Parece que hemos ido digiriendo la etapa en la que estamos y en la que hemos entrado como un elefante en una cacharreria: a lo bestia, de sopetón y haciendo mucho ruido.
Hace quince días que Emma viene acusando un cambio en su existencia diaria. Los niños crecen, es algo natural, y yo he ido acatando y experimentando sus cambios día a día.
Durante estos quince días, pareciera que mi niña se ha ido transformando en otra.
Siempre le ha costado bastante conciliar el sueño, lo que ha supuesto para mí grandes quebraderos de cabeza, y requerido grandes dosis de paciencia y cansancio.
Aún así, y después de estudiar muchísimo su rutina interna, hemos podido ir cuadrando la manera de que se acueste cuando realmente tiene sueño. Lo que ha pasado estos días atrás es que se ha negado a dormir.
Se levanta bien temprano, sobre las siete de la mañana. Y más o menos a la una y media, después de almorzar, se dormía una siesta de aproximadamente una hora. Pues estos días ha sido imposible. Sobre las dos de la tarde el cuadro era el siguiente: niña con pataleta – madre desquiciada, y ni rastro de la siesta.
A las siete y media de la tarde, la irritación es por cualquier cosa, y el sueño la vence (irremediablemente) casi antes de cenar. La noche, que para ella ha empezado bien pronto, pasa sin muchos despertares, los justos para mamar y seguir durmiendo.
A la semana de este proceder, yo, o sea, la mama desquiciada, está rozando ya la locura no transitoria.
Porque conformen pasan los días y no dormir la siesta, a esta hora, en la que el sueño viene a visitarla y ella se niega a recibirlo, el mal humor se instala en ella, y cualquier cosa le parece mal, con la consiguiente perreta.
Ella, mi niña, la que no ha llorado nunca más que por los justitos golpes… y yo, perdiendo la objetividad de forma muy peligrosa.
Qué fácil es dejar de confiar en una misma, y en ella, cuando el cansancio empieza a hacer mella.
Y entonces llegó el momento crítico: jueves dos y media de la tarde, niña llorando sin motivo aparente, mamá en estado de shock.
Las pocas neuronas que me quedaban en movimiento se iluminan, y llamo al teléfono de la esperanza, que con voz dulce, y paciente me indica de forma clara los movimientos a seguir para soportar y sobrellevar el momento vértigo.
Y pasa… y pasó.. Y sobrevivimos.
Salimos a la calle, cogimos aire, dimos un paseo, nos recreamos en el cielo, las nubes, los pajaritos, y las hojas…
Llegó la noche, y llegó el sueño. Momento que yo aproveché para hacer un estudio de lo que pasaba y encontrar soluciones. Algo llamado The Terrible Two, me explicó muchas cosas, aunque realmente hay ciertos aspectos con los que no estoy de acuerdo. Creo que lo principal es que mi bebé está dejando de serlo conforme pasan los días, y que así debo asumirlo. No forzar es una buena premisa para acompañarla a crecer dia a día.
La base está en la distracción y las actividades, dentro y fuera de casa.
Las ceras y la pared conforman un lienzo maravilloso. Requiere de vigilancia para que el lienzo no se extienda a toda la casa, pero creo que la tranquilidad bien merece el sacrificio de una pared.
Hemos descubierto unas canchas de fútbol-baloncesto, que a media mañana están vacías, y que son el lugar ideal para correr… Correr sin límites, hasta que nos cansemos. Nunca pensé que correr sin acotar el espacio fuera tan beneficioso para el carácter de los niños.
Los libros de la biblioteca municipal han sido un descubrimiento muy valioso.
Y así ha ido pasando. Y así va pasando.
Pero no todo ha sido terrible. Nos han venido a ver desde París, alguien que nos quiere mucho mucho, y ha venido cargado con unos libros maravillosos… que nos tienen ocupadas mirando sus dibujos bastante rato cada noche.
Y cuando el sueño llega, y Emma duerme… A mí me ha dado por estudiar historia.
Vamos, q cada una llevamos nuestra penitencia…la tuya con el dormir y la mia con el comer … estamos apañadas 🙁
En fin…según me dijo la dra…Valium para todas 😉
Me alegro mucho de que hayáis encontrado una solución y de que te estés ilusionando con algo nuevo. Besos 🙂
Esas cosas son normales,no te aflijas,mi bebé(33 años ahora) se pasó los 3 primeros meses de su vida llorando día y noche,más de una vez me dieron ganas de desaparecer ,sin dormir,sin apenas tiempo para comer ni hacer nada llega un punto que casi pierdes la cordura…peo todo pasa y cuando loa años te permiten ver el camino andado con tranquilidad,a veces pienso como pude superarlo; peo han pasado 33 años y dos bebés mas( no tan conflictivas,a Dios gracias) y aquí sigo….además con la esperanza de que me hagan abuela y poder disfrutar de mis nietos jijijiji,pero no parecen interesados ninguno.
Ánimo que todo pasa…..
Un abrazo para ambas.
Estos momentos deben ser muy complicados, pero creo que es una etapa de los niños, mi sobrino el mas pequeño todo lo quiere arregla llorando, literalmente llora por todo. Sé que es desesperante…
Pero anímate, veo que ha heredado el don de su madre, que es una artista que promete.
Besos a las dos 🙂
Que interesante!!!