Las primeras cajas del SAL de Covi

Llevo un montón de años por estos mundos tecnológicos. A través de ellos he conocido a un montón de gente. Algunos han pasado sin pena ni gloria por mi vida, otros tuvieron su momento, otro montón, uno bastante grande y bueno, se quedó para siempre con nosotras (como mi queridísima esposa sin ir mas lejos).
Hay otras tantas mujeres que no conozco personalmente, pero que siento cerca, y que me sirven de inspiración diaria. Entre ellas está Covi.
Hace muchísimo tiempo que sigo su blog. Me quedo embelesada viendo sus pulcros bordados, las fotos de su jardín y sus rosas, que son un espectáculo total, y ya me remata su prosa. Te cuenta todo con detalle y de una manera que te transmite paz y tranquilidad. Que debe ser la misma con la que ella emprende cada labor.
De entre todas las muchas cosas que ella hace con sus manos, tenía yo especial fijación por las cajas. El  partir de cartón y retales, y acabar con una caja del tamaño y características adaptada a tus necesidades me parecía la bomba. Así que cuando ella propuso hacer un SAL para aprender a hacerlas, volé a dejar mis datos para poder apuntarme.
A estas alturas de año, ya tenemos cinco cajas previstas y dispuestas para hacer. A estas alturas de año yo he terminado completamente dos, otras dos tengo a mitad y una en proyecto.
Tengo por casa muchos bordados de punto de cruz enmarcados y colgados, y tengo otros tantos guardados en un roller, esperando encontrar otro destino que no fuera la pared.
Para las dos primeras cajas, escogí dos esquemas que ya estaban bordados y que por medidas se ajustaban perfectamente a las necesarias para las cajas.
Creo que ha sido la primera vez en mi vida, que he cogido unas instrucciones y me las he leído de principio a fin varias veces antes de meter las manos en los materiales. Y debe haber sido la primera vez también que las he seguido al pie de la letra. Como no era de extrañar, las instrucciones están perfectas. No hay una explicación que falte, ni una indicación que sobre. Son puro oro, en realidad.
Cuando hube terminado la primera, no cabía en mi de gozo. Me sentía que podía acometer cualquier cosa. Parece una tontería, pero el hecho de lograr algo que llevaba un montón de tiempo admirando cada vez que veía un trabajo de cartonage, me empoderó.
Meter el cutter para la segunda no me costó mucho más.
La primera se convirtió rápidamente en un joyero. La segunda es el costurero donde guardo el Centennial Quilt.. ¡Ah! que de esto también tengo novedades, pero te las cuento otro día.
Me doy cuenta de que con cada una que hago, las imperfecciones que cometí en la primera, se van puliendo, y como con casi todo en la vida: la práctica hace al maestro.
No sé cuántas cajas voy a tener que hacer para quedarme contenta del todo, probablemente no haya tanto cartón en el mundo, viendo mi nivel de exigencia en la vida; pero de momento estoy deleitándome con cada trozo de cartón pegado y aún más estoy disfrutando el uso que les doy.

Shadow days..



Hard times help me see
I’m a good woman with a good heart
Had a tough time, got a rough start
But I finally learned to let it go
Now I’m right here, and I’m right now
And I’m hoping, knowing somehow
That my shadows days are over
My shadow days are over now


Así canta John, y explica bien estos meses que han pasado. Y no es que haya pasado nada en concreto, nada en particular. Ha pasado la vida y el invierno.

Y he tenido la necesidad de mirar para dentro, de recluirme y de trabajar en y por mi.
La primavera me ha traído La Luz, y el sol, y poco a poco la calidez.
El invierno y su gris pasó, y se llevó con él la cama compartida y leer para ella.
Ahora cada una duerme en su cama, y ahora cada una se lee sus propios libros.
Han vuelto también los paseos a la hora de las extraescolares, y he recobrado la tranquilidad y las ganas de mirar el azul. El del cielo y el del Atlántico que me rodea. Me he vuelto a sentir pequeñita ante tanto azul.


My shadow days are over… y yo estoy lista para volver y vivir.

Betancuria

Vuelve a ser lunes. De enero y de frío, que yo estoy pasando mucho frío estos días, y no sé bien por qué. Estoy en casa calentita y a gusto. En el momento de salir, miro por la ventana, y veo el cielo despejado, azul. El sol calentando y los árboles quietitos. Y, yo, que parece que caí aquí ayer, salgo con lo puesto, y claro, tiritera en poco rato. Que parezco nueva.
Nueva como los normandos que llegaron aquí, hace ya un montón de siglos.
Estos días estoy descubriendo el gran desconocimiento que tengo sobre la historia local. Afortunadamente, tengo gente alrededor bien formada e informada, y me he puesto manos a la obra a ponerle remedio al desconocimiento.
Para saber cómo hemos llegado a donde estamos, iniciamos nuestro viaje a la sabiduría, (mira qué bonito) en Betancuria.
Ayer nos subimos al coche y pusimos rumbo sur. Llevamos una guía de excepción que fue contándonos acontecimientos y hechos que tuvieron lugar allí.
El paisaje, en contra de lo habitual, está verde y frondoso, y los colores se te meten por la retina explosionando.
Si te digo que Betancuria se fundó en 1.404, ¿cómo te quedas?
Si te digo que hay un Convento, que se mantiene en pie, desde 1.416 ¿qué me dices?
Si te digo que hay un montón de historia de señores con muchas ganas de “conquistar”, y de hacer suyo lo que ya tenía dueño;  de locales que vieron desaparecer todo lo que conocían, que tuvieron que bajar la cabeza a cambio de salvar la vida (probablemente), y de “convertirse” en algo que probablemente no entendían y que con seguridad rechazaban.
Se me remueve una cosa por dentro, como si en algún gen perdido mío, quedara algún vestigio de uno de esos locales.. Como le pasó a Lavinia con el zumo de las naranjas en la Mujer Habitada.
Con absoluta vergüenza tengo que decir que es la primera vez que camino por ese Convento sin techo, y por la solemnidad de su construcción ya bastante deteriorada por el tiempo.
Con absoluta seguridad, sé que no será la última.

Resaca de Día de Reyes

Doy por finalizada la operación Navidad2018, pero no quiero cerrarla sin dejar la crónica del día de Reyes.
Es un día de nervios, de excitación máxima, y de pura ilusión.
En los días previos fui haciendo los pasos iniciales para el roscón y el día cinco por la tarde, con las dos masas levándose, nos fuimos a la cabalgata de Reyes.
Aquí es una cabalgata discreta, con apenas tres carrozas y los tres Reyes Magos.
Nosotras solemos ir tempranos, para verlos desembarcar (aquí los Reyes Magos llegan en barco, como es lógico), y que nos pasen por delante.
Este año el atardecer estaba precioso, aunque los móviles nunca llegarán a captar la verdadera esencia del atardecer de aquí.
Había más gente que otros años, me pareció a mí, aunque nosotras llegáramos temprano, no nos pudimos acercar tanto como otras veces. En la espera, Emma fue poniéndose cada vez más nerviosa. Hablaba sin parar, preguntaba sin parar. 
Tengo que decir, que durante toda la semana, se la pasó ideando un plan para poder verlos en casa. Dejando los walkie-talkies encendidos para oirlos y despertarse.. dejarles notas secretas… aunque finalmente se decantó por dejarles una hoja con la comanda de firmar. Me dio tal ataque de risa que difícilmente pude disimular. Me dio la impresión de que quería hacerles el control horario de productividad.
Ya en casa, colocamos los zapatos bajo el árbol, y con gran dificultad para mí, pude dedicarme a las tareas de ayudante de Rey Mago.
Digo difícil tarea, porque Emma estuvo despierta hasta más allá de la una de la madrugada… Y yo con una mensajera excepcional esperando la señal acordada para que me trajera mis paquetes. 
Hay demasiada suspicacia ya en esta niña, y dudo seriamente que el año que viene pueda seguir manteniendo este teatrito.
Mientras ella dormitaba, yo me puse con la lana tejida para regalar. Este año le tocó al Gurú y familia. Gorros y calcetines para todos. Ambos patrones son los básicos, pero eligiendo la lana adecuada, el resultado es de lo más satisfactorio. Lo bueno de elegir bien a las personas a las que regalas lo que sale de tus manos, es que lo aprecian verdaderamente. Y también, el placer de verles recibirlo con tanta emoción, es la mejor manera de sentir que te lo agradecen.
La lana de los gorros, fueron dos ovillos de Mundial, que me trajo una lectora del blog, hace ya dos años. Sigo recordando ese encuentro y el que vino después, con mucha alegría. Con esos ovillos pude hacer cinco gorros. Tres para las mujeres del Gurú, y otros dos para Emma y para mí. Desde que tuve los ovillos en las manos vi claramente los gorros con su correspondiente pompón. El resultado final es exacto al que visualicé.
Después de dormitar algunas horas, me desperté para hornear los roscones, y al aroma de ellos, se despertó Emma.
Alegría y sorpresa a partes iguales al ver los paquetes junto a su zapato. Sin decidirse a cuál abrir primero, intentando averiguar qué eran por la forma.
Con la curiosidad satisfecha, salimos pitando para casa de los abuelos. Con los roscones calientes y el día clareando. Un amanecer casi igual de bonito que el atardecer del día anterior.
Pasamos el día entre paquetes y alegrías. Niñas corriendo y trozos de roscón con chocolate. Yo, no sé tu, pero a la vida no le pido muchas más cosas que seguir disfrutando con la misma ilusión de la noche de Reyes.

2019: te voy a beber

Estamos ya en otra vueltita al Sol.. Y mira, yo no sé, si es por la cuestión de empezar algo, de la página en blanco, o por la energía de Marte en Aries, y Saturno en Capricornio, pero estoy a tope de power.
Desde finales del año pasado, de casualidad empecé a escuchar cosas sobre astrología por todas partes. Pudiera ser casualidad, pudiera ser coincidencia; pero yo, tan dada a ver señales everywhere puse la atención ahí, y vaya sorpresa. Ahora escucho atenta los IGTV de MiaAstral, y flipo mucho.
Ya tu sabes que lo mío es fliparme, es mi estado natural.
Pues en esas estoy, con toda la energía en la cabeza. He hecho mis listas de deseos, de propósitos, y de manifestaciones. Y además, para puro y propio deleite, he encontrado en la red varios retos, (super tópicos y típicos, pero igual de estimulantes para mi flipadura natural).
El primero es un MarieKondo en forma de decluttering total. Empezó el día 1, y yo me pongo la lista de John, y a fondo con el decluttering.
El segundo es para sumergirse en el yoga. Desde que tuve que dejar la práctica por problemas logísticos  domésticos, es algo que echo en falta cada día. Así que encontrarlo me ha dado mucha alegría. A ver qué tal se me da.
Así las cosas, encaro este nuevo año con alegría y optimismo. Con muchas ganas, y pocos miedos.. (no es verdad, tengo muchos más miedos que el año pasado.. voy interiorizando que el miedo es directamente proporcional a los años que voy cumpliendo, solo que se va controlando mejor).
He pensado que este año me lo voy a beber.. con el café de las mañanas, las sidras los viernes por la noche, y algún quinto ocasional.
También me lo voy a comer.. picantito. Que desde que descubrí este Sambal Oelek, se lo pongo a casi todo.
Al Sambal de verdad lo conocí por MiGurú, que trajo una muestra de Sumbawa, allá por abril, y que después de probarlo aún me picaba en agosto. MiGurú tiene su receta particular, que sigue siendo igual de picante que original. Pero este Sambal comercial, es apto para occidentales y ciertamente está bien rico en muchos platos, como el arroz.
El arroz en mi casa admite cualquier cosa que le quieras poner. Este tiene cebolla morada y tacos de bacon, pasado por aceite y fuego lento y largo. Casi caramelizados. Tomates cherry y millo. Todo salteado. Y ya para rematar, una cucharada de postre de sambal.
Para un día dos de enero, ¿qué más quieres?.

Mi primer lunes con 43

Aquí estoy, mi primer lunes con 43.

Inicié esta nueva vuelta al Sol con una luna llena que me puso a tope de power. Esa noche la Mariposita y yo hicimos una cheesecake. Creo que es la cuarta o quinta que hacemos, y tengo que decir que nos estamos profesionalizando. Esta vez, de la tarta completa a las migas, pasaron apenas minutos. 
Mamá me trajo flores, y LaMariposita estaba a punto del infarto con la emoción. Me hizo unos dibujos y una carta, que creo que son mi posesión de más valor en estos momentos.
Los pajaritos del backyard se pusieron en filita, y me cantaron desde bien temprano.
Y ya, para rematar, llegaron las Vanesas de los Cardos. Cienes, miles. Están por todas partes.
Sé que es un acontecimiento, con una estupenda explicación científica, pero hoy, recién estrenando mis 43, voy a tomarlo como una señal de confianza. De todo es posible. De tranquitronca, lo tienes al alcance de la mano.
Si pudiera volver atrás, cuántas notas de esperanza le hubiera dado a la Violeta del pasado. Si se hubiera podido imaginar lo que estaba por venir, no hubiera pasado ni un solo cumpleaños  encerrada en modo mejillón… Qué bien la vida.
Que alivio la vida.

París era una fiesta

La primera vez que pisé París fue en 1996, y ya cuando me metí en el avión de regreso a casa, tuve la certeza de que volvería.
La segunda vez fue en 2009, y aunque tengo todo el viaje como en una nebulosa, porque mi cerebro ha decidido prescindir  de esos recuerdos, si que tengo clara la misma certeza al regresar.
La tercera vez fue en 2016, y tengo ese viaje fresquito en el recuerdo y todas las emociones que experimentamos.
Acabamos de volver de mi cuarta vez en París.
No sé si me une algo físico, o místico y todavía sin descubrir, con esa ciudad. Pero la realidad es que desde que pongo un pie allí me siento florecer. Me invade la fé, y me creo que todo, absolutamente todo es posible. NotreDame me cambia la energía, y me deja sumida en un estado que me resulta muy difícil definir, pero que se le acerca bastante a lo que siento determinados días frente al Atlántico.
Sus calles, sus parques, y la majestuosidad de sus edificios me atrapan por completo.
Esta vez nos fuimos a patear París. Sitios típicos, y sitios reservados para los parisinos. Con un guía de excepción, y con una niña ávida de descubrimientos.
Yo me quedé enamorada, una vez más, del otoño y los árboles.. a Emma le encantan las pirámides del Louvre, y la Torre Eiffel. Se pasa el camino buscándola entre los tejados. Sorprendiéndose cada vez que la encuentra.
Paseamos por el Sena, y comimos los mejores macarons de París, que no son los de Ladurée como se dice por ahí.
Volvimos a EuroDisney, y volvimos a dejar a un lado los complejos y los prejuicios (míos sobre todo), y saltamos y brincamos como si las dos tuviéramos la misma edad. Tengo que reconocer que en esto Emma no tiene ningún mérito. Y volvimos a emocionarnos con el espectáculo nocturno.
De este viaje me traigo la capacidad de expresión que tiene Emma. Es capaz de verbalizar sentimientos y emociones, y de hacerlo sin dificultad. Nunca había reparado en ello con atención, pero en este viaje mi di cuenta de que tal vez esto puede no darse siempre, y de ahí derivarse algún que otro problema.
Nos volvimos a casa, y ya en el avión, decidimos que en cuanto llegáramos, lo primero que haríamos, sería poner la hucha para volver.

Música, punto y cheesecake

Es lunes, y primero de mes. Estoy flipada? Estoy flipada.
Vete para atrás, y lee, que lo he dicho un montón de veces. Me flipo con la hoja en blanco.
A estas horas, ya tengo tachada la mitad de la agenda de hoy. Cómo cambian las cosas cuando las acometo con ganas.
Aprovecho el descanso para venir aquí y dejar unas letras. Que hemos vivido otro fin de semana de esos de mucho hacer de todo.
El viernes tocó Guineo Colectivo, que si no lo has escuchado, no sé a qué estás esperando. Encima lo hizo en un escenario que tiene que ver con parte del trabajo que he hecho este verano. Es reconfortante ver que lo que hago no solo se queda en los papeles. Y ciertamente, el montaje quedó espectacular.
El concierto fue estupendo, como siempre. Los pies se te van solos, y ver a LaBajista ahí dándolo todo me llena de orgullo y satisfacción, como decía aquel.
Aprovechamos el paseo por el recinto para que MiMariposita se diera una vuelta por la fiesta. Siete años tiene, los mismos que ha estado sin ir a “los cochitos”. Aquí tengo un puesto de honor en la lista de malamadre. O eso me dice todo el mundo. Yo creo que ha vivido perfectamente y feliz, sin haber pasado por aquí.
Encontramos a una amiga suya, y sirvió de excusa para probar algunos, tampoco te creas que se flipó mucho. Mostró “interés colectivo” que suelo decir. No sé si esto sentará precedente, o pasará sin pena ni gloria. Espero, que más lo segundo que lo primero, por mi bien mental.
El resto del fin de semana entre otras obligaciones y paseos, hicimos una cheesecake de chocolate. Por deseo expreso de la pinche. He conseguido un molde pequeño, y con el libro de Alma Obregón de recetas, esto es coser y cantar, o cantar y cocinar, mejor dicho.
He visto lo entusiasmada que estaba Emma cocinando, y las ganas con las que se comió su trozo de tarta. Esto me ha dado una idea maravillosa, para conseguir que pruebe más comidas. No entiendo cómo no se me ha ocurrido antes.
Y ayer con silencio, calma y mucho bienestar, he terminado mis nuevos calcetines. Los he llamado Carabela Portuguesa. Los empecé hace unas semanas, y en tres días hice el primero y toda la pierna del segundo. Solo me quedaba el pie del segundo calcetín. Lo retomé, más pendiente de la serie que del patrón, y continué por donde no era. Me di cuenta al llegar a la puntera, y esta vez, y sin que sirva de precedente, no tiré de la hebra. He decidido salir de mi zona de confort, y abrazar mis errores. No sabes lo que me está costando, si te digo la verdad.
Es un gran patrón, y pese al fallo, estoy contentísima con el resultado y deseando estrenarlo.

El día de Isabel Pantoja

Ayer fue día de fiesta aquí, aunque realmente el día de la fiesta es hoy. Esas cosas que se hacen desde los despachos para quitar días laborales.
Se celebra el día de la Patrona de la isla. La Vírgen de la Peña. Que si nunca has oído hablar de ella, te invito a que le preguntes a Google. El sitio es bonito de ver. La tradición dice que hay que ir vestido de romero, y en romería. Subir una montaña, bajarla, y luego caminar en llano unos cuantos kilómetros. Durante todo el día van llegando romeros o ciclistas. Ayer más los últimos que los primeros.
Yo lo de las aglomeraciones lo llevo mal, pero el paseo no me lo pierdo. Así que vamos en coche, y por la mañana, cuando todavía no hay demasiada gente. Hasta que MiMariposita tenga ganas de ir andando, que cuando llegue ese momento, no me voy a poder librar.
Ayer fuimos, cumplimos con el resto de la tradición, y nos volvimos a casa.
Antes, pasamos por la finca de los primos y nos llevamos como 6kg de mangas, con permiso por supuesto, que eso de robar fruta está muy feo.
Estando allí, me reafirmé en la necesidad que tengo de tener jardín, árboles, huerto, y el abrir la ventana y ver tierra. Todavía queda un poco para eso, pero mi jubilación la tengo clara, en cómo y en dónde.
Ya en casa, como cada viernes: pasta y helado. Y siesta.
Normalmente no duermo siesta. Nunca. Y MiMariposita tampoco. A los 18 meses decidió que lo de la siesta era una pérdida de tiempo y nunca más. Así que a medio día en esta casa, unas leemos, o tejemos, y otras juegan sin descanso. Pero ayer, el paseo mañanero, el calor, la pasta… pues me dormí. Tranquila y plácidamente. Y qué bien sienta la siesta, la verdad.
Cuando me desperté tenía la merienda preparada, con todo lujo de detalles.
Realmente me doy cuenta de cómo ha pasado el tiempo por nosotras por estas cosas. Que yo me duerma una siesta y que ella venga a dejarme cosas  al lado, mientras me respeta el sueño. Siete años nos han traído hasta aquí. Y creo que antes era tal vez más cansado, pero menos difícil.
Estos días me sorprendo ante preguntas a las que tengo que darle cuarenta vueltas antes de responder. Y creo que peor la mejoría. Ella tiene una curiosidad infinita, me pregunto de quién la habrá heredado (ironía), y aunque responder en plan Capitán Fantastic me parece ir muy lejos, sí que no quiero caer en mentiras, falsedades o inventos. Por eso me planteo cuarenta veces cada respuesta.
Y en medio de estas cuestiones me da por poner la tele en el ordenador, que la tele de verdad está completamente monopolizada, para empezar a tejer mientras me distraigo con ruido de fondo. Y pongo telecinco, y veo que Isabel Pantoja está hablando en directo. Y les veo las caras a los comentaristas. Y la oigo decir que la hija no la llama porque ella la va a regañar porque no le gusta cómo la hija maneja su vida. Sigue hablando. Desahogándose. Y yo ya no oigo a Isabel Pantoja, estoy oyendo a una madre que está triste, angustiada, y muy desesperada. Y encima no es algo que ella sola sepa, o en su círculo, sino que un tema público en el que todo el mundo opina.
Y no voy a entrar en si cobran o no cobran, en si se lo merecen o no.. no me importa nada de eso. Lo que me paraliza es que una madre sienta eso. Qué puede ir pasando a lo largo de la vida de una relación madre-hija para que se llegue a esto.
Entro en el debate interno horrible de que si haces las cosas de una manera consigues unos ciertos resultados, o si lo haces de otra, otros. Y de pronto caigo en la cuenta de que puede que todo eso de igual. Las cosas a veces no son como uno quiere/pretende, y nada puede hacerlas cambiar. Somos personas distintas, los hijos de los padres, cada uno tiene su carácter, su ego, su manera de funcionar. ¿Y si no nos entendemos?. Se me hace un nudo en la garganta y en la barriga. Me pasa una gota de sudor frío por la espalda imaginando a una Mariposita rebelde, inconsciente, con mala vida, y sin nada que hacer para evitarlo.
Isabel Pantoja termina de hablar. Le ha regalado 1hora y 20 minutos de supergloria al programa que probablemente sea el que peor la trata. No tengo muchas dudas de que esto tarde o temprano terminará añadiendo ceros a su cuenta bancaria. No me importa. Hoy, Isabel Pantoja, a mi me ha descubierto una posibilidad que hasta ahora no contemplaba, y es que aunque lo hagas muy bien o muy mal con los hijos, nada te garantiza los resultados que pretendes. Puede que ahora esté entendiendo lo que dice mi madre con mucha frecuencia: qué te queda, confiar en ellos (los hijos) y rezar. Pues va a ser eso.
Yo apago la tele, y me pongo a Fredi Leis, que estos días me hace mover los pies, y me despierta las mariposas, y tejo, tratando de entrar en el modo piloto automático, que Isabel Pantoja hoy me apagó.

Lunes de plantas y lentejas

Lunes, el primero de septiembre.
Lunes, de madrugón, de rutina, y de lentejas.
A mi me gustan los lunes, me gusta el principio de cada mes, y por supuesto septiembre. Cualquier cosa que me ponga el en modo “comenzar” me motiva. Esa sensación de la página en blanco para poder empezar de cero, es pura gasolina para mí. No porque pretenda hacer arder todo, sino en el sentido de combustible para mi motor natural. Vamos, que a mi, septiembre y lunes, me pone.
Ayer, mientras estaba en casa, y hacía trabajo mental para empezar la semana con ganas, me dediqué a hacer cuidado de plantas. Nunca pensé que esto pudiera reportarme alegría y contentura.
Cuando era chica, mis abuelas, ambas dos, tenían porches en sus casas llenitos de plantas. Cada una de ellas tenía su especialidad, y hacían multiplicación botánica (que le dicen ahora) de muchas especies. Ahora me doy cuenta de lo que las motivaba a tener tan cuidados jardines caseros. Será que estoy madurando.
Cada vez que volvemos de vacaciones, a medida que nos acercamos a casa, voy pensando en las bajas que voy a tener que contar. Porque aunque se quedan con agua y necesidades mínimas cubiertas, siempre tengo la sensación de que les falta la música y el movimiento que nosotras les damos. Yo qué sé, flipaduras mías.
Este año tuve la suerte de no tener que dar de baja a ninguna. No solo eso, sino que alguna me ha recibido con mucha alegría.
Hace meses que compré la planta de la primera foto, en el Lidl. Lo hice sin mirar etiqueta y sin más información. Ya en casa, y viendo que estaba adaptada y feliz, le vi la etiqueta: Monstera Deliciosa. Y pensé: sí claro. Pero luego me quedé dudando, y la sabiduría de la red me confirmó que así era. Esperando a que se le rompan las hojas estoy.
De entre las plantas que tenía en casa, está un potos colgante, que ha crecido como loco, y al que le voy enredando las lianas de hojas sobre sí mismo, porque ya casi puede llegar al suelo. Puede que sea el momento de ir cortándole algunas ramas.
Por estos lares soy un poco famosa por esta manía que tengo de ir robando esquejes. Igual es el espíritu de mis abuelas que me llevan a recordarlas mientras intento reproducir plantas. Este verano solo he robado unas pocas plantas: un potos (que sigue en un bote con agua) de la consulta de la dentista, un romero, (que parece que está contento y va a pegar) de casa de mi tío Juan, una lengua de tigre de casa de mi madre; por último, a principios de verano me llevé esta Tradescantia (he googleado el nombre, y lo mola todo), que parece que se multiplica rápidamente, de los jardines de un hotel. Robé también un hijo de un aloe vera, pero tardé en meterlo en tierra y murió. Minuto de silencio. Volveré a intentarlo, porque una casa sin aloe es como un jardín sin flores. Y ya que viene al caso, revisando los bulbos, veo que las calas están brotando nuevamente.
Tengo que confesar mi amor eterno a los bulbos. Tu los dejas ahí, aburridos y olvidados en un tiesto, y cada año, cuando los planetas se alinean, ellos brotan. Me encantan.
Y ya con el jardín arreglado, nos vamos a las lentejas. Ya sabes, lunes y lentejas. 
De un tiempo a esta parte tengo que poner toda mi energía en la comida, porque tengo aquí una comensal de lo más exigente. Exige no salirse del menú que tiene conocido y probado desde que empezó a comer sólido, y yo estoy más aburrida que una ostra perlera de comer siempre lo mismo. Así que desbordo creatividad para engañarme y camuflar los platos de siempre y que no me aburra soberanamente. Porque hacer dos menús está totalmente fuera de toda posibilidad. 
Hoy, crema de lentejas, con rúcula, yogur griego y semillas. Las cremas admiten tantos ingredientes que son caballo ganador.
Y ya con las plantas atendidas y las lentejas en postpandrial, me voy a leer trabajar un rato. 
Buen lunes! Buen septiembre!