Una casa vieja, pero mía

Estoy tratando de aislarme entre tanto brote y tanta noticia tremenda, aunque estoy fallando estrepitosamente, la verdad.

No miro las noticias, y tampoco oigo la tele o la radio, sin embargo, me entero de todo, y en serio te lo digo, interés tengo cero. Yo sigo soñando con mi parcelita vallada a prueba de noticias y disgustos. Una utopía, ya lo sé.

Ayer, cuando ya me harté de ser receptora de cuanta información me rondaba, me calcé las zapatillas y me lancé al camino. Mascarilla puesta, por supuesto.

Siempre que estoy en MiNorte, y me echo a andar, mis pies toman la dirección y me llevan por dos posibles caminos: o a la playa o a las piedras. Ayer, fue este segundo destino el seleccionado.

Me flipan las casas viejas, no sé si alguna vez lo he dicho por aquí. Seguramente que sí, que llevo rajando aquí la friolera de 16 años. Ya puedo decir que mi relación más larga ha sido, sin duda, con este blog. Lo que son las cosas. Bueno, a lo que iba, que las casas antiguas tienen un fuerte poder de atracción en mi. Me encanta verlas e imaginarme qué pudo vivirse allí. En qué tiempo se haría, cuantas alegrías o penas se vivieron entre sus paredes. Soy capaz de imaginar historias completas, con principio, desenlace y final.

Ayer, según llegaba a esta casa vieja, mi cabeza se ponía en modo invent, y yo ahí viviendo mi invención. La cuestión es que esta casa vieja, no es una casa vieja cualquiera. De ésta sí sé cuándo se construyó, y también conocí a algunas de las personas que vivieron en ella. Lo del medio, me lo voy a tener que inventar, una vez más.

En mi ensoñación, me imaginé en mis próximos años, en los que desde una casa nueva, mi escritorio tiene vistas directas a estas piedras, y que con esta vista, voy a ser capaz de hilar perfectamente historias, y con ellas compongo un libro, o dos.. o una saga completa. Que yo cuando me pongo a soñar, soy bastante pro.

Y dando vuelta sobre esas piedras, me fui viniendo cada vez más arriba. Y me di cuenta de que algunas piedras, las han movido, y que hay un camino medio hecho por mitad de mi parcela, y que hasta se me han comido los tunos. Me enfadé mucho ayer la verdad.

Me senté por un lado, y respiré hondo. Me volví a ubicar desde mi escritorio, escribiendo sin tino, y siendo bastante feliz. Vendiendo libros sin parar, imprimiendo muchas ediciones de todas mis novelas. Ganando mucho dinero, como es lógico. Con la cuenta bancaria bien repleta, me levanté y me sacudí la tierra. Me puse en marcha otra vez, y de camino a casa, empecé a llamar a alguien que me presupueste una valla, y a otro alguien que me recoloque las piedras, y ya que estamos, no sé si buscar un bardino que me guarde los tunos. Volví bastante cansada de la caminata, porque ser terratenienta es muy complicado, la verdad.

La libertad

Ya estamos oficialmente de vacaciones. De esas de caminatas por la mañana, playa a cualquier hora, siestas con libro, y sin horario para ir a la cama.

Ayer cuando llegamos a la playa, la marea estaba subiendo, y eso supone que va dejando charcos enormes por donde solemos caminar, que es bastante más arriba de la orilla.

Esos charcos son un imán para niñas que necesitan soltar correas.

Tengo bien presente el pulso constante que mantenemos. Ella quiere ir a un sitio, yo digo no; ella quiere hacer algo, yo digo no… y así hasta el infinito. Se queja con frecuencia porque dice que solo digo no, yo le digo que diría más veces sí, si lo que ella pretendiera fuera menos peligroso.

Sé que me entiende, pero se hace muy bien la despistada, y hace como que no comprende. Así que apenas me doy la vuelta, vuelve a la carga.

Por eso, cada día reservo un tiempo para la libertad. Correr por la playa, patinar, meterse en el agua (en aguas mansas, no en Piedra Playa), y ya de remate, mirar hacia otro lado mientras se mete en la cocina a robar una onza de chocolate.

Es complejo esto de mantener el equilibrio, no te creas.

Ayer, mientras la veía correr, sin “correa”, sin límite y sin parecer que había supervisión constante, me di cuenta de que ese momento era la justa representación gráfica de la libertad.

Y la entiendo. Compartimos el mismo valor.

Para mí lo más importante, también es la libertad. Y no me refiero a la libertad de hacer siempre lo que me de la gana, me conformo con tener la posibilidad de poder elegir lo que quiero, en cada instante y en cada situación. Cuando no me siento libre estoy triste, contracturada, y con frecuencia me pongo gruñona.

Me costó un tiempo entender esto en mi vida. Donde primero lo entendí fue en el trabajo. Poder decir: hoy no voy a hacer nada, sin tener que dar explicaciones; me cuesta trescientos euros mensuales, que pago gustosa en forma de recibo de autónoma, pero me compensa con creces. Y ya hace más de diez años que lo hago.

Ahí lo entendí y lo apliqué rápido.

Hay otras áreas, donde me ha costado un poco más, pero ahora mismo siento que soy completamente libre, en todo. Doy las explicaciones que me apetece; solo decido yo sobre cualquier cosa, y voy solo donde me apetece. Y esto no significa que sea una irresponsable, o que deje que se me acumule el trabajo, o las decisiones. No nada que ver, a lo que me refiero es que solo yo soy responsable de mi día a día, y que tengo todas las competencias sobre mis decisiones. Soy libre, y no solo lo soy, también me siento libre. Y tu ¿es para ti importante la libertad?.. ¿cómo de libre eres o te sientes?

 

 

De La Concha a Piedra Playa

Hoy vengo tarde, y acalorada, y echando mucho de menos todo lo que me provoca MiNorte.

He estado haciendo recados y cumpliendo obligaciones, que aunque me quiera escaquear, pues no puedo.

En medio de todo el calor, y de todo el corre corre, la mascarilla, y los pelos a lo leona, venía yo pensando, que qué bien.

No sé por qué me acordé hoy, de ese verano del año 2010. Que se dice rápido, pero del que ya han pasado 10 años. Ya no me da vértigo mirar atrás. Y eso, para mí, es todo un logro.

Aquel verano de golpes en la autoestima, en la moral, y en todo aquello que no es físico pero susceptible de golpear. Cuando llegó agosto, yo era un colador, de puro agujero. Luego vino la trinchera. La recuperación. La confusión.

Y en medio de eso, MiNorte como constante. Piedra Playa con su mar que arrasa, y La Concha, con su tranquilidad. Siempre estuvieron ahí. Siguen estando.

Sinceramente no sé de dónde saqué la fuerza o  cómo superé aquel verano. Fácilmente hubiera podido ser el último. Y en parte lo fue, porque fue el último que pasé siendo una.

Si tengo que asumir todo eso que se le achaca al signo de escorpio de morir y renacer, ese momento fue para mí el último semestre del año 2010. Mi momento Ave Fénix.

Ya no me cuestiono cómo me dejé vencer así, cómo me dejé tratar así, cómo acepté que ese era el dolor que merecía. En verdad han pasado 10 años, y no es que haya llovido mucho, pero ese tiempo que cargo a mi espalda, me ha servido para crecer. Me siento feliz cuando me levanto, y también cuando me acuesto. Me río sin miedo, y también bailo y como sin temor. La vida hoy se me hace muy llevadera. Nada que ver con aquel entonces, que vivir me parecía además de complicado muy trabajoso.

Que bien estar aquí, así, ahora.

En aquel momento era el mar de La Concha, tranquilo y manso, me dejaba hacer sin rechistar. Pero hoy, 10 años después, soy el mar abierto de Piedra Playa.

¡Ay! Si te cojo hoy, hoy te meto una revolcadura que apareces en Cabo Bojador.

Si eres uno de ellos, te odio, fokin irresponsable

 

Me sé bien la teoría, diría yo, que me la sé muy bien. Todo eso de no entrar en bucle en la queja, el pesimismo y la negatividad. Todo eso me lo sé al dedillo. También sé que solo hay que entrenar el ojo para encontrar la belleza o la enseñanza en cualquier situación. Y tan entrenado lo tengo, que bueno, me asombro cada dos pasos que doy, dentro y fuera de mi casa.

Esta mañana en mi paseo, en medio de un alisio que me llevaba de lado, vi de lejos un cuervo, que me fue persiguiendo todo el camino. Más que persiguiendo, diría yo que me fue acompañando. Me gustan mucho los cuervos. Y detrás de darme cuenta de que llevaba compañía, pude ver esta belleza de flor amarilla, en medio de grava 20-40. Sigo distinguiendo los áridos a la perfección, aún cuando hacen ya casi 15 años que dejé la cantera. ¿te acuerdas?. Qué cantidad de aventuras viví en ese volcán.

Voy caminando ciñéndome muy mucho a la teoría que tan bien me sé, pero me siento por dentro como una olla a presión. Y de pronto, me digo a mi misma que como no busque una válvula de escape,  voy a salir explotando. Y por eso, he llegado a la conclusión, que este cuarto mío, que siempre fue como un cuarto de los gritos, donde yo venía aquí y vomitaba lo que me subía la presión, es el mejor sitio para hacerlo.

Así que… vómito va.

Estoy harta. En verdad, estoy muy harta. Estoy super harta. De la gente irresponsable que no toma decisiones, de la ausencia de responsabilidad, de todos esos caraculos que en lugar de tomar responsabilidad de sus cosas y tomar decisiones, tiran con poca elegancia la pelota a tu tejado, y salen palmeándose las manos. No sé si lo he expresado con suficiente claridad: no me gustan los irresponsables.

Y para mí es irresponsable aquel que no es consciente de qué situación vivimos, de los que se ponen la mascarilla por debajo de la barbilla, de los que van a la playa, acampan y allí hasta que se pone el sol. De los que oyen música a tope como si lo que ellos oyen tuviera que oírlo yo también. Todos esos que no respetan normas, o aquellos que como no está prohibido no son capaces de actuar con responsabilidad. Joder que harta estoy.

Estoy harta de tener que aguantar comentarios, ignorantadas y muchas reflexiones que no tienen ni pies ni cabeza, del cuñadismo más burdo. Estoy hasta el moño de los vecinos que no conviven, sino que acampan en edificios como si vivieran solos en una parcela de 10milmetros cuadrados. De la música para todo el vecindario, de los negocios irresponsables que abren puertas sin respetar normativas, y que salen impunes de cualquier tipo de denuncia.

Hasta más arriba del moño de los abusos, los machistas, los estúpidos que se sienten con la autoridad de mandarte, corregirte, o incluso ningunearte. De los gestores que no gestionan, de los que utilizan una cabeza de turco o una cortina de humo para no dar justificación a sus malas prácticas; y de los que siguen poniendo el euro por encima de los habitantes. ¡Yos! Que mala leche tengo.

Me doy cuenta de que aislada, estaba bien. Y feliz. Y podría seguir estándolo, si todos los que ahora no lo estamos, fueran solo, un poquito responsables.

Cada día más tierra

 

¿Sabes eso que se dice que los animales domésticos, que se tienen como mascota, se van mimetizando con sus dueños, hasta el punto que se parecen físicamente?

Creo que me está pasando lo mismo, a fuerza de habitar este trozo de tierra, que cada día me hace parecerme más a ella.

Me reconozco en cada recoveco, en cada trozo de piedra, y en cada orilla.

De norte a sur esta tierra es ella. Una tierra que parece hostil al visitante que llega por primera vez, o al que lleva aquí tiempo, y tiene tanto ruido interior que no es capaz de apreciar la belleza del silencio atronador que esta isla emana.

Aquí hay que venir sin corazas, sin capas, y con sumisión. La isla te va a quitar de un plumazo toda esa ropa que te pones para no ver lo que de verdad tienes dentro, y que según pasan los años, cada vez pesa más.

Esta isla va a absorberte la energía y te va a dar viento y calima. Arena volando, y vegetación cero. Y si ahí no te ves, no te vas a ver en ningún sitio.

Dicen que la isla es desértica, árida y salvaje. Sí, probablemente lo sea. Y en muchos sitios sigue siendo el destierro de Unamuno.

Y yo, voy siendo cada vez más viento, y cada vez más calima. Mi silencio no deja que oiga el ruido de aquel que no es capaz de callarse. Hace que por mis grietas, las mismas que las de la costa oeste, se pierda la inconsciencia de aquel que viene pensando que sabe tanto, y despreciando lo que aquí conocemos. Y como la gruesa arena de MiNorte, borro las huellas de aquel que se creyó con el derecho de molestarme hasta dolerme.

Y me viene a la mente la canción de Jamiroquai, o la de LaBajista, y el libro de Gioconda Belli.. ellos sintieron lo mismo que yo.

Esta isla no es para todos, pero sin lugar a dudas, es mi lugar en el mundo.

Mi estación favorita

Ha llegado el tiempo por el que más he suspirado en todo lo que va de año. Ha habido momentos durante este primer semestre en los que se me encogía el corazón pensando que este verano sería distinto. Y probablemente lo será, pero de momento vamos a poder disfrutar de nuestros placeres veraniegos cotidianos. Yo no quiero un verano de vacaciones de todo incluido, que por cierto, no hay vacaciones que me horroricen más que esas. No entiendo cómo alguien puede venir aquí, siendo foráneo, y encerrarse en un complejo con pulsera y no mover el culo del bar de la piscina. No voy a convertirme en muy popular diciendo esto, pero ojalá alguna cabeza pensante que cambie el modelo turístico de la isla. Mejor me callo y me salgo del bosque, que me pierdo muy fácilmente y luego no sé salir.

A mí, me gusta el calor, me gusta el verano, me gustan las tardes largas, y esa sensación de que todavía queda día, porque el cielo no esta negro aún siendo las nueve y pico de la noche. Encender una vela de jazmín mientras me leo con tranquilidad cualquier novela de las que voy acumulando durante el año, y que no las leo porque la atención no me da para mucho más en el trajín de los meses de rutina. Las siestas pegajosas que soy incapaz de echar el resto del año, y el viento fuerte que pega en MiNorte durante julio y agosto. Es una contradicción total, gustándome como me gusta tejer lana. Pero es así.

Durante el invierno sueño con meter la cabeza debajo de esa agua cristalina, y  hundir los pies en la arena blanca que se sacude tan fácilmente. Volar hacia la buganvilla y el hibisco y quitarle todas las hojas pochas que voy encontrando, mientras cuento las flores nuevas que hay de un día para otro. Admirar el aloe y contarle de dos en dos, los hijos que ha sacado durante el invierno. Preparar una plancha de lapas y ver relamerse a los jóvenes que las degustan. Ahí también te das cuenta de que el tiempo está haciendo mella en ti. Cuando eres joven puedes comerte una, dos, o hasta tres planchas de lapas, con su mojo verde y su quintillo. En cuanto pasas de los cuarenta sientes lo indigestas que son, y las evitas a toda costa. Pese a que su olorcillo se te cuele por la nariz, y tus papilas empiecen a salivar afanosas.

El verano es mi momento favorito del año, sin ninguna duda. Y por fin está aquí. Abrazo con fruición la lentitud, la tranquilidad y todos esos cafés con hielo que voy a tomarme en los dos meses (mínimo) que tengo por delante.

Oficialmente desconfinada

Hoy estoy oficalmente desconfinada.

El 13 de marzo fue el día 1 de todo esto surrealista que nos ha pasado. Ese viernes yo estaba tranquila y con la mente enfocada en lo que estaba viviendo y en lo que tenía que hacer. Justamente el domingo anterior, 8 de marzo, me fui de picos pardos con mis chicas tejedoras. Y aquí que me vine a contarlo.

Y hoy, 13 viernes más tarde, ya en fase 3, vengo a contarte que anoche, volví a sentarme con mis chicas tejedoras en una terraza a tomarnos un algo.

Cuando se propuso la quedada, yo muy en mi línea mejillón me dije: uy no, yo no voy.

Motivos y razones tenía unas pocas: entre ellas mi heredera. Otro día vengo a contarte lo que es la conciliación y otras cuestiones logísticas de la monoparentalidad. La cosa es que los jueves, la abuela, o sea mi madre, suele tener mucha ocupación, y es complicado contar con ella para que se entretengan mutuamente. Así que mis pocas ganas estaban avaladas por mis excusas. Hasta ayer a medio día, que la abuela dice que no tiene ocupaciones y que le apetece infinito chismorrear con la nieta. Por el medio, se me cruza una sesión de coaching, que me puso en órbita y que me relajó con un par de frases, toda mi psicosis post-coronavirus.

Que tuve que tener una sesión de estas para darme cuenta lo muchísimo que me ha afectado el confinamiento, la incertidumbre, y el maldito bicho. Pero eso, también lo contaré otro día, porque lo tengo que seguir rumiando.

La cosa es que parece que se alinearon los astros para que yo fuera ayer con mis chicas tejedoras a tomarme un algo. Y oye, qué bien.

Se me ha llenado la boca esta semana criticando, así con dedo acusador y todo, lo rápido que aquí se olvidaron de los casi tres meses que hemos pasado encerrados. Que en cuanto entramos en fase no sé cuál, y se pudo, la gente se botó a las terrazas. Y yo ahí como la policía del coronavirus o la vieja del visillo, señalando a cada uno de los consumidores de cañas de todas las terrazas que estuvieron al alcance de mi vista.

Qué bocachancla soy, pero qué bocachancla. Mira que cada día me pongo en lucha con la jueza incansable esta que tengo por dentro. Me regaño, me reprendo, y me castigo. Pero siempre se me escapa por alguna rendija. Como decían aquellos de los que no me quiero acordar… estoy trabajando en ello.

Pues bueno, a lo que voy, que yo realmente la caña en la terraza no la echaba de menos. Lo que sí echaba mucho de menos era a mis chicas tejedoras. Y de eso me di cuenta ayer cuando las tuve alrededor y las pude ver en 3D y no a través de la pequeña pantalla del teléfono.

Qué necesario es tener una red que te acoja, y que te haga reír, y que te saque los pies de las chanclas y te haga poner el culo en una silla de una terraza.

La foto es de la reunión de marzo, cuando no había que poner distancia entre nosotras y hacía un sol espléndido y un viento que nos recolocaba las ideas. Y ya desde anoche, tenemos planes para la próxima quedada con agujas y mucho café.

Reunión lanera, cuando era posible

 

Día 8 del confinamiento.

Todo va bien. Al menos dentro de nuestras paredes. Todavía nos queremos, no nos hemos agredido, seguimos alimentadas y ejercitadas. Nos ha dado para mantener la casa en orden, para entender la importancia de las rutinas y la disciplina. Vaya, que no ha cambiado mucho la cosa.

He aprovechado para tejer, mira que novedad. Y para poner en orden mis prioridades a la hora de empezar nuevos proyectos. Me he acordado hoy, al revolver entre mis lanas, de la última reunión lanera que disfruté.

Hace ya algunos años, que tengo aquí a mi grupo de mujeres sostenedoras. En este caso, lo que nos ha unido es la lana.

La lana une no te imaginas cuánto. Aunque entiendo que no es la lana en sí, es la necesidad de compartir con otros la pasión por algo. En este caso: tejer.

Estas tres mujeres han llegado a mi vida por motivos varios, y aunque la relación ya traspasa la lana, la excusa para vernos de manera continuada es enseñarnos lo que estamos haciendo, pedirnos consejos sobre próximas combinaciones y tomarnos un café mientras tejemos juntas.

Lolly lleva toda mi vida en mi vida, valga la redundancia. Es mi prima, y me lleva unos años, así que cuando yo llegué, ella ya estaba aquí. Nos unimos de mayores por esta obsesión que tenemos de no dejar las manos quietas. Patchwork, punto de cruz, tejido, scrap… Mi prima me pega a todo, y lo mejor es que todo le queda bien. Tiene un carácter que pretendo imitar cada día. Le da a las cosas su justa importancia, que suele ser poca a casi todo. Es constante, con afán de superación cada día, y a base de taconeos ha dejado atrás un montón de creencias autolimitantes que dice que tenía. Yo nunca se las vi.

Dácil también lleva bastante tiempo rondando mi vida. Ya sabes que esto es chico, y al final, aunque no seas de aquí, nos conocemos todos. Aquí la teoría de los seis grados de separación se cumple a la perfección. Pero a Dácil el cariño real se lo cogí cuando MiMariposita llegó. Dácil es enfermera de profesión y de pasión. Si no fuera por ella y por los grandes consejos que me dio, sobre todo los primeros días del nacimiento, esto no hubiera sido lo mismo. Con Dácil puedo tirarme horas hablando de cualquier cosa, porque su curiosidad sobre todo es infinita. Solo hay una cosa de la que no podemos hablar, la línea temporal de Outlander. Ahí no podemos entrar.

Y Bea, llegó con la maternidad. Nos reprodujimos con un año de diferencia, y ella me buscó, porque tenía un interés enorme por coger las agujas y aprender. Así que primero le di clase, y luego ya nos hicimos amigas. Bea se apunta a un bombardeo, y es un gustazo enorme verla tejer después de lo mucho que ella dudó de sí misma.

Hace dos domingos, cuando todavía estar en la calle era lo normal, nos dimos el día. Allí festejamos nuestro propio 8M. Nos sentamos en una cafetería y echamos el día entre cafés, comidas, más cafés, y hasta unos chupitos.

Solo sé que en cuanto esto acabe, en la próxima reunión que podamos hacer, el desayuno se va a juntar con el almuerzo, y es probable que con la cena.

Carnaval 2020

La vida cambia en un segundo, se suele decir.. también te puede cambiar en diez años, aunque esto sea menos sorprendente, y por eso se diga menos.

De unos años para acá los carnavales han tomado cierto protagonismo en nuestras vidas. Yo nunca he sido especialmente carnavalera, esos genes se los llevaron todos LaBajista y LaPeque, esas sí que son carnavaleras. De las que se buscan un disfraz para cada noche, de las trescientas verbenas que se hacen durante los diez días que duran.

Porque aquí los Carnavales, son palabras mayores, y desde que nace la sardina, hasta que la entierran, hay diez días de música y purpurina a tope.

Tanto así, que la semana grande del Carnaval, esa en la que se incluye el martes de Carnaval, y que es festivo municipal, no hay clases. No sé a quién pertenece la decisión de los días escolares no lectivos, pero vamos, que hicieron la cuenta, y les pareció estupendísimo a todos los que decidían, concentrar los días libres en una semana y ubicarlos en las Fiestas Carnavaleras. Ni que decir, que cuando yo era chica, esto así no era. Antes era festivo el martes y ya. Ahora nace la sardina, la pasean con los arretrankos, la sacan por la bahía con los achipencos, le dan otro paseo en la cabalgata, y finalmente la entierran dando cierre a los días de fiestas, y todo esto se hace durante poco más de diez días. De las murgas ni les cuento, porque no son muy my thing.

Bueno, pues con unas fiestas tan sonadas, ser no carnavalera te relega al montón de los que se creen cool, pero que no lo son. Yo me limitaba a ver la Gala Drag, y a hacer “fos” al resto de actos. La Gala Drag sigue siendo uno de los grandes momentos de los Carnavales. Este año se ha unido a la fiesta de ver la Gala desde casa, con un gran picoteo, LaMariposita. Primero ha flipado mucho, luego ha quedado enganchada totalmente al espectáculo. Estoy segura de ha nacido una fan.

Estuve en ese club de los renegados del Carnaval, un montón de tiempo, y aquí vengo a confesar, que me sentía como guay, pero en el fondo fondo, me daba cierta envidia las risas y los bailes que se daban los que disfrutaban de las fiestas.

Desde que llegó LaMariposita, tuve la excusa perfecta para saber si las risas eran reales, o si eran algún tipo de ilusión. Desde el primer año que probamos a meternos en faena, comprobé que las risas son más mientras organizas el disfraz que en la propia salida, y que el conjunto de todos los actos con un disfraz hecho de tus manos, es más divertido que ver pasar las carrozas, mientras tu estás quieta en una acera. Si ya de paso te dejas llevar por el salseo de la verbena, pues no sé qué mas pretendes de una buena fiesta.

Este año fue el cuarto desde que me disfrazo. Los años anteriores hemos salido en grupo, y ha sido de las cosas más divertidas que hemos hecho durante el año. Esta vez, el grupo se nos desmembró, y aquí pudimos comprobar que ya ostentamos el título de Carnavaleras pro, porque aunque sin grupo, nosotras nos metimos con una buena cantidad de goma eva y la pistola de silicona, y un gran disfraz que nos hicimos.

La alegoría del Carnaval este año eran los Aztecas, a nosotras nos faltaron más plumas, pero el mercado de la pluma está por los cielos, y tampoco es cuestión de desperrarse para un rato de diversión. Así que goma eva, unas pocas plumas, tutús, purpurina, y listo. La cabalgata este año tenía un gran número de carrozas, y un montón de gente muy metida en el papel. Ahí estaban mis primos con su gran barco, muy bien ataviados como la banda de Jack Sparrow. La salida de este grupo siempre causa una gran expectación, porque son unos super-pro de esta fiesta.

Una cabalgata más que hemos disfrutado bailando el flow de la cucaracha, que hasta tuvo representación en la cabalgata; y el despacito. Y para qué te voy a engañar, algún reggetoneo más también hizo que se nos movieran los pies, porque si te metes en el rollo, te metes con todo. Y con esto, Operación Carnaval 2020 concluida con éxito.

Desayúnate bien

 

Hoy recibí la newsletter de Erika de la Vega, que si no la conoces, ya estás tardando. En ella hablaba de la relación que tenía con su abuela, y que ella sentía que su abuela la quería mucho. Cuando la llamaba, le hacía una batería de preguntas, a modo checklist. Ella decía que al morir su abuela, ese espacio de que alguien se preocupara por ella, se había quedado como vacante. Pronto asumió que ese lugar es el suyo propio, y que ahora es ella misma la que se preocupa por hacerse el cheklist.

A mí esto me recordó a cuando estaba estudiando en GranCa, y mamá llamaba cada noche.

También nos hacía una batería de preguntas: ¿qué comieron?; ¿fueron a clase?; ¿se abrigaron?; ¿están contentos?…

Siempre cuando iba a colgar ya no preguntaba, decía: hasta mañana y desayúnense bien.

Lo decía en plural porque allí estábamos MiGurú y yo, y aunque hablábamos por separado con ella, nos decía lo mismo a los dos, y nos incluía en su lenguaje.

Mamá le daba vital importancia al desayuno, se la sigue dando. Porque ella nos crió oyendo eso de que el desayuno es la comida más importante del día, y que si no se desayuna bien, pues no se rinde. Eso lo sabe todo el mundo.

La cosa es que, para mí, también el desayuno es la comida más importante del día. No porque no rinda, sino porque es un momento tranquilo, autodedicado, y que, con un poquito de atención, se convierte en todo un deleite. Porque a ver si no nos vamos a merecer desayunar como las grandes señoras que somos.

Yo madrugo bastante, y para cuando me siento a desayunar, ya tengo hambre porque han pasado dos buenas horas desde que me levanté.

Desayunar fuera es otro de los gustazos que me gusta darme. Encontrar un sitio donde sirvan un buen café, con pan y algo rico que ponerle encima, ha sido una tarea que me ha tenido bastante ocupada estos últimos años. Con MiMariposita o con MisAmiguisTejedoras. Llegar, pedir, comer y dedicarte a tejer, hablar o leer. Yo no sé tu, pero a mí me parece un planazo.

He encontrado un sitio en el OtroNorte de la isla, que cumple con todos los requisitos anteriores. Y cada vez que puedo, sobre todo fines de semanas, nos vamos allí a desayunar sus PoshEggs.

Pero si no encuentras un sitio así, pues te lo preparas tu. Yo para el desayuno tolero dulce o salado, lo que no puede faltarme es el café.

Siempre tengo pan en el congelador, mío o comprado, pero buen pan. También suelo tener bollos, o donuts. Estas masas congelan especialmente bien. Encima del pan, le pones cualquier cosa, pero si te concentras, y decides que vas a darte un premio, pues te lo curras, que te lo va a agradecer no solo tu estómago. Parece una tontada, pero preparar bien la mesa, servirte la comida con esmero, y cuidar los detalles, te predispone de otra forma. Tu estado de ánimo cambia.

Esta última semana me esmeré en prepararme un buen desayuno: Pan de plátano, tostada de aguacate con cebolla encurtida,  de tomate con jamón, de queso-atún-tomate-cebolla. Y ayer, me dio por el porridge. Es otro desayuno al que recurro con frecuencia según apetencia, o si el día se prevé movidito.

Desayunar bien para mi, marca la diferencia de un día mierder a un dia estupendo. Tu decides.