Emma se ha pasado todo el verano diciendo que no quiere fruta. Que “no guta”. Que no no no no.
Sigo pensando que no debo darle nada por obligación. Me ha salido una niña de buen apetito, que aunque le cuesta un poco probar cosas nuevas, va aceptando sabores y platos, y que come su ración sin problemas ni dramas. Así que si no quiere fruta, pues no la obligo. El problema se presenta en sus intestinos, que no están tan conformes con la falta de fibra que la fruta le aporta.
Así que empiezo a pensar, y a pensar, cuál será el motivo por el cual de pronto, de un día para otro, deje de querer fruta.
Y así, un día encontré la respuesta en mis mismas narices. Estábamos en el baño, y yo me ponía mi crema de día. Desde la puerta y con curiosa atención, Emma me miraba, haciendo los mismos movimientos en su cara que yo en la mía. Ahí fui consciente del problema. Emma a mí no me ve comer fruta casi nunca, porque casi nunca la como. Y ahí empezó mi reflexión.
Está en una edad que todo lo imita, que se fija atentamente en qué digo, qué hago, cómo me siento, cómo bailo.. todo. Me doy cuenta, y por ello, he desterrado de mi vocabulario algunas palabras que antes decía con mucha frecuencia, entre otras cosas. Soy consciente de que me observa, y de que de mí depende de que ella “salga derechita”
Así las cosas no me ha quedado otra que pasar por la frutería e introducir en mi dieta las frutas frescas que aquí podemos conseguir. Tengo la gran suerte de que mi tío mecánico-agricultor me trae cositas de su finca. Manzanitas en miniatura, sabrosísimas; granadas como pelotas; y guayabos que son puro espectáculo de olor y sabor. Aprovechando también que las manzanas están de oferta-temporada, y las zanahorias también, he llenado la nevera con un par de kilos de cada una. La cuestión es que ahora, al tenerlas aquí, me apetece, y se nota el efecto. Emma ha vuelto a comer fruta, y ya por iniciativa propia, no porque yo la esté invitando con ella a cada rato.
No paro de pensar en que cosas tan aparentemente poco importantes, tengan tanta trascendencia en los niños, y en lo fundamental que es que yo, como su madre, tenga una vida sana, segura, equilibrada. Mi vida y mi cabeza, son sus cimientos, y de mí depende lo fuerte y segura que sea su casa después. Por ello me esfuerzo por llevarla de paseo al mar, a la arena, al campo… Me parece una zona de juego más interesante que el parque. Amén de que no me gustan los parques. He hecho un esfuerzo, pero no puedo. Compensamos eso, con el increíble color del cielo que nos regala Octubre, y la tranquilidad del Atlántico en este tiempo. Ahora tengo la certeza de que así como la imitación de la fruta, el amor por el mar, el cielo, la tierra, la música.., se van a fijar también en su cabeza, y estoy convencida de que le van a servir de mucho más que las tardes bregando con otros niños por subirse a un tobogán lleno de basura.
ole ole y ole ….. lo mejor que he leído desde hace mucho tiempo.
Tienes toda mi enhorabuena por el cuidado que haces a tu hija. Ojalá todas las madres fuesen como tú.
Estoy segura que contigo como madre ,será una niña feliz y una gran mujer.
Felicidades,eres una madre estupenda.
Desde la isla de enfrente un fuerte abrazo a las dos.
Cada día me caes mejor, chiquilla… Nada que añadir a tan buena cabeza y tanto corazón a la hora de criar a tu hija. Eso es ser una buena madre. Lo demás, idioteces.
Felicidades a las dos, a ti por ser así, y a Emmma por haber ido a caer en tan buenas manos…
Es una suerte eso de tener una niña con tan buen apetito, nada "tiquismiquis", tu reflexión muy acertada me ha hecho pensar a mi. Y tienes mucha razón los niños a estas edades absorben todo la que ven y en muchas ocasiones echamos la culpa a los pequeños cuando la tenemos nosotros.
Me ha gustado mucho esta reflexión, he tomado nota y con seguridad la llevaré a la practica.
Besos 🙂
Qué bien escrito! Tienes muchisima razón. También en que no te gusten los parques, últimamante mis lecturas me han llevado a la misma conclusión: són el peor invento de la ciudad del siglo pasado. Los niños aprenden muchisismo más rodeados de naturaleza o jugando en una plaza o en la calle…moldeando el espacio a su aire y usando su imaginación
Tan malo es obligarles a comer cosas concretas que pasar olímpicamente y que coman lo que les de la gana.
Los niños son perezosos por naturaleza, hacen lo que les apetece cuando les apetece, no tienen horarios porque no los necesitan ni tampoco obligaciones, su mundo a esas edades es un juego de aprendizaje continuo, por eso es importante cómo nos comportemos sus padres porque son el espejo en el que se miran.
Has llegado a la conclusión correcta, es mucho mejor aprender por imitación que por obligación.
Vicent_Calbert
A veces no nos damos cuenta de las cosas que hacemos hasta que no las vemos hechas por nuestros pequeños, que son nuestro espejo, el reflejo de nosotros, para lo bueno y para lo malo.
Un abrazo!
Yo también tomo nota de tus reflexiones, cuanta razón tienes!