Amígdala a puntito de colapsar

Va llegando mayo, esa época del año en la que sufro una especie de colapso cerebral, y mis sentidos buscan de forma compulsiva algo en lo que enredarse. Me pasa cada año, así que a estas alturas de mi vida, ya voy reconociendo los síntomas. Así que como soy capaz de predecir lo que pasará en las próximas semanas, ando con cautela, para poder prevenir consecuencias.
Intento pasar esta época, con cuidado, sin profundizar en nada. Porque como profundice, sufriré esa especie de neurosis obsesiva que me llevará a investigar, a leer, a escribir, y a poner las neuronas a punto de la extenuación a base de múltiples sinapsis.
Y es difícil, porque en cada cosa que acometo, siento como una atracción muy fuerte para adentrarme más. Es como estar en la fase uno del enamoramiento, donde estás un poco espídica, un poco tonta, y un poco pesada con lo mismo, o sea una combinación terrible, hasta para mí misma.
He vuelto a colarme en un jardín municipal para robar unas ramitas de lavanda. Casi me pilla el jardinero, otra vez, así que solo he cogido unas poquitas. Va siendo el momento de comprar una mata y tenerla en casa, porque ya tengo una edad para estas cosas. Y entonces busco los tipos de lavanda que hay, los cuidados que necesitan, las formas de cultivarlo… Y ahí mi amígdala entra en funcionamiento: DANGER DANGER.. Así que cierro google y me voy a la cocina.
Soy una completa fan de las empanadillas, aunque las hago muy poco, porque no me quedan especialmente bonitas, y lo de estar friendo tampoco me entusiasma. Pero para casi todo hay solución, el horno y el repulgue.
Y como tengo el horno encendido aprovecho y horneo unos hojaldres de dulce de leche.
Para matar la espera del horno, y para quedarme dentro de la zona de control, repaso la nevera, y pongo en marcha una mermelada de fresas. En una casa nunca hay suficientes conservas.
Y es el tiempo de espera, y me pongo a mirar  Sigo buscando y entro en pinterest, a ver de qué cosas increíbles se pueden hacer empanadillas, y mi amígdala me vuelve a advertir: DANGER DANGER.
Segundo aviso en menos de tres horas, realmente estoy mal. Es como si Cupido me hubiera disparado una flecha, cosa nada rara, porque ya sabemos la horrible puntería que tiene, y debo mantenerme quietita porque corro el riesgo de enamorarme de una silla..
Y así es, me surge la posibilidad de visitar el museo de la Cilla, y ahí está, esta formidable silla.
Me vuelvo a casa, intentando no moverme mucho, porque tengo la amígdala a punto de la combustión espontánea por la cantidad de trabajo que le estoy dando, y cae en mis manos el último libro de Alexis Ravelo, y veo que ha empezado la segunda temporada de Outlander… y aydios!
Escucho otro mensaje de mi amígdala, el último: renuncio.
En fin, voy a ir pensando que soy un caso sin remedio. Así que me relajo, y disfruto de este momento de absoluto embelesamiento por casi todo lo que me rodea.

2 opiniones en “Amígdala a puntito de colapsar”

  1. A partir de ahora mis empanadillas van a ser precioíisimas! A mi también me quedaban churreras, gracias por compartir la solución.
    Outlander, tengo que ponerme con ella!!!
    Besos!!!!

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