El miedo

Ayer tuve un ataque de miedo. Y desde anoche casi no he podido parar de pensar en todo lo que pasó.
Hace menos de un mes en mi isla hubo un asesinato.. ni violencia de género ni otras cosas: a-se-si-na-to.
Un tipo con una mala mezcla de química cerebral mató a su ex pareja.
Igual ni siquiera tenía mal la química, y solo era mala persona.
La realidad es que asesinó a sangre fría a una chica, y ha dejado huérfano a un niño de 6 años.
Ayer, mientras Emma y yo bailábamos como locas en nuestro estudio, empezamos a oír gritos.
Gritos pidiendo ayuda en la escalera del edificio.
Tuve un ataque de inmovilización de mis extremidades inferiores.
Quería salir a prestar ayuda, pero el miedo no me dejó.
No sabía qué estaba pasando realmente, pero solo se me venía a la cabeza la chica asesinada hace un mes.
Sentí un miedo horroroso a que estuviera pasando algo similar a medio metro de mí, y no hacer nada.
Entonces oí la voz de otro vecino, que mide 1.80 y es un tío.
Él si salió de su casa.
Y ya cuando lo oí a él, salí yo.
Un chico del edificio estaba sufriendo un ataque de.. “algo”, estaba semi inconsciente, rígido y no parecía reaccionar. Su madre no sabía qué hacer. Solo gritaba. Tenía miedo. De ese miedo paralizador de todas las extremidades, en su caso.
Llamé a Emergencias, me acerqué al chico, que ya el otro vecino tenía acomodado de lado en el suelo del zaguán del edificio.
Me atendió un médico, me dio las primeras indicaciones, y el chico reaccionó. Respiró, volvió a abrir los ojos, aunque parecía desorientado.
Los minutos pasaron, 15 exactamente, la ambulancia que tenía que llegar no llegó, y tuve que volver a llamar para anularla, y trasladar nosotros mismos al chico al hospital (Esos recortes que dicen que no eran nada).
La mamá del chico, seguía en estado de absoluto pánico.
Yo me volví a mi casa, a abrazar a Emma y a hacerme una tila.
Más tarde el chico volvió a casa, con su madre aún temblorosa, y dándome las gracias por haber llamado a emergencias. Me sentí cobarde y miserable.
Yo antes no tenía miedo. Hace cinco años no me hubiera pensado lo de abrir la puerta o no.
Nunca antes había echado tanto de menos, medir 20 cm más.
Y justo ayer leí esto, igual va a ser eso.. Ser madre me ha hecho cobarde.

Estaba de parranda

Eso es.. Mucha parranda ha habido este último mes.
Diciembre nos devoró el tiempo entre las actividades del calendario de Adviento, las comidas, las meriendas y los paseos.
No he tenido tiempo de sentarme con tranquilidad a dejar constancia de todo lo que estábamos viviendo, ni tampoco para hacer el balance final de año que tanto necesito hacer. Bueno, necesitaba.
Porque esta vez, la falta de tiempo para estas pequeñas cosas, no me ha estresado.
Hemos pasado las fiestas nosotras, y todos aquellos que son imprescindibles para nosotras. No ha faltado ninguno. Y ahora tenemos casi otros 366 para cruzar dedos y pedir que para las próximas estemos los mismos, y los que llegarán pronto.
En medio de la preparación de la cena  de fin de año, conseguí apartar el tiempo justo para hacer los propósitos de año nuevo, porque la cabra tira para el monte, y porque para mí los propósitos son más importantes que las uvas.
Este año tengo tres modelos de organización entre manos, a saber: la agenda (donde anoto todo lo referente a lo laboral y escolar de Emma), un BulletJournal (donde anoto los propósitos mensuales, los menús, y todo lo relativo a la casa y a las cuestiones personales), y también tengo un cuaderno Kakebo (este año pretendo hacer varias inversiones, y este método de ahorro me va a ayudar).
Y de todos los propósitos que tengo, que como la hoja no se acababa y la letra la hice chica, son muchos, hay tres que voy a involucrarme a fondo por verlos materializados.
1.- Muchos cafés, tés, infusiones. Que traducido no es más que tiempo compartido con los que están cerca o lejos, y con los que tan bien sienta hablar. O tiempo a solas, para oír el silencio.
2.- Excursiones. Ver atardecer o ver amanecer. Deleitarme con la naturaleza. Conocer más a fondo el lugar que me ha visto nacer, y que me sorprende en cada esquina.
3.- Bailar. Bailar y cantar. Como dice mi padre: romper los zapatos bailando.
Y ya de último, venir a contártelo todo aquí.

Se abrió la veda

Llegó diciembre como una exhalación, aunque estaba esperándolo como loca. Llegó y casi me cogió desprevenida.
Pero nada que no se arregle con una madrugada delante de la agenda, y del ordenador. Se hace un planning mensual en un periquete, y se arma el calendario de Adviento con la ligereza propia de una bailarina.
Este año me hice con las velas de Adviento de Ikea, y ya el domingo pasado encendimos la primera, como marca el calendario. Ese mismo momento fue también el propicio para encender el horno. 
Sospecho que este mes de Diciembre, estaré trabajando para pagar el recibo de luz que ha de venirme en Enero, al precio que está la energía eléctrica, y dada la intención que tengo de prácticamente hornear todo el día, no me va a quedar otra. Pero me va a dar igual, hornear en Diciembre es norma de obligado cumplimiento, casi como poner el árbol, y mandar postales.
Lo primero que horneamos, fueron una buena tanda de galletas de mantequilla. Encontré un sello de estampar galletas, y la verdad, estaba deseando probarlo. No contaba con que fuera tan complicado estampar, la verdad. Pero aún así, quedaron una galletas monas (palabra que ahora usa Emma cada tres frases), aunque lo mejor es que están muy ricas.
Por otro lado, hacía tiempo que quería profundizar en las masas y repostería nórdica, y ya sabes, cuando se desea algo, el Universo conspira.. Un día, no sé bien cómo, descubrí esta página, y cuál fue mi sorpresa, al ver que tenía talleres de masas y reposterías varias, on line. La verdad es que no me lo pensé mucho más, y me inscribí.  No pude haber acertado más. Recomiendo con pasión desaforada estos talleres. 
De momento he hecho dos de las recetas que nos han explicado. Ambas, con nombres impronunciables. 
Karjalanpiirakka o pasteles de Karelia, fue la primera, un pastel salado que se acompaña con una especie de toping llamado Munavoi (mantequilla de huevo), que preparé y dejé al alcance de una niña de 4 años. Cuando vine a darme cuenta se había comido más de la mitad. Así que los pasteles se quedaron con un discreto toping. Los cené con unas piparras dulces que he encontrado en mi nueva tienda preferida de mi pueblo. Es un entrante muy rico, y más fácil de hacer de lo que realmente parece. Así que es más que probable que vuelva a hacerlo próximamente, en los agasajos a familiares y amigos que tengo planificados.
La segunda receta que he hecho son los Lussekatter o bollos de Santa Lucía. Esta receta tiene dos cosas que me llamaban mucho la atención, primero que la masa lleva azafrán, y segundo que hay que hacer un amasado francés, al que le tenía el mismo respeto que ganas.
Prueba superada, y definitivamente, he encontrado el tipo de repostería que más pega conmigo. 
Voy a tener que amasar mucho, para ir sacando unos buenos brazos y para gastar un mínimo de todo lo que me estoy zampando.
Como el año pasado, estamos otra vez disfrutando mucho de nuestro calendario de Adviento de actividades. Con una niña mas mayor, es más divertido. Ella pinta, recorta, pega… Yo me dedico a hacer fotos y a mirar. Y apuntar todo.
Me he comprado una libreta y un juego de bolígrafos monismos, para dejar constancia de todo lo que nos traerá este diciembre.

Noviembre y ser agradecido

Se celebra en Noviembre el famoso Thanksgiving en el país de los estates.
Y mira, es otra de esas celebraciones que molaría mucho copiar, copiar su filosofía y su finalidad, se entiende. Porque me parece un ejercicio estupendo para poner los pies en el suelo y darse un baño de realidad. Tenemos un montón de cosas por las que sentirnos agradecidos cada día, pero es mucho más fácil dejarse llevar por lo que no tenemos, y porque lo que parece que no termina de llegar. Esta majadería de ver siempre el vaso medio vacío. El ejercicio de agradecer es siempre mucho más satisfactorio que el de pedir.
Desde que Emma llegó, tuve una imperiosa necesidad por acotar los regalos, (tarea muy ardua con dudoso resultado), aún así, sigo erre que erre, en que lo importante no son los regalos sino el tiempo.
Hay un vídeo maravilloso de José Mujica, que lo explica estupendamente. Y eso es lo que intento explicarle a Emma cada día.
Pero llegó su cumpleaños y aunque yo actué intentando frenar la marea de regalos, fue agotador y poco efectivo.
He aprovechado noviembre para intentar concienciar de todo lo que tenemos y por lo mucho que debemos sentirnos agradecidas. Me di una vueltita por Pinterest, y ahí encontré algo que me podía ayudar en mi idea.
Me puse manos a la obra con lo que tenía en casa. Solo compré una pieza de cartón piedra de color negro.
30 sobres de los marrones, papeles de scrap, imprimí los números, y un poco de cordoncillo rojo.
Y con estos materiales, un buen té, mucho pegamento, mucha tijera y manos a la obra.
Tengo que decir que estoy super contenta con el resultado. Y es algo que vamos a usar cada año, como el calendario de Adviento. Además, será genial, ir guardando todos esos papelitos de agradecimiento de año en año.
Luego vino la tarea de explicarle a Emma qué teníamos que hacer con este tablero.
Le expliqué, y aunque inicialmente me dio la sensación de que no entendió mucho de qué iba esta vaina, la lección me la llevé yo desde el primer día.
El primer día, cogí mi bloc de notas, y le dije que tenía que decirme algo que hubiera hecho/sentido en el día, por lo que daba gracias. Se quedó muy seria, y a los pocos segundos me dijo: Mamá yo sonrío hoy por el rato que he pasado jugando con mi prima Olivia.
El segundo día me dijo: Mamá hoy sonrío porque tengo una madre estupenda.
Yo aquí, imagínate, casi exploto.
Me hizo mucha gracia el cambio de frase, en lugar de dar gracias, ella sonríe.
Y me pareció algo muy gráfico, siempre sonreímos cuando damos gracias desde el corazón.

La excursión del Domingo, el Sábado (IV)

Desde el jueves se está celebrando en el Norte  de la isla, el festival de Cometas. Ya hace algunos años que se celebra, pero aquí la menda lerenda, no había pisado la arena durante el festival ni había disfrutado de ese espectáculo.
Este año no dejamos escapar la oportunidad, y allá que nos fuimos. Tres madres, tres niños.
Ha sido uno de esos días de comprobar que disfrutar de la vida es bien, pero hacerlo en compañía es mejor.
Yo no me creo mucho eso de la necesidad de los bebés por socializar, y que esa sea la razón principal por la que llevarlos a la guardería. Pero sí que he comprobado que llegado a los 3-4 años, no existe necesidad, pero sí mucho disfrute al compartir el tiempo y las experiencias con otros niños. Así que esa sí que es una de mis principales razones por las que moverme.
Lo tengo asumido, me cuesta moverme. Me gusta mi entorno, mi zona segura. La actividad fuera de mi casa me cuesta, aunque una vez en camino, soy consciente de lo bien que me sienta.
Echamos rumbo norte, con la cámara en mano, y disfrutando de la música infantil y una conversación a cuatro voces.
Inicialmente el cielo se presentaba gris, con nubes espesas que nos hizo coger chaquetas, y que presagiaban viento y frío.
Pasado Parque Holandés, ahí se alza Montaña Roja. Que según las niñas, no es roja. Sus cabecitas están amueblándose con las particularidades del lenguaje, todavía no entienden los matices, y las acepciones de las palabras. Y es toda una experiencia verlas argumentar.
Las lluvias pasadas, una vez más, ya han dejado presencia, y un manto verde se empieza a ver por todos los bordes de las carreteras de la isla. La magia del agua en esta tierra es ya en sí, un auténtico espectáculo.
Pasada Montaña Roja, ya se ve Isla de Lobos y un poco más allá: Lanzarote. Qué complejo explicar que en la isla no hay ya Lobos, y que a Lanzarote no podemos llegar en coche.
En cuanto llegamos a las dunas, ya se veían las cometas. Muchas cometas que surcaban el cielo. De todas las formas y tamaños. De miles de colores.
Pudimos aparcar sin demasiada dificultad. Y en cuanto pusimos a los niños en el suelo, fue como si hubieran estado atados mucho tiempo y de pronto pudieran echarse a correr sin ningún tipo de impedimento. Correr duna abajo, correr duna arriba.
Recuerdo hacerlo de pequeña, y la sensación de libertad es absoluta.
Recomiendo esta experiencia a cualquier niño, adolescente o adulto.. Echarse a correr por la arena es terapéutico.
Las nubes fueron despejándose, y el cielo se presentó limpio y azul. Entre eso y la carrera, entramos todos en calor rápido, y nos deshicimos de chaquetas y zapatos. Tuvimos la oportunidad de construir nuestra propia cometa, y de echarla a volar.
Emma tomó su cometa, su cuerda, y solo necesitó una escueta demostración gráfica para hacerlo ella misma. Y de ahí se lanzó a correr, a seguir corriendo por toda la arena. Solo paraba para coger aire, verificar que la cometa seguía en el cielo, e intentar hacer unas pocas volteretas.
Pasamos el día entre arena, cometas y el alisio.
A la vuelta a casa, el Sol se iba poniendo e iba bañando de esa luz dorada tan típica de esta tierra en esta época del año. Las niñas venían ya quedándose dormidas con el ronrroneo del coche en la carretera. Las madres, también cansadas, pero con cara de felicidad.
Ciertamente el día no podía haber sido mejor.
Es fácil ser feliz así. Es fácil ser feliz aquí.

Halloween, Finados, o cualquier excusa me vale

Hace ya unos cuantos años, que dejé de ser una grinch de cualquier fiesta. Y tengo que decir, que ahora soy mucho más feliz, y me lo paso mucho mejor.
Antes me ponía en modo “gente gris”  como canta Luis, y dejaba que las fiestas se me escaparan de los dedos, mirándolas de lejos y poniendo cara de disgusto. Menos mal que todos esos modos quedaron atrás con la treintena.
Ahora cualquier atisbo de fiesta, me pone en marcha de preparativos, y en predisposición de pasarlo bien.
Así que con los ojos en el calendario, me sumergí en el armario donde tengo todo lo que puede ser útil para inventar. Con un poco de tela, y unos patrones a mano alzada, construí la corona de la puerta. La inspiración, como siempre, gracias a la inestimable ayuda de Pinterest.
Todas estas fiestas son un filón para los centros comerciales, que desde una semana antes sacan todo su arsenal de adornos y dejan el centro como cualquier escenario de peli B. También aprovechan para atraer al pobre consumista que se ha quedado despistado por ahí, sin tener conocimiento de que lo que tiene que hacer durante el fin de semana, es ir al centro comercial y sacar a pasear la tarjeta. Para esos despistados, el centro llena la tarde de actividades infantiles. Yo, tengo un truco, voy a todo lo que anuncia, dejando la cartera en casa. Me sale mucho más a cuenta.
El viernes, la agenda marcaba un cuento de piratas teatralizado. La verdad es que estuvo muy entretenido y original. Emma, se lo pasó muy bien. Se desconecta de lo que pasa alrededor en cuanto le comienzan a contar una historia. Luego, nos dieron la posibilidad de pisar el escenario y andar por el medio del tesoro y el barco pirata.
Y para merendar, otra vez volviendo al cajón de cosas compradas años ha, unos muffins con cara de calabaza terrorífica. La idea era decorarlos después de que se enfriaran, pero no llegaron a tiempo.
Y para cuando estaban fríos ya estaban formando parte del proceso de digestión. El año que viene volveremos a intentarlo.

40.

Llegaron.
Por primera vez puedo decir que los esperé con alegría.
Llegaron con un montón de lluvia que hizo correr barrancos, llenar gavias, y limpiar todo el ambiente.
Desde hace semanas tenía ganas de hacer algo diferente en este día. Fue fácil organizarlo, porque mi prima-comadre, cumple años el día antes que yo. Casi sin pensarlo mucho organizamos una paella en su casa, para convidar a los que nos aguantan el resto del año, esto es mis padres-hermanos, sus padres-hermanos, y los tíos de ambas.
Nosotras lo pensamos poco, pero ellos lo organizaron mucho.
Cuando llegamos a la casa, al abrir la puerta, nos encontramos un montón de globos, flores, guirnaldas de felicidades.. Casi nos caemos al suelo del susto y de la risa.
El día nos acompañó, con intervalos de sol entre tanto chubasco.
Y lo pasamos bien, muy bien, ¡qué caramba!.
Madre mía, 40.
No ha sido fácil llegar hasta aquí, es más, hubo momentos en que dudé seriamente de si llegaría.
Ya ves, qué de cosas absurdas pasan por la mente durante la treintena.
Pero aquí estoy, y ahora sí que es fácil seguir. Me enfrento a otros dilemas y brego con otras cuestiones, pero también es verdad que las herramientas con las que cuento ahora, son mucho más efectivas.
Supongo que no he cambiado tanto, sigo teniendo muchísimas inquietudes, algunas ilusiones, una meta clara, y un camino que de vez en cuanto me aterroriza. Pero lo que tenía y sigo teniendo es la firme voluntad de seguir andando.
Ahora soy la señora de las cuatro décadas, utilizo carmín rojo, y me río hasta de mi sombra.
Estoy convencida de que esta nueva década va a ser legen (wait for it) daria

Último día en la treintena, y un golpe con la realidad

Ayer por la noche nos declararon en alerta naranja. Más o menos al mismo tiempo que empezó a llover.
Al poco rato se suspendieron las clases de hoy.
Y sobre la marcha empecé a improvisar planes.
Tengo la suerte de ser una jefa comprensiva a la par que permisiva, así que me di el día libre ipsofácticamente.
Tenía una cita ineludible por la mañana, para lo que mi madre, (¡ay! las abuelas) me echó una manita.
Mi cita tenía poco de agradable y mucho de necesidad. Hace poco más de un mes que supe que iba a llegar ese momento, y no por ello se hizo más fácil.
Es curioso cómo se entrelazan las personas, y las historias. Con la escolarización de Emma, se han cruzado grandes personas en nuestro camino, y con la vista hacia atrás, me doy cuenta de lo mucho que me alegro de que esto haya pasado. La cita de hoy tenía que ver con una de estas personas. Que aunque hace relativamente poco que nos relacionamos, desde el principio he sentido una cercanía especial. Así que hoy era obligación moral estar junto a ella y a sus familiares.
Ojalá tuviéramos una forma mágica de aliviar o consolar a los que nos importan, cuando pasan por estos momentos. Solo podemos estar y acompañar.
Se me hace difícil parar los pensamientos, y no seguir divagando en que más tarde que pronto, o eso deseo, todos pasaremos por allí. Llegará el momento en el que me tenga que despedir de los que me vieron nacer y crecer. Trato de parar estos pensamientos, una, dos y hasta tres veces. Pero en días como hoy me resulta harto complicado.
Es entonces cuando respiro, y me paro.
No puedo cambiar lo que está por venir, no puedo alterar lo que pasó, solo me queda hoy.
Y hoy, tengo una niña en casa con necesidad de mucho entretenimiento, un día lluvioso, y el recordatorio en la nevera de que hoy será el último día que tenga 39.
Así que lo he dedicado a hacer lo que más me gusta hacer, y a recrearme en esos pequeños detalles que me hacen la vida feliz.
El horno encendido, flores y mi mini huerto, y un buen revolcón entre hilos, telas y y patrones.
Esta semana he germinado semillas de cilantro y de algodón.
Esto empieza a resultar un poco problemático. Tengo seis limoneros, un aguacatero, y siete algodoneros. Lo del huerto se me está escapando de las manos. Debería no plantar nada más hasta tener una finca a la que trasladarlos después. Supongo que esta es la manera de  mandarle mensajes subliminales al universo, a ver si espabila un poco.
Hemos acabado el día entre telas e hilos. Intento traer a Emma hacia el lado oscuro de estas labores, aunque de momento a ella le motiva más coger los retales y llevarlos al aire mientras corre por el pasillo. Unas veces son velos, otras capas, y otras “estelas”.
Me ha dejado patidifusa cuando me lo ha dicho ella misma con esa palabra.
– Mira mamá, estoy dejando una estela.
Me pregunto de dónde saca esas palabras. Lo que me hace ponerme en guardia, porque me reafirmo en que es una auténtica esponja que absorbe todo lo que ve o escucha.
Y mientras Emma dejaba estelas de telas por el pasillo, yo terminé unas piernas de bruja.
.. Y mañana,.. mañana cambiaré de década.

La excursión del domingo (III)

Está a punto de llegar otro domingo, y aún tengo la crónica del pasado por transcribir.
Así no llegamos a ningún lado.
Tengo una excusa perfecta, el trabajo se ha impuesto esta semana, y he estado totalmente absorbida por un nuevo proyecto que se asoma a mi puerta. Se supone que está todo atado, pero falta una notificación, así que de momento, sigo mirándolo de lejos y con cautela.
El fin de semana pasado fue el finde grande de las fiestas de nuestro pueblo.
Había un programa lleno de actos.
El sábado se hacía la clásica ofrenda a la Vírgen, a la que acudimos como el año pasado, porque el cole de Emma tiene rondalla, y ella quería ver a sus profes bailando y cantando.
De allí, y aunque hice grandes esfuerzos por escurrirme, llegamos a la fiesta de cochitos, es decir al recinto ferial, con sus luces, sus atracciones y ese tufillo resultante de la mezcla de la carne de cochino frita, los perritos calientes y el algodón de azúcar.
Tengo ya asumido mi malignidad como madre a estas alturas de película, y haciendo gala de la misma, no había llevado nunca a Emma allí. Es decir, que nunca se ha montado en ninguna de estas atracciones multicolores y ruidosas.
Emma no sabía donde parar la atención, así que me dijo que primero quería ir a dar una vuelta por todos para verlos bien.
En mitad de la vuelta, recibí el mensaje de mi prima artista, invitándonos a una exposición de sus acuarelas, y al monólogo que haría después. Le pregunté a Emma si quería ir, y la mirada que me devolvió, pareció que se alegraba infinito de tener una excusa para salir de allí.
La exposición fue genial. Parte de mi familia arropábamos a mi prima, y disfrutamos a partes iguales de sus láminas y de los monólogos de después.
Llegamos a casa, cansadas, pero contentas. Emma no paraba de hablar de todo lo que habíamos hecho y de lo tarde que era. Creo que es la primera vez que se le hacen las 10 de la noche y está en la calle. Estaba fascinada.
El domingo por la mañana acudimos a una exposición de coches antiguos que hay en el municipio. Los coches antiguos tienen algo que me dejan hipnotizada. Ver el mimo con el que sus dueños los cuidan y los arreglan, me llega hasta emocionar. La simplicidad de la mecánica de esos motores, y el lujo de los detalles, los hacen piezas únicas.
Y por la tarde, fue nuestro momento. Emma está yendo a ballet, cosa que merece una entrada aparte. La cuestión es que el domingo actuaron, dentro de la programación de actos infantiles.
Cualquier cosa que ponga aquí ahora va a ser insulsa, en comparación a la cantidad de sentimientos que se me despertaron.
Ella dice que lo pasó muy bien. Y que le gustó estar en el escenario delante de tanta gente. Yo no sé bien cómo tomármelo, aunque todavía me cuesta recordar el momento sin que el orgullo me llene y las lagrimillas inunden mis ojos.

Out of control

Lo he dicho tantas veces que corro el riesgo de aburrir, pero eso también forma parte de mi.
Cuando algo me pica la curiosidad, o cuando algo me interesa mucho, inicio un proceso de investigación que me resulta imposible de parar, ni tan siquiera controlar.
Eso me pasó con la fermentación.
Todo empezó hace un par de años cuando fui capaz de hacer masa madre, (que esta semana pasada cumplió dos años, y que sigo refrescando y usando cada vez que hago pan).
Luego seguí con el chucrut, el kimchi, y el ketchup.
Y entonces leí sobre el kéfir y la kombucha.
Me pateé todos los herbolarios de mi pueblo, intentando buscar a alguien que me cediera una colonia.
La búsqueda fue sin éxito, hasta hace un mes.
Mi herbolario de confianza, tomó nota de mi búsqueda, y cuando tuvo “los bichos”, me hizo la esperada llamada.
El kéfir no tiene ningún misterio. A los nódulos le añadimos leche (yo le pongo leche semidesnatada), lo dejo dentro del bote 24h, en uno de los armarios de la cocina. Pasado este tiempo, cuelo la leche kefirada, y vuelvo a repetir el mismo proceso de añadir la leche a los nódulos. Al principio la colonia era pequeña, y la leche resultante tenía poco espesor, aunque sí mucho sabor. Ahora consigo colar un vaso de consistencia igual a la de un yogur.
Llevo un mes tomando cada noche un vaso de esta leche kefirada. Unos días la tomo sola, y otros días lo meto en la batidora con un plátano.
Para preparar la kombucha, seguí el procedimiento que describe el blog de evamuerdelamanzana.
Después de la primera semana, colé todo el líquido obtenido, y lo embotellé. De momento sigo haciéndolo así, sin darle sabor en una segunda fermentación.
La kombucha la tomo cada mañana antes del desayuno, un vasito.
Después de un mes, tengo que decir que me siento mejor. Antes tenía siempre la sensación de estómago lleno, sobre todo por las mañanas, como si la digestión de la noche se hubiera parado.
Ahora no tengo esa sensación, y me levanto con el estómago vacío, y con ganas de desayunar.
También he notado, que la kombucha me da como un subido de energía, como cuando te tomas un café fuerte. Pero sin los efectos secundarios que me suele generar el café: ansiedad, temblor de manos, y finalmente irritabilidad.
Ahora ando a la búsqueda y captura de nódulos de kéfir de agua, para hacerme unos “vinos”.
Y como ya va llegando el fresco, estoy preparando mis botes para empezar a hacer chucrut.
Mi casa se convertirá en los próximos meses, en un gran almacén de fermentación.