Haciendo cruces

Llevo muchísimos años moviendo las manos. Era una niña cuando empecé. Supongo que tendría 7-8 años. En casa mi madre movía las manos, y en sus casas, mis abuelas también. Mis tías, mis tías abuelas… casi todas las mujeres mayores que yo, con las que tenía contacto: movían las manos. Era algo normal.

De todas esas manos salían innumerables cosas: calados, bordados, cestos de palma, mantas, jerseys, tapetes, cuadros… Mover las manos era una forma de existir. Por las mañanas se atendía la casa, los hijos, los trabajos, pero a la tarde, cada una cogía su cajita de “apatuscos” y a mover las manos.

Quiero hacer memoria, y creo que lo primero que aprendí a hacer yo, fue punto de cruz. En tela panamá o Aida, con esos cuadros bien grandes y perfectamente definidos. De vez en cuando comprábamos en casa la revista Labores del Hogar, y de allí sacaba el esquema para empezar a hacer. En esos primeros proyectos siempre usé hilo de bordar de ovillo, no de madeja. Todavía por casa debe haber alguna lata de bombones con restos de esos ovillos de bordar.

Hice muchas cositas, que aprovechamos para cojines, tapetes, y algún camino de mesa.

Ya no me queda vergüenza a esta edad, y todavía tengo un mantel de tamaño considerable a medio hacer. Fue el último trabajo que hice siguiendo un esquema de la revista que antes te hablaba. Es del siglo pasado, de los ’90. Imagínate. Lo voy a terminar, verás que lo voy a terminar.

Casi diez años después, cuando conocía a mi amiga Rosa, volví al punto de cruz. Ella me introdujo en los esquemas americanos, y en esos diseños que tanto me gustan y que nada tienen que ver con lo que yo conocía hasta ese entonces. De ahí me enamoré de los esquemas de Little House Needleworks, de los que he bordado un buen número. Bordados en lino y con hilos muy variados.

De todas las cosas que hago con las manos, el punto de cruz es la tarea que más abstrae de lo que quiera que esté pasando a mi alrededor o en mi interior. Por eso creo que es la labor perfecta para iniciarse en esto de mover las manos, porque se descubre muy rápido los beneficios que tiene. Sobre la marcha entiendes que mover las manos es una forma de meditar consciente, y que te sitúa en un estado mental de puro disfrute y gozo.

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