Este fin de semana hemos hecho un montón de cosas divertidas, y necesarias ya, después de tantos meses “encuevadas”.
Hemos hecho trabajo de jardinería y hemos descubierto la plaga de sarantontones que invade MiNorte. A Emma le ha hecho una ilusión tremenda ver un Gastón de verdad. Estuvimos plantando bulbos y también admirado cómo ha florecido la kalanchoe tubiflora. Que ahora que ha florecido he sabido como se llama, porque antes no tenía ni idea.
Hoy domingo, preparamos un Mug Cake. Tengo que decir que es una receta muy fácil y muy recomendable. Se hace en menos de dos minutos de cocción y en cinco de preparación. Emma ha estado presente en todo el proceso, y se le ha dado bastante bien. Han quedado unos bizcochos que han subido por encima de la taza como dos centímetros, aunque la masa antes de meterla al micro no llegaba ni a la mitad de la taza. Crece muchísimo. Y queda muy esponjoso y jugoso. Estoy convencida de que más de un domingo desayunaremos este estupendo bizcocho.
Hemos estado un rato en el parque, y yo he terminado las muñecas de unos nuevos Veyla’s, en un rato en el que Emma estaba entretenida pintando.
Y claro, con un fin de semana así, en el que hemos hablado mucho, también hemos “negociado” mucho.. Emma me ha mostrado algunas de sus cuestiones vitales de su existencia: ¿por qué me tengo que lavar el pelo?, me gusta el agua de la playa pero el de la bañera no; no quiero ir en la silla grande del coche, porque ya soy mayor, y quiero ponerme el cinturón de los mayores, etc…
Yo, inconsciente de mi, me creo que realmente tengo una niña mayor. Que ya he dejado atrás todos esos pequeños síntomas de persona a medio hacer, y me confío.
Esta tarde, se ha puesto a ver un libro de cuentos de los míos. Los que normalmente no suele ver, porque “son de mayor”. Yo he creído oportuno dárselo hoy, y dejarla sola para que lo saboreara ella sola, sin mi supervisión constante.
Ella se ha metido de lleno en el libro, pasando las páginas con sumo cuidado, observando cada ilustración del libro. Al rato, cuando ya era el momento de meterse en la bañera, me he acercado al sillón a decírselo y me ha dicho: mamá, no te huele a pis?.
He combustionado ipsofácticamente.
Tengo el sillón con empapadores, y con una especie de funda por encima. Se ha hecho pis, en el sitio exacto entre un empapador y otro. El sillón calado hasta la espuma.
Me he enfadado un montón. Y como siempre que me enfado. Me he cerrado en banda.
Cuando yo me enfado, no grito, ni voceo, ni lloro, ni refunfuño. Simplemente me aislo.
Cierro la boca, cierro el contacto.
He tardado 10 minutos en ponerla a ella en el baño, y en intentar arreglar el desaguisado del sillón.
En esos 10 minutos, Emma me iba hablando. Mamá, se me ha olvidado hacer pis, pero estoy contenta porque me has dejado tu libro. Mamá háblame que estoy en el baño.
Y me he quedado en blanco. Yo no quiero que ella maneje las frustraciones como yo, porque no me ayuda nada.. Me supone un esfuerzo titánico rehacerme después un episodio me encierre total, y a estas alturas ya, he aprendido que actuar así no me lleva a ningún sitio. Por lo menos a ningún sitio bueno.
Entonces he tomado consciencia de lo que estaba pasando realmente, y he tenido que parar, respirar, y cerrar los ojos. Me he obligado a pensar que un sillón con pis no es un cataclismo, y que el verdadero trabajo en ese momento era dentro de mí. Racionalizar mi reacción, y no hacerla extensiva a Emma.
He vuelto al baño, con cara de cordero degollado y he pedido perdón a Emma, que me ha mirado con cara de no entender nada. Ella, muy seria, me ha dicho que ya no se hará pis más, porque ya es mayor porque yo le he dejado mi libro. No ha valorado en absoluto mi enfado, pareciera que ni le hubiera echado cuentas, sin embargo, no se olvida del voto de confianza que le di al darle el libro.
Una vez más, es ella la que me da la lección a mí.
ay maja, muchas veces son ellas que nos dan lecciones…
yo a veces tb me enfado de esa manera de me piko y no respiro, aunque no con ella, y como dices no lleva a nada, siempre negociar es la mejor soluciôn, aunque en el momento es taaaan difîcil… el bizcochillo se ve delicioso, habrà que probarlo!
Hace nada eran bebés, ahora hablan, razonan, tienen ideas propias, parecen personas adultas y a veces se nos olvida de que son niños y además pequeños y nos comportamos con ellos como nos comportaríamos con un hijo de 18 años o un amigo adulto. Eso no es ni malo ni bueno, es otro paso más en el proceso de su crecimiento como niños y del nuestro como padres.
Cada minuto es una experiencia nueva a esas edades, única, irrepetible, desde mi punto de vista como padre es la mejor etapa, junto con su "madurez", cuando tienen ya de dieciocho en adelante.
De cada suceso con nuestros hijos aprendemos a madurar, a veces son los críos los que nos da la lección. Besos.
Nunca un pis en un sillón fue tan positivo…