Yo era una de esas personas que vivía en la creencia del “mejor sola”.
Me sigue pasando, quiero decir, mi hábitat natural y donde me encuentro bien, tiene pocos habitantes. Me gusta el silencio y la soledad de una casa vacía.
Me siento a gusto con mi compañía y las reuniones multitudinarias me ponen nerviosa. Y con multitudinarias me refiero a un conjunto de personas que ande por los 50 miembros, no necesito más.
Durante un montón de años, dije NO a cualquier plan que llevara implícito las reuniones de este tipo. Y me refiero a cosas como: verbenas, fiestas, reuniones, etc.
Y de pronto, hace unos años, a raíz de un programa de emprendimiento, descubrí que estar con gente no era tan terrible, que incluso podía pasármelo bien.
Y entonces este año, se nos ocurrió a Vanessa y a mi, no solo asistir a reuniones sino convocarlas. Y ya ahí destruí todas estas creencias del yo a solas.
Cada día disfruto más las reuniones con gente. A ver, los grupos muy numerosos me siguen causando desasosiego, pero grupitos de 20-25 personas, ya no solo me gustan, sino que me doy cuenta de que los voy buscando. He comprendido el bien que hace el grupo.
Por eso, lo del brunch de Adviento de ayer, y lo que vendrá.
En grupo, lo que quiera que traigas se comparte, y no me refiero a lo que nos podamos comer. Se comparte y se avanza de igual manera con las penas, las alegrías, el brillo o los conocimientos.
El grupo te da el espejo, y eso hace que sobre la marcha te ubiques y puedas avanzar.
Me acuerdo de la bola de cristal y aquello de: solo no puedes, pero con amigos sí. Pues tal cual amigas. Por eso, me he propuesto para el año 2024 seguir buscando grupos: uno que lea, otro que teja, otro que tenga ganas de mover las manos. Y que a todos les interese seguir brillando.