Una de las cosas que me he ido dando cuenta a medida que, yo he ido cumpliendo años, es de la cantidad de límites que me he ido poniendo. Han surgido una suerte de miedos e inseguridades, que hace unos años ni me planteaba.
Hace 17 años que tengo el coche que tengo. Me ha llevado y traído sana y salva por muchas carreteras. Y hasta hace unos años, conducir no era problema. De un tiempo acá, como canta Alejandro Fernández, no todo va tan bien. Resulta que conducir me ha empezado a dar como miedo, o angustia, o inseguridad… yo qué sé.
La cuestión es que he dejado de ir a sitios o actos porque tenía que llevar el coche yo, o porque el sitio estaba lejos. Y como el corto del perro que está acostado sobre una madera con un clavo, hasta que no te duele lo suficiente, no te levantas.
Hace un mes, me di cuenta de la cantidad de limitaciones que me había ido poniendo por el mero hecho de tener que conducir. Y fíjate que no he tenido ningún episodio traumático, accidente o evento, que haya hecho que tenga miedo. Nada que ver. Todo ha sido producto de mi privilegiado cerebro, que ha ido confeccionando una serie de películas e ideas terribles sobre viajes en carretera.
La cuestión es que ha llegado el momento de que la incomodidad del límite me haya puesto manos a la obra. Cuando fui consciente, tomé la decisión de traspasar todos estos límites. Con miedo y angustia, pero andando. Y como la gran hierbas que soy: cuando tu sabes qué quieres, el universo conspira a tu favor. Pues justo esto.
Según tomé la decisión de que esto de dejar de conducir tenía que parar, me salieron un chorro de eventos que requerían de mi movimiento por esos kilómetros para poder asistir. Todos eventos la mar de atractivos para mí.
En dos semanas he conducido más de 500km. Por carreteras conocidas, poco transitadas e incluso desconocidas. Todo ha merecido la pena, porque como te digo, los eventos a los que he asistido han sido todos pura energía para mí. Pero una de las mejores cosas de todo, al final, ha sido poder decir que he conseguido traspasar los límites que yo misma me había puesto.
A mi conducir es una de las cosas que más me relaja, creo que solo superada por leer. Me da igual coche o moto, tengo ambas cosas. En el coche disfruto de la conducción oyendo mi música preferida aunque he de reconocer que cuando necesito aislarme y pensar en mis cosas siempre elijo la moto. Desde que inicio el proceso de ponerme los guantes, el casco, etc…, ya entro en ese estado como de calma y paz que alcanzas con el yoga y la respiración, bajar la visera y arrancar, las curvas se enlazan y solo estás tú con tus pensamientos y el ruido del motor.
Una pena que no le saques placer a la conducción pero si al menos has conseguido superar tus miedos algo es algo, ya no te estás mutilando tú sola.