Orientarse y esperar el viento

El jueves pasado se inauguró la Feria de Artesanía de Antigua. Este año el Ayuntamiento ha decidido cambiar el emplazamiento de la misma. Cuando recibí la noticia, (en lo que suele ser habitual en mí, que odio salir de mi zona de confort), me pareció un error. Y cuando fui a visitarla, me tuve que dar la consabida colleja por haber pensado tan negativamente en principio. Este año se celebró en las inmediaciones del Molino de Antigua, junto al museo del Queso Majorero. Así que la excursión nos sirvió para dar un paseo por los tres sitios: la feria, el museo y el molino.
La feria muy bien, con 100 artesanos más que el año pasado, lo que hacía un total de 300 puestos. La calidad y el nivel de los artesanos también ha mejorado muchísimo, lo que me hace muy feliz. Porque llevamos una rachita en que lo de ser artesano es un chiste y las artesanías una chapuza. Este año se ha notado mucho la diferencia. Mi puesto favorito, este año también, ha sido el de Pisaverde. También había varios joyeros que tenían piezas muy bonitas usando plata y piedra volcánica. Madera, cristal, cerámica, cuero y madera. Este año, como novedad había también varios maestros herreros, alguno incluso con una demostración de su taller de forja, haciendo herraduras.
El museo del queso está ubicado al lado del molino, en una casa de construcción típica canaria, con jardines llenos de cactus. Lo que hizo que Emma estuviera encantada paseando por allí. El museo me trasladó a la casa de mis abuelos, cuando era pequeña. Se me vinieron a la mente imágenes claras de mi abuelo ordeñando y mi abuela haciendo queso. Solo faltaba el olor para que fuera un viaje en el tiempo.
El molino, está restaurado, arreglado, y muy conservado. Preciosos, tanto el molino de gofio como el molino de agua. Qué importancia tienen los molinos en esta isla, y hasta hace bien poco, que poquito caso se les ha hecho.
Hay un video fantástico sobre el viento, y lo que podemos sacar de él. Fuerteventura es viento, que de ahí le viene el nombre. Y estamos perdiendo una oportunidad tremenda de coger lo que nada cuesta y lo que es inagotable.
Y voy despidiendo un fin de semana muy agitado. Con pan recién horneado, requesón de la leche de las cabras de mi tía-abuela, mermelada casera de tomate, un poco de crochet y de fondo: la telenovela.
Ya estoy lista para recibir lo que el viento de la nueva semana, me vaya a traer.

Reflexiones de ser mamá

El viernes Emma trajo de su cole su regalito para celebrar el día de las madres. Lo guardó cuando llegamos a casa, y me dijo muy seria que era para mí, pero que no me lo podía dar hasta el domingo.
Hoy se ha levantado con la energía de siempre, y ha saltado de la cama a buscarlo.
Una bolsita decorada por ella, un tulipán que también pintó ella, y una postal que dentro tiene las palabras que sabe escribir (mamá y Emma) llena de dibujos rosas y azules, porque según ella, yo soy rosa y ella es azul.
Todo muy bonito, y como es normal, muy especial. Aunque lo que más me ha gustado es su capacidad para mantenerse firme, sin dejarse llevar por la emoción de tener un regalo y dármelo sobre la marcha. Ha esperado hasta hoy, y ni siquiera días atrás cuando me dijo que estaba haciendo una sorpresa para mí, se le escapó nada.
Me dijo:
– Estamos haciendo una sorpresa para las mamás en el cole, pero no me preguntes porque no te lo puedo contar, es un secreto.
Me gusta esa capacidad que tiene para ser firme, aunque cuando es igual de firme para algo que no conviene (como tirarse del sillón, pinchar en las camas, o comerse todo el chocolate que encuentra..) no me parece tan bien. Emma es cabezota, es sesuda, tiene una lógica que me deja la mayor parte de las veces sin palabras. Y cada día, me pregunto cómo es posible que con lo pronto que se acaba (apenas un metro de altura) sea capaz de agotarme físicamente con tanta rapidez. Me resulta increíble la energía que tiene, y la necesidad de explorar todo lo que tiene alrededor. Su curiosidad es digna de estudio, y su memoria un prodigio.
Es capaz de echarme un pulso con cosas tan ridículas como comerse una zanahoria, o de estar llorando los diez minutos que dura la ducha,o cuando nos metemos en el coche para volver a casa desde NuestroNorte, que es capaz de estar con un llanto lastimero, que ni es llanto ni es nada, todo lo que dura el trayecto.
En estos cuatro años que llevamos juntas, he aprendido mucho, y probablemente me ha servido también para conocerme y conocerla. Asumir que es una persona independiente, a la que unas veces guío y otras veces acompaño, pero siempre manteniendo (o intentándolo) su independencia.
Yo no recuerdo cuando sentí la certeza de que mi camino en la vida pasaba por el trance de reproducirme, es algo que siempre he sentido o que he sabido. También tuve siempre claras, las circunstancias que acompañarían a mi maternidad.. casi todo ha sido así, como lo sentí desde siempre. Puede que por eso, todo sea más llevadero, o menos problemático.
Pero también es cierto que cuesta, y que hay problemas. No es fácil lidiar con según qué entornos, y también es complejo plantar cara a algunas batallas internas que siempre surgen en cuanto empiezas a educar. Lo de dejar mi vida en standby hasta que vaya a la Universidad prácticamente, lo tengo asumido, y no me genera demasiados conflictos. Es una especie de peaje que pago por ir en un camino donde la mayoría de cosas son flores.
Después de abrir el regalo sorpresa, hemos dado buena cuenta a un desayuno completo y sabroso, no creo que haya tomates más ricos que los de Tiscamanita; hemos leído todos los cuentos de mamás que tenemos, que ahora me doy cuenta que son tantos como los años que llevo celebrado este día. El último, el Mamá, de Mariana Ruiz Johnson, es precioso, versos cortos, e ilustraciones que van desde el embarazo hasta el niño que ya va solo por la vida, pero que siempre será el niño de mamá.
Me acuerdo de la canción de Luis Quintana, Antes:

… Antes, mi madre me decía: mi niño todo el día
pero eso sigue igual…

Todo parece estar bien, hasta que ¡sorpresa!

Es increíble como siendo de un lugar, llevando vividos más de 20 años en él, aún pase por sitios que creo que no conozco, o que de repente un día me resulten totalmente distintos a los recuerdos que tengo de esos mismos sitios.
Puede ser la luz, que cambia muchísimo con cada estación en esta isla, aunque probablemente sea yo. Dice Wayne Dyer, que cuando cambias la forma de ver las cosas, las cosas cambian. Seguramente esta será la respuesta a mis dudas.
Así me pasó con el paseo de la avenida que discurre por el barrio donde crecí. De repente esta semana me encontré por allí, teniendo que hacer tiempo para resolver otro trámite. Y así, como por sorpresa, me encontré completamente sorprendida por una avenida increíblemente bella. El día gris, lo temprano de la hora, y mis ojos nostálgicos, me descubrieron una postal marina en blanco y negro. Fue uno de esos momentos de comunión con los elementos. Gracias a que tenía mi cámara en el bolso, pude traerme un poquito de ese instante mágico.
El blanco, gris, negro de la foto se vio de frente con las flores de los viernes, que esta semana fue el jueves por el día de fiesta. El amarillo chillón de estas margaritas extrañas que llenan de luz toda nuestra casa, aunque las coloque en un rinconcito.
Y así, cuando parecía que todo estaba en armonía, que el trabajo estaba hecho, y que la vida como las cosas está colocada, llega la sorpresa.
En una conversación sin sustancia con Emma, mientras hablábamos de lo que había hecho en el patio del cole, ese mismo día, me dice que se asustó mucho porque en el patio, dos niños de cinco, se pusieron a pelearse, y que casi le dan un golpe porque se empujaron y uno cayó muy cerca de ella. Al preguntarle por qué siguió cerca del conflicto si podía irse, me suelta tan pancha: que ella esperó a que su más mejor amiga viniera a rescatarla, porque su más mejor amiga siempre la rescata en el cole.
Me quedé perpleja. Y noté cómo empezaba a subirme la presión arterial.
Me he volcado para intentar inculcarle que no hay que esperar por nadie, que cada uno es responsabilidad de cada uno, y que uno tiene que salvarse solo, que nadie nos va a rescatar.
Los pensamientos se me liaron como un remolino en la cabeza, y las frases se me atoraron en la garganta.. de aquí al síndrome de la princesa esperando por el príncipe no hay mas que una débil línea.
Intenté serenarme, porque también sé que tengo que ponerme en su cabeza, tengo que explicarle las cosas para que las entienda. Y de nada vale que me ofusque, ni que me enfade o que lamente. Tengo que conservar la calma, y tratar de explicar.
Porque de entrada parece una tontería, pero yo he sufrido mucho, pero mucho mucho, hasta que comprendí que la única que podría salvarme era yo, que los rescates son pérdidas de tiempo y energía, porque el mejor salvavidas está en tus manos.
No hay que poner tu existencia y tu felicidad en las manos de otro.
La compañía es siempre bienvenida para compartir lo que pase, bueno o malo, pero no puede ser la causante de la alegría o la tristeza.
Como pude, traté de hablar, de hacerle ver que es necesario que ella tome sus decisiones, ya sea en qué remo jugar en el patio, o el momento de irse de algún sitio que pueda entrañar un peligro o una situación hostil.
Y también me he puesto deberes yo. Porque es probable que también tenga responsabilidad en este hecho. Siempre he procurado consolar el llanto, compartir la felicidad, y proporcionar seguridad antes situaciones que acarreaban cierto desasosiego. Pero empiezo a creer, que llegados a este punto de los casi cuatro años, debo dejar algo de margen para que ella misma empiece a solventar las pequeñas crisis que se le presentan.  

Combinaciones tan perfectas como para pedirse matrimonio

Hace unas semanas que tuve necesidad de innovar en mis cenas. Normalmente los sábados amaso el pan de la semana, lo dejo fermentando toda la noche, y el domingo por la mañana lo horneo.
Así disfrutamos de un desayuno rico a base de pan recién hecho, y guardo el resto para toda la semana.
Muchos días, tomo ese mismo pan para cenar, en un bocadillo, o preparando una tosta con él.
Pero hace unas semanas tuve ganas de cambiar. Y se me ocurrió probar una receta a la que hacía tiempo tenía ganas.
Me gustan mucho los bagels, aunque tengo en la memoria el recuerdo de aquellos ricos bagels que comí en EEUU. Los que he comprado por aquí nada tienen que ver.
Así que una vez más, liándome la manta a la cabeza, me atreví a meter las manos en la masa. Esta fue la receta que usé. Tengo que decir, que he hecho bastantes recetas tanto del blog como de los libros de Alma Obregón, y los resultados siempre han sido muy satisfactorios. Es genial dar con una página de las miles de millones que hay de recetas, sobre todo de repostería, y que las cantidades y los tiempos de hornos estén bien. Porque me doy con cada página de locura de ingredientes que es como para inyectarse sobre la marcha una buena dosis de insulina, ahora eso sí, las fotos son preciosísimas.
Anyway, a lo que iba. Esta receta merece hacerla una y dos veces. Y eso mismo es lo que hecho. Esta segunda vez, después de hervir los bagels, congelé la mitad. Algo que admiten perfectamente.
Y una vez que están horneados y listos para rellenar, entra en juego la imaginación, apetencia y creatividad de cada uno.
Estos días también, me hice con un kit de germinados. Por un módico precio, el kit incluía bandeja, y semillas de alfalfa, col lombarda, y soja. Primero hay que remojar y luego a la bandeja. Ha sido un experimento estupendo porque la cosa crece como un tiro en cuestión de horas. Emma ha estado hasta sentada delante viendo las semillas intentando crecer.
Y aquí está la combinación perfecta: un bagel, queso de untar, salmón ahumado o pavo o atún… y un buen manojo de brotes, y tienes una cena estupendísima, a la par de sana.
La satisfacción de que casi todo lo que comes ha salido de tus manos y tu cocina, es algo que no se puede comprar.
Como nota al pie de esta combinación, tengo que añadir que hace unas semanas también, hice mi primer kimchi, y que no llegó casi a fermentar porque me lo comí antes. Y ahora estoy adentrándome en el maravilloso mundo de los fermentados, y ando buscando un scoby para hacer kombucha, y kefir de agua como loca. Como esto siga así, de aquí a que monte una conservera no queda mucho.

El día de dos de mis cosas favoritas

Se celebra hoy el día del libro. Una de mis cosas favoritas en el mundo mundial.
Desde hace unos años, se ha extendido la costumbre catalana de acompañar el libro de una rosa.
Y así se juntan, dos de mis cosas favoritas. Los libros y las rosas.
Hoy estamos resguardadas en casa (desde hace ya tres días) porque Emma tiene un resfriado de cierta importancia. Cuando creí que había dejado atrás a los virus invernales, llegaron los primaverales. Así que hoy, hemos bajado todos nuestros libros de las estanterías, les hemos quitado el polvo, y hemos leído algunos.
De nuestra biblioteca, estos días los siguientes son los preferidos de Emma. Aunque si tiene que elegir uno solo, sin duda es el de Bienvenidos a Mamoko. Es un libro sin letras casi, pero con infinidad de historias distintas. Es un libro para imaginar, para jugar, y para pasar un buen rato juntas o a solas.
A mi personalmente me encantan los libros de Mónica Carretero, las historias son geniales, y las ilustraciones no me podrían gustar más.
Y de último, los cuentos más bonitos que he leído nunca son los de Oliver Jeffers, con ilustraciones curiosas, pero lo que realmente importan son las historias, que de verdad son bonitas, de esas de tocarte el corazón.
Terminé Las flores no sangran de Alexis Ravelo, y quedé encantada. Sus libros me transportan a una ciudad que fue la mía, y que ahora siento en la distancia, aunque ya no soy yo. Genial escritor de novela negra. Y ahora estoy leyendo a Dulce Chacón, en La voz dormida, y el Elogio a la lentitud de Carl Honore. También estoy releyendo a ratos a Sabines… Eterno Sabines. Es el primer poeta que se me viene a la mente siempre.
Y no por quedarnos en casa, nos hemos quedado sin rosas… Tenemos dos mini rosales nuevos. A los que trataré de no matar próximamente.
Y tu, ¿qué lees?

Amígdala a puntito de colapsar

Va llegando mayo, esa época del año en la que sufro una especie de colapso cerebral, y mis sentidos buscan de forma compulsiva algo en lo que enredarse. Me pasa cada año, así que a estas alturas de mi vida, ya voy reconociendo los síntomas. Así que como soy capaz de predecir lo que pasará en las próximas semanas, ando con cautela, para poder prevenir consecuencias.
Intento pasar esta época, con cuidado, sin profundizar en nada. Porque como profundice, sufriré esa especie de neurosis obsesiva que me llevará a investigar, a leer, a escribir, y a poner las neuronas a punto de la extenuación a base de múltiples sinapsis.
Y es difícil, porque en cada cosa que acometo, siento como una atracción muy fuerte para adentrarme más. Es como estar en la fase uno del enamoramiento, donde estás un poco espídica, un poco tonta, y un poco pesada con lo mismo, o sea una combinación terrible, hasta para mí misma.
He vuelto a colarme en un jardín municipal para robar unas ramitas de lavanda. Casi me pilla el jardinero, otra vez, así que solo he cogido unas poquitas. Va siendo el momento de comprar una mata y tenerla en casa, porque ya tengo una edad para estas cosas. Y entonces busco los tipos de lavanda que hay, los cuidados que necesitan, las formas de cultivarlo… Y ahí mi amígdala entra en funcionamiento: DANGER DANGER.. Así que cierro google y me voy a la cocina.
Soy una completa fan de las empanadillas, aunque las hago muy poco, porque no me quedan especialmente bonitas, y lo de estar friendo tampoco me entusiasma. Pero para casi todo hay solución, el horno y el repulgue.
Y como tengo el horno encendido aprovecho y horneo unos hojaldres de dulce de leche.
Para matar la espera del horno, y para quedarme dentro de la zona de control, repaso la nevera, y pongo en marcha una mermelada de fresas. En una casa nunca hay suficientes conservas.
Y es el tiempo de espera, y me pongo a mirar  Sigo buscando y entro en pinterest, a ver de qué cosas increíbles se pueden hacer empanadillas, y mi amígdala me vuelve a advertir: DANGER DANGER.
Segundo aviso en menos de tres horas, realmente estoy mal. Es como si Cupido me hubiera disparado una flecha, cosa nada rara, porque ya sabemos la horrible puntería que tiene, y debo mantenerme quietita porque corro el riesgo de enamorarme de una silla..
Y así es, me surge la posibilidad de visitar el museo de la Cilla, y ahí está, esta formidable silla.
Me vuelvo a casa, intentando no moverme mucho, porque tengo la amígdala a punto de la combustión espontánea por la cantidad de trabajo que le estoy dando, y cae en mis manos el último libro de Alexis Ravelo, y veo que ha empezado la segunda temporada de Outlander… y aydios!
Escucho otro mensaje de mi amígdala, el último: renuncio.
En fin, voy a ir pensando que soy un caso sin remedio. Así que me relajo, y disfruto de este momento de absoluto embelesamiento por casi todo lo que me rodea.

Feaga 2015

Hoy nos hemos levantado temprano, hicimos una tortilla de papas, y una ensalada de pimientos asados, y nos metimos en el coche, con cuerpo de excursión. Nos ataviamos con crema y gorras, tuppers y botellas de agua. Totalmente preparadas.
Desde ayer le dije a Emma que hoy haríamos una excursión, y se puso emocionada y nerviosa. Tanto, que anoche le costó más de lo normal conciliar el sueño. Me produce una ternura infinita estas situaciones. La inocencia con la que afronta cada nueva situación, y la emoción contenida que supone experimentar todo aquello que está vestido de diversión.
Recogimos a LaBajista y a ElGuitarrista y pusimos rumbo Sur. Feaga 2015, era nuestro destino.
Este año, el tiempo estaba más fresco, cosa que agradecimos de entrada, porque con el calor y la gente, se hace bastante pesado seguir la feria. Pero el viento se fue poniendo más fuerte a medida que pasaban las horas, y tuvimos que abortar nuestra idea de comer al aire libre.
Cada año, los animales tienen mejor aspecto, y están mejor ubicados. Ya no queda casi nada de aquel recuerdo de la feria que tengo de cuando era pequeña, de animales (bastante apestositos) hacinados y con una terrible cara de tristeza.
Hoy había muchos menos animales, pero de mejor presencia.
Vimos ganado caprino, ovino y vacuno. Muchas especies distintas de gallinas, algunos camellos, y otros tantos burros.
Sigo entusiasmada con las ovejas canarias de lana, que este año había más ejemplares que el año anterior. Y también descubrí con asombro las ovejas más típicas de aquí, la especie pelibuey.
Me gustó mucho el stand del cabildo de Lanzarote, con una muestra clara de todos sus productos típicos, imitando las antiguas tiendas de aceite y vinagre, tan comunes hasta hace pocos años. En este stand tenían una gran cesta con chícharos, que es una legumbre también muy común en las islas. Hacía mucho tiempo que no los veía. Cuando era pequeña los odiaba con todo mi estómago, sin embargo hoy me dieron ganas de comer un caldo de chícharos. Igual va siendo el momento de que los vuelva a comer.
Y como en toda feria agrícola ganadera que se precie, no podía faltar un espacio dedicado a la maquinaria de ayuda, como pueden ser tractores, arados, y demás aparejos. Algo que no conocía y que me llamó mucho la atención, fue la técnica hidropónica de forraje. No me parece muy bien engañar a la semilla para hacerla crecer más rápido, pero desde luego me parece mucho mejor darle esta comida a la cabra en lugar del pienso, que a saber qué contiene.
Al final del paseo está el vivero de flores, preciosas flores, y de donde me traje dos rosales mini y un jacinto. Y donde MiMariposita, que se ha convertido en la chica de los cactus, se quedó extasiada con todos los que había. Le entusiasman los cactus, con sus pinchos y sus flores. De cualquier forma y de cualquier clase. Y como sabe que yo voy con la cámara a cuestas a todas partes, se sienta y me dice: mamá sácame una foto aquí con estos cactus tan enormes!.
Ha sido una gran excursión, que esperamos repetir el año próximo.

La Casa de los Coroneles

Me pasa últimamente que me enamoro con cierta facilidad. La particularidad de mis enamoramientos estriba en que no lo hago de personas. Creo que de la única persona de la que estoy y estaré profundamente enamorada es de Emma.. Anyway, me pasó hace dos años con la Asuncionita, el año pasado con el carnero en Feaga, y ahora con La Casa de los Coroneles.
Me quedo muy corta en descripción, si solo digo que la casa es ma-ra-vi-llo-sa. Y en el fondo, no hace falta añadir mucho más, las fotos hablan por sí solas.
Estuvo durante décadas abandonada, hasta que hace ya otra década más, se materializó la restauración. Creo que ha sido un buen trabajo, porque por lo menos ahora está cuidada, mantenida y vigilada. Aunque en el tiempo se han perdido objetos y datos importantes, como la pajarera que había en el patio.
Me llamó especialmente la atención el comedor de la casa, la despensa, y las cuadras, que están en la parte baja de la casa.
Los suelos y los techos de madera, el ancho de los muros (más de 50 cm), las ventanas revestidas por dentro, la escalera de piedra de Tindaya, los dinteles de madera.. Eché de menos una vitrina con algunos utensilios de la casa como piezas de la vajilla, de la cocina, o artículos personales de los habitantes de la casa.. Probablemente no se conserve nada.
La visitamos ayer por la tarde. Temprano y casi sin más visitantes. Ahora mismo la casa acoge tres exposiciones, dos de pintura, y una sobre la Masonería. También hay una sala donde se expone la historia de la casa, así como la de sus habitantes. Muy muy interesante, aunque Emma estaba más interesada en ver los cuadros que en dejarme leer. Así que no me quedará otra opción que volver para poder satisfacer todas mis curiosidades. Existe en estos momentos, una ruta teatralizada, que también tengo marcada en la agenda.
Si están de visita por el norte, no deben perdérsela.
Una vez más mi cabeza une pensamientos y saca conclusiones. La casa en el tiempo en el que estuvo abandonada de la vigilancia administrativa local, estuvo sometida a saqueos, y abandono. Y esto me lleva directamente a enlazarlo a la educación que tenemos. Tanto a la académica como a la moral. Y no le echemos culpa a que no había dinero para mantener la casa, por ejemplo, para cuidar algo que es de todos, y que es nuestra historia. No hace falta tener dinero para eso. Solo hace falta estar educado y ser respetuoso. Algo que nos sigue faltando.

Naturaleza viva

Ha pasado ya una semana que se acabaron las vacaciones, y sigo con pereza de todo.
Pasamos la Semana Santa, o parte de ella, en NuestroNorte.
Me he deleitado viendo como han ido saliendo los bulbos que planté hace tres semanas, hemos disfrutados de las flores que hay en el pequeño jardín, y hemos estado en la playa hasta que se ha ido el agua. Aunque para Emma, eso no era inconveniente.
En el jardincillo se han dado cita todo tipo de animalillos, desde sarantontones hasta perinquenes. Uno de ellos se dio un banquete a base de una mariposa, en el preciso instante en el que fui a sacarle la foto.
La naturaleza es un espectáculo asombroso.
Este año ha llovido bastante, para lo que suele llover en esta isla, y se nota en todas partes. Las piteras están enormes, y esas plantas, cuyo nombre desconozco, que salen en las dunas de la playa, están en su punto máximo esplendor. Cargadas de flores y de sarantontones.
Y entre medias, yo aproveché para leer, avanzar mi big granny y seguir gastando ovillos, y darme algunos lujos.
Cada día estoy más convencida, de que necesitamos más espacios verdes, y menos espacios de asfalto, hormigón o corchos de esos horribles con los que se forran los parques infantiles, que a mí me dan fatigas solo de verlos.

Instrucciones para atorrijarse

Desde que ví a Ibán Yarza con David de Jorge presentando los Semlor, me declaré fan total de estos maravillosos bollos. Y también del “atorrijamiento”, como acción de atorrijar o como el estado de atorrijarse.
Ya hice los bollos, pero cuando fui a rellenarlos, me encontré escasa de avituallamiento y energía.
Tenía una cuenta pendiente con ellos. Hoy, domingo de Ramos, con una hora menos, e iniciando la Semana Santa, tenía la excusa perfecta.
Desde que me levanté los tenía en la cabeza. Hice un breve inventario de ingredientes, y tenía de todo, así que manos a la masa.
Lo primero que hice fue ambientar la cocina, y le di a la reproducción aleatoria de mi música.
Mezclé harina, huevos, leche, mantequilla, azúcar, levadura y cardamomo (mucho cardamomo) con la compañía de Fede. Empecé a mezclar y llegó ese momento incómodo en que tienes la mano totalmente pegajosa. Pero me puse a cantar:

yo que bajé, al infierno en bicicleta
yo, que bailé con el diablo un rock and roll…

… yo que inventé la palabra fortaleza..

Y me vine arriba con la masa. Y le di su amasado y su reposo. Y la masa empezó a desprender un olor maravilloso de harina y cardamomo.
Seguí amasando, con movimientos rítmicos y constantes. Y vino la canción del Flaco para darme la razón..

vine de lejos, tuve nostalgia
en mi equipaje no entraron lágrimas.
vine de lejos, bebiéndome el miedo
haciendo turismo por cuerpos amargos…

el tiempo en el que abrí, las puertas de lo que vendrá.

Llegados a este momento, se puede decir que había un gran ambiente en la cocina, además de un aroma espectacular, aunque era el momento del primer reposo.
Emma sintió total atracción por el olor y a lo bien que yo me lo estaba pasando, así que se me pegó como una lapa, a la voz de: Bailemos, mamá. Y la reproducción aleatoria del spotify le concedió el deseo.
Normalmente bailamos mucho con Jorge, y casi tenemos una coreografía para esta canción. No perdimos ni un segundo en lanzarnos por nuestra cueva a girar con la música.
Con el ritmo a tope, metí las almendras en la thermomix, y las trituré a máxima potencia. Le añadí la leche y el azúcar, y lo puse 3 minutos a velocidad 3, con temperatura 37º. Quedó una especie de mazapán de comérselo a cucharadas.
Pasó la primera fermentación, le dimos forma a los bollos, y volvimos a dejar en reposo.
Emma estaba muy metida en faena, y la música se nos estaba viniendo un poco abajo, así que hicimos trampa, y buscamos una canción que nos volviera a levantar los pies del suelo.
¿Qué pongo Emma?. Mamá mamá, pon la canción de Olivia. Olivia, mi sobrina, de 13 meses, es una completa fan de esta canción. La oye y por ella como si se para el mundo. Deja de hacer lo que quiera que esté haciendo y a bailar.
Y nosotros, hoy, hemos hecho lo mismo.

don’t believe me, just watch

Y los bollos creciendo, y nosotras bailando.
Suena el reloj de la cocina, confirmando el instante de abrir el horno.
Solo 12 minutos de horneado. Y todo listo para rellenar.
Primero, vaciar los bollos, una niña al lado que se encarga de comerse todas las miguitas, incluso calientes. Segundo, una cucharada generosa de mazapán. Tercero, otra cucharada de nata. Y cuarto, tapar con su tapita.
Al final, azúcar glas por encima.

Y llega el momento del día. El momento del atorrijamiento. Se calienta un poco de leche en un pequeño bol. Y se mete el semla dentro. Esperamos unos minutos, que son ideales para escuchar esta canción y ponernos en situación. Darnos unos mimitos y decirnos que nos queremos. Yo a ella y ella a mí.

con la ilusión magullada,
que duro sería vivir
sin la emoción de tus alas..

El semla atorrijado. Nosotras en el cielo, cucharada a cucharada.

cerrar la luz y dormir
acurrucada contigo

Y como suelo decir, benditos fueron todos los muertos de mis armarios, si al final, lo que me esperaba, era esto.