El domingo estuve un buen rato hablando con MiGurú, ahora hablamos por facetime, y nos parece lo más natural del mundo, algo que no se nos había ocurrido hacer hasta que llegó la pandemia. No hay nada como que nos prohíban una cosa, como que queramos hacerla.
Yo a MiGurú lo veo con frecuencia, pero también es cierto que mas que vernos, hablamos. Hablamos mucho, varias veces al día. Hablamos de todo, trabajo, noticias, hijas, pan, pelis, series no, que él no ve… libros.
Este domingo después de hacer un repaso a la albañilería doméstica y a los estiramientos apropiados después de una buena caminata, hablamos de samuráis.
Empezó a hablarme de un samurái “loco” que se hizo un seppuku famosísimo y que terminó siendo una carnicería. En cuánto me contó esto, me vine arriba. “Espera espera.. ese es Mishima”.
“¿Tú conoces a Misima?”. “Pues claro, y lo he leído también”.
Aquí tengo que hacer un inciso, MiGurú no es MiGurú porque a mi me parezca que le va bien el nombre. No. Es que es un Gurú de verdad. Él siempre va por delante. Siempre. Y siempre de forma acertada. Así que esta vez, me vine un poco arriba. Por primera vez en los 42 años que él tiene, yo sabía algo que él no sabía. Este momento era para recordarlo forever.
La cosa es que después de hablar un rato de Mishima, me quedé pensando en lo mucho que me impactó su libro cuando lo leí. Claro que tampoco estaba yo en mi mejor momento, allá por el 2008. Sin pensarlo mucho, busqué el libro, y me dispuse a leerlo nuevamente.
Leo con otros ojos, pero hay partes que siguen siendo para subrayar:
“Entre las condiciones de los samuráis, menciona Yamamoto (en el libro Hagakure), en primer lugar la devoción y después la necesidad de cultivar la inteligencia, la compasión y la valentía. La inteligencia no es más que saber conversar con los demás. La compasión consiste en actuar bien con los demás comparándose con ellos y dándoles la preferencia (maltratar a alguien es una conducta diga de un lacayo), y la valentía es saber apretar los dientes”.
Al leer este párrafo lo recordé. Lo escribí un montón de veces en aquella época, y tengo unas cuantas libretas con este texto. Me parece tan perfecto que me lo he llegado a aprender de memoria. Ahora la nueva tarea que me autoencomiendo, es leerme el Hagakure, como habrás intuído.
Apretar los dientes. ¿Cuántas veces me lo habré repetido?
Es uno de mis mantras. “Aprieta los dientes y tira”, porque uno de mis principales valores es la valentía, junto con la libertad. Libertad para ser valiente. Otro de mis mantras.
Yo tiendo a considerarme poca cosa, mi altura y tamaño, siempre me han confinado a pasar desapercibida, haciendo poco ruido, siendo poca cosa. Tengo un montón de miedos, y un chorro de creencias limitantes. Cuando memoricé el texto de Yamamoto, me sentía mejor. Esos cuatro valores, que desarrollaba cada día, eran valores de samuráis… igual ya no era tan poca cosa.
A día de hoy, y pese a saberme samurái durante muchos días, la mayor parte del tiempo sigo luchando con mi impostora. En esto no hay descanso. Pero yo, tengo otra condición más: tenacidad o cabezonería, como prefieras.
Estos días, cuando dudo de mi valentía o de mi capacidad, miro el girasol que plantamos al principio de la pandemia, y en el que yo no tenía fé ninguna. Y él ahí, con su tallo infinito y desafiando todas las leyes de la física, no solo se mantiene erguido, sino que encima florece. Estos días, mi inspiración es el girasol de la pandemia.
Voy a hacer lo mismo que tú, aunque yo no tengo girasol. ¿Sabes que es mi flor favorita?