer sola que cría a una hija y tiene que proporcionar casa, comida, y resto de necesidades a cubrir. Tengo otras cosas a las que atender más allá de esta panda de impresentables que no saben a dónde van. Así que es probable que culpe a la pandemia de mi enfado, pero lo único que me enfada ahora mismo, siendo sincera conmigo, es no poder poner mi culo en cualquier asiento de un avión, y aterrizar en cualquier lugar que me parezca. Así sea Nueva York o el aeropuerto de Gando.

Y frustrada.. pues también podría culpar a la pandemia de esto, de sentir frustración total de ver a toda esa gente que parece que no van con el mundo. Todos esos idiotas que se juntan cada tarde en la playa a celebrar las fiestas que nos han quitado a todos. Que debe ser que ellos son los únicos con esa necesidad vital de fiestearse. Y bueno.. en verdad, así puede ser. Yo de fiestas, pues ganas no es que tenga demasiadas. Nunca las tengo, no sé a quien voy a engañar. Ganas de socializar, de salir, de estar en multitudes.. pues no. Nunca es buen momento para mí para esto. La pandemia es una buena excusa, pero es otra excusa de mentira.

Sin embargo, hay algo por encima de todo que sí que me causa una mezcla muy poderosa de estos tres sentimientos, y es la pérdida de libertad. Probablemente yo seguiría actuando como lo hago ahora, en época sin pandemia, pero tengo la LIBERTAD de decidir si quiero ir a una fiesta, si quiero estar en la calle más allá de las 10, de ir por la calle sin mascarilla. No tener la posibilidad de hacer lo que quiero, hace que algo dentro de mí se rebele fuerte contra el fokin coronavirus y toda esta mierda marciana que estamos viviendo. Es la pérdida de la capacidad de decidir lo que me enfada. Y esto, probablemente no sea mas que una soberbia muy grande, pero qué quieres que te diga, hoy, es lo que me tiene un poco revuelta.

Así que hoy, como muchos, me uno al deseo de que esto pase ya, que estoy bastante agotada, como muchos, de toda esta película de terror.

Anclada a las torrijas y a los semlor

Hace un par de semanas, en un directo de IG de Sol Aguirre con Ana Pola, me dieron droga de la mía.

Hablaron de anclajes, de cómo crearlos, de cómo cambiarlos, de cómo identificarlos.

No creo que nada me entusiasme más que los anclajes. Es lo que llevo haciendo con este blog desde que lo abrí. Te voy a dar un dato que igual te da un poco de vértigo. La primera vez que escribí en esta ventana, fue el 18 de junio de 2004. Parece increíble. Cuando leo u oigo algunas bloggers que hablan de sus blogs, y del tiempo que llevan escribiendo en ellos, y dicen: desde el 2013, 2014, 2016… pienso: aficionadas.

La relación más larga de mi vida es con este blog. Lo he dicho muchas veces. También ha sido la más sincera.

Así que el blog para mí está lleno de anclajes. Es mi constante.

Y como no puede ser de otra forma, qué crees que he hecho estos días, durante la semana santa. Está claro: torrijas y semlor.

¿Tu concibes el Carnaval sin la canción de Celia Cruz?

¿Decir hay marejada, sin que oigas la canción?

¿O las Navidades sin polvorones?

Pues todo eso son anclajes, y por eso mismo, las torrijas y lo semlor son indispensables en esta semana.

¿Tengo siempre ganas de hacerlo? Pues claramente, no.

De comérmelo sí. De eso siempre tengo ganas, la verdad.

A veces me gusta mirarme el ombligo, y pensar: ¡coño! estaría muy bien llegar a casa y que estuvieran hechos, con la casa oliendo y la baba cayéndoseme pensando en el festín del plato. Pero de momento, esto no pasa, así que espanto la pereza y me pongo manos a la obra.

Si llevas tiempo por aquí, sabes de lo mucho que me gustan los procesos. Y las cosas que no son de hoy para dentro de un rato.

Me gusta el tiempo de fermentado, de macerado, de cocción lenta.

Esto es una contradicción total con mi naturaleza, en la que la impaciencia es una de mis principales características. Pero ¿qué crees? Utilizo la magia de los tiempos para ir rompiendo esta creencia limitante sobre mi impaciencia.

A principios de semana, hice el pan para las torrijas. Y a mitad de semana los semlor. Ahora mismo tengo el congelador a topísimo de estas delicias.

Me quiero mucho cuando tengo ganas de algo rico y  que me abrigue y tengo de estas cosas en el congelador. Este pensamiento me ayuda mucho a luchar contra la pereza, por si te sirve.

Cuando me como uno de estos bollos, habiendo pasado ya la semana santa, me reconforto. Me traigo al presente la vivencia del momento en el que los horneé.. a Fredi Leis cantándome en la cocina y a esa luz de media tarde que se cuela por la cristalera del salón. Ese breve instante en el que soy feliz, porque estoy en calma. Un gran anclaje. Misión completada.