Hace prácticamente tres años que me quité de escuchar noticias, y programas de debates. Tampoco leo nada sobre cómo va el mundo. He puesto todo mi empeño en no enterarme de nada. Todo en vano. Es imposible no enterarte de lo que pasa, porque aunque no veas las fuentes oficiales o al menos, las fiables.. te enteras. Porque, todo el mundo tiene una opinión, que creen que deben trasladar al mundo. Y que al hacerlo, te obligan a que tu hagas lo mismo.
No me refiero a que tu traslades tu opinión, sino a que te la plantees a ti misma.
Y mira, qué quieres que te diga, yo no quiero esa carga. Yo no tengo, y me he dado cuenta de que además no la quiero tener, una opinión sobre todo. Ni siquiera quiero saber de todo. Es probablemente una posición cómoda y cobardica, pero es que he decidido que en todo no puedo estar.
Cuando me reproduje, y mi heredera empezó a cuestionarme cosas, me invadió una responsabilidad enorme de tener que darle respuesta a cualquier cosa que me preguntara, quería ser su fuente de información, su Wikipedia. Hoy, una década después, me he quitado de esa responsabilidad. Hay cosas que tengo claras, y así se las traslado, aunque termino siempre diciéndole: esto es lo que pienso hoy, igual mañana tengo otros datos u otras sensaciones y pienso diferente. Porque ser flexible y trasladárselo así, ha pasado a ser más importante que ser verdad oficial y rigidez absoluta.
Desde que me he dado este permiso, el de no tener que saber u opinar de todo, me siento liberada y mucho más tranquila. Conmigo y con el resto. Y ese estado, me ha dado la autoconfianza suficiente para salirme de reuniones o conversaciones en las que siento que no sé, o que no quiero saber. Me repito, puede ser una posición cómoda y cobarde, pero en este punto de la vida, yo lo que quiero es vivir tranquila, y decidir en qué batallas me meto, es una decisión que protege esta tranquilidad, y tomarme mi agüita con toda la calma del mundo.