Hace unas semanas me prometí que nunca más volvería a entrar al bar de la esquina. Ni si quiera para pedir un vaso de agua.
No me gustan los modales de las camareras, eso de que anden sirviendo lo que luego yo comeré mientras se fuman sus cigarrillos.
Aún así, mis malos hábitos hicieron que hace unos días, la necesidad de ingerir algo fuera superior a las promesas que me he hecho, y terminé entrando y pidiendo un desayuno.
Desde el principio me olió mal, en sentido literal. El sandwich olía raro. A la segunda mordida, ya no me pareció que solamente olía mal: sabía raro también. Le dí otra mordida más, solo por otorgarle el beneficio de la duda, y no dejar que mis paranoias influenciaran en el desayuno. Ni caso.
El sandwich terminó en la papelera, yo con dos euros menos, y con las mismas fatigas.
En menos de dos horas había vomitado tres veces. La fiebre me subió rápidamente, y la cara se me puso como un tomate.
Me ardía el cuerpo, y la cabeza me daba unos martillazos que me parecían imposibles de aguantar.
Gracias a varias cosas, pude sacar hasta el último restito del sandwich de mi cuerpo, pero las secuelas siguen ahí.
Y volvemos a la rutina de no cenar, y de sentir el estómago como si me hubiera comido una lavadora.
.. Y las demás cosas que tengo alrededor, por una vez… ya no ayudan.
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Sashiko
Cuando estuve en Lyon, compré varios kits de distintas técnicas.
Entre ellos estaba este pequeño kit de Sashiko. Hacía mucho tiempo que lo había visto en la red, e incluso en algunas tiendas en las que he estado. Pero hasta ahora no había sentido ni la curiosidad ni la necesidad de probarlo.
Al verlo en los stands de la feria, me decidí a comprarlo. En el mismo hotel lo empecé, y unos días más tarde lo tenía acabado.
Es una de esas técnicas sin ningún misterio, pero que envuelven momentos de suma tranquilidad. Puedes dejar la mente totalmente en blanco mientras coses siguiendo las líneas.
El problema fue darle una utilidad. Finalmente me decidí a dejarlo como un cojín para el sillón del salón, y creo que la decisión fue buena.
El resultado me pareció satisfactorio. Ya he saciado mi curiosidad por esta técnica, y al menos he hecho algo de provecho, porque no me gustan las cosas que no tienen uso.
Ahora estoy en medio de la bolsa de los UFO’s, y ya tengo ideas para algunos de ellos.
Se cerró su ciclo
Quiero pensar que vivió bien, que hizo lo que vino a hacer, y que no se le quedó nada pendiente.
A mí me quedaron pendientes algunas conversaciones con él. Realmente nunca le dije demasiadas cosas, casi siempre me sentaba a su lado y le oía hablar. Escuchaba las historias de la guerra a la que fue, cómo le cuidaron las monjas, cómo le hirieron dos veces, y cómo volvió del campo de batalla. Estaba orgulloso de haber vuelto.
Nunca me contó como era mi madre de chica, ni cómo fue su boda, ni cómo nacieron mis tíos.. de eso él no hablaba. Aún así contaba y dejaba entender mil cosas.
Se fue bien, espero que tranquilo, y yo misma quisiera irme de la misma manera, rápido, sin sufrir…
Ayer fui a su casa, y ya nadie guardaba la puerta, ní salió al coche para decirnos adiós. Por unos instantes me sentí medio huérfana.. pero no dejé que este sentimiento se adueñara de mí, no es a mi a quien corresponde, y ahora más que nunca, debo ser pilar.
Sé dónde está él, y lo que pasará si tiene o tengo, algo que decirme-le. Sé cómo le tengo que hablar y cómo le puedo escuchar.
Ella ahora está desubicada, se encuentra más perdida que nunca, pero no la dejaremos no encontrarse. Aquí estamos todos, y con todos caminaremos de nuevo. Como lo hicimos el miércoles.
Tengo que abrir la cajita que tengo aquí, por dentro, y empezar a decir lo mucho que quiero a toda esta gente que en alguna proporción tiene sangre como la mía, por una parte y por la otra. Y lo orgullosa que me siento de compartir los genes con ellos. A él le debemos este hecho, el fue quien empezó esta familia, al 50% con ella.
Lyon
Como viene siendo habitual en estos meses, así a la carrera, cogimos un vuelo, luego otro, y unas horas más tarde ya estábamos en Granollers en casa de MiColegui.
Charla hasta la madrugada, leve cabezada, y de nuevo a la carretera.
Llegamos sin muchos problemas al país francés, y a la villa de Lyon.
Es una ciudad bonita, con un centro histórico muy mágico. No te dice nada, no te descubre nada, y sin embargo cuando la dejas atrás sientes que la echas de menos, que te hubiera gustado callejear un poco más, que me hubiera encantado seguir sentada en cualquier rincón mirando todo lo que alcanzaban mis ojos.
Pero así de la misma forma que llegué tuve que irme. Mucho patch, menos del que me hubiera gustado, mucho sueño atrasado, muchas risas… y como no música… conmigo siempre hay música.
Será verdad?
Encender una vela untada con aceite de esencia, colocarla encima de un papel en el que hemos escrito al menos tres deseos y como máximo siete.
Untar ligeramente la base de la vela con miel, y dejarla quemar libremente.
El papel se quedará con restos de miel y de cera. Dejarlo toda la noche al sereno.
A la mañana siguiente guardarlo en una cajita con una hojita de laurel, atando el papel con una cinta de color roja o rosa.
Durante el año, y hasta el próximo San Juan, se irán cumpliendo nuestros deseos.
Al año siguiente haremos el mismo ritual quemando antes el papelito de este año y deshaciendo la hoja de laurel con los dedos y dejándola correr con el agua.
Esta noche también se puede aprovechar para cargar energéticamente una piedra, dejandola en agua con sal toda la noche al aire libre. Al día siguiente sacarla del agua, secarla y llevarla con nosotros.
Esta piedra nos dará protección y energía.
También dejaremos un ajo al sereno. Y al día siguiente lo meteremos en la cartera donde llevamos las monedas.
Así nunca nos faltará el dinero metálico.
Madrid en 24h
El domingo a medio día embarqué en un airbus 320 rumbo Madrid. En dos horas y poco más ya habíamos aterrizado en la temida T4 del aeropuerto de Barajas.
Ahí empezaron mis miedos, mis inseguridades y se hizo presente la poquita fé que en estos casos tengo en mí misma.. qué error!!!
Salí triunfante de la T4, llegué hasta el metro en la T2, y después de 4 transbordos (Madrid está lleno de obras y pude corroborarlo) salí a la calle en la Puerta del Sol. Una vuelta en redondo, breve ubicación, y decisión firme de hacerle caso a mi instinto, para poder ir dejando atrás la inseguridad e ir recuperando la fé.
Diez minutos más tarde estaba en la puerta del hotel, y unos pocos minutos más tarde y refrescada por una ducha rápida, me eché a la calle de nuevo.
Subí por la calle Montera.. esta calle es para hacer canciones, escribir libros.. incluso pintar cuadros, todo me parece digno de retratar..
A las nueve y media, tenía tres acompañantes, que serían los que me llevarían hasta el Búho. De camino, breve reseña turística, charlas iniciales para ubicarnos, y las ganas incontrolables de llegar….
Llegaron también los primero abrazos de la noche, las charlas, los reencuentros… las canciones.. LAS CANCIONES, que tanto echaba de menos, y con ellas las lágrimas, las risas, la nostalgia… todo lo que al final se reduce en máximo placer, en sentimientos y en satisfacción.
Siguieron más besos, y más abrazos.. y ya era casi de madrugada cuando me volví al hotel. Callejeando nuevamente por Madrid, sin más compañía que mi conciencia.
Lo que vino al día siguiente poco tiene para ser señalado. Agotador, cansado y mucho aprendizaje.
Mi primer viaje a Madrid completamente sola. Primero, y sé con seguridad que no el último.
Diálogos III
– Yo voy hacia la derecha, vienes?
– Nooo, yo nunca iré a la derecha, yo caminaré siempre hacia la izquierda.
– Entonces… nunca nos vamos a encontrar..
– mmmmmm… sí, sí que nos encontraremos
– ¿Cómo?. Nuestras direcciones son opuestas.
– Caminaremos haciendo círculos.
– mmmmmmm…..
– Además, no te puedes olvidar, de que nuestro encuentro es cósmico
1786km
Es es la distancia que recorrí dos veces en 24h.
Fui y vine.. y me traje una bolsa llena hasta la cremallera de abrazos.
Abrazos de verdad, de oso, rompecostillas, de los que se dan con los ojos, con los brazos… y con la boca.
También me traje algunas promesas.. que espero que pronto se cumplan.
Aún tengo el olor y el sabor en mis terminales nerviosas.. aún tengo que digerirlo.
Mutis
Tengo tanto que decir..
tantas cosas atoradas en la garganta,…
que no sé por donde empezar..
mejor me voy..
mejor no digo nada..
Basta ya!!!
Cada domingo la misma historia.
Al lado de casa tengo una tiendita que no cierra nunca. Abre la primera y cierra la última. Cualquier día la tienes dispuesta para que entres y surtas tu despensa, tu estómago o simplemente tu ansiedad.
Solo tiene una pequeña pega, que incrementa los precios hasta un 300% del precio estándar.
O sea que la típica latita de refresco, que puedes encontrar en cualquier supermercado por 0.30€, ahí te la despachan a 0.90€. Y ese es solo una pequeña muestra. Y yo como cada domingo entro y compro ahí, porque me he acordado a última hora que no tengo leche, que no tengo cocacola, o que me hace falta perejil, por el cual me sacaron sin ningun reparo 0.60€.
Y yo cada domingo salgo maldiciendo a la tendera por tener tan poca veguenza y robar tan abiertamente, y luego me maldigo yo por no tener más previsión y tener la nevera llena de cara al domingo.
Pero este finde fue el remate. Al levantarme el domingo caí en la cuenta de que no tenía leche. Ya iba hablando por lo bajo, mascullando mil maldiciones. Pagué 1.50€ por un litro de leche desnatada. Llegué a casa y tomé mi desayuno. Por la noche cuando iba a tomarme mi segundo vaso de leche, terminé echando hasta la primera papilla al tragarme un sorbo entero de la venturosa leche, la cual estaba ácida.
Y es que hay que aportar un detalle, y es que esta tiendita, está alojada en los bajos de un edificio, al que le da el sol todo el día, que no tiene ventilación de ningún tipo, y que tampoco tiene aire acondicionado. Notas lo caliente que están las cosas cuando llegas a casa y la comparas con las que tienes ahí. Así es que pagué ese dinero por algo que estaba en mal estado. No tuve miramientos y ahí a las diez de la noche, bajé aún revuelta, en zapatillas y con el bote en la mano. Encontré ahí un revuelo considerable. Una señora traía la cara mal lavada, con un enfado considerable porque compró una lata de calamares en salsa, que no quiero saber ni cuánto tuvo que pagar por ella, y al abrirla se le había explotado. Así como lo leen, explotado. Desde luego su camisa y su cara daban cuenta de ello. Alegaba que dicha explosión fue debida al calor acumulado que tienen todos los productos que se encuentran ahí. La tendera parecía impasible. La única opción que le daba era darle una lata nueva, ni si quiera le daba la posibilidad de recuperar el dinero. Ni si quiera con las amenazas de ir a consumo, y denunciarla formalmente. Y ahí estaba yo, con mi bote de leche en mal estado, contemplando a otros que se encontraban en mi misma situación, con un producto caduco, y la sensación de estafa elevada a la enésima potencia.
Pero ya no más. Ya basta de que me estafen. Ahí no entro más.