La página en blanco

Uno de los momentos más estresantes para mí a la hora de escribir es enfrentarme a la hoja en blanco. Me pasa desde que era chica.

Me encantaba comprar libretas, me sigue encantando, de hecho creo que tengo un ligero problemita con esto, porque ahora mismo tengo libretas para escribir dos o tres años seguidos. Charuca puede dar buena cuenta de ello, que llevo un par de años pagándole las vacaciones en Bali. Todo bien con eso. Sus libretas bien lo valen.

Pues a lo que iba, libreta nueva, hoja en blanco. Y terror.

Siento una parálisis importante en el momento de empezar a escribir. Porque temo estropear ese folio en blanco tan perfecto con alguna de mis letras. Sobre todo a estas alturas en las que me caligrafía se ha visto tan perjudicada. Yo escribía bonito, lo juro. Pero no sé que ha pasado. Bueno sí, lo mismo que con mis músculos o mis pieles… Yo estaba firme y prieta, y llenita de colágeno, y ahora pues mira. Estoy sudando la gota gorda todos los días, haciendo ejercicio de fuerza y toda la pesca para seguir estando prieta y firme… la gravedad no me lo está poniendo fácil, los años, tampoco. Por yo ahí sigo.

Con la caligrafía me ha pasado lo mismo, en algún momento entre los veinte y los treinta, entre los apuntes de mecánica de fluidos, y los de cinemática de máquinas… la perdí. Ahora escribo, sigo escribiendo, pero mi letra ha perdido toda o la mayoría de su belleza. Ha perdido incluso su claridad, y ahora hay que hacer cierto esfuerzo para seguir entendiéndome. Fíjate, esto es extensible a mi personalidad. Así de entrada, pues igual no me entiendes, ni a mí ni a mi letra.

Y con estos ingredientes, pues claro, la página en blanco me intimida.

Quise cortar por lo sano, y eliminé mi caligrafía. De la libreta al archivo de Word. Y yo que me creía que esto iba a ser más fácil. Nada, que es lo mismo. Me impone igual la página en blanco. Esas primeras frases que escribo en una página nueva, van y vienen varias veces.

Es oficial, la página en blanco me aterra. No lograba amigarme con ella. Hasta hace unos meses.

Durante la Semana Literaria de Puerto del Rosario, el pasado diciembre, se dio la representación teatral de la Biblioteca de Noche. Una obra de teatro entretenida y emocionante. Uno de los personajes, vestida de blanco al completo, era mi página temida. Y a partir de ese momento todo cambió.

Le saqué una foto, y ahora mi página en blanco no es algo abstracto que me despierta a la impostora que tengo por aquí adentro y que cada vez hace más ruido. Ahora cuando me pongo a escribir, miro la foto de mi página en blanco, que es guapa y lista, y que me mira con cara amigable. Me invita a relajarme y a que le esparza por encima todas mis letras, sin miedo, sin terror, sin pánico.

Esta obra de teatro ha cambiado mi relación con la página en blanco, tan solo poniéndole cara y nombre. Ahora somos amigas, y me da la mano cada vez que empiezo a escribir.

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