Esto está siendo un despiporre

Esto está siendo un despiporre. La semana de Carnaval, fue hace quince días, sin embargo, los carnavales municipales se van a celebrar este fin de semana.

Parece que el Covid, no solo nos movió las cosas de sitio, también nos dejó a todos un poco idiotas. A mí que me lo expliquen.. ¿qué finalidad tiene dejar el martes de Carnaval el día que no se va a celebrar el Carnaval? Ahora ya estamos de vuelta a las clases y pensando en la Semana Santa, y es cuando en la calle empiezan a sonar los pitos y a llenarse todo de purpurina. A mi, qué quieres que te diga, estas cosas me desajustan los chakras.

Durante unos años, disfruté locamente de la cabalgata, con disfraz y todo. Y ahora siento bastante penita, porque ya la Mariposita se ha hecho medio grande, y va soltándome la mano si se la agarro por la calle. No se lo tengo en cuenta, pero ya voy asumiendo que esos momentos de disfrazarnos juntas, van quedando para el recuerdo. No sé cuándo volveremos a salir en Cabalgata, pero me temo que lo que era ya fue.

Este año, hubo disfraz para el cole, que como te cuento, fue hace quince días. La alegoría de la clase del cole era: el manga, o el terror. ¿Hizo mi hija caso alguno de esto? Por supuesto que no. Desde diciembre está detrás de disfrazarse de Isabella, la hermana de la protagonista de Encanto, y probablemente desde el año pasado, ella estaba ya pensando cómo iba a ser su Carnaval.

Le dio igual la recomendación escolar, ella me puso a pegar flores como si no hubiera mañana en un tutú lila, que no era el color exacto, pero que se dispuso a tolerar al ver mi cara de “me falta el canto de un euro para mandar a volar el Carnaval”. Tres tiendas visitamos hasta que se rindió al comprobar que era bastante complicado traer a tierra lo que ella tenía en su cabeza, en cuando a formas y color.

Al final, tan bueno que le quedó, y tan contenta que ella fue para el cole.

Parece que fue un éxito total, y que ella, sin cabalgata, lo pasó bastante bien, dando golpes de melena lisa.

Yo que no pierdo oportunidad para ir largando filípicas, aproveché la ocasión para soltar mi disertación sobre la frustración, el manejo de esta, y ser flexible ante cosas que no podemos cambiar.

Te digo la verdad, yo voy soltando chapas de este calibre a cada momento. Muchas veces me pregunto si en su cabeza no estará ya la frase de: yos aquí viene mi madre otra vez con su retahíla. Y cuando lo pienso, me digo: es verdad, déjalo todo quieto y ponte un punto en la boca. Pero, oye, pues que no puedo. Que siento que mi misión en la vida como madre es repetirme hasta el agotamiento. Sigo con la fe intacta, de que algo debe quedar dentro.

Ellas me pusieron las gafas lilas

Mañana es 8 de marzo. Y a riesgo de parecer pesada, y repetitiva, no voy a dejar pasar el día y la oportunidad de recordarme por aquí, la importancia de este día.

Durante un montón de tiempo, en mi vida, me hicieron creer que estaba sola, que trabajar con mujeres era lo peor, que lo más terrible para una mujer era otra.

Fue mucho tiempo después, cuando por fin me puse las gafas lilas, literalmente, cuando me di cuenta que detrás de todas aquellas sentencias, y creencias, y tonterías, solo había un fin: dividir y separar.

Hoy soy plenamente consciente de que mi valor es doble si estoy rodeada de mujeres que me sostienen, que me apoyan y que me impulsan.

Soy feliz quedándome sin dedos para contar las grandes mujeres que me rodean, y que me soportan cada día.

Con unas hablo, con otras crio y educo, con otras tejo, y con otras danzo.

Este año está siendo especialmente importante para hacer tribu.

Elegí una carrera en un momento en el que era mayormente masculina, tuve suerte, y durante los últimos tres años tuve una compañera. De 30 alumnos: 28 tíos, ella y yo. Nos hicimos compañeras y amigas. Durante gran parte de mi vida laboral, la he pasado rodeada de hombres, y me ha tocado de todo. Desde no rendirme cuentas, porque si estaba en la obra debía ser porque estaba perdida; ganar menos que un compañero titulado y con la misma experiencia que yo; explicarme cosas que seguramente yo no debía entender; o pasar por alto una orden directa que terminó en despido del trabajador; en una obra me escribieron “churry” en el coche, y faltó poco para que le prendiera fuego a todo, con todo el mundo dentro. No volvió a pasar. Tuve que apropiarme de la estrategia del pequinés, y ladrar apenas llegaba, para que no me pisotearan después. Puedo decir, que veinte años más tarde, mucho de todo esto ha quedado atrás. Para nuestro beneficio y el de las que vengan después.

Ahora siento que todo es más llevadero, aunque haya mucho que hacer todavía, y sobre todo, haya que seguir recordando que estamos aquí, y también contamos.

Yo para que no se me olvide, lo pongo escrito por aquí, y de paso, me traigo a estas tres mujeres que me acompañan de forma más estrecha estos últimos años. Con ellas es todo más llevadero y fácil. Porque juntas, somos más.

A soñarse

Me encanta soñar despierta, casi tanto como pedir deseos.

En mi libro hay un gran texto dedicado a ello, porque realmente para mí es muy importante. Pido deseos por un montón de cosas. La mayoría pueden resultar tremendamente ridículas, pero a mi me ayudan. Yo que sé, cada una con sus taritas.

Si miro el reloj y veo 11:11; 22:22; 3:33.. pido un deseo; si veo un coche con matrícula de todos los números iguales, otro deseo; un cuervo, un pluma en el suelo, una estrella fugaz.. eso ya es para deseos tremendásticos.

No es algo que comparta con mucha frecuencia, por aquello de seguir conservando una imagen de cuerda y razonable, aunque la verdad, cada vez me importa menos.

Yo me sueño en un montón de circunstancias. Me encanta hacerme la película, aunque también tengo que confesar que ha habido películas que han terminado en pesadillas. Pero de esas salgo rápido que para eso es mi movida.

Algunos de mis sueños se han ido materializando, poco a poco y algunos con contextos distintos a los que imaginé inicialmente, pero igualmente, me han reportado mucha alegría. He sabido reconocerlos cuando han llegado y además de soñarme, también me celebro.

De un tiempo a esta parte, me sueño feliz, incontenida, intensa. Y para alguien como yo, que ha renegado tanto de su identidad, llegar a este punto es algo que no tiene precio. Me sueño libre. En una casa con huerto y jardín, con dos perros bardinos que se llaman: Tango y Cash, como aquella peli de los 80. Me dedico a juntar letras, mirando al sur, a un terreno donde los que vinieron antes que yo y llevaban los genes que yo llevo, anduvieron. Esa parte de la tierra que siento que me reconoce cuando la piso. Sueño con una casa con mucha luz, y con un cuervo que se posa en una ventana. Sueño con una mesa con gente, con unas patas de cordero asadas en un horno de leña, con vino blanco afrutado, y con miradas que hacen que se me abra el piso. Sueño con bailar hasta que me duelan los pies, y con calzármelos siempre con zapatos bonitos. Sueño con camas cubiertas con quilts que he cosido yo, y con vestir a todos los que se sientan a la mesa, con lana que he tejido para ellos. Sueño con música, con las canciones de John, y con un “anda ven” mientras estiran la mano para agarrar la mía. Sueño con poder llegar a la marea cada mañana y meter los pies en ella, aunque sea invierno y sienta el agua como agujas que se me clavan de lo fría que está.

Sueño con estar bien. Con estar saludable y poder disfrutar cada cosa que sueño.

#AmorNOes

Desde hace algunas semanas, en la cuenta de Ximena Duyos, tiene una sección diaria que se llama #amorNOes.

Ya sabía yo que muchas de las cosas que he tenido que ir lidiando en mi vida, eran muchas cosas, pero lo que es amor, pues no.

Sobre todo, soy capaz de reconocerlo ahora, como te conté la semana pasada. Pero es que viendo los posts de Ximena, la cosa queda como mucho más clara.

Ya me perdoné, porque ya entendí. Pero hubo un tiempo que no solo acepté que aquello que recibía, que no era buen amor, sino que me parecía que era lo que me merecía.

Merecía que me hicieran luz de gas, merecía que me llenaran la cabeza de toxicidad sobre gente que estaban antes y que (según criterio del nuevo) no me querían bien, merecía que me revisaran el móvil porque yo no era de fiar, incluso merecí que leyeran mis libretas y que luego me castigaran por escribir en ellas. Y pensaba que me lo merecía porque yo había decidido que esas personas entraran en mi vida.

No es fácil asumir todo esto. No es fácil porque a base de un trabajo fino y minucioso, tu has dejado de ser tu, te has desmontado para no ser.

Lo que entiendes más tarde es que no te has desmontado tu, te han desmontado. Y ya no sabes quien eres. Si esto lo aderezas con castigo, porque es la única forma que tienes de reaccionar a estas situaciones, tienes una ensalada explosiva. Y vas dejando que te cambien los muebles de sitio, y que a ti te parezca bien.

Te quedas sin fuerzas y sin opciones para “salpicarte de allí”

Gracias a que un día comí, conseguí reunir fuerzas, y me coloqué unas gafas lilas, salí de allí. El que diga que es fácil, no entiende castellano ni todo lo que estoy diciendo. Es un trabajo de enorme magnitud volver a ser tu. Volver a poner tus sensores en su sitio y volver a confiar en ellos.

Porque ahora es como si tuviera un conjunto de sensores que funcionan igual que un parktronic. Cuando algo No es, pitan. Y ahora me hago caso, a la primera.

Porque ahora, estoy segura de que lo que me merezco es seguir manteniendo la paz que tanto me ha costado encontrar. Porque ahora, mis muebles están anclados al suelo y el destornillador lo tengo yo.

 

A quererse

He tardado unos cuantos años más de lo normal en aprender a distinguir el querer de la basurilla.

Y hoy, en este día tan amoroso, me apetece sacarlo a que le de la luz.

Cuando estaba inmersa en la treintena, quería querer, quería que me quisieran, y lo quería desesperadamente. Mucho querer mal enfocado, la verdad. Y cuánta oscuridad y cuánta mazmorra a cuenta de estos malquereres.

Hace unas semanas, haciendo un ejercicio de evaluación de esos que tanto me gustan, hice una línea de vida. Hacía arriba los momentos buenos, hacia abajo los malos. Todos los momentos buenos, tenían que ver con el trabajo; todos los malos eran corazones rotos. Estaba muy mal enfocada, y todo era porque tenía mal entendido los conceptos.

Estaba trabajando en aquella obra de aquel centro comercial enorme, cuando descubrí que estaba embarazada. Se acercaban las Navidades, y hablando con un encargado de una de las obras privativas, un hombre educado y respetuoso con el que hice buenas migas, me preguntó qué le pedía a los Reyes esas Navidades. Yo le contesté que se habían adelantado, que venía en camino un bebé. Se puso contento, y me felicitó efusivamente. Me dijo algo, que nunca se me ha olvidado, y que me viene a la mente con frecuencia.

Él tenía una hija que acababa de cumplir 22 años en aquel entonces, y se había ido a Londres a aprender inglés. Me dijo: ahora vas a saber lo que es querer, pero querer de verdad, del querer bueno.. aunque también vas a saber lo que es el miedo, uno de verdad también.

Y sí, he sabido de las dos cosas bastante bien desde que me reproduje.

Del miedo tengo un expertise, así que me he centrado en lo de querer, que era mi asignatura pendiente.

Estaba yo muy confundida en lo de buscar querer. Yo ahora quiero, y quiero a mucha gente, tal vez antes también, pero no lo valoraba de igual forma.

Ahora quiero. Sin dobleces, sin tapujos, sin vergüenzas.

No digo que el único amor que es de verdad es el de p/madres a hija/os, nada que ver. Digo que yo he necesitado de este amor para entender. Ahora me doy cuenta de que sé lo que es el amor, y de que antes lo tenía totalmente confundido con necesidad. Ahora tengo estos dos conceptos bien diferenciados, querer quiero a muchos, necesitar, a pocos.

Querer de reir en cualquier sitio, o también de bailar o de llorar. Querer de convertirme en leona, y también de convertirte en un ser de brazos mágicos que curan con solo abrazar. Y no me refiero al cura sana cura sana que les hacemos a los hijos. Me refiero a abrazar a otra persona, y decirle que todo va a estar bien. De dejar también que me abracen y recibir con total confianza el que me digan que todo está bien.

Querer y bailar, de lo mejor que puedes hacer, pero primero vas a tener que saber qué es cada cosa.

Que no haga falta un 14 de febrero para que quieras a brazos llenos.

El plan

He ido al cine. Y lo digo como si fuera un gran acontecimiento, aunque pueda no parecerlo. Para mí lo fue, porque no iba al cine a ver una película que fuera de dibujos o de temática infantil, desde que Emma nació. Así tal cual. 10 años sin ir. Que no es que no haya visto pelis, nada que ver, me las he gozado todas, con cierto tiempo de retraso. Solo eso.

¿Qué por qué? Pues por esa culpa estúpida que nos amenaza a las madres, no sé si a los padres les pasa, no tengo manera de comprobarlo. Si hay algo que puedo hacer con ella, hacerlo sola, me da la sensación de que le estoy siendo poco leal. Yo que sé. Ya en verano me pasó esto cuando tuve muchas ganas de ir a la playa pero me sentía culpable de no hacerlo con ella, y cuando se lo conté, me dijo: pues mira que boba, yo si fui a la playa, y me lo pasé muy bien. ¡Ajá! Todo bien.

Total, que fui al cine, y vimos la peli de las hermanas Williams.

Me gustó mucho. Muchísimo, aunque por momentos me exasperara.

No te voy a hacer ningún spoiler, tranquila. Resulta que, desde el principio, el padre de las hermanas Williams dice: he diseñado un plan.

Y ya, con esas cuatro palabras, a mi ya me tuvo con él. Y sabía que la película me iba a gustar. Así tan básica, también.

Me encanta planificar (¡sorpresa!)

Y pensar en el plan es algo que me pone,  directamente.

Para casi todo lo que hago, trazo un plan.

Hago una escaleta de acciones que me llevan al objetivo que me he marcado.

De hecho, cuando enseño a Emma a hacer algo, le doy las instrucciones siguiendo un orden y listándolas: primero… esto; segundo… aquello; tercero… lo de más allá.

Todo me parece que se simplifica si te paras y trazas el plan de acción. Por eso soy tan fan de las listas, los manuales, y las explicaciones ordenadas.

Primero pienso lo que quiero, luego enumero las tareas que tendría que realizar para conseguirlo, y así voy desmenuzando hasta sacar un calendario y poner por escrito (siempre por escrito) lo que voy a tener que hacer cada día, hasta conseguirlo. Al final, lo que tengo es una agenda. Y esto lo hago así tanto para objetivos que quiero alcanzar como para los proyectos en los que trabajo.

Hacer planes es sencillo, la cuestión del plan es ejecutarlo. Ponerte en marcha.

Hay veces en que pienso: quisiera conseguir esto. Trazo mi plan de acción, y cuando veo todo el esfuerzo que va a requerirme este plan, me doy cuenta de que el objetivo, tampoco me importa tanto como para realizar todo el trabajo que se va a necesitar.

Siempre está la pregunta incómoda de: ¿estás dispuesto a darle al plan lo que pide? Y ahí es cuando te das cuenta de que tal vez el objetivo, no es tuyo, o no te importa tanto, y no pasa nada. A por otra cosa. Porque siempre hay otra cosa.

Lo de estar quieta, no lo veo claro.

La sentida cuesta de enero

 

Hay días que desde que me levanto, sé que va a ser un día sentido. Y me refiero a estos días en que lo siento todo. Que ya me gustaría a mí ir por la vida con una coraza, tipo la concha de los mejillones. No te creas, la mayor parte del tiempo el “fake it till you make it” me vale, y mi concha protectora está hecha de obligaciones, querencias y deberes, y de andar de un lado para otro como si la división del átomo dependiera de la cantidad de cosas que tacho en mi agenda.

Pero hay días en los que la concha se deshace, es como si se desvaneciera. Y esos, son los días sentidos.

Y lo siento todo, a lo crudo, a lo bruto.

Dice Glennon Doyle que la vida es Brutiful, y puede que tenga razón.

Pues eso, que ayer fue un día sentido.

Antes, cuando me conocía menos, y no me entendía, me rebelaba contra estos días. Y la vida se empeñaba en hacerme sentir cosas, y yo me resistía, ahí toda firme contra todo.

Era super cansado, la verdad.

Hoy, que me conozco un poco y que me entiendo un mucho, me dejo ir. Esa cosa de rendirse, o surrender que dicen los ingleses, y que a mí me suena como mejor.

Cuando llega el día sentido, es como si llevara unas gafas especiales, o justo lo contrario. Como si me las quitara. Y fuera desnuda de filtros y capas.

Todo me sorprende, todo me causa una sensación.

El azul del mar infinito.. Atlántico sonoro, de ánimo robusto.

El cielo, gris, de acero.

Una canción de Leiva que dice que todo está más o menos bien o todo está mas o menos mal, y también eso es bien.

Un capítulo de Gabinete de Curiosidades, que me lleva a 1986, y me hace recordar cosas y personas que están muy guardadas en mi disco duro. Y aquellas emociones que salieron por acontecimientos que por grandes y tremendos, no supe gestionar. Sigo sin saber hacerlo. Pero ya no les tengo miedo.

El miedo. También el miedo aparece. Pero acompaña, no invade.

Y un café con espuma, y pan con aguacate.

El viento que mueve las palmeras, y la gaviota en el agua que aguanta el temporal.

Soy capaz de sentirlo todo.

Y todo está bien. Me rindo a disfrutarlo o superarlo. Sin el agotamiento de la lucha.

Aprender a vivir los días sentidos, ha sido mi gran logro de este enero que me ha parecido largo como un día sin pan.

Yonqui de la organización

Esta mañana me levanté al alba, para hacer todo lo que quería hacer antes de las 7:00am. Porque a esa hora justa, empezaba el directo en Instagram de LasClavesdeSol y JuanaFernández.

Y yo, que no me he perdido ninguno de estos directos inspiradores, sabía que este directo me iba a dar esa palmadita en la espalda, que ahora mismo estaba necesitando.

El directo de hoy iba de planificación.

Venga va, voy a descubrir un secreto sobre mí: adoro la planificación (ja! Esto no te lo esperabas)

Total, que en mi cabeza, me puse el directo como si fuera un momento de evaluación. Escuchar a estas dos genias hablando de mi tema favorito, ¿qué mas puedo pedir a un viernes?

Y sí. La evaluación fue positiva. Estoy haciéndolo bien, y si por momentos soy una friki de la organización y la planificación, mi razón para serlo, es grande y poderosa. Como la fuerza de la Guerra de las Galaxias.

Principalmente, tengo un objetivo claro en la vida, y es no andar como pollo sin cabeza en el día a día. Y para eso, el camino es uno. Claro y simple: la agenda.

Ahora me vienes a decir lo de la magia de la improvisación, y la sorpresa, y no tener todo tan calculado.. Y mira, pues igual me estoy perdiendo alguna chispa o algo. Pero mi motivación, es una. Yo quiero hacer determinadas cosas cada día, cada semana, cada mes, cada año. Y quiero hacerlas sin correr. Y yo, para mí, el método es este: la agenda.

Mi organización diaria, está tan sistematizada que se hace sola. Y me ahorro un montón de tiempo en pensar. Pensar si la ropa está limpia o tengo que poner una lavadora. Pensar qué vamos a comer. Pensar qué tengo que comprar. Pensar qué facturas tengo que pagar. Pensar qué tengo que limpiar. Pensar cuándo le toca la revisión al coche… ¿sigo? ¿Tu sabes cuánto tiempo hay ahí para gastarlo en lo que realmente me apetece?

De las cosas que planifico con más detenimiento es lo que quiero tejer durante el año. Y en función de los patrones elegidos, compro la lana. Ahí ves (además de que compro muchas cosas en Charuca) lo que voy a tejer de aquí a junio. Un proyecto por mes. La lana preparada dentro de las bolsas, los patrones en digital en el teléfono, y listo. Ya no voy a perder tiempo en rebuscar qué quiero tejer en cuanto se me acabe lo que tengo entre manos ahora.

Lo mismo tengo con los libros. En la agenda tengo una lista de favoritos para este año. Y también de películas y series. ¿Cuántas veces has tenido dos horas para ver cualquier cosa y te has pasado 45 min viendo el menú, sin saber qué elegir? Pues eso.

Agendo mi ocio, el trabajo, las actividades domésticas, las actividades maternales… Todo está en la agenda, y mi cabeza se maneja ligera durante los días. Y lo que es más importante para mí, eso de “no me da la vida” en mi vocabulario no está, aún siendo yo muy fan de LuciaBe.

Mis propósitos de 2022

El año ya está estrenado, y yo no he venido aquí a contarte de mis propósitos. Sí yo soy de esas frikis que cada año hace una lista obscena de propósitos. Ya tengo bastante práctica, y además me conozco muy bien. Soy disciplinada, pero para mantener esta disciplina, necesito tener clara la meta, el objetivo o el sueño, como le quieras decir. Si eso no está claro y definido, la determinación se me va escapando por los pitidos de la alarma del despertador cada mañana.

Como te digo, tengo un montón de práctica. Y si busco entre mis libretas, ya por allá en el 2007 tenía mi listas de propósitos. Me encanta volver a esos años, para comprobar que aunque algunas cosas no las conseguí ese año, se dieron tiempo después.

Y todo esto, me lleva a recordar algo que dijo Ana Albiol en el grupete de trabajo: el trabajo, la constancia, y la motivación, mantenida en el tiempo es lo que te da el resultado, y es lo que por ahí le dicen suerte. ¡Cómo me gustó esa definición!

Bueno, que me pierdo. Mis propósitos.

Cada año, como te digo, hago una lista en un folio. Pero no una lista de tres o cuatro cosas. No, yo me lío ahí a fliparme, y estoy un buen rato, escribiendo cosas que más bien son chifladuras. Cuando se me llena el folio, comienza el momento descarte. Y voy eliminando cosas. Unas porque en realidad no me interesan tanto, otras porque no son objetivas, y otras porque no estoy dispuesta a esforzarme tanto como requieren para conseguirlas.

De ahí, me quedo con una lista discreta y comedida de propósitos. Y entonces la paso a un folio en limpio y me lo coloco en la pared. Visible y grandito. Para tenerlo bien presente a cada momento.

Yo ya no pongo eso de: hacer deporte, comer bien, meditar, o ahorrar… porque esos fueron propósitos de otros años, y ya los tengo instaurados en mis rutinas. ¿Fue fácil fijar estos propósitos? Unos más que otros. Lo que sí te digo que todos me llevaron más de esos 21 días que dicen por ahí que se tarda en hacer un hábito.

Mis propósitos este año son: escribir, mucho, cada día; no apuntarme a ningún curso on line más y hacer todos los cursos que tengo pendiente; no trabajar más de 40h semanales, ordenar todas las fotos.

Mira con que lista más cortita me he quedado. Si llego a fin de año cumpliéndolos, me voy a dar con un canto en los dientes.

Y hasta aquí mis propósitos.. si hablamos de objetivos, eso ya es otra cosa.

The party is over

Vamos a estrenar el año.. y el blog este año.

¿Qué crees? Este año he vuelto a hacer una lista moderada de propósitos, y el blog está en los primeros puestos. ¿Conseguiré venir cada viernes a escribir aquí? Pues no tengo ni idea, yo me lo propongo, y luego a ver cómo se van dando las cosas. Lo que tengo claro, es que si ni siquiera me lo propongo, por aquí no paso. Así funciono yo.

Primero pensarlo, luego hacerlo, como se vaya pudiendo.

Ayer vinieron los Reyes.. Con toda la magia y toda la ilusión. Aunque no contaba yo con todo de mi parte.

Resulta que aquí escribimos la carta allá por primeros de diciembre. Cuando recogí la carta de Emma, veo con todo mi asombro, que ha pedido la muñeca Rosaura. Te voy a decir la verdad, pasé varias horas intentando convencerla de que la quitara de la lista. Esa muñeca me horripila. Es casi de mi tamaño, pordiós!

Todos mis intentos cayeron en saco roto. La muñeca parecía innegociable. Tanto, que aunque le dije que pusiera regalos de reserva “porsiaca”, ella se negó. Tres únicos deseos.

Me vestí de Reina Maga, y me dispuse a abordar la misión, con la ayuda inestimable de LaPeque.. Una vez en la juguetería, yo, lo tenía claro, iba a sustituir aquella muñeca por cualquier cosa que me pareciera adecuada. LaPeque, se posicionó en contra. Pasamos por caja, con la muñeca a cuestas. 1.05m de muñeca, te recuerdo.

Fue pasando el mes, con todas sus actividades y sus cosas. Vacaciones, y tal. Y tres días antes de la noche más mágica del año, viene la niña y me pregunta si puede cambiar la carta.

Horror. Terror. Tragedia.

Cuando le pregunté el por qué, me dice que es que estaba pensando en la muñeca, y que ahora cree que igual le va a dar miedo. Si se despierta a media noche, y en la oscuridad la ve ahí.. pues igual se muere del susto. ¡Ajá! Ahí quería llegar yo.

Nada que hacer. Yo intenté quitarle hierro al asunto. Y decirle que eso no iba a pasar.

Por dentro, otra vez, me castigué fuerte por no hacerme caso a la primera.

Anoche, vinieron los Reyes, y con ellos, el metro cero cinco de muñeca.

Durante el día todo bien, pero ¡ay amigas! Cuando llegó la noche…

Si te cuento que estuvimos casi media hora de reloj por toda la casa, buscándole un sitio adecuado para que durmiera, ¿te lo crees?. Rosaura anoche terminó durmiendo en el patio. Y, así, todos contentos.

Esta mañana, Emma ha ido al patio a buscarla y a darle los buenos días. La tiene sentada en el sofá, mientras ella arma un puzzle. Parece que en lugar de ser “hermanas” van a ser vecinas que se reúnen durante el día para jugar. Todo bien. Problema solventado.

Y ya con esto, tenemos resuelta y completada la Misión Navidad 2021. Ayer, antes de comer, ya teníamos toda la Navidad desmontada. Siempre lo hago así, en caliente y deprisa. Es mi manera particular de luchar contra la pereza. Cuando recojo no pienso, me pongo en piloto automático, y casi sin darme cuenta, está todo en cajas y listo para guardarlo. El rincón de los lunares, vuelve a estar desocupado de luces y bolas, y la planta que desahucio cada diciembre, ha vuelto a su sitio. No tengo idea de qué tipo de conexiones se hacen en mi cabeza, pero quiero pensar que así como se va guardando todo, en mi mente también se van apagando las luces del modo fiesta, y ya me predispongo a afrontar enero, con las cuestas que traiga.

Esta Navidad ha sido regular, no solo por la pandemia. Este año nos tocó restar en la familia. Como siempre, esto es un enmierde, con toda su tristeza y toda su pena. Pero este juego es así, y cada vez que tengo claridad de pensamiento, me vale para recordar que no pierda un segundo en penas y me concentre en seguir hacia adelante, en intentar estar bien, y en hacer lo posible para lograrlo, por mi y por todos los que estamos aquí.

En el 2021 me propuse bailar el año, este año lo voy a bailar y cantar, así llueva todos los días, algo que tampoco aquí va a venir mal. Si ven que llueve mucho, me avisan.