Despertarse el domingo, y tener un cielo completamente despejado, que te obliga a ponerte encima cualquier cosa y salir a la calle. La amenaza de los cielos grises, los días más cortos, y el fresco, están ahí, llamando a la puerta. Estos últimos días de verano, me urge salir, tirarme en la arena, y disfrutar de estas temperaturas casi con obligación.
Primero nos dimos una vuelta por el mercadillo, y nos aprovisionamos de aceite local, y de galletas de gofio y plátano. Las preferidas de Emma.
Y luego nos fuimos directas a refrescarnos.
Las playas urbanas se convierten en un sitio de absoluto asombro para mí. No sé que me producen más si aversión o atracción.
Me he criado en la playa. Pero en playas donde no hay pasarelas, ni papeleras, ni tampoco socorristas.
Y no tener este mobiliario urbano, no suponía ningún problema. La arena estaba limpia, la playa cuidada, y todos hacíamos un uso responsable de ella.
Este verano, descubrí con asombro lo sucia que estaba la arena de MiNorte. Tanto así, que en menos de un cuarto de hora, mis hermanas y yo fuimos capaces de reunir más de una veintena de colillas. Mientras la sangre te hierve y la ira te inunda.
Ahora las playas tienen papeleras, pasarelas, bancos.. Y es cuando más sucia está. No nos hacen falta estos accesorios para educar y para ser respetuosos, pareciera lo contrario, cuanto más intentamos urbanizar la naturaleza, más salvajes nos volvemos nosotros.
Esta playa urbana a la que fuimos el domingo, está limpia, pero no porque sus usuarios sean más limpios que los que van a MiNorte, porque aquí la población es la misma, y usa una u otra según sean las ganas de hacer kilómetros, la diferencia es que una tiene servicio de limpieza y la otra no. La basura se sigue dejando en la arena.
Y como esto, todo lo demás, la base está en la educación. ¿Pero a quien tenemos que educar, a los mayores o a los chicos?
Autor: BrujaSinEscoba
En algún momento
Pensando, estaba pensando… como cantaba Jorge.
Y para pensar, nada mejor que una infusión, y unas galletas artesanas.
Hace dos semanas, que volví a LaTrinchera. Bueno, más bien, LaTrinchera volvió a mí.
Y pude constatar que está todo como lo dejé, aunque ahora nos separe un hemisferio.
Sigue dándome calor, sigue dándome refugio, sigue dándome seguridad. Y sigue dándome horas de conversación incansable, con distintos puntos de vista, y con mucha sabiduría.
Pero tampoco esta vez, es un sitio en el que pueda quedarme.
Todavía no es el tiempo.
Y no puedo evitar preguntarme si alguna vez, en algún momento lo será.
Y de fondo, en algún lugar de mis recuerdos, surge aquella canción de Eddie Vedder
La excursión del domingo (I)
Ha empezado el colegio, y con ello la rutina. Nos ha costado un poco fijarla, aunque creo que después de una semana está más o menos instaurada. Y hemos vuelto a los sábados de mercado y limpieza, y a los domingos de excursiones y paseos.
La temporada ha quedado inaugurada con una excursión a Betancuria y a la Vega de Río Palmas.
Me da vergüenza admitir, que hay muchos rincones de esta bendita isla que conozco poco. Siempre pongo rumbo norte, por lo que el sur, por momentos se me hace desconocido. Pero es algo a lo que me he propuesto poner remedio. En este primer domingo de excursión, pusimos rumbo a Betancuria, para allí hacer una pequeña parada (próximamente volveremos con más tiempo y con más información). La iglesia de allí me dejó con la boca abierta.
Siempre que entro a un edificio se me hace imposible no mirar hacia arriba. Voy siempre buscando el techo. En esta ocasión, el descubrimiento de los techos ha sido increíble. Son fascinantes.
La iglesia tiene un montón de historia para saber, pero como fue una visita imprevista, no íbamos preparados. Por eso, volveremos. Por eso, y para probar la cafetería Santa María.
Seguimos en carretera hasta llegar a la Iglesia de la Peña, en la Vega de Rio Palmas. Es la patrona de la isla, y próximamente se celebra la romería en su honor. Hace más 15 años que dejé de ir en romería, pero me gusta ir de vez en cuando fuera de esta fecha, lejos de aglomeraciones y algarabías. Es una iglesia pequeña, con también un montón de historia. Después de poner el pie en la entrada, y de encender un par de velas, dimos gracias, cualquier sitio y lugar es bueno para hacerlo.
Y luego, nos tomamos un café en una cafetería que tiene un típico patio canario, lleno de plantas y hasta palmeras. Aquí también se me hace necesario mirar hacia arriba. Aquí, el techo es el cielo.
En el camino de regreso, volvimos a hacer otra parada. Emma empieza a acusar los trayectos en carretera con un ligero mareo. Así que a cada tantos kilómetros paramos a coger aire y a estirar las piernas.
Esta última parada la hicimos en el mirador de Guise y Ayose. Desde donde se puede ver hasta casi MiNorte, y donde la luz del sol reflejada en el rojizo de la tierra, puede causarte un daño permanente en las retinas, por la belleza que se desprende.
En sitios como este, sabes que la tierra que llevas dentro, siempre te va a marcar. Es en estos momentos donde siento de verdad la raíz, mi raíz estará siempre aquí.
El resumen del verano más corto de nuestra historia
Resumen fotográfico del verano más extraño que hemos vivido.
Corto, intenso, y accidentado.
No hemos tenido más remedio que tirarnos a la calle y perder un poco el sentido de las rutinas y de las obligaciones.
Playa, sol, arena y parque.
Vitaminas naturales y gratuitas.
El verano nos ha durado apenas 20 días, y vuelvo a mi proyecto con las pilas cargadas, y pensando que ya habrá tiempo de poder disfrutar de un verano de mes y medio, cuando las preocupaciones que me ocupan ahora, pasen a la historia.
4 años
Adiós Julio.. adiós
Adiós Julio.
Yo no sé cómo ha sido que este mes ha pasado tan rápido.
Lo normal para ésta época del año, es que ya estuviéramos totalmente instaladas en NuestroNorte, disfrutando del viento típico de Julio, sin pasar ningún calor, y dándonos a la vida contemplativa.
Pero ya sabes, la vida te lleva por caminos raros..
Y este año en el que me convertiré en la señora de las cuatro décadas, estoy tomando serias decisiones que afectan mucho a cómo estamos pasando el verano.
Así que aquí seguimos, con una rutina de trabajo digna de un internado suizo. Estudiando, proyectando, planeando, educando. Sin descanso. El único descanso, es para convencerme de que el sacrificio tiene-tendrá recompensa.
La recompensa de la tranquilidad. La tranquilidad que ansío y que tanto necesito.
Ni que decir tiene que estos días, de agujas poco, y de lectura, entre cero y nada.
Sacamos ratos para ir a darnos un baño en la piscina, y para preparar la comida. Porque seguimos teniendo la costumbre de comer.
De entre esas cosas raras que me pasan, está la de tener antojo de piparras en pleno Julio con ola de calor incluida. Creo que llevo enchilándome todo el mes. No sé que tiene el calor con el picante, pero cuanto más calor hay, más picante me apetece comer. Supongo que algún gen absurdo y suicida tengo por ahí.
En momentos de lucidez, que alguno tengo, sigo preparando meriendas ricas los sábados por la tarde.
Desde que ví la receta de estos éclaires en Chez Thérèse tuve el deseo de hacerlos. Tengo que decir que de entrada pensé que eran complicadísimos, pero la receta está muy bien explicada, y siguiendo los pasos salen estupendos. De hecho este mes ya los he hecho tres veces. No se tarda tanto en hacerlos, y en cierta manera son adictivos.
Las constantes en estos días, siguen siendo el pan de los domingos, y las galletas del príncipe con leche fría algunas noches para cenar.
Y mientras, intento conjugar todo esto como una mujer orquesta que no pierde el ritmo ni el tono, voy rumbo al norte o al sur, dependiendo del proyecto que tenga entre manos, repasando decretos y artículos, mientras sigo la carretera, con John de fondo.
Siempre vuelvo a este punto..
y, no pasa nada.
Y estoy cómoda, entre reglamentos, leyes orgánicas, y decretos legislativos.
.. siempre hay algún bar que se llama Las Vegas,
en alguna parte,
en alguna parte.
.. siempre hay algún trozo averiado del día,
que no puedes borrar, pero te gustaría.
.. la vida te mira con los labios pintados.
Gira roscas y cotufas 2015
Estoy en medio de un montón de normativa, decretos, y planos varios.
Mientras, pienso en el respiro que me voy a dar el viernes.. Este viernes, en el Canela (Lajares)
Donde voy a disfrutar un buen rato de mis tres amigos, y de sus guitarras.
La semana se me antoja eterna, esperando a que llegue el viernes, pero llegará.. sé que llegará.
Te vienes?
Historia de una mariposita que no tenía claro que fuera una sirena
Todo comenzó hace un mes, cuando una mañana Emma, y sin venir a cuento, me dijo algo así como que ya nunca más quería ir a la playa, ni a la piscina, ni a ningún sitio que tuviera agua.
Sin motivo aparente, y tampoco con ningún hecho antecedente. No le presté mucha atención, la verdad.
A los pocos días fuimos a un cumpleaños donde había piscina. Le costó meterse en el agua más de tres horas. Esto sí que me llamó la atención. A mi cabeza venían raudos, momentos en los que he tenido que controlar a Emma porque era atraída por el agua como si de un imán se tratara. Me puse en alerta.
Los días siguieron sin pena ni gloria, pero haciendo referencia cada día que lo del agua no iba a ser buena idea. Pasada una semana, decidí coger el toro por los cuernos. Y la apunté a un cursillo de iniciación en la piscina municipal.
El primer día acudió más o menos contenta, y con mucha curiosidad. Todo cambió a los cinco minutos de estar en la piscina. Ahí empezó a llorar y no paró hasta que salió: cuarenta minutos más tarde. Yo, desde la grada, creí que me iba a dar un infarto.
Fueron los peores cuarenta minutos de mi vida como madre.
Verla sacudirse del llanto, entrar y salir del agua, estar muy junta a otros siete niños que parecían que en cualquier momento se iban a caer al agua… Mi valor de buena madre cayó en picado. Mi niña lo estaba pasando realmente mal, y era yo la que la había llevado allí.
Los monitores (a quien no me canso de darles las gracias) estuvieron todo el rato pendientes de todos los niños, pero especialmente de ella. No la dejaron sola en ningún instante.
Cuando la recogí, seguía llorando, y aún le duró un rato más. Emma es así, puede empezar a llorar en la hora del desayuno y seguir con el llanto hasta el almuerzo.
Y a partir de ahí, mi cabeza se convirtió en un martilleo constante del análisis de la situación.
¿La dejo o la quito?
Me pasé esa primera noche, mirando el cielo, buscando una respuesta divina.
Lo único que conseguí fue unas fotos, donde parece que sí, que la divinidad estaba ahí, pero su respuesta no.
Me fui a la cama con la intención de darle de margen otro día más. Intentaría vislumbrar alguna señal que me diferenciara si la situación iba a ser favorable o totalmente traumática.
Y llegó el día siguiente y allá que volvimos. El inicio fue el mismo: llanto inconsolable.
Veinte minutos por reloj que pasó llorando. Pero de pronto había una sutil diferencia. Lloraba, pero hacía los ejercicios.
No sé explicar qué pasaba, porque yo lo estaba pasando muy mal (fatal fatal), pero había algo que de pronto sentí que me decía que debíamos seguir con el cursillo.
Miércoles: diez minutos de llanto, y parece, solo parece que algo de diversión.
Jueves: cinco minutos de lagrimeo. Es oficial: se estaba divirtiendo.
El fin de semana, lo pasamos repasando lo que había aprendido, y lo bueno que era su monitor.
El lunes, volvimos a la piscina, y ya no hubo llanto, pero tampoco había muy buena predisposición. Cara larga, pero se dirigió a la ducha. Este día fue el primero que hizo todos los ejercicios por su pie, buscando con la vista siempre a su monitor, y dedicándole muchas sonrisas.
El martes, y para mi asombro, se fue sola a la fila, estaba deseando entrar y meterse en el agua. Su profe le hizo la ola, y a mí me dedicó una mirada de total tranquilidad.
Lo que restó del mini cursillo, fueron dos días de total diversión y aprovechamiento. El último día, y con mi cara totalmente desencajada la vi saltar del podio que colocan delante de las calles. Dos veces. ¡Dos veces!, sin churro, sin tabla, y solo tirándole los brazos al monitor.
Se me saltaron hasta las lágrimas.
Me sentí bien, contenta por ella y por mí. Satisfecha por seguir mi instinto, y no darle rienda suelta al miedo que sentí las ocho benditas clases. Ella lo superó y yo también.
Hoy hemos ido a otra piscina. Y apenas le he dado el churro y se ha metido en el agua ha empezado a darle a los pies, y se ha puesto a mitad de la piscina.
Está claro, que la que tiene que ir al cursillo ahora soy yo.
Bienvenido verano
Ya sé que hace rato ya que llegó el verano, pero parece que yo estos días voy llegando tarde a todo.
También sé que esto que acabo de escribir no es real, es una sensación que me acompaña últimamente, solo una sensación. Producida por la necesidad de hacer un montón de cosas que llenan las listas que hago cada domingo, y que me producen un total agotamiento físico el lunes por la noche.
Igual estaría bien que dejara de hacer listas, yo que sé.
La cosa es que ya estamos oficialmente en verano. Con niñas sin obligaciones escolares y con necesidades lúdicas diarias. Con un apetito voraz, y con ideas extraordinarias y no siempre recomendables. Lo que no consigo lograr es hacer que Emma no madrugue. No hay forma, y como muy tarde, a las 8 está en planta, diciendo buenos días a pleno pulmón o cantando como un gallo, dependiendo del cable que tenga cruzado cuando abre los ojos.
Me parece increíble que haya pasado el primer año escolar.
Un año escolar llenísimo de acontecimientos y aprendizajes, tanto para ella como para mí.
La diferencia en el nivel madurativo de la niña que entró con la que ha terminado el curso es tremendo. Ya no hay una niña pequeña en ningún sitio de esa persona que me acompaña día y noche.
Habla, razona, se ríe, se enfada.. Pero ya no hay rastro de niña pequeña. Es una niña, con cara e ideas de niña mayor.
Lo mejor, con total diferencia de este primer curso, ha sido la profesora que tiene Emma. Cuando elegí el colegio para Emma, lo hice pensando en el proyecto global, en el proyecto escolar del colegio, el programa y el sistema de enseñar. También me dí cuenta muy rápido, que por muy bueno que fuera el colegio, si la profesora no se hacía con Emma y ella con la profe, todo iba a dar igual. Afortunadamente, la profe de Emma, es genial. No creo que hubiera podido tocarle una mejor. Es respetuosa, paciente y a la vez firme, y es capaz de sacar de los niños lo mejor de ellos. Sabe como motivarlos, y como hacerlos sentir responsables e importantes.
Este primer año también ha sido muy importante para mí. He tenido que socializar con todas las madres de los compañeros de Emma, ir a los cumpleaños, los actos que se han celebrado en el colegio, y he aguantado todo el curso, sin abandonar el grupo de whatsapp.
Me ha servido para ser más empática. He procurado ponerme en los zapatos del otro antes de lanzarme a hacer un juicio sobre cualquier situación que estuviera aconteciendo, y también a callarme cuando la ocasión lo meritaba. No ha sido fácil, para qué nos vamos a engañar.
Hemos acabado el curso, las dos, con buenas notas. Ella lo ha logrado académicamente, y yo socialmente.
Y ahora nos esperan dos meses de mucha agua, mucha arena y sol moderado.