Enfermedad crónica

Parece que últimamente todo a mi alrededor, me invita (me obliga) a hacer una parada y rebuscar en mis recuerdos. Traer a mi memoria a gente que pasó por mi vida, por mi lado. Personas que decidí guardar en cajas con cierre hermético, porque no todo lo que empezó bien acabó de la misma manera.
Personas que ya no están, y que aún su recuerdo duele.
Personas que pasaron simplemente, y que aunque no encontremos, nada volverá a ser igual…
No me ha quedado más remedio que dejar que se abran las cajas y las carpetas. No todo lo que ha aparecido ante mí ha sido agradable.
Nunca me ha sido fácil afrontar todo lo que he sido, pensado, sentido.
¿Por qué me costará tanto entender mis sentimientos?. ¿Por qué me costará tanto asumir lo que siento?
Siento tantas cosas que me resulta imposible ponerles un órden. De forma que están dentro de mí dando miles de vueltas, probablemente luchando por salir..
Me doy cuenta de la cantidad de gente a la que quiero, y no se lo digo.
Me doy cuenta de todas las personas a las que extraño….
Caigo en la cuenta de las veces que he tenido impulsos por hacer cosas sin pensar, y que en último momento no hice… he perdido muchas oportunidades de arrancar sonrisas, de ser feliz.. sin pensar.
Y una vez más me doy cuenta de que lo principal dentro de mí, que me impide hacer lo que realmente me apetece es el miedo… ¿Por qué he de calibrar todos los pros y contras de cada acto?. ¿Tanto me pesan los errores?
En mí el miedo no es una infección, es una enfermedad crónica con difícil tratamiento.

Las ideas, los principios y la libertad

Esta semana he escuchado mucho una canción de 3 de Copas, que se llama: Mi libertad.
Hay una estrofa que dice:
Me pidieron tanto que no me fuera
y aunque estuve a punto de renunciar
con una guitarra como bandera
y un montón de sueños por alcanzar
Me salí a luchar mi guerra
me salí a buscar quién era
Y ha sido casi inevitable que mis chicos se me hayan venido a la mente. Mis chicos son tres hombretones que andan por el mundo contando y cantando todo lo que les llama la atención, y las cosas que les pasan desapercibidas, también.
Y han vivido exactamente como dice esta canción, con la guitarra como bandera, recorriendo un montón de sitios. Durmiendo en casas de gente que conocían esa noche, compartiendo escenarios con gente que les daba oportunidad y con otros a los que la oportunidad se la daban ellos.
No pasando más de una semana seguida sin tocar, unas veces para auditorios llenos de gente, y otras para pequeñas reuniones de personas en el bar más raro del lugar.
Les he visto coger aviones, barcos, coches, guaguas.. la mayoría de las veces con solo la guitarra, algunos discos, y un cuerpo lleno de ilusiones y “ganas” como equipaje.
Uno de ellos es Luis Quintana, (Quinti cariñosamente). Le concocí un 3 de Junio en uno de esos bares con encanto, donde en muchas mesas se resuelven los problemas mundiales.. De esa noche recuerdo especialmente una canción que me hizo dar la vuelta a mi vida, salirme de ella y ver las cosas desde fuera: Historia de una mujer con salida…. Yo encontré la salida.
Luis tiene una proyección de voz increíble, sus letras son mordaces, inteligentes, irónicas. Es apasionado, y tiene el poder de transmitir mucha energía. Luis un buen día, cogió la guitarra, unas pocas cosas más y se instaló en la Capital, porque allí parecía que las cosas serían más fáciles. Si se puede decir fácil a estar en medio de un montón de gente que quiere dedicarse a lo mismo, que el frío cala hasta los huesos, que hay que estar alejados de la familia… y que aún allí hay que estar todo el día cogiendo guaguas, allí autobuses, para seguir llegando a todos lados.
Otro de ellos es Jesús Garriga. A él le conocí en el mismo bar que a Luis. Las cosas habían cambiado y ahora yo trabajaba allí. Llegó casi a la hora de empezar el concierto (los problemas de organización siempre están presente en este mundo), y casi no pude escucharlo como me hubiera gustado, pero tuve una segunda oportunidad. Jesús se alojó en mi casa, como todas las veces que vino luego a Las Palmas mientras yo viví allí. Jesús tiene una voz que de entrada no te esperas, hace unos giros con ella que son espectaculares. Jesús ha conseguido de mí las lágrimas y las risas, e incluso terminar “en la calle codo a codo”. Sus letras necesitan casi siempre segunda lectura, y a medida que las escuchas más puedes identificarte con ellas. Jesús también un día dejó su tierra natal, y con el mismo equipaje que Luis se fue a la capital.
Y por último, el que falta es Ángel Ravelo. Bueno, a Ángel le conocí el mismo día que a Luis, fue uno de esos conciertos compartidos. De Ángel lo primero que me llamó la atención fue su voz, una voz dulce, melosa, pero con mucha fuerza. Me dejó impresionada esa noche, la capacidad que tenía para hacer llegar los sentimientos, y los pocos problemas que le suponía decir “te quiero” con la boca grande. Con Ángel, más que con ningún otro, he vivido de cerca lo que es este mundo del músico, del cantautor, de la música en general. Lo fácil que se hacen algunas cosas y lo complicado de otras. Ángel, también un día cogió la maleta, como la de Lezcano, y cruzó el charco, porque como él mismo decía no va a parar hasta que en todos lados sepan que “aquí estoy”.
Con estos tres chicos, he compartido muchas cosas, desde la casa, la mesa, los conciertos, las risas, unos quintillos, y las lágrimas también (casi siempre las mías).
Y hoy quiero reconocerles mi admiración, por lo que hacen, lo que cantan, lo que cuentan, y cómo lo llevan a cabo.
Olé! mis chicos!

Demonio???

Para que un demonio entre en tu casa, tu has de invitarlo a pasar.
Un vez hecha la invitación, el mismo demonio elige entre entrar o quedarse fuera.
Aunque quiera entrar si no le invitas a hacerlo, no puede pasar.
Siempre entro llamando, a veces, me invitan y paso.
Otras rechazan mi presencia, y me voy.
Y algunas otras, se me cansan los nudillos de llamar, hasta que caigo en la cuenta de que tal vez en esta puerta nadie contesta porque nadie hay.
Nunca paso dos veces por la misma puerta.
Solo hace falta que me invites una vez, para regresar siempre.
Puede que por mis venas corra algo de sangre de demonio, suponiendo que éstos la tengan.

PD:Y ya van dos días y sogo desenfocada.. empiezo a preocuparme

Sábado noche…

Me gustan los sábados que me quedo en casa.
Esta noche he ido a tomar “algo”, me he venido con media botella de “El Coto” en el cuerpo. Esa es mi medida, media botella, la cantidad justa para que me sienta deshinibida, feliz, contenta, pero con los pies en el suelo, y para que mañana no tenga dolor de cabeza, ese dolor que te hace pensar: Me hago mayor!.
Aún tengo aquí otra botella más. Está abierta, y es justo lo que necesitaré dentro de un par de horas, cuando empiece a desaparecer el efecto que me causaron las copas que ya tomé.
Acabo de llenar la bañera con agua calentita, le he puesto unas sales efervescentes de olor a pomelo, y estoy escuchando a Raúl Ornelas (la voz, mi voz)…
Tengo la copa preparada en el baño, para dentro de un ratito, y ya en breve me empiezo a sumergir en esta mezcla de burbujas y espuma…. y Raúl que me dice: Me muero de ganas por tener algo que ver contigo, me muero de ganas……
La espuma me envuelve, el agua me abraza… y yo…. sigo escuchando esta voz….
PD: ¿Por qué siempre estaré sola, cuando tengo tanto que hacer, y poco que decir?.

Giving up on love

I was so crazy about you, everyone knew
I couldn’t sleep when I found out, yeah
You feel the way you do
So maybe it’s my turn now
To show you how I feel
So listen to what I say
’cos these feelings I can’t conceal
I’m giving up on love
’cos I’ve been hurt before
Giving up on love
And I don’t want you no more
I’m giving up on love
’cos I’ve been hurt before
Giving up on love
And I don’t want you no more

Giving up con love/Rick Astley
Hace una semana que me cogí a mí misma y empecé a andar.
Hoy estoy convencida del camino que estoy siguiendo, y aunque duele me siento bien. Siento que hago lo que debo.
Duele, y duele mucho.
Pero sé que en el dolor también está la paz, también está la calma, la tranqulidad.
De momento, cojo mis cosas y echo a andar… sigo andando.

Trato personal

Una de las cosas buenas que tiene el vivir en una pseudo-ciudad, es el trato con el resto de los habitantes, al menos con una parte de ellos. El llegar a un establecimiento y que te conozcan, y te traten por tu nombre, que muchas veces no tengas que explicar exactamente qué es lo que necesitas, porque ellos están al tanto de algunas de tus cosas, o que si necesitas ayuda, se esmeren un poco más que con el resto para ofrecértela. Hay veces incluso, que la relación puede afianzarse y en esas personas puedes encontrar grandes amigos, como me ha pasado no hace tanto.
Me gusta que cuando voy a comprar el pan, la chica que atiende, me pregunte cómo estoy y lo haga con una sonrisa, y así sin preguntar me ponga lo que llevo cada día, tanto el pan, como el periódico.
Me siento bien, cuando voy a la peluquería, y mi peluquera me llama por mi nombre, y ni si quiera me pregunte cómo quiero el peinado, ya me conoce lo suficiente como para no tener que hacerlo.
Es una tranquilidad enorme, cuando llego al médico, y tanto la doctora como la enfermera, me saludan por mi nombre, me mandan pasar, y no tengo que volverles a contar todo lo que me pasa, se limitan a preguntarme cómo me encuentro en estos últimos días.
Y quien siempre consigue arrancarme una sonrisa es el dueño de un restaurante al que voy asiduamente, no conozco a ningún hostelero que se esmere tanto por cuidar su clientela. No solo nos conoce de vista, sino que sabe perfectamente que es lo que tomamos de beber, y cómo lo queremos (con/sin hielo, en vaso grande/pequeño), y cuando llegamos a la mesa, ya tenemos puesto el “picoteo”, es una forma de agasajar que no tiene precio, y que hace que la propina salga sola del monedero.
Y así con una pequeña, pero importante cantidad de personas, muchas relacionadas con el trabajo, y que ayudan a que me sienta arropada. Aún en estos días donde parece que llegó el invierno de Siberia.

Hace tanto tiempo ya

El principal sentimiento que me llenaba esa noche era imposible de definir. Era una mezcla a partes iguales entre rabia y culpa. La culpa por no haberme portado como debía, y la rabia por ser consciente de mi mal comportamiento.
El recuerdo que me evoca siempre aquella tarde, es el sonido de unas uñas rascando unas cuerdas de guitarra, y de pronto la sensación de que todo a mi alrededor se empezaba a parar como a cámara lenta. No había ruido, no había nadie.. Solamente aquellos acordes, que viajaban certeros a mis oídos.
No sabía quién interpretaba, no sabía qué canción era aquella… En ese momento solo me eran conocidos mis sentimientos internos, los que siempre me habían acompañado.
El eco de aquella voz en la sala, aún retumba en mi cabeza. Si consigo estar en completo silencio, en cualquier lado, a cualquier hora, soy capaz de escucharlo. Con tal profundidad se guardó en mi registro.
La música logró desvanecer la rabia que traía, la voz logró borrar la culpa.. Fue como encontrar la paz.
De aquella noche, tan importante, donde todo comenzó, recuerdo el frío, y el sabor a un café… Un café que me he empeñado en encontrar, pero que no he tenido éxito en la búsqueda.
¿ya nunca podré tener de nuevo ese sabor en mi lengua, en mi boca, en mi alma?.

Siempre regresa

Estaba tranquila. Estaba casi feliz.
Me sentía satisfecha por lo que he logrado hasta hoy… hasta anoche.
Y es que no puedo sentirme así, porque cada vez que lo hago, regresa.
No me puedo olvidar de este gran gigante, que se esconde, hasta que yo creo que no está, que ha desaparecido. Es entonces cuando vuelve a aparecer.
Vuelvo a verlo en todos lados, vuelve a martillearme la cabeza con cálculos, contando, una y otra vez…
Creí, que podría decir que esto se había acabado, pero me doy cuenta de que no. De que tengo que aprender a vivir con él, con este mal…
Creí que se había ido, pero hoy vuelve con el recuento..
Mejor será que yo me ponga a contar con él, y que aprenda a vivir contando.
Y mejor, que ya nunca crea nada..
Y no estoy triste, solo estoy resignada..