La reunión de Adviento

El año pasado, en un momento de descompensación de alguna de las cuestiones que me mantienen cuerda y a salvo, y que fabrica mi propio cuerpo; me vine arriba, y a finales de mes un grupo apañadísimo de mujeres me siguieron la corriente en esta locura transitoria que me dio, y nos celebramos en una merienda de Adviento.

Este año, que parece que la química de mi cerebro está más equilibrada, no contemplé en mi planificación organizar nada similar. Y entonces llegó octubre, y cumplí años, y presenté el Manual de Verano, y volví a reunirme con gente, y a romper otro puñadito de creencias que me quedaba por aquí.

Desde que se acabó toda la trabajera del Manual de Verano, y me senté a descansar, la química, otra vez volvió a hacer de las suyas. Igual no es la química y es la termodinámica. El caso es que me puse entrópica total y tendente al caos.

Me desequilibré, y en un par de horas, la idea de repetir la merienda se hizo una llamada poderosa en mi cabeza.

Quise despistarme, y quitarme la idea de donde quiera que hubiera surgido, pero… cuando una llama se me prende por dentro y empieza a calentarme, yo misma sé que no hay caso lucharla.

Unos días más tarde y unos pocos cafés también, todo estaba listo.

Habrá reunión de Adviento este año.

Las novedades son unas poquitas, no será merienda, será Brunch. Y vamos a mover las manos.

Ya saben que yo tengo una misión con esto de que nos convirtamos en señoras que mueven las manos. El año pasado las señoras que asistieron se fueron con las ganas de haber sacado las tijeras y la barra de pegamento y haber hecho su propio calendario allí mismo. Este año voy a dar respuesta a esas ganas, porque como dispondremos de más tiempo, podremos meternos en harina, como se suele decir.

No haremos un calendario, haremos otra cosita que de momento voy a dejar en suspense, para crear el hype, ya tu sabes.

Apúntate la fecha: 26 de noviembre, en Fuerteventura. Cerquita de muchos sitios, y en un lugar que inspira muchísimo.

¿Quieres más detalles?… está todo explicadito aquí.

Spooky Season

Me encanta octubre. Por un montón de motivos, como son los cumples de personas importantes en mi vida (incluida yo), Halloween, y que todo sea naranja.

Aquí no vivo un otoño de película, y como uno de mis mantras de vida es el Fake it till you make it, mientras no esté en París, o en Maine, con todos los árboles naranjas, un pumpkin space latte en la mano, John de fondo, libros y punto cerca, y unos buenos brazos que me hagan de cobija humana… me lo monto yo.

De momento decoro la casa con la corona de la puerta otoñal, añado caminos de mesas, salvamanteles, y tapices en casa tengan como temática el otoño. Y lo lleno de calabazas. De las de verdad y de las de mentira. Este año tejí algunas y las esparcí por la casa. Me ha gustado hacerlo, y creo que es un patrón al que volveré cada año para ir aumentando la colección.

Con el fin de octubre y toda esta decoración esparcida por la casa, tengo mis dones brujeriles a tope de power, y aunque no tengo escoba sí que tengo otros utensilios de bruja a los que saco brillo estos días. Leo conjuros y predicciones, y me dispongo a sacar el caldero para cocinar una pócima protectora que nos mantenga a salvo, todo lo que sea posible.

A lo mejor te parece que todo esto es un recurso literario para dejar un post bonito. Las que me conocen saben la verdad. Se me ha dado bastante bien disimular mi verdadera naturaleza, y aunque no soy muggle, me manejo con total discreción entre ellos. Es la única semana del año, donde en lugar de ponérmelo, el disfraz me lo quito.

Mañana veremos Coco y HocusPocus, 1 y 2, y hornearé un pan de muerto para el día 1, y rendiremos culto a los que ya no están.

El Portal del León

Hoy, dicen los expertos, es el día en el que se activa el Portal del León. Y la foto de los cuervos es por dos motivos. Leones por aquí (Thank God) no hay, y porque para mí no hay bicho que mejor rollo me de, que los cuervos. Si hay magia, rituales y señales, para mí, tienen que haber cuervos y puestas de Sol.

La primera vez que oí hablar de esto, fue el 08.08.2008. Era una fecha singular, y yo estaba atravesando un año, un tanto complejo, digámoslo así. La cuestión es que en aquellos momentos que ni Instagram y apenas Facebook, aquella información llegó a mí. No tengo ni idea de cómo. La cosa es que una que es por naturaleza flipada y tendente a cuestiones sin explicación que se ajustan perfectamente al concepto de magia que le quiero dar a todo, aquel portal me pareció justificación suficiente para hacer un ritual, que en aquel momento consistió en un baño de mar a la hora exacta.

Aquí hago una memoria de lo que hice ese día. Cada año, desde entonces, sea como sea el día o esté siendo el mes, yo me doy un baño a las 20:00.

La cosa, es que con la edad me he ido flipando, y ya no solo me doy el baño. Aprovecho para encender velas, quemar palo santo, y hacer listas. Me encantan las listas, casi tanto más que las libretas. Y hago listas de deseos e intenciones hoy desde hace unos cuantos años. Ahora que ya tengo experiencia, puedo ver qué cosas se van cumpliendo y qué cosas no se han cumplido porque llegaron cosas mejores.

Ya tengo mi ritual de hoy listo, y si eres así, flipada por naturaleza como yo, te invito a que hagas el tuyo. Si puedes acercarte a la playa, tira.. si no, a la ducha, pero el agua es importante.

Una cosa importante, es que los rituales son personales, pon o quita lo que necesites; haz lo que te venga a la cabeza. Si solo quieres darte el baño, ok; si lo que te apetece es hacerte una clase de yoga con meditación, ok; si te va más bailar y cantar, ¡dale!… esto solo vale según la intención que tu le des.

Lo importante aquí es tu intención, y que no pierdas de vista, de que hay magia por todos lados.

La sentida cuesta de enero

 

Hay días que desde que me levanto, sé que va a ser un día sentido. Y me refiero a estos días en que lo siento todo. Que ya me gustaría a mí ir por la vida con una coraza, tipo la concha de los mejillones. No te creas, la mayor parte del tiempo el “fake it till you make it” me vale, y mi concha protectora está hecha de obligaciones, querencias y deberes, y de andar de un lado para otro como si la división del átomo dependiera de la cantidad de cosas que tacho en mi agenda.

Pero hay días en los que la concha se deshace, es como si se desvaneciera. Y esos, son los días sentidos.

Y lo siento todo, a lo crudo, a lo bruto.

Dice Glennon Doyle que la vida es Brutiful, y puede que tenga razón.

Pues eso, que ayer fue un día sentido.

Antes, cuando me conocía menos, y no me entendía, me rebelaba contra estos días. Y la vida se empeñaba en hacerme sentir cosas, y yo me resistía, ahí toda firme contra todo.

Era super cansado, la verdad.

Hoy, que me conozco un poco y que me entiendo un mucho, me dejo ir. Esa cosa de rendirse, o surrender que dicen los ingleses, y que a mí me suena como mejor.

Cuando llega el día sentido, es como si llevara unas gafas especiales, o justo lo contrario. Como si me las quitara. Y fuera desnuda de filtros y capas.

Todo me sorprende, todo me causa una sensación.

El azul del mar infinito.. Atlántico sonoro, de ánimo robusto.

El cielo, gris, de acero.

Una canción de Leiva que dice que todo está más o menos bien o todo está mas o menos mal, y también eso es bien.

Un capítulo de Gabinete de Curiosidades, que me lleva a 1986, y me hace recordar cosas y personas que están muy guardadas en mi disco duro. Y aquellas emociones que salieron por acontecimientos que por grandes y tremendos, no supe gestionar. Sigo sin saber hacerlo. Pero ya no les tengo miedo.

El miedo. También el miedo aparece. Pero acompaña, no invade.

Y un café con espuma, y pan con aguacate.

El viento que mueve las palmeras, y la gaviota en el agua que aguanta el temporal.

Soy capaz de sentirlo todo.

Y todo está bien. Me rindo a disfrutarlo o superarlo. Sin el agotamiento de la lucha.

Aprender a vivir los días sentidos, ha sido mi gran logro de este enero que me ha parecido largo como un día sin pan.

Una casa vieja, pero mía

Estoy tratando de aislarme entre tanto brote y tanta noticia tremenda, aunque estoy fallando estrepitosamente, la verdad.

No miro las noticias, y tampoco oigo la tele o la radio, sin embargo, me entero de todo, y en serio te lo digo, interés tengo cero. Yo sigo soñando con mi parcelita vallada a prueba de noticias y disgustos. Una utopía, ya lo sé.

Ayer, cuando ya me harté de ser receptora de cuanta información me rondaba, me calcé las zapatillas y me lancé al camino. Mascarilla puesta, por supuesto.

Siempre que estoy en MiNorte, y me echo a andar, mis pies toman la dirección y me llevan por dos posibles caminos: o a la playa o a las piedras. Ayer, fue este segundo destino el seleccionado.

Me flipan las casas viejas, no sé si alguna vez lo he dicho por aquí. Seguramente que sí, que llevo rajando aquí la friolera de 16 años. Ya puedo decir que mi relación más larga ha sido, sin duda, con este blog. Lo que son las cosas. Bueno, a lo que iba, que las casas antiguas tienen un fuerte poder de atracción en mi. Me encanta verlas e imaginarme qué pudo vivirse allí. En qué tiempo se haría, cuantas alegrías o penas se vivieron entre sus paredes. Soy capaz de imaginar historias completas, con principio, desenlace y final.

Ayer, según llegaba a esta casa vieja, mi cabeza se ponía en modo invent, y yo ahí viviendo mi invención. La cuestión es que esta casa vieja, no es una casa vieja cualquiera. De ésta sí sé cuándo se construyó, y también conocí a algunas de las personas que vivieron en ella. Lo del medio, me lo voy a tener que inventar, una vez más.

En mi ensoñación, me imaginé en mis próximos años, en los que desde una casa nueva, mi escritorio tiene vistas directas a estas piedras, y que con esta vista, voy a ser capaz de hilar perfectamente historias, y con ellas compongo un libro, o dos.. o una saga completa. Que yo cuando me pongo a soñar, soy bastante pro.

Y dando vuelta sobre esas piedras, me fui viniendo cada vez más arriba. Y me di cuenta de que algunas piedras, las han movido, y que hay un camino medio hecho por mitad de mi parcela, y que hasta se me han comido los tunos. Me enfadé mucho ayer la verdad.

Me senté por un lado, y respiré hondo. Me volví a ubicar desde mi escritorio, escribiendo sin tino, y siendo bastante feliz. Vendiendo libros sin parar, imprimiendo muchas ediciones de todas mis novelas. Ganando mucho dinero, como es lógico. Con la cuenta bancaria bien repleta, me levanté y me sacudí la tierra. Me puse en marcha otra vez, y de camino a casa, empecé a llamar a alguien que me presupueste una valla, y a otro alguien que me recoloque las piedras, y ya que estamos, no sé si buscar un bardino que me guarde los tunos. Volví bastante cansada de la caminata, porque ser terratenienta es muy complicado, la verdad.

Solsticio, Litha, Eclipse y Cáncer Season

Estamos, bueno, estoy de resaca. Que resulta que este fin de semana fue el solsticio de verano, o Litha, según el calendario pagano; eclipse de Sol, venus que sale de su retrogradación, y venga va.. de paso entremos también en la temporada de cáncer.

Y esta noche San Juan. Que no, que no puedo con tanto.

Mira, ya, esto es too much.

Con lo que me gusta a mí un ritual y un aquelarre, pues no. Este fin de semana no me dio la energía para eso.

A cambio me refugié en casapadres, y en MiNorte, para dejar que me mimaran, y para disfrutar también de unos días de ser hija. Que también mola bastante. Y bueno, para dar la oportunidad de dejar que ellos ejerzan de padres conmigo. Que vengo yo ahí con mi esencia de Juan Palomo, y no les doy nunca el espacio para ello.

Y como si fuera una confabulación de los demás planetas, me ha llegado otro mimo. Esta vez en forma de paquetes, de aquellas que formarían perfectamente mi aquelarre particular. Y me mandan su cariño en forma de bolsos, lanas, bordados y buenos placeres para mis papilas gustativas. Me siento abrazada por ellas.

No me siento bien. Antes, durante un montón de años, llegaba final de curso y yo entraba en depre, en bajona, y en un estado de languidez que solo me dejaba hacer lo mínimo. Durante años me creí lo que me dijo un terapeuta. Según él mi vida de estudiante ha marcado totalmente mi vida, y mis tiempos. Lo normal en una estudiante es llegar a final de junio con un estrés tremendo por la época de exámenes. Así yo entraba en julio como con un parón mental en seco. Y después de ese trabajo desenfrenado de los meses previos a final de curso, hacía que mi cuerpo cayera en tristezas y bajas energías. Me lo creí, como te digo.

Pero desde hace unos años para acá, y Mia Astral ha tenido muchísimo que ver con este nuevo descubrimiento, me doy cuenta de que mi estado tiene otra explicación. Pues que resulta que me dio por hacerme la carta astral, y fíjate qué cosas, que mi ascendente es cáncer. Y justito ahora, pues estamos en la estación o temporada de cáncer: sentimientos y sensibilidades a flor de piel. Mira tu qué fácil. Y encima me pilla todo esto con los eclipses. Que no sé a ti, pero a mí me dejan hecha polvo. Que igual es otra cosa, pero oye qué casualidades.

Conociéndome como me conozco, este fin de semana, quité del medio los planes, y también las organizaciones, y ni rituales ni reuniones. Quietita.

Ayer, ya me di un poquito de tregua, y cogí mis libros nuevos. A los que les tengo muchas muchas ganas, pero que de momento, no puedo coger, porque sé que me voy a flipar, y ahora no tengo tiempo para darle rienda suelta a mis flipes.

A lo largo del tiempo he ido acumulando algunos decks, que me gusta barajar y sacar cartas al azar. Mi último  deck es absolutamente precioso y además muy útil, no paro de barajarlo. Es divertido imaginar, interpretar y dejarte llevar. Lo mire como lo mire, siento que debo seguir quietita y un poco en modo mejillón. Así que esta noche, San Juan tendrá que sorprenderme que ni peticiones ni hogueras. El cuerpo no me da para más. ¿Cómo de mal visto estará hibernar en junio?

La pandemia de la culpa

Pues estamos ya como al principio de antes de todo esto, ¿no?

Esta semana ha sido la primera semana que hemos salido cada día. Yo he vuelto a caminar cuatro kilómetros diarios, y las dos habitantes de esta casa se han estado separando cuatro horas diarias.

¿Qué he aprendido esta semana?. Pues que la culpa es poderosa en mi. Muy poderosa, y que me siento como cuando Emma tenía tres años y empezó en el cole.

Esto es algo que me ha costado comprender, y con lo que sé que tengo que transitar en mi día a día, y que no por costumbre, se me hace más fácil. Cuando me reproduje, conocí  a la Señora Culpa. Y es Señora, porque no he sentido nunca una culpa como la que siento desde que soy madre.

Lidio con ella cada día, y aunque la reconozco y trato de aplacarla, no me resulta cómodo. Ayer hablando con MyGirlfriend, tuvimos a bien confesarnos, y las dos cortadas por la vergüenza y saturadas de nuestra propia incomprensión, aceptamos que nos sentimos culpables por todas las decisiones que tomamos respecto de nuestros hijos. Hemos llegado a la conclusión que hagamos lo que hagamos siempre va a haber una parte de nosotras que va a hacernos sentir culpables.

Y te pongo ejemplos prácticos: culpables por no prestarles toda la atención que reclaman, culpables por prestarles demasiada atención y que se de la posibilidad de convertirlos en hijos tiranos; culpables por ese trozo de chocolate que se le antoja; culpables por la media hora de Tablet, o la hora de televisión; culpables por no hacerles comer más fruta; culpables porque no quieren leer; culpables por reclamar nuestro espacio para sentirnos, al menos durante un rato, una persona sin apéndices; culpables por mandarlas a la cama pronto y por suspirar con decepción  cuando se despiertan antes de que amanezca; culpables por necesitar silencio; y así, podría seguir hasta el infinito.

En este confinamiento, donde todo ha sido nuevo, y donde todo parece que nos va a ocasionar un trauma de por vida, la culpa ha estado en su punto más álgido: no están tomando sol, no están comiendo cinco piezas de fruta al día, no están jugando con otros niños, no están haciendo ejercicio, …

Esta semana y después de lidiar con mucha culpa, con mi propio ego, con mis propias creencias limitantes, y también de intentar quitarme un poco de la psicosis de la pandemia, hemos empezado a salir. Tomando todas las precauciones del mundo, pero también volviendo a ser personas de rebaño que necesitan de esas otras ovejitas para seguir sintiendo que pertenecen al grupo. Y mientras hacíamos esa salida, miramos al cielo, y Emma alabó lo bonito del cielo de estos días. Y tiene razón. Estos días ha habido unos cielos espectaculares, y los árboles están frondosos, y los flamboyanos tienen muchas flores preciosas. La luna está llena, y esta noche habrá eclipse. Yo he decidido que voy a aprovechar esta energía, para coger toda esa culpa que amenaza con devorarme y empaquetarla entera. Asumir que estoy haciendo lo que mejor sé con lo mejor que tengo, y que junto a esa cuenta donde voy ahorrando para la ortodoncia futura, voy a ir poniendo también para la terapia, porque haga lo que haga, al final, siempre hay un trauma. Así que nada, yo lo asumo, pongo para la terapia y decido empezar a vivir un poco tranquila, disfrutando de estos cielos tan bonitos de finales de una primavera con pandemia.

Curso acelerado de confianza, fé y magia

Entre la primea foto y la segunda de esta entrada, han pasado prácticamente dos meses. De los cuales, casi la mitad de ese tiempo, lo hemos pasado encerradas en casa. Como si no estuviera pasando nada.

En febrero, me traje de casa de mamá, esas tres raíces de Alocasia amazónica, que agonizaban en una maceta. Con mucho atrevimiento por mi parte y sin la confianza de nadie, las puse en agua. La sorpresa ha sido mayúscula cuando estos días he visto como las pocas raíces viejas que traían se le caían pero empezaron a brotar nuevas. Y ya el éxtasis vino cuando vi que prometía una hoja. Esta es una sola de las tres. De otra brotó una hoja acuática, que ya está separada de la planta madre y a la que le hablo y le recito afirmaciones positivas, para que siga creciendo. A la tercera raíz, le han empezado a salir raíces nuevas. Quiero pensar que hará lo mismo que esta primera y que brotará igualmente.

Es difícil explicar lo que supone esto. Pero para mi es como un curso acelerado de confianza, fé y magia.

El domingo, pudimos salir a la calle. Un pequeño paseo alrededor de casa, a las tres de la tarde para asegurarnos que no nos tropezaríamos con muchas personas. Así fue. Dimos un paseo de poco más de media hora. Pudimos comprobar cómo los árboles que plantaron no hace mucho, han cogido fuerza y se han puesto bien frondosos.

Por alguna extraña razón, al llevar tanto tiempo encerradas, mi cabeza me hacía creer que fuera estaba todo como en pausa. Nada más lejos de la realidad. La naturaleza sigue su curso y se abre camino. Segundo curso acelerado de confianza, fé y magia.

Al llegar a casa, me dio por comprobar la hoja rota de un ficus que se desprendió de forma espontanea al pasar una pelota cerca de ella. Hay una niña aquí que dice que mágicamente esta hoja se cayó. Que ella nada tuvo que ver con que se partiera ni con que justamente estuviera jugando con una pelota al lado. La cosa es que yo, reacia a tirar a la basura una hoja viva, la metí en agua. El domingo, me fui a cambiarle el agua, y ¡oh sorpresa! Ha echado una raíz. Tercer curso acelerado de confianza, fé y magia.

Habiendo llegado ya a tercer curso, no me ha quedado otra que confiar y tener fé, y pensar que la magia está haciendo su trabajo, y que a mí también me están saliendo hojas nuevas, raíces más fuertes, y que pronto voy a florecer. De momento me ha dado por hacer inventario de todo lo que tengo empezado e inacabado desde que tengo memoria. Rebuscando, saqué unos bloques que hice en mis primeros años de patch, a mitad de los años 90, echa cuentas. Esta semana, si sigo creyéndome que soy capaz de multiplicar el tiempo y reducir las tareas, se convertirán en los nuevos cojines de nuestro sofá. Si lo consigo, habré llegado a cuarto curso acelerado de confianza, fé y magia.

Made from scratch

Si hay algo que me puede apasionar, es empezar cualquier cosa desde el principio, desde el inicio primerísimo.

Por eso, el día que descubrí a Liziqi, me fui a volver loca. No recuerdo el primer video que vi de ella, pero sí que te puedo decir cuál he visto más. Es este.

Liziqi es mi auténtica ídola, cuando vi cómo cultivaba el algodón, desde la semilla, me fui a chiflar. Sobre la marcha se me pusieron a trabajar las neuronas, y empecé como mi intensidad. Yo quiero cultivar algodones. Quiero hacer el relleno de mis quilts. Me fui corriendo a investigar. Y todo buenas noticias, este clima y esta tierra puede ser muy aptas para el cultivo. Lo del agua, ya veré cómo solventarlo, porque he leído que requiere de bastante agua, y aquí, agua, mucha no hay. Pero todo será crear la necesidad para que se me agudice el ingenio.

Allá por el 2015 mi tío, que tiene un algodón plantado desde hace años, me dio unas cuantas ramas, y en otra ocasión, seguramente que el mismo año, me fui al árbol, y coseché todo el algodón que pude. Guardado lo tengo por aquí, en alguna bolsa del armario Narnia que tengo. Así que de ahí puedo sacar hasta las semillas. De hecho, en ese momento planté con Emma unas pocas, y ríete, germinaron todas. Hasta que se me hicieron unos árboles que ya no me cabían en la maceta, y tuve que sacrificarlos. Minuto de silencio. Igual desde ese momento el Universo me estaba mandando la idea.

En serio te lo digo, me he propuesto en ser la próxima magnate del algodón. Por lo menos esta semana. Igual me dura todo el mes, con el rollo del confinamiento. Probablemente use estas tardes para ir sacando las semillas que tengo. Primero, tendré que encontrar la bolsa.

Volviendo a Liziqi y el confinamiento. Me ha inspirado infinito, y uniéndolo a la psicosis que me da cada vez que pienso que tengo que ir al super, estoy poniendo mi ingenio a prueba. Tengo a Fefi aka MasaMadre, a tope de power, horneando pan cada semana. Se acabaron lo de comprar yogures, o natillas. Cada semana las hacemos nosotras. El bizcocho de la merienda. Y esta semana, he practicado la masa quebrada para quiches o pies. Qué maravilla hacerlo todo en casa. Saber qué lleva, trabajarlo con mimo, y pensar que ese mimo es justo lo que te va a alimentar, es mucho más que saciar la necesidad de alimentarse. Es magia.

Probablemente después de esta etapa que vivimos, y que aún no sabemos, por lo menos yo no sé, cómo será el mundo y mi vida, después de este período… porque lo que tengo claro, es que la normalidad que teníamos antes, ya no está más; ha hecho que yo me vuelva más a los orígenes, comprando más materia prima y elaborándolo yo casi todo. Así satisfago un poco esa necesidad de “made from scratch” que tanto me fascina.

Yo tengo claro, en lo que viene en adelante, tendré que buscar una nueva normalidad, que igual la mía, pasa por hacerme agricultora.

 

Primavera indoors

Perdí la cuenta del confinamiento. Muchos días llevamos aquí ya, y los que nos quedan. Supongo que estamos todos un poco igual.

La semana pasada me abrumé de tanta oferta. La gente se volvió loca haciendo rutinas, haciendo directos, conciertos, aplausos.. Yo lo veía un poco de lejos, y pensaba, ¡uy muy arriba está todo el mundo!. Y efectivamente, esta semana se nota ya un poco el bajonazo. Encima estrenamos la semana alargándonos el día fin del confinamiento.

En esta situación lo mejor es no pensar. No tener en la mente la fecha en que se acaba, porque realmente no la sabemos.

Es también muy extraño manejar esta incertidumbre, supongo que estos días me están sirviendo para trabajar esta cuestión, creo que no lo estoy haciendo nada bien, por cierto.

En casa estamos tranquilas, y relajadas. Haciendo lo que haríamos en cualquier sábado. De hecho, esto está siendo como un verano adelantado.

Este fin de semana celebramos Ostara (Equinoccio de Primavera), me pareció algo muy apropiado para no olvidarnos de que aunque estemos en casa encerradas, el ciclo de la vida sigue su curso.

El último fin de semana que pasamos en libertad, hicimos varias compras, de esas que cuando llegas a casa piensas, para qué compraría todo esto ahora. Entre las cosas que compré estaban dos bolsas de tierra para plantar, semillas de varios tipos, pinturas y pinceles, pasta dry clay, algunas libretas y papeles de scrap. Ya me tengo reconocido que cuando me da una cosa de estas, me tengo que hacer caso, porque no sabes lo bien que me están viniendo estos días.

Durante la semana, rescaté dos huevos de una cena, y los limpié bien. El sábado por la mañana los pintamos con unos acrílicos que habíamos comprado. Luego hicimos una pequeña lista, que tenemos en la nevera, de las cosas que vamos a ir haciendo cuando volvamos a la normalidad. Qué increíble que lo primero que Emma quiera hacer es ir a casa de los abuelos, y luego a patinar. Resulta que de las cosas que más echa de menos a parte de a la familia, es patinar. Le encanta bailar, pero eso afortunadamente lo sigue haciendo. Se calza las zapatillas de ballet, su música y a danzar. Pero patinar, en 63m2 es un poco más complicado.

Pusimos un poco de tierra en los huevos pintados, y también una semilla. Y ahí le pusimos toda la intención de la que fuimos capaces de reunir, para que esto pase cuando tenga que pasar, y nosotras aguantemos bien el tiempo que sea necesario.

Aprovechamos el momento para darle una vuelta a las plantas que tenemos en el trastero. Trasplantamos algunas, y plantamos nuevas semillas. La naturaleza siempre da lecciones, y las plantas se han convertido en una de las cosas que más alegrías nos reportan estos días.

Esa es una de las cosas que más claras se me han quedado estos días. Necesito un jardín. Un huerto. Un espacio pequeño donde revolverme entre hojas verdes y tierra.

Yo estoy aprovechando estos días, para planificar de manera pormenorizada la nueva reforma, y la remodelación de un montón de muebles que me han tocado en el reparto. Esto ha conseguido la cuarentena, que esté como loca por meterme en faena.