Va llegando mayo, esa época del año en la que sufro una especie de colapso cerebral, y mis sentidos buscan de forma compulsiva algo en lo que enredarse. Me pasa cada año, así que a estas alturas de mi vida, ya voy reconociendo los síntomas. Así que como soy capaz de predecir lo que pasará en las próximas semanas, ando con cautela, para poder prevenir consecuencias.
Intento pasar esta época, con cuidado, sin profundizar en nada. Porque como profundice, sufriré esa especie de neurosis obsesiva que me llevará a investigar, a leer, a escribir, y a poner las neuronas a punto de la extenuación a base de múltiples sinapsis.
Y es difícil, porque en cada cosa que acometo, siento como una atracción muy fuerte para adentrarme más. Es como estar en la fase uno del enamoramiento, donde estás un poco espídica, un poco tonta, y un poco pesada con lo mismo, o sea una combinación terrible, hasta para mí misma.
He vuelto a colarme en un jardín municipal para robar unas ramitas de lavanda. Casi me pilla el jardinero, otra vez, así que solo he cogido unas poquitas. Va siendo el momento de comprar una mata y tenerla en casa, porque ya tengo una edad para estas cosas. Y entonces busco los tipos de lavanda que hay, los cuidados que necesitan, las formas de cultivarlo… Y ahí mi amígdala entra en funcionamiento: DANGER DANGER.. Así que cierro google y me voy a la cocina.
Soy una completa fan de las empanadillas, aunque las hago muy poco, porque no me quedan especialmente bonitas, y lo de estar friendo tampoco me entusiasma. Pero para casi todo hay solución, el horno y el repulgue.
Y como tengo el horno encendido aprovecho y horneo unos hojaldres de dulce de leche.
Para matar la espera del horno, y para quedarme dentro de la zona de control, repaso la nevera, y pongo en marcha una mermelada de fresas. En una casa nunca hay suficientes conservas.
Y es el tiempo de espera, y me pongo a mirar Sigo buscando y entro en pinterest, a ver de qué cosas increíbles se pueden hacer empanadillas, y mi amígdala me vuelve a advertir: DANGER DANGER.
Segundo aviso en menos de tres horas, realmente estoy mal. Es como si Cupido me hubiera disparado una flecha, cosa nada rara, porque ya sabemos la horrible puntería que tiene, y debo mantenerme quietita porque corro el riesgo de enamorarme de una silla..
Y así es, me surge la posibilidad de visitar el museo de la Cilla, y ahí está, esta formidable silla.
Me vuelvo a casa, intentando no moverme mucho, porque tengo la amígdala a punto de la combustión espontánea por la cantidad de trabajo que le estoy dando, y cae en mis manos el último libro de Alexis Ravelo, y veo que ha empezado la segunda temporada de Outlander… y aydios!
Escucho otro mensaje de mi amígdala, el último: renuncio.
En fin, voy a ir pensando que soy un caso sin remedio. Así que me relajo, y disfruto de este momento de absoluto embelesamiento por casi todo lo que me rodea.
Autor: BrujaSinEscoba
Feaga 2015
Hoy nos hemos levantado temprano, hicimos una tortilla de papas, y una ensalada de pimientos asados, y nos metimos en el coche, con cuerpo de excursión. Nos ataviamos con crema y gorras, tuppers y botellas de agua. Totalmente preparadas.
Desde ayer le dije a Emma que hoy haríamos una excursión, y se puso emocionada y nerviosa. Tanto, que anoche le costó más de lo normal conciliar el sueño. Me produce una ternura infinita estas situaciones. La inocencia con la que afronta cada nueva situación, y la emoción contenida que supone experimentar todo aquello que está vestido de diversión.
Recogimos a LaBajista y a ElGuitarrista y pusimos rumbo Sur. Feaga 2015, era nuestro destino.
Este año, el tiempo estaba más fresco, cosa que agradecimos de entrada, porque con el calor y la gente, se hace bastante pesado seguir la feria. Pero el viento se fue poniendo más fuerte a medida que pasaban las horas, y tuvimos que abortar nuestra idea de comer al aire libre.
Cada año, los animales tienen mejor aspecto, y están mejor ubicados. Ya no queda casi nada de aquel recuerdo de la feria que tengo de cuando era pequeña, de animales (bastante apestositos) hacinados y con una terrible cara de tristeza.
Hoy había muchos menos animales, pero de mejor presencia.
Vimos ganado caprino, ovino y vacuno. Muchas especies distintas de gallinas, algunos camellos, y otros tantos burros.
Sigo entusiasmada con las ovejas canarias de lana, que este año había más ejemplares que el año anterior. Y también descubrí con asombro las ovejas más típicas de aquí, la especie pelibuey.
Me gustó mucho el stand del cabildo de Lanzarote, con una muestra clara de todos sus productos típicos, imitando las antiguas tiendas de aceite y vinagre, tan comunes hasta hace pocos años. En este stand tenían una gran cesta con chícharos, que es una legumbre también muy común en las islas. Hacía mucho tiempo que no los veía. Cuando era pequeña los odiaba con todo mi estómago, sin embargo hoy me dieron ganas de comer un caldo de chícharos. Igual va siendo el momento de que los vuelva a comer.
Y como en toda feria agrícola ganadera que se precie, no podía faltar un espacio dedicado a la maquinaria de ayuda, como pueden ser tractores, arados, y demás aparejos. Algo que no conocía y que me llamó mucho la atención, fue la técnica hidropónica de forraje. No me parece muy bien engañar a la semilla para hacerla crecer más rápido, pero desde luego me parece mucho mejor darle esta comida a la cabra en lugar del pienso, que a saber qué contiene.
Al final del paseo está el vivero de flores, preciosas flores, y de donde me traje dos rosales mini y un jacinto. Y donde MiMariposita, que se ha convertido en la chica de los cactus, se quedó extasiada con todos los que había. Le entusiasman los cactus, con sus pinchos y sus flores. De cualquier forma y de cualquier clase. Y como sabe que yo voy con la cámara a cuestas a todas partes, se sienta y me dice: mamá sácame una foto aquí con estos cactus tan enormes!.
Ha sido una gran excursión, que esperamos repetir el año próximo.
La Casa de los Coroneles
Me pasa últimamente que me enamoro con cierta facilidad. La particularidad de mis enamoramientos estriba en que no lo hago de personas. Creo que de la única persona de la que estoy y estaré profundamente enamorada es de Emma.. Anyway, me pasó hace dos años con la Asuncionita, el año pasado con el carnero en Feaga, y ahora con La Casa de los Coroneles.
Me quedo muy corta en descripción, si solo digo que la casa es ma-ra-vi-llo-sa. Y en el fondo, no hace falta añadir mucho más, las fotos hablan por sí solas.
Estuvo durante décadas abandonada, hasta que hace ya otra década más, se materializó la restauración. Creo que ha sido un buen trabajo, porque por lo menos ahora está cuidada, mantenida y vigilada. Aunque en el tiempo se han perdido objetos y datos importantes, como la pajarera que había en el patio.
Me llamó especialmente la atención el comedor de la casa, la despensa, y las cuadras, que están en la parte baja de la casa.
Los suelos y los techos de madera, el ancho de los muros (más de 50 cm), las ventanas revestidas por dentro, la escalera de piedra de Tindaya, los dinteles de madera.. Eché de menos una vitrina con algunos utensilios de la casa como piezas de la vajilla, de la cocina, o artículos personales de los habitantes de la casa.. Probablemente no se conserve nada.
La visitamos ayer por la tarde. Temprano y casi sin más visitantes. Ahora mismo la casa acoge tres exposiciones, dos de pintura, y una sobre la Masonería. También hay una sala donde se expone la historia de la casa, así como la de sus habitantes. Muy muy interesante, aunque Emma estaba más interesada en ver los cuadros que en dejarme leer. Así que no me quedará otra opción que volver para poder satisfacer todas mis curiosidades. Existe en estos momentos, una ruta teatralizada, que también tengo marcada en la agenda.
Si están de visita por el norte, no deben perdérsela.
Una vez más mi cabeza une pensamientos y saca conclusiones. La casa en el tiempo en el que estuvo abandonada de la vigilancia administrativa local, estuvo sometida a saqueos, y abandono. Y esto me lleva directamente a enlazarlo a la educación que tenemos. Tanto a la académica como a la moral. Y no le echemos culpa a que no había dinero para mantener la casa, por ejemplo, para cuidar algo que es de todos, y que es nuestra historia. No hace falta tener dinero para eso. Solo hace falta estar educado y ser respetuoso. Algo que nos sigue faltando.
Naturaleza viva
Ha pasado ya una semana que se acabaron las vacaciones, y sigo con pereza de todo.
Pasamos la Semana Santa, o parte de ella, en NuestroNorte.
Me he deleitado viendo como han ido saliendo los bulbos que planté hace tres semanas, hemos disfrutados de las flores que hay en el pequeño jardín, y hemos estado en la playa hasta que se ha ido el agua. Aunque para Emma, eso no era inconveniente.
En el jardincillo se han dado cita todo tipo de animalillos, desde sarantontones hasta perinquenes. Uno de ellos se dio un banquete a base de una mariposa, en el preciso instante en el que fui a sacarle la foto.
La naturaleza es un espectáculo asombroso.
Este año ha llovido bastante, para lo que suele llover en esta isla, y se nota en todas partes. Las piteras están enormes, y esas plantas, cuyo nombre desconozco, que salen en las dunas de la playa, están en su punto máximo esplendor. Cargadas de flores y de sarantontones.
Y entre medias, yo aproveché para leer, avanzar mi big granny y seguir gastando ovillos, y darme algunos lujos.
Cada día estoy más convencida, de que necesitamos más espacios verdes, y menos espacios de asfalto, hormigón o corchos de esos horribles con los que se forran los parques infantiles, que a mí me dan fatigas solo de verlos.
Instrucciones para atorrijarse
Desde que ví a Ibán Yarza con David de Jorge presentando los Semlor, me declaré fan total de estos maravillosos bollos. Y también del “atorrijamiento”, como acción de atorrijar o como el estado de atorrijarse.
Ya hice los bollos, pero cuando fui a rellenarlos, me encontré escasa de avituallamiento y energía.
Tenía una cuenta pendiente con ellos. Hoy, domingo de Ramos, con una hora menos, e iniciando la Semana Santa, tenía la excusa perfecta.
Desde que me levanté los tenía en la cabeza. Hice un breve inventario de ingredientes, y tenía de todo, así que manos a la masa.
Lo primero que hice fue ambientar la cocina, y le di a la reproducción aleatoria de mi música.
Mezclé harina, huevos, leche, mantequilla, azúcar, levadura y cardamomo (mucho cardamomo) con la compañía de Fede. Empecé a mezclar y llegó ese momento incómodo en que tienes la mano totalmente pegajosa. Pero me puse a cantar:
yo que bajé, al infierno en bicicleta
yo, que bailé con el diablo un rock and roll…
… yo que inventé la palabra fortaleza..
Y me vine arriba con la masa. Y le di su amasado y su reposo. Y la masa empezó a desprender un olor maravilloso de harina y cardamomo.
Seguí amasando, con movimientos rítmicos y constantes. Y vino la canción del Flaco para darme la razón..
vine de lejos, tuve nostalgia
en mi equipaje no entraron lágrimas.
vine de lejos, bebiéndome el miedo
haciendo turismo por cuerpos amargos…
el tiempo en el que abrí, las puertas de lo que vendrá.
Llegados a este momento, se puede decir que había un gran ambiente en la cocina, además de un aroma espectacular, aunque era el momento del primer reposo.
Emma sintió total atracción por el olor y a lo bien que yo me lo estaba pasando, así que se me pegó como una lapa, a la voz de: Bailemos, mamá. Y la reproducción aleatoria del spotify le concedió el deseo.
Normalmente bailamos mucho con Jorge, y casi tenemos una coreografía para esta canción. No perdimos ni un segundo en lanzarnos por nuestra cueva a girar con la música.
Con el ritmo a tope, metí las almendras en la thermomix, y las trituré a máxima potencia. Le añadí la leche y el azúcar, y lo puse 3 minutos a velocidad 3, con temperatura 37º. Quedó una especie de mazapán de comérselo a cucharadas.
Pasó la primera fermentación, le dimos forma a los bollos, y volvimos a dejar en reposo.
Emma estaba muy metida en faena, y la música se nos estaba viniendo un poco abajo, así que hicimos trampa, y buscamos una canción que nos volviera a levantar los pies del suelo.
¿Qué pongo Emma?. Mamá mamá, pon la canción de Olivia. Olivia, mi sobrina, de 13 meses, es una completa fan de esta canción. La oye y por ella como si se para el mundo. Deja de hacer lo que quiera que esté haciendo y a bailar.
Y nosotros, hoy, hemos hecho lo mismo.
don’t believe me, just watch
Y los bollos creciendo, y nosotras bailando.
Suena el reloj de la cocina, confirmando el instante de abrir el horno.
Solo 12 minutos de horneado. Y todo listo para rellenar.
Primero, vaciar los bollos, una niña al lado que se encarga de comerse todas las miguitas, incluso calientes. Segundo, una cucharada generosa de mazapán. Tercero, otra cucharada de nata. Y cuarto, tapar con su tapita.
Al final, azúcar glas por encima.
Y llega el momento del día. El momento del atorrijamiento. Se calienta un poco de leche en un pequeño bol. Y se mete el semla dentro. Esperamos unos minutos, que son ideales para escuchar esta canción y ponernos en situación. Darnos unos mimitos y decirnos que nos queremos. Yo a ella y ella a mí.
con la ilusión magullada,
que duro sería vivir
sin la emoción de tus alas..
El semla atorrijado. Nosotras en el cielo, cucharada a cucharada.
cerrar la luz y dormir
acurrucada contigo
Y como suelo decir, benditos fueron todos los muertos de mis armarios, si al final, lo que me esperaba, era esto.
De camino a casa con Ben
Me gusta mucho Ben Harper. Mucho. Tanto como para escuchar toda su discografía en bucle durante semanas.
Lleva casi 10 años acompañándome, y aunque la banda sonora de mi vida es muy variada y diversa, los momentos clave tienen música de Ben.
Sus canciones tienen un algo, que no sé cómo describir, que me dan seguridad. En cierta manera, se han convertido en faro. Son ese abrazo que no tengo, que me dice en las situaciones delicadas, que no me preocupe, que todo va a salir bien. Creo que quiero un poco a Ben por tener este poder sobre mí.
Hace una semana que he descubierto su último trabajo.
Y vaya, lo ha vuelto a hacer.
Este último disco, es un trabajo a medias con su madre. Con temas compuestos e interpretados por los dos. Mi preferido es “A house is a home”.
Estos días ando de trabajo interior, cuestionando los caminos que me han traído hasta aquí, y en cómo serán los próximos que transite. Y por encima de todos esos caminos, mi prioridad es Emma. En su vida, quiero tener la posición que Ben tiene en la mía. Quiero darle la seguridad y la fuerza necesaria, para que no se olvide nunca de que todo va a estar bien. Creo que de momento he conseguido lo que dice la canción, y ya es un paso hacia este objetivo.
a house is a home even when it’s dark
even when the grass is overgrown in the yard
even when the dog is too old to bark
and when you’re sitting at the table trying not to starve
a house is a home
even when we’ve up and gone
even when you’re there alone
a house is a home
a house is a home even when there’s ghosts
even when you gotta run from the ones who love you most
screen door’s broken paint’s peeling from the wood
locals whisper when they gonna leave the neighborhood
a house is a home where the chores are never done
where you spend your whole life running to and from
and if the life that you live is not the life you choose
make your child a home and start a new
Navegando un poco más por la red, me he encontrado este fantástico mini documental, de Ben con su madre, sobre éste disco. Me ha parecido precioso. Y me doy cuenta de que las cosas, todas, marcan. Es decir, Ben Harper es la cuarta generación que trabajó y pasó su infancia en una tienda de instrumentos. En su familia se vive la música desde la raíz. No parece nada extraño que hoy en día él haya llegado a ser quien es. Sin embargo, hay otra cosa que me llama la atención. Si su madre hubiera vivido la música de manera “obligatoria”, no le hubiera puesto la pasión necesaria para transmitírsela a su hijo… Y puede que entonces, hoy yo, no estaría disfrutando de estas magníficas canciones. Me doy cuenta de que no es sólo lo que haces o lo que vives. Si no lo haces o lo vives con pasión, tu no disfrutarás de ello, y los demás tampoco. La pasión en lo que haces marca la diferencia.
Es curioso las cosas que se descubren con la música. Siempre me ha parecido que la música es el camino más corto a las sensaciones, a los sentimientos. Se sienten infinitas cosas con la música. Y no hace falta dedicarse a ella profesionalmente para poder disfrutarla. Y una vez más, Ben, es el faro que me guía en este camino de introspección en el que voy avanzando.
Camilla para dos
Soy una completa fan de ir vestida igual que Emma, por eso, cuando veo patrones diseñados en tamaños mamá-hija, me entra un calor extraño en las manos que me obliga a ir a la velocidad de la luz a los cajones de las lanas a buscar material.
Este patrón es un auténtico acierto. Es sencillo, y está muy bien explicado.
El mío está hecho con tres ovillos de Cascade Yarn 220 Heathers. El de Emma con ovillo y medio de Cascade Yarn 220. Total, casi cinco ovillos menos en mi stash. Si hubiera tenido más lana, el mío lo hubiera tejido con las mangas más largas, pero si ya me conocen un poco, en esta afición mía de tejedora in extremis, usé todo lo que tenía. Malamente me sobraron treinta centímetros de lana.
Como digo, esta diseñadora me gusta mucho, y ya tengo en mente el siguiente patrón, doble por supuesto.
Y así, ataviadas con nuestros estupendos jerseys, Emma ha querido estrenar sus botas de agua. La lluvia del fin de semana ha sido chipi-chipi, y el pueblo está tan bien diseñado, que casi no se han formado charcos. Tendremos que meterlas en el coche, y salir un poco al campo a ponernos de barro hasta las cejas. Ella, yo me mantendré a una distancia prudencial, mientras le saco fotos, y me seco la baba viéndola tan contenta.
Algo que necesito con mucha urgencia, después de los dos días que han pasado. El domingo por la noche, como a las dos de la madrugada, con una leve tosecita, Emma me despertó para decirme que le dolía la barriga. Segundos más tarde, ví como salía la cena como un torrente, encima de mi pijama. Tardé algunos segundo en asumir lo que estaba pasando. Desde ese momento hasta las cuatro de la tarde del lunes, repetimos este episodio con intervalos de una hora.
El jueves pasado, Emma me comentó, a título anecdótico que una de sus compañeras de clase se había vomitado en clase. No le presté demasiada atención, la verdad. Claro que, al mandarle recado a la profesora de que no asistiría a clase el lunes, me comentó que ya era la cuarta que caía. Es la primera vez que sufre una gastroenteritis, y la pobre andaba alicaída y más mimosilla de lo normal. Ella ya se ha recuperado, aunque ahora la que está con la barriga como una lavadora soy yo. Daños colaterales.
Primavera y pan.. o lo de siempre, pasando por Frozen
Que dicen que ya llegó la primavera. Y por una vez, puede que sea verdad. Llueve, al poco rato sol, vuelve a nublarse, viento, otra vez sol.. Y así todo el día. Así que sí, primavera en estado puro.
Aunque Emma no está en absoluto de acuerdo en que haya cambiado la estación. En su corta vida, ya ha asociado, erróneamente, la primavera con sol, flores, y pajaritos cantando. Pero la realidad es que la primavera suele ser lluviosa, variable, y el infierno de los alérgicos como yo. Supongo que ella ayer esperaba un escenario totalmente distinto al que ha encontrado, que se parece misteriosamente al de antes de ayer, cuando seguía siendo invierno. Tardará unos cuantos años en aprender el sutil cambio de las estaciones.
Lo de la lluvia no me importaría tanto, si al menos dejara de hacer frío. Yo ya no sé qué hacer para paliarlo. La única y más eficiente manera que tengo es encender el horno. RobinFood el viernes nos dio una estupenda excusa para hacerlo.
Amasé anoche, dejé toda la noche en la nevera, y esta mañana formé y horneé. A estas alturas del día, ya nos hemos comido uno entero.
La magia del pan. Lo habré dicho mil veces, así que esta será la mil y una, hacer pan, es la manera más sencilla de alcanzar satisfacción interior y de sentir la magia.
Y mientras el horno hace su trabajo, mis manos se dan al suyo. Hace ya algún tiempo, que cuando me entran ganas de coger el ganchillo, me pongo a hacer grannies con los restos de la lana de calcetines que tengo. Así mato dos pájaros de un tiro. Terminaré esta manta para el 2020 al ritmo que voy, pero tampoco es que me importe mucho. Más o menos la terminaré al mismo tiempo que termine de ver Amar en tiempos revueltos. Ya puedo afirmar que estoy enganchada a una telenovela. Y todo iba bien estos días, hasta ayer, que estaba en el momento más interesante del culebrón y el iPad decidió que ya no reproduciría ni un solo capítulo más. No sé qué es lo que le pasó. En el ordenador puedo verlos sin problema, y en el teléfono también. Estuve trasteando un poco en los ajustes, pero nada, no hay manera. Y yo necesito mi dosis de melodrama! Menos mal que mi fiel teléfono no me deja en la estacada.
Cuando empezó el año, me propuse hacer un par de calcetines al mes, y un esquema (de los muchos que guardo) de punto de cruz. De momento voy cumpliendo con ambos propósitos, aunque este mes se me ha hecho un poco tarde para empezar el punto de cruz. Es sencillo, así que confío terminarlo en un rato. Emma y yo hemos estado negociando durante más de media hora, la película que vamos a ver esta sobremesa. Ella dice que Frozen, yo digo que cualquiera menos esa. Así que nada, me voy camino del sillón entonando el love is an open door. Está visto que aún le quedan muchas cosas por aprender, pero negociar no es una de ellas.
Así que así va nuestro domingo, entre panes, hilos y grannies… y Frozen. En estos días en que se ha puesto tan de moda lo de las etiquetas, lo que viene siendo slow life, o simple life,.. happy life, simplemente.
De cuando se me olvida que solo tiene tres años y medio
Este fin de semana hemos hecho un montón de cosas divertidas, y necesarias ya, después de tantos meses “encuevadas”.
Hemos hecho trabajo de jardinería y hemos descubierto la plaga de sarantontones que invade MiNorte. A Emma le ha hecho una ilusión tremenda ver un Gastón de verdad. Estuvimos plantando bulbos y también admirado cómo ha florecido la kalanchoe tubiflora. Que ahora que ha florecido he sabido como se llama, porque antes no tenía ni idea.
Hoy domingo, preparamos un Mug Cake. Tengo que decir que es una receta muy fácil y muy recomendable. Se hace en menos de dos minutos de cocción y en cinco de preparación. Emma ha estado presente en todo el proceso, y se le ha dado bastante bien. Han quedado unos bizcochos que han subido por encima de la taza como dos centímetros, aunque la masa antes de meterla al micro no llegaba ni a la mitad de la taza. Crece muchísimo. Y queda muy esponjoso y jugoso. Estoy convencida de que más de un domingo desayunaremos este estupendo bizcocho.
Hemos estado un rato en el parque, y yo he terminado las muñecas de unos nuevos Veyla’s, en un rato en el que Emma estaba entretenida pintando.
Y claro, con un fin de semana así, en el que hemos hablado mucho, también hemos “negociado” mucho.. Emma me ha mostrado algunas de sus cuestiones vitales de su existencia: ¿por qué me tengo que lavar el pelo?, me gusta el agua de la playa pero el de la bañera no; no quiero ir en la silla grande del coche, porque ya soy mayor, y quiero ponerme el cinturón de los mayores, etc…
Yo, inconsciente de mi, me creo que realmente tengo una niña mayor. Que ya he dejado atrás todos esos pequeños síntomas de persona a medio hacer, y me confío.
Esta tarde, se ha puesto a ver un libro de cuentos de los míos. Los que normalmente no suele ver, porque “son de mayor”. Yo he creído oportuno dárselo hoy, y dejarla sola para que lo saboreara ella sola, sin mi supervisión constante.
Ella se ha metido de lleno en el libro, pasando las páginas con sumo cuidado, observando cada ilustración del libro. Al rato, cuando ya era el momento de meterse en la bañera, me he acercado al sillón a decírselo y me ha dicho: mamá, no te huele a pis?.
He combustionado ipsofácticamente.
Tengo el sillón con empapadores, y con una especie de funda por encima. Se ha hecho pis, en el sitio exacto entre un empapador y otro. El sillón calado hasta la espuma.
Me he enfadado un montón. Y como siempre que me enfado. Me he cerrado en banda.
Cuando yo me enfado, no grito, ni voceo, ni lloro, ni refunfuño. Simplemente me aislo.
Cierro la boca, cierro el contacto.
He tardado 10 minutos en ponerla a ella en el baño, y en intentar arreglar el desaguisado del sillón.
En esos 10 minutos, Emma me iba hablando. Mamá, se me ha olvidado hacer pis, pero estoy contenta porque me has dejado tu libro. Mamá háblame que estoy en el baño.
Y me he quedado en blanco. Yo no quiero que ella maneje las frustraciones como yo, porque no me ayuda nada.. Me supone un esfuerzo titánico rehacerme después un episodio me encierre total, y a estas alturas ya, he aprendido que actuar así no me lleva a ningún sitio. Por lo menos a ningún sitio bueno.
Entonces he tomado consciencia de lo que estaba pasando realmente, y he tenido que parar, respirar, y cerrar los ojos. Me he obligado a pensar que un sillón con pis no es un cataclismo, y que el verdadero trabajo en ese momento era dentro de mí. Racionalizar mi reacción, y no hacerla extensiva a Emma.
He vuelto al baño, con cara de cordero degollado y he pedido perdón a Emma, que me ha mirado con cara de no entender nada. Ella, muy seria, me ha dicho que ya no se hará pis más, porque ya es mayor porque yo le he dejado mi libro. No ha valorado en absoluto mi enfado, pareciera que ni le hubiera echado cuentas, sin embargo, no se olvida del voto de confianza que le di al darle el libro.
Una vez más, es ella la que me da la lección a mí.
Desahuciando a un muerto
El tres de enero de 2009 llegué, por mar a Gran Canaria. En lo que sería una nueva andadura en mi vida profesional.
Allí, en el Muelle de La Luz y de Las Palmas.
Allí en el Muelle, en mi zona de comfort.
Lo que vino después fue una sucesión de meses de caída libre sin control. Como si un campo electromagnético hubiera eliminado mi voluntad.
Pasé meses yéndome a las escaleras de Pozo Izquierdo, intentando encontrar las fuerzas necesarias para salir de aquel agujero negro que me atraía sin remedio, o para tirarme al agua ante la imposibilidad de no hacerlo.
Nunca encontré claras respuestas, más que la energía necesaria para seguir aguantando un poco más.
Y la capacidad inhumana para soportarlo. Para aceptar por verdad lo que solo era mentira, para mirar para otro lado cuando lo que tenía enfrente ponía en grave peligro mi cordura mental.
Y lo logré, seguí soportándolo, hasta que todo dejó de doler. Hasta que la rabia era sorda, y la fuerza no me daba para romper cristales que hicieran añicos aquellos momentos.
En ese tiempo hice un gran avance en el desarrollo de mi modo mejillón, y cuando tenía casi logrado el aislamiento, me llegaba un grito desde un abismo, por si quería otra caída.
Caí, no una, mil veces… En una espiral descendente de autodestrucción.
Pero entonces, vino la fuerza en forma de respuesta.
Y el trece de marzo de 2011, en el mismo muelle, fue la última caída.
La historia empezó y se cerró en el mismo sitio.
Y sin embargo, estoy tremendamente agradecida, porque probablemente haya sido el período más doloroso de mi vida, pero también el más importante en cuanto a aprendizaje. No sería quien soy hoy sin esos dos años terribles.
No me he dado cuenta hasta hoy, al escuchar al Flaco, cantando “y sin embargo tarde”.
Ahora solo queda la tranquilidad de quien por fin, ha desahuciado a su último muerto.