Llevo dos semanas escuchando de forma ininterrumpida a Christian Nodal, cortesía de mis vecinos. Que les agradezco que siempre tengan hielo y que me abran los horizontes musicales, que los míos están un poco como yo, anclados a un estilo.
Tanto me ha calado este mexicano, que me planteo seriamente ir al Granca Fest, sin ser yo una amante de este tipo de conciertos ni nada que se les parezca. Lo mío siempre fueron los conciertos petite comité, sentados y sin amplificación. Pero esto es otra cosa. Y me está trayendo a la mente a otro concierto que también fui, porque me gané unas entradas en un periódico. Algo que no ha vuelto a pasar, por cierto. Nada más me ha tocado.
De ese concierto recuerdo muchas cosas, sobre todo el disco que venía promocionando el cantante: Dos Mundos. Al concierto fui con MiTrinchera, y creo que nunca se lo he agradecido lo suficiente. Me llevó, me aguantó, me obligó a cantar, y luego me sacó de allí por la puerta de atrás para evitarme el posible mal rato.
¿Ya sabes quién es? Te ayudo: mexicano también.
Alejandro Fernández.
Y cómo me acuerdo de ese disco. Creo que fue uno de los últimos cd’s que reprodujo mi aparato de música del coche. Era un disco doble, y era un rollo porque no lo podías escuchar de forma continua. A ese disco le di una tralla importante, y lo anclé a una de las mayores mazmorras de mi vida. He estado sin escucharlo doce años.
Después de escuchar a Chrstian ese disco me vino a la mente, y lo busqué en mi reproductor de música. Allí estaba la lista entera, con los dos discos juntos, sin tener la necesidad de hacer un parón entre uno y otro. Me sentí valiente, y le di al play, aun sabiendo que estaba entrando en terreno resbaladizo.
Los anclajes funcionan siempre, en un sentido y en otro. En este caso, aunque del concierto tenía un buen recuerdo, era mucho más grande todo lo que pasó antes y después, durante toda esa época. Todos los kilómetros en el coche, autopista arriba y abajo; los llantos, los tantísimos llantos. A veces he pensado que fue en esa época cuando agoté mi reserva. La tristeza infinita, y la sensación de estar en un sitio encerrada, sin puerta ni ventana. Sin salida de emergencia. Desesperanza absoluta. Días iguales, como el libro de Ana Ribera.
Desde las primeras notas de “Me haces tanto bien” vino todo de pronto, y yo volví a sentir que no tenía el suelo firme bajo mis pies y que todo estaba muy resbaladizo. Me obligué a afirmarme, y a mirarme las manos, los pies. Soy yo, pero todo es distinto. Encontré la salida, encontré la vía de emergencia, y todo eso es un recuerdo, que a golpe de las canciones de Christian Nodal, quedó muy atrás. No me olvido, porque no quiero volver a repetirlo, pero ya no tiene poder sobre mí ese recuerdo.
Ese mismo día, volví a incluir la lista de reproducción en mi sección aleatoria, y estos días me ha acompañado mientras andaba, y todo está bien. Ya no resbala este terreno, porque yo eché raíces.