Me da pena ver cómo personas que creí conocidas no tienen la valentía que les imaginé.
Se esconden tras vasos de ron, y no afrontan lo que les pasa.
No sé si lo siento más por ellos o por mi. Puede que sea una tremenda egoísta, y la tristeza que siento no es más que desilusión por no encontrar lo que creí que había en su interior. Si fuera una buena persona estaría triste porque esas personas están malgastando la vida, metiéndose en caminos sin salida, caminos que solo llevan a una mañana de resaca y a la acumulación de frustraciones para el día siguiente. Pero no, yo siento rabia por haber depositado mi confianza en gente que no la merecía. Definitivamente además de ser egoista soy una soberbia…
Pero, ¿que se podría esperar, soy una bruja, no?
Sacar dinero de un cajero
¿Por qué la gente necesita más de cinco minutos para sacar dinero de un cajero?.
Los he contado, y nunca llegan a ser cinco minutos, pero es el tiempo máximo que se puede tardar en hacer una operación, pidiendo un extracto para consultar antes de sacar el importe en sí.
Así que no entiendo cómo hay gente que se pasa hasta veinte minutos delante de la pantallita del surtidor de dinero. ¿Alguien me lo puede explicar?, porque tal vez este aparato, es capaz de ofrecer otras cosas y yo no me he enterado. Como citas, arreglo de vacaciones, o incluso un consultor psicológico.
Tal vez estos sean como los nuevos confesionarios del S. XXI, y yo, sin sacarles el máximo partido, limitándome exclusivamente a sacar dinero de mi propia cuenta.
Para pensar…
“… Al final tenía la impresión de que me habían vuelto del revés y dejado a la vista todo mi paisaje interno privado, todo lo que hasta entonces había sido únicamente mío. Creo que era muy feliz; pero si aquello era la felicidad, nunca había sido feliz.”
Pertenece a un libro que se llama: Un amor dulce y peligroso (Nicci French). Ya sé que suena a novela rosa, y aún no estoy en disposición de negarlo porque no he acabado de leer.
Esta frase me llamó mucho la atención. La leí varias veces seguidas, sacándole la sustancia a cada palabra.
Sí, una vez, yo sentí que todo se me había dado vuelta, y que realmente me sentía feliz.
Creo que esta situación en mi vida fue la que me dio el baremo para saber cuando realmente soy feliz. Cierto es que, en esos momentos reía a la par que lloraba, era alegría vs. tristeza constantemente, pero realmente me sentía feliz, no sé si lo era, pero al menos yo así lo sentía.
¿Hará falta ver el mundo boca abajo para ser feliz?.
Calor, calor, calor
Me aso.
Me abraso.
Me estoy derrietiendo por momentos.
Me muero de calor!!!!
Y si yo que siempre tengo frío siento esto, no puedo imaginarme cómo se sienten los demás.
Ver o no ver
En estos últimos días he oído muchas conversaciones que no he entendido. No entiendo lo enredado de lo obvio, lo que me ha llevado a pensar, ¿cómo es de opaca la venda que llevamos en los ojos?.
¿No vemos porque no queremos ver? o ¿No vemos por protegernos?.
Me miro al espejo, y dejo que mi venda caiga. Me veo algunas canas, algunas arrugas, las últimas mentiras que me han dicho, que yo he obviado.
Veo los kilos de más, el moreno del verano, y tropiezo con mas mentiras…
Mentiras que dejo ir, que dejo escapar, ¿para qué recoger lo que me lanzas si solo conseguirán mortificarme?.
No las quiero ver, me coloco la venda y ya.. ya no veo lo que no me gusta.
Todos hacemos lo mismo, tamizamos la realidad para tomar solo lo que nos nos incomoda, lo que nos gusta, lo que hace que dibujemos sonrisas.
La línea que divide las cosas que no nos gustan de las que podrían afectar seriamente nuestra vida es muy fina, y mucha gente la cruza, y decide no ver nada. No ver lo que puede causar la infelicidad o la decepción mas grande, sin darse cuenta de que ese momento llegó en el preciso instante en que dieron con la verdad, aunque luego la hayan disfrazado.
¿Y quien soy yo para decirles cuando han de quitarse la venda?.
La rutina
Solo quedan unas horas para que todo vuelva a la temida rutina.
La rutina de levantarme cada mañana, hablar a ratos por teléfono, volver a estudiar, estar ocho horas en la oficina, quedar los miércoles con las chicas, acostarme pronto, tener comidas ordenadas, no tomar cafeína después de las doce….. La rutina, mi rutina….
La rutina de tener que tomar unas fotos en mis manos para convencerme de que existe otra cosa, de que esto que vivo ahora es pasajero, y de que en algún momento volveré a dormir acurrucada en tus brazos, volveré a despertarme con tu sonrisa, nos pelearemos por dejar la ventana abierta o cerrada….
Las vacaciones terminaron, tengo la piel muy bronceada, y aún se respira el olor a mar en mis manos.
Lo que queda ahora por delante, se convertirá en rutina pero no será ya, tengo un montón de cosas por hacer, quer iré distribuyendo a lo largo de estos meses que quedan para que acabe el año, será rutina para esas fechas, pero voy a hacerle una burla al tiempo, cuando todo esto sea rutina, tu volverás y entonces diré: “la fiesta está empezando ahora”, y la rutina no habrá tenido tiempo de instalarse.
Diálogos II
– ¿El Sol siempre sale por el mismo lado?.
– Claro, siempre por el Este.
– ¿Aunque hayan nubes y no lo vea, está al Este?.
– Siempre. ¿Cuando no me ves es que no estoy?.
– Aunque no te vea, sé que siempre estás.
– Claro, pues como el Sol.
– ¡Ah! ¿Por eso tu eres mi Sol?.
Nosotros
Según la Real Academia de la Lengua Española:
(De nos y otros).
1. pron. person. Formas de nominativo de 1.ª persona plural en masculino y femenino. U. con preposición en los casos oblicuos. Por ficción, que el uso autoriza, algunos escritores se aplican el plural, diciendo nosotros, en vez de yo.
Plural mayestático:
Algunos escritores y periodistas usan habitualmente el plural de la primera persona para referirse a sí mismos, en lugar del singular: «Nosotros creemos…», «Nosotros pensamos…», en lugar de «Yo creo…», «Yo pienso…».
Se trata, en realidad, de una vieja costumbre, que aún conservan muchas personas, aunque ahora es muy común que se emplee el singular. A dicha costumbre se la llama «plural mayestático», por alusión al uso de la misma por los reyes, los emperadores y el papa. Los decretos y demás documentos de estos dignatarios comienzan con un «Nos», primera persona del plural, y lo mismo ocurre cada vez que se deben mencionar a sí mismos en las alocuciones orales u otros documentos.
Hay personas que no utilizan el pronombre “nosotros“, ni aunque en ello les vaya la vida. Puede ser porque se piensan en singular todo el tiempo, y que la posibilidad de que esa singularidad cambie, no les resulta factible. ¿Podré yo ser una de esas personas singulares?. ¿O aún puedo seguir siendo plural?.
Me parece que estoy en un camino en el que tengo que decidir por dónde he de seguir: Si empiezo a ser “Yo” o instalo el “Nosotros” en mi vocabulario.
Orégano, canela y clavo
Esta noche buscaré la Luna,
vestiré mi cuerpo con las ropas que siempre traigo,
las que no pesan, las que se adaptan a mi figura,
mostrando mi cuerpo tal cual es.
Mezclaré orégano, canela y un clavo.
Lo pondré todo en mi almirez,
cantando suavemente, comenzaré a moler.
Cuando se haya reducido a polvo fino,
añadiré miel.
Encenderé una vela rosa,
la untaré de la mezcla que canté.
Pensando en tu qué hacer.
Mi cuerpo se volverá campo,
mi mente se volverá nube,
mi conciencia partirá de mi ser.
Mi alma,
se quedará ausente, pendiente, latente.
Dormiré sin ropas, me quitaré hasta la piel,
cuando te sienta llegar,me dejaré hacer.
La Luna, me contará tu secreto,
me quedaré con tu esencia,
que te volverá a traer.
Mi pecho, será almohada,
mi cuerpo, refugio.
Te traeré cuando te necesite,
Vendrás cuando te haga falta.
Yo no quería..
Ayer, mientras volvía a mi trabajo, después de hacer numerosas gestiones en la calle, un individuo se saltó un Stop. Resultado: su coche y el mío se dieron un golpe frontal lateral.
El golpe, como casi siempre en estos casos, fue un increíble estruendo, y cuando asomé la cabeza por la ventanilla, pensé que me iba a encontrar el coche medio destrozado. No fue así, mi coche estaba como siempre. Hace algunos años que en ese mismo sitio recibió otro taponazo, con lo cual la zona ya estaba dañada y no se apreciaba nada nuevo. El otro coche no corrió la misma suerte.
Mi cara mostraba, cierta condescendencia hacia el pobre conductor que miraba asustado la abolladura que había en su Opel Corsa. Hasta que, el susodicho me mira y dice:
– Es que vas muy lanzada.
Mi cara se tornó roja. Mi ojos se inyectaron en sangre (lo cual es algo digno de ver por lo del colorido, mis ojos son verde-azules, y cuando me enfado pues se ponen rojos -rojos, con lo cual el muy llamativo el contraste de color), y el pelo de la nuca se me erizó, advirtiéndome que mi demonio se había despertado. Salí del coche como un toro de Miura. Yo no quería, pero es que me provocó.
INCISO: Tengo un demonio dentro de mí, al que obligo a dormir mucho, porque cada vez que está despierto y presencia una situación como esta, se vuelve incontrolable. Tiene lugar la transformación y yo pierdo toda autoridad sobre él. Puedo controlar mis actos para que no se despierte, pero no los de los demás. FIN DEL INCISO.
Por mi boca salieron una serie de frases encadenadas:
-¿Que voy lanzada?, ¿Que voy lanzada?. Pero si has sido tu el que se ha saltado el Stop, pedazo de animal!. Yo no puedo ir rápido porque me acabo de incorporar a esta calle, y ahí tienes mi coche, que se ha calado en segunda, y ahí tienes también los frenazos de las ruedas, para evitar el golpe. A ver, (me acerqué rápidamente a la ventanilla de su coche), tu coche está en tercera, y ni si quiera te ha dado tiempo de frenar….
No sé que más cosas le dije, pero estube allí dándole “mis razones” un buen rato.
Después de que acabara, me mira y me dice:
– Yo por mí, no tiene nada. ¿Lo dejamos así?.
– Claro que no tiene nada, más que nada porque tu no debes tener ni seguro, ni carnét, ni nada..
Y fue en este momento cuando me miró hablándome con los ojos. Casi creí entenderle que acababa de robar el coche y que venía huyendo, que ni si quiera tenía 18 años.