Se acabó el primer semestre del año. Vaya gasto inútil en agendas, amigas.
Yo que este año me propuse ciento y la madre, me vine muy arriba en diciembre y me compré tres agendas, porque, por qué comprarme una, con todo lo que tengo que planificar.
A ver, que tiene explicación. Yo que me organizo muy bien, o al menos lo intento, tengo mi sistema, no te vayas a creer.
Utilizo la agenda de MrWonderful de día vista para apuntar a modo de lista lo que tengo que hacer durante el día. Ahí apunto desde poner una lavadora, hasta sacar un tupper del congelador. Luego tengo una agenda de Charuca, de semana vista, donde apunto las cosas con su horario. Ahí por ejemplo pongo: de 13:00, tareas domésticas, y me voy a la otra agenda y sé qué tengo que hacer. Y finalmente tengo la agenda de LucíaBe que uso cada noche para llevar un registro de lo que ha sido el día. Mira, yo qué sé, cada una con sus taras.
La cosa es que este año, pues ya me dirás. Se me están pasando las semanas con las hojas en blanco. Y eso a la jefa que llevo dentro, pues no le gusta, porque tiene una especial afición a sentir que se produce, y ver las las agendas vacías, pues la pone un poquitito ansiosa.
Ahora mismo que se habla tanto del teletrabajo, y de trabajar desde casa, me ha dado por hacer análisis de cómo soy como jefa, y mira, la verdad, soy un poco bastante coñazo. Estoy todo el día en el hacer, hacer, hacer. Llevo diez años autoempleada, y aunque cuando me pongo en plan jefa soy bastante insufrible, también es cierto que soy comprensible y me doy muchos días libres. El horario en mi oficina es estricto, y después de unos años trabajando a diestro y siniestro, sin horarios ni calendarios, ahora por fin he implantado el horario fijo de mañana y en jornada reducida. Me exijo, pero también me valoro. Tengo una libertad impensable en un trabajo por cuenta ajena. Libertad que no es gratis, porque la responsabilidad de absolutamente todo está en mi espalda, o en mi cabeza mejor dicho. Pero compensa.
Hoy por ejemplo me siento cansada, con la energía muy baja. ¿Será que ya presiento el eclipse del domingo o será Marte en Tauro?. La cosa es que la jefa que hay en mi dice: espabila coño que no llegamos a los objetivos que hemos puesto para la semana, mira, ni siquiera has rellenado la agenda de objetivos; y la empleada dice: ay que es que no puedo con la vida, la cabeza me da únicamente para ponerme a tejer. Y no hay aquí una tercera personalidad que imponga sentido común. Porque la explicación es fácil. Aquí jefa y empleada se pasaron el fin de semana entre agujas, cafés, charlas y muy buenas vistas. Y aunque no hubo alcohol, hay resaca. Y así, pues no se puede trabajar.
La empleada va pidiendo vacaciones, sobre todo mentales, pero la jefa dice: ahora no se puede que estamos a tope con los propósitos. (¿qué propósitos?. ¿no volaron todos con la pandemia?)
Menos mal que tengo a la tercera en discordia: la hija de la empleada/jefa, que dice que ya está bien. Que salgamos a la calle, que nos metamos en remojo, y que van a venir las vacaciones, sí o sí. Y ¿sabes qué? Esta niña, como jefa es imbatible.
Jefa y empleada asienten, se ponen la cremita solar y cogen los bolsos, calladitas la boca, y nos fuimos.