Las rutinas hechas rituales

Soy una auténtica fanática de la organización y la planificación. Mi búsqueda incansable por encontrar un equilibrio entre las responsabilidades y las necesidades, me lleva a probar cuanto cae en mis manos relacionado con este tema.

De un tiempo acá, como cantaba Alejandro Fernández, se me ha ido haciendo complicado hacer hueco para mí. Quiero llegar a todos lados con las responsabilidades laborales, las familiares, las domésticas… y normalmente eso es posible solo a costa del tiempo, más que justificado, que me debo dedicar. Soy firme defensora del egoísmo natural y medido de las personas, sobre todo del que tiene que ver con atesorar el tiempo.

Trasteando por las redes, descubrí esta app, que ya en su versión gratuita ofrece un montón de recursos útiles para establecer rutinas, según tus objetivos y necesidades. Hace un tiempo que la vengo usando, y he de decir que gracias a ella, he logrado rascar del día unas cuantas horas, y que dedico a recargar batería. Con esta aplicación, he establecido tres rutinas. Una por la mañana, otra a medio día, y la ultima por la noche. Gracias a la nueva distribución de muebles que hicimos recientemente, me he podido acomodar un rinconcito para mí, con mesa, luz y silla. En esa mesa me siento a escribir, leer y a devorar series e hilos.

Yo recargo batería haciendo cosas que me producen bienestar, físico o psicológico. Reconozco que instaurar estas rutinas ha sido algo terapéutico. No me avergüenzo de reconocer que a lo largo de mi vida, he tenido que recurrir a terapia en varias ocasiones. Hace más de una década de la primera vez. La verdad es que ni siquiera me lo planteé mucho. Sentía que algo no estaba bien, y para mí era una relación lógica. Cuando me duele un diente voy al dentista; cuando me dolió algo por dentro que no sabía siquiera identificar, fui al psicólogo. No me fue muy fácil encontrar uno con el que me sintiera cómoda, y con el que sintiera que avanzaba en los problemas que tenía. Pero lo encontré, y toda la vida le agradeceré el buen dinero que le pagué por ayudarme a encarrilar mis pensamientos.

Desde hace unos años, trabajo con una Coach. Es totalmente diferente al psicólogo, pero a mi me parece terapia igualmente. Con mi Coach trabajo por objetivos, y hay más acción que introspección. Cada persona tiene que ver en qué punto del camino está. Pero si sientes que algo no encaja, que los días grises son más que los luminosos, y que de forma natural te ríes poco, pide ayuda.

Después de este consejo que no me ha pedido nadie, pero que yo he tenido la necesidad de soltar, vuelvo a mis rutinas.

Mi tiempo recargapila, siempre tiene que ver con cocinar, o con bordar y ver series, y con leer. Esta semana hicimos un bananabread, para los desayunos del cole. Es una receta de aprovechamiento, super fácil de hacer y muy adecuada para hacerla con niños. Mientras estaba en el horno, corrí al ordenador a aprovechar ese ratito de sosiego que deja el haber tenido las manos en harina. En Semana Santa, cuando estaba a punto de empezar la última temporada de Juego de Tronos, sentí una gran envidia de todos esos fans que estaban ansiosos por su serie, y después de haberle dicho que no a esta, durante todos los años que lleva emitiéndose, decidí darle un chance. Enganchada es poco. Tanto que ya estoy al día, y ya puedo formar parte de toda esa comunidad que espera con nerviosismo los lunes por la noche.

Tengo entre manos, también, varios libros, porque por qué leer uno, si se pueden leer dos o tres a la vez. De los que tengo estos días está el de  Charuca, y estoy flipadísima con esta mujer. Su visión de la vida, del emprendimiento y sobre todo, su papelterapia, me encantan. Tiene un podcast que es de tomar apuntes. Su libro es una hoja de ruta con un montón de ejercicios y fotos preciosísimas.

Total, que todo esto, lo que me da a mi son momentos de Hyggae, tan necesarios como hacer la compra, o dormir ocho horas.. ah bueno, esto aún no lo he conseguido, pero estoy trabajando en ello.

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