Después de clase, todos los días regresábamos juntos a casa. Recorríamos el camino de vuelta tan despacio como nos era posible. A veces, para disponer de más tiempo, dábamos un rodeo. Con todo, en un santiamén llegábamos a la bifurcación donde teníamos que separarnos. Era extraño. Aquel camino, cuando lo recorría solo, me parecía largo y aburrido, pero cuando iba con Aki, charlando, hubiera querido seguir andando eternamente. Ni siquiera notaba el peso de la cartera atiborrada de libros de texto y diccionarios.
“Posiblemente, en la vida nos ocurra lo mismo”, pensé unos años más tarde. “Una vida solitaria se hace larga y tediosa. Sin embargo, cuando la compartes con la persona amada, en un santiamén llegas a la bifurcación donde tienes que decirle adiós”.
Libro 18 (2010): Un grito de amor desde el centro del mundo
Claro, directo, conciso y maravilloso.
Me gusta el título. Me lo apunto.
un beso!!
y yo añadiría:
escrito a tu medida 😉
muackssssssss