Decir adiós

Este mes me estoy preparando para decir adiós. Bueno, la realidad es que llevo mascándolos bastante rato. Los adioses, digo.

Está siendo un año de muchas despedidas, que no me he permitido afrontar hasta ahora. Digamos que lo he hecho a la francesa, cerrando puertas y ventanas, y no dejándome volver a ver. No me gustan las despedidas, supongo que porque la mayoría de mi infancia está llena de ellas. Cada quince días íbamos al muelle a decirle adiós AlCapitán y al Planeta Neptuno. Siempre hubo bienvenida, pero eso no lo sabíamos hasta que llegaba de vuelta. Decir adiós y tener la consciencia de que puede ser definitivo, se hizo mucho para la Violeta de aquellos años. Tanto, que a día de hoy soy incapaz de poner el punto y aparte y anunciarlo, a casi nada.

Hay adioses que es mejor no decir, sobran las palabras. Y que nadie se asombre o se asuste, aquí no se muere nadie.

Y no he dicho adiós a la cara, porque no me gustan las despedidas. Me gustan los puntos y seguidos, aunque lo que sigue no venga más. Y fíjate que me considero una mujer determinada, y llevo a fuego la canción de Oceransky de que cuando me voy, yo no vuelvo jamás. Pero lo hago así, yéndome, sin explicarme. La explicación de voz me sobra, porque yo lo entendí todo y no tengo necesidad de repetirme.

A ver, que parece que leído así, es que voy dando portazos, y nada que ver. Yo doy avisos, una, dos, y hasta tres veces. La cuarta no la esperes, la cuarta lo que verás es las huellas de mis zapatos alejándose, a lo mejor ni eso.

Y hay adioses, que como te digo vengo preparando, porque ya desde hace tiempo les vi la fecha de caducidad. Como por ejemplo, algún que otro proyecto que tengo entre manos; o también alguna que otra ocupación que hasta ahora venía desempeñando.

Y no hay drama, ya no hay. Que tuviera que lidiar con tanta despedida, no hizo que ahora me guste, pero sí que desarrollé un sistema para transitarlas de la forma más llevadera posible para mi.

Con el tiempo entendí que las cosas tal como empiezan se acaban. Como el atardecer, y que lo único que de verdad me importa, es lo que pasa en el medio.

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