Me gusta mucho hablar, pero si tengo que ser sincera, me gusta más callar.
El silencio es un sonido que aprecio muchísimo.
En mi día a día, tengo muchos momentos de silencio. Primero porque me levanto temprano y estoy a solas un par de horas, y segundo porque LaMariposita es independiente y autónoma, y aunque ella parlotea todo el día, con sus muñecas, consigo mismas, con la tele… pasa largos ratos sin hablarme a mí.
Creo que el silencio es una de las cosas que más extraño en vacaciones, más que mi cama, mis tazas de café, mi agua con gas, y mis ratos a solas.
Esta mañana me levanté con el firme propósito de acabar un esquema de punto de cruz que se me está atragantando más de la cuenta. Me acomodé en la terraza, porque es donde más luz hay y por aquello de la presbicia, que por supuesto aún no tengo.
Apenas había dado dos cruces cuando se me llenó aquello de niñas. Experimentando con acuarelas. Sentí primero miedo por si se emocionaban y sus dotes artísticas terminaban en mi fino lino. Las relegué al final de la mesa y ahí respiré un poco.
Y entonces empezó el guineo. Guineo es el grupo de LaBajista, y uno entre otros significados de la palabra, hace referencia a un ruido constante y machacón, que le da a una dolor de cabeza.
Intenté convencerlas que en silencio era más fácil desarrollar la creatividad y hacer un gran dibujo de acuarela. Intento infructuoso.
A veces entro en el bucle de la autoculpa, y me siento fatal por reclamar espacio y silencio. Pero en mi acostumbrado proceder de analizarlo todo, me sacudo la culpa. No soy mala madre por reclamar mi espacio, ni tampoco por satisfacer mis necesidades más internas. Cuando no encuentro ese espacio propio en muchos días seguidos, me vuelvo gruñona e irascible. LaMariposita lo sabe, y me manda a mi cuarto, cuando sabe que he superado los niveles soportables de ruido y jaleo.
Recogí rápido y me recluí en mis aposentos. El único lugar que estas individuas, ruidosas e inquietas aún respetan.
Allí, escuchando y descubriendo que no soy la única apasionada del silencio, me puse con mis calcetines de agosto. De paso, saboreé chocolate francés. Despacio, en silencio, y sola.
A mi también me pasa. La necesidad de silencio. Muchas veces me doy cuenta de que en los largos trayectos de coche diarios, no escucho la radio si no es hora de la SER. O que en casa no pongo música (la tele está rota desde no se cuando). Reconozco que no suelo hacerlo con J. Con J. no me importa el ruido, siempre que sea a unos niveles razonables. Y escucharlos jugar cuando hay multitud, me encanta. Ahora bien, me requeteencanta cuando después de una tarde de visitas… todos se van… 😉