De las veces que he deseado ser un Epsilon

– Hacen 5 años del Delta y vuelvo a vivirlo de la misma manera. Conté más de 254 relámpagos, que me redujeron de tamaño, en medio de una cama que se convirtió en gigante, y que me hicieron anhelar eso que no tengo, eso que necesito, y eso de lo que estoy casi segura de que no llegará.
La resignación nunca ha sido mi fuerte, y la frustración va ganando espacio.
– El tema aparcamiento combinado con obras, se convierte en un tema espinoso que me produce enfado y desanimo. El no encontrar un salvavidas en este asfalto roto, me provoca tristeza, y un poquito de frustración más.
– Que venga el puente, que lo tenga hipotecado, que esté pagando cuotas de algo que yo no he decidido tener o comprar o adquirir, sigue aumentando el nivel de frustración.

Necesitaría, una vez más esa trinchera, esa donde sueño que me escondo, donde no tengo que responder, donde no tengo que trabajar, donde un abrazo es suficiente para que todo pase.
Quisiera ser invisible, pasar desapercibida, y hacer realidad el sueño que se repite desde hace una semana: tirarme al agua de MiNorte, sumergirme en su transparencia, llenar mis poros de su sal, y no sentirme frustrada, ni desvalida, ni desesperanzada, ni tampoco hipotecada.
Hoy me sería suficiente convertirme en el Epsilon que siempre he sentido ser.

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