Hoy estoy oficalmente desconfinada.
El 13 de marzo fue el día 1 de todo esto surrealista que nos ha pasado. Ese viernes yo estaba tranquila y con la mente enfocada en lo que estaba viviendo y en lo que tenía que hacer. Justamente el domingo anterior, 8 de marzo, me fui de picos pardos con mis chicas tejedoras. Y aquí que me vine a contarlo.
Y hoy, 13 viernes más tarde, ya en fase 3, vengo a contarte que anoche, volví a sentarme con mis chicas tejedoras en una terraza a tomarnos un algo.
Cuando se propuso la quedada, yo muy en mi línea mejillón me dije: uy no, yo no voy.
Motivos y razones tenía unas pocas: entre ellas mi heredera. Otro día vengo a contarte lo que es la conciliación y otras cuestiones logísticas de la monoparentalidad. La cosa es que los jueves, la abuela, o sea mi madre, suele tener mucha ocupación, y es complicado contar con ella para que se entretengan mutuamente. Así que mis pocas ganas estaban avaladas por mis excusas. Hasta ayer a medio día, que la abuela dice que no tiene ocupaciones y que le apetece infinito chismorrear con la nieta. Por el medio, se me cruza una sesión de coaching, que me puso en órbita y que me relajó con un par de frases, toda mi psicosis post-coronavirus.
Que tuve que tener una sesión de estas para darme cuenta lo muchísimo que me ha afectado el confinamiento, la incertidumbre, y el maldito bicho. Pero eso, también lo contaré otro día, porque lo tengo que seguir rumiando.
La cosa es que parece que se alinearon los astros para que yo fuera ayer con mis chicas tejedoras a tomarme un algo. Y oye, qué bien.
Se me ha llenado la boca esta semana criticando, así con dedo acusador y todo, lo rápido que aquí se olvidaron de los casi tres meses que hemos pasado encerrados. Que en cuanto entramos en fase no sé cuál, y se pudo, la gente se botó a las terrazas. Y yo ahí como la policía del coronavirus o la vieja del visillo, señalando a cada uno de los consumidores de cañas de todas las terrazas que estuvieron al alcance de mi vista.
Qué bocachancla soy, pero qué bocachancla. Mira que cada día me pongo en lucha con la jueza incansable esta que tengo por dentro. Me regaño, me reprendo, y me castigo. Pero siempre se me escapa por alguna rendija. Como decían aquellos de los que no me quiero acordar… estoy trabajando en ello.
Pues bueno, a lo que voy, que yo realmente la caña en la terraza no la echaba de menos. Lo que sí echaba mucho de menos era a mis chicas tejedoras. Y de eso me di cuenta ayer cuando las tuve alrededor y las pude ver en 3D y no a través de la pequeña pantalla del teléfono.
Qué necesario es tener una red que te acoja, y que te haga reír, y que te saque los pies de las chanclas y te haga poner el culo en una silla de una terraza.
La foto es de la reunión de marzo, cuando no había que poner distancia entre nosotras y hacía un sol espléndido y un viento que nos recolocaba las ideas. Y ya desde anoche, tenemos planes para la próxima quedada con agujas y mucho café.
Te quiero mil boca chancla!!!!
Ay que agustito estábamos ehhhhhh. Me encanta!!!
Contando días para la gran quedada ☕️ Las quiero
Nunca había oido lo de bocachancla pero desde ahora aplicable a mí 100%.
Y cuánto necesito también que alguien me saque de casa solo a chismorrear y pasar un rato de risa café o caña mediante.
Y mis hijos, los dos cómo yo. Caseros a más no poder y con ojo crítico por todo culoinquieto que no puede estar sin pisar la calle. Hasta les veo un incipiente agorafobia a la que culpo al bicho, pero que tiene también mucho que ver con lo que han oído criticar a su madre bocachancla juzgando a todo hijo de vecino desde el balcón. Mea culpa y firme próposito de enmienda.