Ha salido mi segundo artículo. Esta vez hablo de mi abuela Teresa, que este año hará 8 años que ya no está. Con ella viví muchísimas cosas, y mi artículo son solo unos pocos de mis recuerdos más tempranos con ella.
Los artículos que irán saliendo en El Enfoque, son extractos de escritos mas largos que no sé si en algún momento verán la luz. De momento me contento con sacarlos de mi cabeza, al estilo pensadero de Dumbledore.
Lo que voy escribiendo es lo que recuerdo, mis vivencias, o puede que mis invenciones. Una vez leí que Gabriel García Márquez, decía que la vida no es lo que te pasó sino lo que recuerdas que pasó. En otro sitio, no recuerdo quién lo dijo, ni dónde; igual fue Punset, en Redes… Decía algo así como que el cerebro solo almacena ciertas cosas, y la mente rellena para no tener espacios en blanco. Entonces, es posible que recuerdes cosas que no pasaron, o que tal vez tus recuerdos no sean copias fidedignas de lo que fue. Esto me genera mucha ansiedad. Tengo, siempre la he tenido, una gran tendencia a la fantasía. Antes, ahora menos, lo que pasaba en mi cabeza siempre era más divertido y brillante, de lo que pasaba en la realidad. Por eso, cuando echo mano a mi copia de seguridad mental, me entra la duda de cuánto de realidad habrá ahí.
Esta angustia se ha instalado tan profundamente en mi persona, que ahora que todo esto está siendo publicado, y que no solo yo lo estoy leyendo, siento unos nervios terribles hasta que alguien lo valida. Normalmente mis primas mayores, que deben tener más recuerdos y seguro que más reales que los míos, sobre estas mujeres que formaron nuestra familia.
Y ayer mismo, cayendo en la cuenta de esto, me di un par de tortas. Aquí está de nuevo la impostora. ¿Por qué son más válidos los recuerdos de otras personas que los míos?. ¿Por qué he de buscar soporte y apoyo siempre para creerme lo que pienso, lo que recuerdo, o simplemente lo que me pasa?. No le encuentro demasiada explicación, pero supongo que cada uno siempre tiene su propia perspectiva de lo que pasó en función de cómo se sintió, y ahí nadie puede decir si es correcto o no, porque en cómo te sientes sólo mandas tu. Que no validen nuestros sentimientos, a día de hoy, me parece el mayor de los maltratos. Te dicen que lo que sientes no es correcto, como si hubiera una forma correcta de sentir. En función de lo que a los demás les venga bien. Todo esto me ha traído de cabeza durante tanto tanto tiempo que es probable que me recuerde haber estado contradiciendo mis sentimientos toda mi vida.
A base de sentir, que sentía mal, fui anulando lo que sentía. Parece un trabalenguas, pero es justamente así. Hasta hace unos años, todo parte del mismo momento. De escuchar a Emma, de prestarle atención en sus sentimientos, y en cómo los expresaba. Empecé a reconocerme, y como con casi todo lo que me pasa, me puse a buscar información. Pues la encontré, porque lanzada la pregunta, siempre hay respuesta, solo hay que encontrarla.
Hay una etiqueta, como para casi todo, que da explicación a esto que nos pasa. Personas altamente sensibles. Y aunque las etiquetas tienen tanta mala prensa, porque pueden condicionar, si te digo que en este caso, lo que ha hecho es darme mucho alivio. Todo esto que muchos no entienden tiene una explicación, y no es un invento que ha hecho mi cerebro para rellenar un hueco en blanco que por un fallo, mi mente no almacenó.
No es que ahora por saberlo todo se haya resuelto, pero lo que sí pasa es que ya no voy en contra de lo que siento, y estoy mucho más pendiente de lo que Emma siente también. Esta vez, la etiqueta nos ha dado mucho alivio.