Pareciera que últimamente solo me alimento de letras, y aunque es medio cierto, sigue habiendo hueco por aquí para otras cosas.
El viernes, volví a vestirme de exploradora, armada con el GPS que me regaló papá, y con dos acompañantes pusimos rumbo al sur, como cantaba Ana Belén.
Llegamos a Arinaga, y allí descubrí un pequeño paraíso. No tiene nada, o tal vez lo tiene todo. Quedé prendada de esa avenida. Allí echamos la tarde entre lanas, inglés y cafés. Si no fuera porque soy gatufóbica, y allí habían demasiados gatos entrando y saliendo, hubiera sido una velada diez.
Tengo que repetir, mochila a la espalda, y botines a los pies. Esta avenida se va a convertir en mi segunda casa de acogida, para situaciones de emergencia.
Y en estos cuatro días libres, (gracias Sr. Carnaval), y como viene siendo tradición, me dediqué a coser.
Creo que ya van 6 años, los que dedico a esta labor el lunes por la noche, mientras la mayor parte de la gente de alrededor, decide ponerse un disfraz, aunque yo creo que lo que hacen en realidad es quitárselo, y dejar libre la verdadera personalidad que tienen oculta el resto del año, pero esa es otra historia que no viene al caso. La cuestión es que yo me siento muy yo todo el tiempo, y los Carnavales, pues como que ni fú ni fá, y el entorno tampoco me ayuda demasiado, que hacen fiestas y ni me invitan, pero bueno, esa es otra historia también.
Hoy estoy dispersa.
Yo dedico la noche del lunes y el martes de Carnaval, a coser. Retomo un UFO y le doy matarile.
Esta vez le tocó al JellyRoll que empecé allá por el año 2008, si no me falla la memoria.
Me encantan los colores y el resultado final. Ahora solo falta la trasera y ponerme a acolchar. Lo quiero hacer a máquina, y estoy ya en prácticas para ver si me decido por el acolchado libre o sigo con mis líneas rectas.
Lo mejor de estos días así, metida de lleno en una labor, es la concentración que adquiero según pasan las horas. El silencio me acompaña minuto a minuto, solo el suave ronrroneo de la máquina de coser. Cortar, coser, planchar. Es un trabajo sistemático, pero que requiere concentración. Las piezas deben estar perfectamente unidas, para que no hayan desajustes milimétricos, que luego son terribles errores en resultado final.
Estos días son pura metamorfosis. Así como construyo un quilt, me construyo un poco por dentro. Y me voy descubriendo ahogando gritos, sonriendo a escondidas, o disimulando alguna lágrima.. y sintiéndome que yo no tengo que ponerme o quitarme ningún disfraz para encontrar un poquito de felicidad.