Después de una semana acomodándome en estas nuevas horas que están a mi merced, y que todavía yo no me siento dueña plenamente de ellas, ayer sufrí un ataque de pánico.
El mundo se mueve, sigue girando; están pasando más cosas interesantes, aparte de esta crisis, tiempo de desaceleración, o recortes de plantilla… que ya me tiene más que cansada, y que empiezo a sospechar que son solo unos pocos los que la sufrimos, y el resto se escuda en ella para salirse por la tangente con sus compromisos económicos..
El caso es que después de darme dos tortas a mí misma, en plan: espabila mi niña!!! como el buen Helio me dice cada día en el msn, decidí que tenía que ponerme en funcionamiento, y hacer algo más que dejar la huella de mi bonito trasero en el sofá.
Como un rayo se me cruzaron dos neuronas que viajaban en sentido contrario por las autopistas de mi cerebro, ocasionando un cortocircuito, que se vio materializado en idea.
Rápidamente me subí en el coche, y me dispuse a provisionarme de todo lo necesario para trasladar al mundo material, lo que hasta en ese momento pertenecía a mi mundo de las ocurrencias. Treinta minutos más tarde estaba en casa, dándole órdenes a Troylo para que no se adentrara en la zona, que hasta nuevo aviso, sería área no permitida para cuadrúpedos.
Y lo hice: saqué mis pinceles, que tenían una buena capa de polvo, mis acrílicos y todo el nuevo material.
Hacía no sé cuántos años que no me colocaba delante de un lienzo en blanco.. Ya no recordaba cómo era la sensación de nerviosismo que siempre me invade en este momento… y es una sensación tan deliciosa que la alargué todo lo que pude, tanto, que se transformó en inmovilización de manos.. Tengo un amigo, al que apellidan caminante, que siempre es buena medicina para estos casos. Dos vueltas más tarde, en forma de tragos, y mis manos recobraron la movilidad; y cinco horas más tarde, y con pintura por todos lados, tenía mis lienzos transformados.
Antes me daba miedo emborronar el blanco, ahora me doy cuenta de que ya no me importa hacer una obra de arte o no, ni siquiera me importa que sea bonito o no el resultado. Me importa que refleje lo que tengo atorado dentro, me importa el impacto que crea sobre mí, y me importa sobre todo disfrutar todo el rato que estoy dedicada a la tarea de la pintura. Creo que me hago mayor, y voy aprendiendo: lo importante no es llegar, lo importante es el camino.
Tal vez, y solo tal vez, esto de crecer, madurar, vivir, envejecer… no esté tan mal.
Me gusta tu experimento. No podía ser de otra manera. El color de fondo es mi color.
Nunca he sabido dibujar.Quizás debería intentarlo de nuevo y ver si la madurez, como tú dices, ayuda a superarlo…
Muy bien! me alegra que hayas retomado viejos usos.
Supongo que nos liamos demasiado buscando sentidos trascentes en la vida, puede que simplemente sea eso, vivir el momento, experimentar, difrutar…Pero a mí me sigue costando demasiado abordar las cosas con esa aparente simpleza.
Violeta, lo de marcar los dibujos del sashiko, lo hago a lo bestia. Lo dibujo todo a mano con el lapiz magico ( que se borra al planchar o lavar, seguro que tu tienes unos para el pacht) ayudandome de las reglas de pacht y de un compas. Terrible. Me gustaria intentar ese papel que calcas encima y luego planchas o haces presion y se transfiere a la tela, pero no me he puesto a buscarlo. Creo que en El Kilo lo venden, yo lo usaba para hacer patrones en clase de costura. Es la peor parte de la tecnica, hacer las puntadas es facil y entretenido, pero marcar es un rollo!