11 años con esta ventana abierta.
11 años de un montón de letras, canciones, comidas y puntos.
11 años de sueños… 11 años.
Abrí este blog para sacar afuera la cantidad de cosas que se me acumulaban en la garganta. Hoy sigue abierto con la misma intención, aunque le ha ganado terreno la necesidad de dejar testimonio de las cosas que van pasando por mi y nuestra vida. Esas pequeñas cosas que no son grandes logros pero que juntas hacen que nuestra vida sea llevadera y feliz. Sobre todo feliz.
Tengo muy interiorizado la afirmación de que la felicidad está en las pequeñas cosas.
Abrí este blog cuando me asomaba muerta de miedo a la treintena, y lo continúo hoy con un pie casi puesto en los cuarenta. La realidad es que por fin he asumido la alegría de cumplir años, y de celebrar. Qué necesarias y estupendas son las celebraciones. He aprendido a diferenciar lo necesario de lo accesorio. Y también he aprendido a valorar lo realmente importante. Y que lo más importante que tengo es el tiempo.
El tiempo que le dedico a las personas que quiero, y las cosas que me gustan, y a disfrutar de esas pequeñas chispas que la vida te pone en el camino cada día.
Viajo, 11 años después, muy ligera de equipaje. Sigo oyendo música en mi cabeza cada día, aunque ahora cante menos; sigo subrayando los libros que leo, aunque ya no tenga los bolsos llenos de servilletas con cosas escritas. Y sigo necesitando el silencio por la mañana, por eso me despierto una hora antes de que lo haga Emma, para poder disfrutar de ese tiempo en completo silencio.
Sigo teniendo sueños, muchos sueños. Tengo ilusiones, y tengo la necesidad de dar gracias a diario, por las bendiciones que la vida me ha dado en estos 11 años.
He concentrado mis inquietudes, porque otra de las cosas que he asumido en este tiempo, es que no me va a dar tiempo a hacer todo lo que me gustaría, y por eso me concentro en lo que realmente no quiero dejar de experimentar.
Estos días, pensando ya en la celebración que tenía por delante, hice tres de mis cosas favoritas: tejer, estar entre flores y cocinar.
He terminado el bloomsbury para Emma, he vuelto al jardín municipal para coger unas ramitas de lavanda más, esta vez me llevé ayudante y la tarea resultó mucho más fácil. Y al llegar a casa, preparamos un one-pot-pasta. Hace tiempo que veo estas recetas por pinterest, y tenía ganas de probar. Seguí mas o menos la receta, pero como no tenía champiñones, le puse unas habas y unas judías verdes. Bien de queso y nata. Tomillo y pimienta al servir. La verdad es que es un buen plato. Seguiré probando nuevas mezclas.
Y sí, la vida ahora, parece que me trata bien. Y yo me doy cuenta, y lo valoro.
La vida, cuando te limpias las gafas de ver, mola.
Autor: BrujaSinEscoba
¡Cuidado! Fermentación en proceso
Yo no sé dónde y cuándo fue la primera vez que vi/leí algo sobre los fermentados. La cuestión es que este invierno por IG tres de cada cinco personas que sigo, estaba comprando botes y haciendo chucrut como si no hubiera mañana. Y yo que soy así, un poco culoveoculoquiero, me puse a investigar, al tiempo que salivaba.
Encontré buena información aquí y aquí. Y aquí un montón de recetas interesantes.
Empecé muy tarde a envasar. Allá por abril de este año, casi cuando las bajas temperaturas nos abandonaban. Decir bajas temperaturas aquí, es decir 15-20ºC, que a uno de Bilbao le va a dar la risa si lo lee. Pero es lo que tiene vivir en un clima subtropical.
La cuestión es que un día, a lo tonto, encontré en un supermercado local, una col china, y no me lo pensé.
Lo primero que preparé fue kimchi, con una receta inventada porque me faltaban la mitad de los ingredientes, y como olía tan bien, casi no lo dejé fermentar. Creo que me lo comí antes de tiempo, solo porque no podía aguantar las ganas de probarlo.
Ya en el carro me animé a hacer chucrut básico. Y me hice el firme propósito de no abrirlo al menos, hasta que pasaran 4 semanas. No sé cómo aguanté.
Entonces empecé a pensar que ya que estaba, debía hacer chucrut de col lombarda, y ketchup, y kimchi de nuevo.. Total, por ir teniendo la despensa llena.
El chucrut normal, fue perdiendo el tono verde para volverse algo más amarillo y se fue llenando el bote de jugos. El chucrut de col lombarda también fue perdiendo la intensidad de color, aunque no fue ganando tanto líquido como el otro. El ketchup lo tuve unos días a temperatura ambiente, y luego ya lo pasé a la nevera. Y el kimchi.. ¡ay! el kimchi. Los tres primeros días iba todo muy bien. Pero el cuarto día, un domingo por la mañana, empecé a oir un pssssssss, primero tímido, pero luego mucho más intenso. Me puse a caminar por la cocina aguzando los sentidos para identificar de dónde venía el ruido, hasta que me dí cuenta de que el sonido procedía de los botes fermentados. Con sumo cuidado levanté el paño que tenía puesto por encima. El bote que despedía aquel ruido era el de kimchi. Como si manipulara una bomba de protones, lo cogí y lo puse sobre el fregadero. El sonido cada vez era más fuerte. Respiré profundo, y agarré el cierre. Al intentar abrirlo, el bote me saltó de las manos. Y su interior se desperdigó por toda la cocina. Había kimchi en el fregadero, en la ventana, en el stor, hasta en el techo. Y por supuesto en mi cara, manos, cuerpo y pies. Todo era kimchi aquel domingo por la mañana.
Desde entonces no lo he vuelto a hacer, le he cogido como miedo. Y he aprendido una lección muy muy importante: no se debe llenar el bote hasta el borde, hay que dejarle hueco a los gases que desprende la fermentación, o en su defecto, abrir el bote cada tanto, para que no se acumulen esos gases.
Otra cosa que he aprendido, es el punto de fermentación. Con la temperatura que tengo en casa, el punto de fermentado que me gusta, se alcanza a las 4-5 semanas. Cuando ha pasado ese tiempo, lo he cambiado a botes más pequeños y los guardé en la nevera.
Quitando este incidente, el resto de fermentados ha sido un éxito.
He añadido el chucrut a mis perritos, a las ensaladas y a los sandwiches. Los beneficios los he notado bastante pronto. Normalmente ceno muy ligero, porque tengo digestiones muy lentas, que me provocan malestares nocturnos. Sin embargo, cenando cualquier cosa con chucrut, siento que digiero rápido y que mi estómago trabaja a buen ritmo. Vaya, que desde que lo como, me encuentro mucho mejor del estómago.
La terrible noticia, es que estoy llegando al fin de mis existencias, y ya hace demasiado calor para una buena fermentación. Así que tendré que esperar al próximo invierno para llenar mi despensa de botes.
Instragram me trajo los fermentados, y Twitter la limonada. ¡Pero qué útiles son las redes sociales!.
Cogí la receta de unos tweets y tengo que decir que es un win win.
Se infusiona un palo de canela y unos clavos, y azúcar al gusto. Se deja enfriar. Se exprime un limón (o varios, dependiendo del gusto personal, a nosotras nos gusta con uno), y se añade a la infusión anterior. En una jarra se pone el hielo, y el jugo del limón con la infusión. El toque de canela y clavo le da un gusto espectacular.
Apuntes para el próximo invierno
Dice mi queridísimo Jabicombe, que aquí las bobas se acabaron, y tiene razón.
Este invierno que se acaba de ir, ha sido con diferencia uno de los más frescos que yo recuerdo. Puede que sea el cambio climático, o que mi termostato interno esté cambiando, que una ya se va a acercando a una edad más que comprometida; pero el caso es que frío, he pasado más que una tonta.
Y hasta aquí, miniño, a mí el año que viene no me coge igual.
Cuando me quedé embarazada (diciembre del 2010), hice una compra de lanas online, en la que estaba este ovillo amarillo mostaza, chillón donde los haya. La idea siempre fue hacerme estos maravillosos calentadores. Se me dio el momento propicio cuando tuve una amenaza de aborto, que me mantuvo 10 días de la cama al sofá y del sofá a la cama. Y los empecé, pero el patrón se me atragantó.
La amenaza pasó, la mudanza siguió, nació Emma… y el resto es historia. Y el calentador empezado se quedó perdido en una bolsa. Desde entonces, cada vez que he ido al cajón de las lanas, he tropezado con él. Pero me hacía la interesante y miraba hacia otro lado, como si no lo viera.
El lunes pasado decidí dejar de mantener estos incómodos encuentros. Tiré del hilo, y me dispuse a buscar otro patrón que me motivara más. No lo encontré. Así que volví a montar puntos, y me puse a tejer sin otro horizonte que acabarlos.
Una semana me han durado en las agujas. Mientras los tejía, dudé un momento si llevarlos a término y hacer calcetines realmente, pero el calado es muy grueso, e iban a quedar unos calcetines bastante bastos. Así que desistí de la idea, y los terminé tal y como aconsejaba el patrón.
La cuestión es que ahora al verlos acabados, he vuelto a sentir el flechazo que sentí la primera vez que vi el patrón original. Y siento que el tejido frenético de una semana ha valido la pena.
En otro orden de cosas, hemos estado de comida familiar, y de pronto mi padre ha descorchado este vino, que hasta hoy yo no conocía.
Ha sido otro flechazo.
Disimuladamente me he traido el culín que quedaba en la botella a casa, y a la que Emma se ha dormido, me he puesto a escuchar el disco de Marwan, y me lo he servido. Sí que está bueno, sí.
El vino y la música son los dos ingredientes que necesito para hacer profundas reflexiones.
Me pongo a pensar y me entra la risa. Y me rio yo de esos ladrones que van robando todo lo que encuentran, pero que luego lloran porque otro más listo, les hizo lo mismo.
Gracias querido Karma, por hacer el trabajo tan bien.
Grandes chascos del año
Empecé este año con la idea de ir terminando las cosas que tenía pendientes, como cada año.
Y de momento, casi llegando al término del primer semestre, voy cumpliendo.
En la cajita de los esquemas de punto de cruz, tengo patrones que quería bordar desde hace mucho tiempo, probablemente años. Así que cada mes voy escogiendo uno, y lo voy bordando a lo largo del mismo mes. El mes de mayo, se me hizo un poco cuesta arriba, porque empecé muy tarde. Pero lo logré. Saqué uno de los bordados de corazones, y elegí uno de los hilos que traje de Estados Unidos (2008). Y ahí que me puse a darle a la aguja.
Elegí un lino blanco, porque todos lo que he bordado últimamente lo había hecho en linos oscuros, o tostados. Cuando acabé el esquema, el lino estaba arrugado y muy manoseado.
Ni corta ni perezosa, y como suelo hacer normalmente, pulvericé con agua, y dejé secar.
Qué terrible sorpresa me llevé cuando lo recogí para plancharlo.
El hilo, que es algodón teñido a mano, se había desteñido completamente. Y el lino que era blanco, blanquísimo, se quedó completamente emborronado.
Estos hilos, como bien ponen en la etiqueta, están teñidos a mano, pero no pone en ningún sitio que destiñan. Yo estoy acostumbrada a usar lanas teñidas a mano, e incluso telas. Normalmente no sueltan color, y si hay alguna duda de que lo hagan, viene bien advertido en la etiqueta. Igual soy una ingenua, pero esperaba lo mismo de unos hilos que cuestan casi el doble de los DMC que uso normalmente.
Ni que decir tiene que una y no más Santo Tomás.
Lo que me queda ahora es preparar un té cargado y darle un baño, a ver si se disimula un poco este desaguisado. Seguiré teniendo un bordado bonito, pero ya no será el que era inicialmente. Será otro bordado, distinto. Con un apaño, como cuando le pones un parche a algo que se ha roto.
Algo que me sucede con cierta frecuencia en estos días: poniendo parches en cosas que están rotas, y me pregunto si no me saldría mejor, asumir directamente que hay cosas que no se arreglan, que hay algunos rotos que ya no admiten más parches. Como aquel anuncio que decía que una vez que se pierde la confianza, la situación es irreparable. Podría añadir a la confianza, el respeto.
Si pierdo confianza y respeto, no hay perdones ni losientos que vuelvan a recuperar lo que había.
El Baile de Taifas, y puede que un poquito de madurez
Hace ya 15 años que se celebra el Gran Baile de Taifas en mi pueblo, para festejar el día de Canarias.
En sus primeras ediciones, me pareció ridículo. Me encerré en mi postura de grinch, y no fui a ninguna de las ediciones. Mi primer Baile de Taifas fue cuando estaba esperando a Emma, hace cuatro años, y por cuestiones de causa mayor que hoy prefiero almacenar en esos cajones que anualmente sufre una borrada masiva de datos, como los Ayuntamientos en estos días. Total, que hasta este año no me había ni planteado volver a vivir la experiencia.
Este año, me prometí a mí misma, ir desmenuzando prejuicios y ver el origen real de éstos, entre otras cosas por no hacerlos extensibles a Emma. Así que aquí ando, en pleno trabajo de análisis, rompiendo barreras y saliendo de mi zona de confort.
Con el Baile de Taifas, creo que lo que era ridículo en estos días, era mi postura. No tenía una razón real más allá del sentido del ridículo que me afloraba al pensarme vestida de algo que no sentía ser yo. De hecho, siempre dije que ponerse esos trajes era disfrazarse. Es maravilloso ver que pasa el tiempo, y va cambiándome mi forma de pensar. Madurez, se le puede llamar a estos cambios.
Este año, después de darme cuenta de ésto, me planteé seriamente ir.
Las condiciones de asistencia para esta fiesta, es ir ataviado con la indumentaria tradicional canaria.
Ni que decir tiene que la gente, busca, rebusca, hace y rehace unos trajes espectaculares. También tenemos la versión exprés que es pasar por el comercio adecuado, dejar 30-60€ y componerte un traje en un dos por tres.
Los trajes majoreros, tanto el de campo como el de gala, son espectaculares. Y hacerlos lleva su tiempo, su inversión, y su trabajo.
Mi propósito es ir componiéndolo poco a poco, aportando cada año algo nuevo a nuestra indumentaria. Este año fue la camisa, espero que el año que viene pueda tener la falda de paño, plisada en la cintura hasta la cadera. Que pesa un quintal, pero que por su caída merece la pena llevarla. En el caso de Emma, nos inclinamos por la versión exprés hasta que deje de crecer, porque de momento, de un año a otro el traje completo, le queda pequeño.
Aprovechando que mamá tenía el telar puesto, porque estaba calando un mantelito. Me la camelé ligeramente para que nos calara unas cositas a Emma y a mí.
Para Emma un denlantal, y para mí, el canesú de una camisa.
Así también aprovechaba el momento y sacaba las reglas de patronaje.
Mamá es una artista. Verla calar es como entrar en una especie de trance, donde solo eres capaz de seguir la aguja arriba y abajo, y tus chakras se alinean por obra y gracia del subir y bajar de esa aguja. Un espectáculo.
El calado estuvo listo en una semana, y el resto de las piezas en apenas tres días más tarde.
Tengo que decir, que mi camisa es la camisa más bonita que he tenido nunca. Y me están entrando unas ganas infinitas de ponerme seriamente con un telar y calarme un par de ellas más.
El Baile fue un completo éxito, con varias parrandas, mesas llenas de comida, y familias enteras ataviadas y disfrutando.
Emma disfrutó muchísimo, primero comiendo y luego bailando. Aunque a medianoche y como Cenicienta, el sueño la venció. Todavía ayer, me decía: me gustó muchísimo la fiesta de ayer mami.
Así que hasta el año que viene, que volveremos con mejores trajes y las mismas ganas.
Orientarse y esperar el viento
El jueves pasado se inauguró la Feria de Artesanía de Antigua. Este año el Ayuntamiento ha decidido cambiar el emplazamiento de la misma. Cuando recibí la noticia, (en lo que suele ser habitual en mí, que odio salir de mi zona de confort), me pareció un error. Y cuando fui a visitarla, me tuve que dar la consabida colleja por haber pensado tan negativamente en principio. Este año se celebró en las inmediaciones del Molino de Antigua, junto al museo del Queso Majorero. Así que la excursión nos sirvió para dar un paseo por los tres sitios: la feria, el museo y el molino.
La feria muy bien, con 100 artesanos más que el año pasado, lo que hacía un total de 300 puestos. La calidad y el nivel de los artesanos también ha mejorado muchísimo, lo que me hace muy feliz. Porque llevamos una rachita en que lo de ser artesano es un chiste y las artesanías una chapuza. Este año se ha notado mucho la diferencia. Mi puesto favorito, este año también, ha sido el de Pisaverde. También había varios joyeros que tenían piezas muy bonitas usando plata y piedra volcánica. Madera, cristal, cerámica, cuero y madera. Este año, como novedad había también varios maestros herreros, alguno incluso con una demostración de su taller de forja, haciendo herraduras.
El museo del queso está ubicado al lado del molino, en una casa de construcción típica canaria, con jardines llenos de cactus. Lo que hizo que Emma estuviera encantada paseando por allí. El museo me trasladó a la casa de mis abuelos, cuando era pequeña. Se me vinieron a la mente imágenes claras de mi abuelo ordeñando y mi abuela haciendo queso. Solo faltaba el olor para que fuera un viaje en el tiempo.
El molino, está restaurado, arreglado, y muy conservado. Preciosos, tanto el molino de gofio como el molino de agua. Qué importancia tienen los molinos en esta isla, y hasta hace bien poco, que poquito caso se les ha hecho.
Hay un video fantástico sobre el viento, y lo que podemos sacar de él. Fuerteventura es viento, que de ahí le viene el nombre. Y estamos perdiendo una oportunidad tremenda de coger lo que nada cuesta y lo que es inagotable.
Y voy despidiendo un fin de semana muy agitado. Con pan recién horneado, requesón de la leche de las cabras de mi tía-abuela, mermelada casera de tomate, un poco de crochet y de fondo: la telenovela.
Ya estoy lista para recibir lo que el viento de la nueva semana, me vaya a traer.
Reflexiones de ser mamá
El viernes Emma trajo de su cole su regalito para celebrar el día de las madres. Lo guardó cuando llegamos a casa, y me dijo muy seria que era para mí, pero que no me lo podía dar hasta el domingo.
Hoy se ha levantado con la energía de siempre, y ha saltado de la cama a buscarlo.
Una bolsita decorada por ella, un tulipán que también pintó ella, y una postal que dentro tiene las palabras que sabe escribir (mamá y Emma) llena de dibujos rosas y azules, porque según ella, yo soy rosa y ella es azul.
Todo muy bonito, y como es normal, muy especial. Aunque lo que más me ha gustado es su capacidad para mantenerse firme, sin dejarse llevar por la emoción de tener un regalo y dármelo sobre la marcha. Ha esperado hasta hoy, y ni siquiera días atrás cuando me dijo que estaba haciendo una sorpresa para mí, se le escapó nada.
Me dijo:
– Estamos haciendo una sorpresa para las mamás en el cole, pero no me preguntes porque no te lo puedo contar, es un secreto.
Me gusta esa capacidad que tiene para ser firme, aunque cuando es igual de firme para algo que no conviene (como tirarse del sillón, pinchar en las camas, o comerse todo el chocolate que encuentra..) no me parece tan bien. Emma es cabezota, es sesuda, tiene una lógica que me deja la mayor parte de las veces sin palabras. Y cada día, me pregunto cómo es posible que con lo pronto que se acaba (apenas un metro de altura) sea capaz de agotarme físicamente con tanta rapidez. Me resulta increíble la energía que tiene, y la necesidad de explorar todo lo que tiene alrededor. Su curiosidad es digna de estudio, y su memoria un prodigio.
Es capaz de echarme un pulso con cosas tan ridículas como comerse una zanahoria, o de estar llorando los diez minutos que dura la ducha,o cuando nos metemos en el coche para volver a casa desde NuestroNorte, que es capaz de estar con un llanto lastimero, que ni es llanto ni es nada, todo lo que dura el trayecto.
En estos cuatro años que llevamos juntas, he aprendido mucho, y probablemente me ha servido también para conocerme y conocerla. Asumir que es una persona independiente, a la que unas veces guío y otras veces acompaño, pero siempre manteniendo (o intentándolo) su independencia.
Yo no recuerdo cuando sentí la certeza de que mi camino en la vida pasaba por el trance de reproducirme, es algo que siempre he sentido o que he sabido. También tuve siempre claras, las circunstancias que acompañarían a mi maternidad.. casi todo ha sido así, como lo sentí desde siempre. Puede que por eso, todo sea más llevadero, o menos problemático.
Pero también es cierto que cuesta, y que hay problemas. No es fácil lidiar con según qué entornos, y también es complejo plantar cara a algunas batallas internas que siempre surgen en cuanto empiezas a educar. Lo de dejar mi vida en standby hasta que vaya a la Universidad prácticamente, lo tengo asumido, y no me genera demasiados conflictos. Es una especie de peaje que pago por ir en un camino donde la mayoría de cosas son flores.
Después de abrir el regalo sorpresa, hemos dado buena cuenta a un desayuno completo y sabroso, no creo que haya tomates más ricos que los de Tiscamanita; hemos leído todos los cuentos de mamás que tenemos, que ahora me doy cuenta que son tantos como los años que llevo celebrado este día. El último, el Mamá, de Mariana Ruiz Johnson, es precioso, versos cortos, e ilustraciones que van desde el embarazo hasta el niño que ya va solo por la vida, pero que siempre será el niño de mamá.
Me acuerdo de la canción de Luis Quintana, Antes:
Todo parece estar bien, hasta que ¡sorpresa!
Combinaciones tan perfectas como para pedirse matrimonio
Hace unas semanas que tuve necesidad de innovar en mis cenas. Normalmente los sábados amaso el pan de la semana, lo dejo fermentando toda la noche, y el domingo por la mañana lo horneo.
Así disfrutamos de un desayuno rico a base de pan recién hecho, y guardo el resto para toda la semana.
Muchos días, tomo ese mismo pan para cenar, en un bocadillo, o preparando una tosta con él.
Pero hace unas semanas tuve ganas de cambiar. Y se me ocurrió probar una receta a la que hacía tiempo tenía ganas.
Me gustan mucho los bagels, aunque tengo en la memoria el recuerdo de aquellos ricos bagels que comí en EEUU. Los que he comprado por aquí nada tienen que ver.
Así que una vez más, liándome la manta a la cabeza, me atreví a meter las manos en la masa. Esta fue la receta que usé. Tengo que decir, que he hecho bastantes recetas tanto del blog como de los libros de Alma Obregón, y los resultados siempre han sido muy satisfactorios. Es genial dar con una página de las miles de millones que hay de recetas, sobre todo de repostería, y que las cantidades y los tiempos de hornos estén bien. Porque me doy con cada página de locura de ingredientes que es como para inyectarse sobre la marcha una buena dosis de insulina, ahora eso sí, las fotos son preciosísimas.
Anyway, a lo que iba. Esta receta merece hacerla una y dos veces. Y eso mismo es lo que hecho. Esta segunda vez, después de hervir los bagels, congelé la mitad. Algo que admiten perfectamente.
Y una vez que están horneados y listos para rellenar, entra en juego la imaginación, apetencia y creatividad de cada uno.
Estos días también, me hice con un kit de germinados. Por un módico precio, el kit incluía bandeja, y semillas de alfalfa, col lombarda, y soja. Primero hay que remojar y luego a la bandeja. Ha sido un experimento estupendo porque la cosa crece como un tiro en cuestión de horas. Emma ha estado hasta sentada delante viendo las semillas intentando crecer.
Y aquí está la combinación perfecta: un bagel, queso de untar, salmón ahumado o pavo o atún… y un buen manojo de brotes, y tienes una cena estupendísima, a la par de sana.
La satisfacción de que casi todo lo que comes ha salido de tus manos y tu cocina, es algo que no se puede comprar.
Como nota al pie de esta combinación, tengo que añadir que hace unas semanas también, hice mi primer kimchi, y que no llegó casi a fermentar porque me lo comí antes. Y ahora estoy adentrándome en el maravilloso mundo de los fermentados, y ando buscando un scoby para hacer kombucha, y kefir de agua como loca. Como esto siga así, de aquí a que monte una conservera no queda mucho.
El día de dos de mis cosas favoritas
Se celebra hoy el día del libro. Una de mis cosas favoritas en el mundo mundial.
Desde hace unos años, se ha extendido la costumbre catalana de acompañar el libro de una rosa.
Y así se juntan, dos de mis cosas favoritas. Los libros y las rosas.
Hoy estamos resguardadas en casa (desde hace ya tres días) porque Emma tiene un resfriado de cierta importancia. Cuando creí que había dejado atrás a los virus invernales, llegaron los primaverales. Así que hoy, hemos bajado todos nuestros libros de las estanterías, les hemos quitado el polvo, y hemos leído algunos.
De nuestra biblioteca, estos días los siguientes son los preferidos de Emma. Aunque si tiene que elegir uno solo, sin duda es el de Bienvenidos a Mamoko. Es un libro sin letras casi, pero con infinidad de historias distintas. Es un libro para imaginar, para jugar, y para pasar un buen rato juntas o a solas.
A mi personalmente me encantan los libros de Mónica Carretero, las historias son geniales, y las ilustraciones no me podrían gustar más.
Y de último, los cuentos más bonitos que he leído nunca son los de Oliver Jeffers, con ilustraciones curiosas, pero lo que realmente importan son las historias, que de verdad son bonitas, de esas de tocarte el corazón.
Terminé Las flores no sangran de Alexis Ravelo, y quedé encantada. Sus libros me transportan a una ciudad que fue la mía, y que ahora siento en la distancia, aunque ya no soy yo. Genial escritor de novela negra. Y ahora estoy leyendo a Dulce Chacón, en La voz dormida, y el Elogio a la lentitud de Carl Honore. También estoy releyendo a ratos a Sabines… Eterno Sabines. Es el primer poeta que se me viene a la mente siempre.
Y no por quedarnos en casa, nos hemos quedado sin rosas… Tenemos dos mini rosales nuevos. A los que trataré de no matar próximamente.
Y tu, ¿qué lees?