Sábado de feria y letras

Hoy nos levantamos temprano, y nos fuimos muy bien arregladas a la Feria del Libro de nuestro pueblo. Modesta, pero llena de literatura interesante.
La madre de esta casa estuvo despistada esta semana, echémosle la culpa al Decreto 113/2015 del 22 de mayo, que me ha tenido absorbida la atención y la razón, y aún será así, hasta la semana que viene, en fin.
Debido a este despiste, no apunté a LaMariposita a los talleres que habían, y que tenían toda la pinta de ser super divertidos. Así que fuimos en calidad de visitantes y no de participantes a la feria. Nos dimos una vuelta por todos los stands, aguantando con fuerza la cartera, porque qué tentación diosito.
El día estaba hoy como para coger una mesa en cualquier terraza, o mejor, tirar la toalla en cualquier playa, y quedarse ahí hasta la noche. Pero aquí LaMariposita, tenía miedo de que sus nuevos libros se le llenaran de arena o se le ensuciaran con el colacao de las cafeterías, y no hubo forma de convencerla.
Así que nos volvimos a casa, y cada una tomó posesión de su zona del sofá y de sus nuevas letras.
Seguro que esto lo he dicho muchas veces, pero una más no va a hacernos daño: qué placer y qué lagrimones, verla venir corriendo al sillón con su libro en mano, deseosa por ir juntando letras.
Yo creo que de todas las expectativas que he ido acumulando con los años desde que me reproduje, y que intento mantener raya, -ya sabes, las expectativas son una trampa-, la de ver a Emma leer, y disfrutar de las letras, ha sido siempre una constante. Y ahora verla hecha real, es maravilloso. No, espera, ma-ra-vi-llo-so.
Once again: MA-RA-VI-LLO-SO
Hoy la he imitado yo a ella, y he hecho lo mismo con uno de los libros que compré, el de Nicolás Castellano. Recuerdo las primeras veces que oí hablar de él, o mejor dicho, que lo oí hablar a él mismo. Sigue siendo un referente a la hora de hablar de inmigración. Así que cuando vi su libro, contando esta historia tan increíble, y que al mismo tiempo nos toca tan de cerca, no pude reprimir la compra. Bueno, en realidad, tampoco quise, reprimirla, digo.
Y poesía, mucha poesía. Porque la poesía, nunca es suficiente.
Menos mal, que la comida estaba  lista antes de salir, porque se nos ha ido la mañana pasando las páginas de nuestros nuevos libros.
Se abrió la veda de las ensaladas, y aunque sé que hoy no es lunes, y que las lentejas se compen preferentemente los lunes en esta casa, hoy es un buen día para hacer una excepción. Ensalada de lentejas, y pan de masa madre y alcaravea. He tardado casi una hora en comer este platito. Cuestiones técnicas aparte, que te voy a contar próximamente.
Y en un rato, otra vez a la calle que tenemos cumpleaños, pero ahí te dejo una pista de lo que voy a hacer esta noche.
Si no has visto Sense8, puede ser un buen momento para empezarla. Me tragué la temporada primera en un fin de semana, y es probable que haga lo mismo con la segunda.

Feaga, 2017, once again

Este año se celebró la XXXI edición de Feaga, la feria agrícola ganadera más importante de las islas, al menos eso es lo que dice la gente del Cabildo. Seguro que es cierto, si ellos lo dicen.
Para Emma fue la III edición, y fue igual de divertida que los años anteriores.
En cada edición se exponen nuevos animales, nuevas tecnologías agrícolas, y también nuevos productos.
Si vas a Feaga, vete dispuesto a probar el queso que se hace en todas las islas, los tomates de Tiscamanita, el aceite que se hace aquí, y por supuesto en degustar los vinos isleños. También vas a encontrar un montón de artesanía, y dulces de todo tipo, típicos de las islas.
Y por supuesto, el pabellón estrella: los animales. Sigo teniendo un montón de sentimientos encontrados con los concursos de ordeñe, y sigo pensando que no sé si me gustaría ver las reglas de estos concursos. Pero bueno, de esto, ya te hablé aquí. Y sigo pensando lo mismo.
Este año, hemos tenido una larga y enredada conversación Emma y yo. Ella quería adoptar a todas y cada una de las especies que vimos allí, con especial atención a los baifitos, los corderos y las gallinas de talla pequeña. Cada vez me cuesta más hacerle entender que en nuestra casa no podemos tenerlos. No sé qué me voy a inventar cuando nos vayamos a LaCasa. Porque allí si que se pueden tener, pero como que a mí no me apetece demasiado, la verdad. Estoy empezando a tomarme en serio eso que me dice de que ella quiere ser veterinaria.
En la exposición de gallinas estuvimos largo rato. Nuestro proveedor de huevos eco habitual, tenía allí una gran muestra de todas las especies de gallinas que tiene. Emma pudo satisfacer todas sus curiosidades sobre pollitos, huevos y gallos cantores. Allí concertamos una cita para hacer una visita guiada a la granja avícola. Con parada en incubadoras incluida. Emma estaba emocionadísima.
Y este año, ¡ay! este año. He tenido que compartir mi amor carneril. Me enamoré de uno aquí, y este enamoramiento ha ido afianzándose año tras año. No lo puedo evitar. Tampoco quiero, en realidad.
¿Tu has visto que lana tiene ese carnero? Y ¿sabes qué es lo mejor?. El dueño es un primo de mi madre. Ya estoy sacando las cardas y poniéndolas a punto. Sé que ahora tengo una ayudante excepcional.
Este año, y como novedad, había lana. Con un importante mensaje.
Aquí MiMariposita, desde que la vio, se vino corriendo a ver qué era esa tremenda montaña. Y mientras yo hablaba con mi vieja amiga Granjera, Emma aprovechó para aprender a tratar la lana. Lavarla, carmenarla y finalmente cardarla.
Dice que este año, a parte de los baifitos y los corderos, lo que más le gustó fue lavar la lana. Y así de paso, me está apremiando para que vayamos a la granja de este pariente para ver los corderos y traernos la lana.
Llevo tiempo bromeando con Loli, desde que estamos suscritas a la Taproot, sobre irnos a Maine, quien dice Maine dice El Roque o Teror, a cultivar zanahorias y papas, y a esquilar corderos. Después de esta visita a Feaga, creo que estamos preparadas, y que además contamos con ayudantes de altísimo nivel.

Buscando la constante

Llevo varios días que estoy desubicada, como si no tuviera los chakras alineados, o como si me levantara cada día con el pie izquierdo. Una cosa rara, o no tanto, por aquí ya estuve antes. Debatiéndome siempre entre el debo, el quiero y el puedo.
Y con todo así, y algunos contratiempos de última hora, pues eso, que estoy fuera de plano.
Por momentos me creo que soy Alicia y que estoy bajando sin freno en caída libre, por el agujero del árbol, corriendo detrás de un conejo.
Lo que te digo: desubicada.
Cuando me encuentro así, me acuerdo de los protagonistas de Lost, ¿te acuerdas?. Y la solución a este desenfoque es buscar una constante.
Y como estamos en Semana Santa, la constante que primero ha venido a mi mente, son los Semlor.
Así que ayer sin demora, reuní los ingredientes y me puse manos a la obra.
Una de las maneras más fáciles de ir haciendo hogar de una casa, es machacar cardamomo. No sé por qué no hay un ambientador de cardamomo, yo lo consumiría locamente.
Metí en el mortero unas cuantas semillas, y a juntar ingredientes. Luego amasar, luego esperar.
Ya parecía que estaba medio ubicada, pero necesité de otra constante más. En este caso, recurrí a la música, una canción viejita, que me viene a la mente con una facilidad pasmosa casi cada domingo, y sin darme cuenta me descubro tarareándola sin descanso.
Y mientras tarareo y leo, los semlor van levando. Murakami hace camino.
Enciendo el horno, mientras preparo el mazapán y la nata montada. Y todo al horno.
Y empieza a oler, y el corazón se va poniendo en su sitio, con la contentura que da el deleite de saborear el dulce, la suave miga con sabor a cardamomo y el placer de saber que ha salido de mis manos.
Me doy una vuelta, y aún caliente, una niña viene y me roba uno. Y se lo come a mordiscos, porque a ella le gusta llenarse la boca de nata, y la nariz de azúcar glas.
Yo prefiero atorrijarlo. Llenar un bol de leche, y dejar el semla dentro. Esperar a que se atorrije, y comerlo a cucharadas.
Y sí, casi ya me siento en mi sitio, todo encaja, incluso yo.

Si quieres bailar, te llevo donde haga falta

El año pasado, Emma se puso en modo perreta para que la llevara a ballet. Se inició así un período de investigación y visita por todas las academias de ballet y danza, de nuestro pueblo.
Y así, dimos con la mejor profe de danza contemporánea del lugar. Nos hizo el favor de admitir a Emma en sus clases, ya que la edad mínima para entrar era 5 años, y no los había cumplido por entonces.
Empezó en ese momento una relación de admiración y cariño total hacia la profe, y un profundo gusto por el ballet.
Tengo que aclarar en este punto, que a mi el ballet: meeeee.
Es más, en todas esas afirmaciones que uno hace antes de reproducirse, o recién habiéndolo hecho, decía yo, que una hija mía a ballet no iría. Que ¿por qué decía eso?. Yo que sé. Porque no me gustaba el ballet, supongo.
Pero este ha sido el proceso, a medida que Emma alternaba el contemporáneo con el clásico, e iba aprendiendo el relevé, el plié, y otros… Yo los iba aprendiendo con ella. Y las dos íbamos dejándonos atrapar por el arte de la danza, cada una de una manera distinta.
Y llegó el momento en el que las dos, experimentamos un profundo crush con Sergei, al punto de que hemos visto el video el 50% de las visualizaciones que tiene ahora mismo.
Con este primer año de clases, Emma ha pisado 5 escenarios, teniendo un solo en 2 de ellos. Prueba superada con nota  todas las veces.
Y como la vida te lleva por caminos raros como canta Kike González, cuando más centrada estaba Emma con las clases, la mejor profe de danza contemporánea de este lugar, tiene que dejar las clases, y su sustituta no llega ni a la sombra de lo que era la profe titular.
Así que nos vimos este principio de año, buscando clases alternativas. Y que no encontramos, y que la niña quiere bailar, y que la madre se frustra porque no encuentra dónde.
Me puse a tejer frenéticamente unos calentadores, en busca de ideas y soluciones. Calentadores que Emma llevaba pidiéndome desde el año pasado. Los tejí en dos tardes con medio ovillo de Katia Merino Classic, y siguiendo este patrón.
Pero siempre, siempre, hay soluciones. Y fíjate que esta vez, tengo que afirmar rotundamente que este pequeño problema que se ha presentado, ha sido una gran forma de atraer a nuestra vida un montón de cosas que nos estaban esperando. Ha sido como una carambola de esas de una partida de billar.
Encontramos las clases, a unos 15km. Lo que me supone a mí, ir quitándome todos esos miedos ridículos a no querer conducir. Las clases son de ballet clásico, puro y duro, lo que ha hecho que Emma se concentre, se supere, y se acostumbre a la disciplina y a no ser la protagonista de las clases. (una cura de ego totalmente recomendable a su tierna edad de 5 años). Pero es que encima, he empezado a salir de mi caparazón, supongo que motivada por la brisa marina que baña el lugar, y me he dado grandes paseos por la avenida que hay cerca, y me he dejado impresionar por el Atlántico, una vez más. Y más tarde, cambié los paseos por los cafés. Con un camarero que al segundo día ya me trae el café tal como lo quiero sin pedírselo, que me llama cielo, y que me deja tranquila mientras leo. Y días más tarde, compartí la mesa del café con otras personas, y no me sentí incómoda. La cosa es que he hecho nuevas amistades, y me he apuntado a un club de cenas y libros.
En un primer momento, esperaba las clases de ballet con cierta ansiedad, por ir enfrentando todo lo nuevo, ahora las espero con alegría y ganas. Y como me he propuesto seriamente celebrar todo lo que nos va pasando, he cocinado un pollo con arroz y salsa, que es la bomba, y que debería acompañar a toda celebración de cuestiones mundanas.
Si esto no es un gran avance en nuestras vidas, no sé yo lo que es.

Que la paciencia te acompañe

Llega la primavera, y a mí me ataca la astenia. No es algo nuevo, de hecho, desde hace unos años me preparo. Ya me conozco, y reconozco los síntomas.
Llega marzo, y poco a poco, yo voy apagándome. Es como ese pitido que va soltando el móvil cuando entra en 20% por cierto de batería, y pita. Y tu haces como que no lo oyes, y vuelve a pitar cuando va por el 10%.
Pues igual. Yo tengo un avisador interior. Cuando llega el 15 de marzo, dentro empieza a sonar la alarma.
Una alarma que me recuerda, que no debo tomarme muy en serio en las próximas semanas, que debo oírme lo justo,  y que mejor, ponga el piloto automático para superar este casi mes que tardo en ponerme otra vez al 90%.
Así, lo único a lo que me agarro es a acopiar toda la paciencia que pueda reunir para no desesperarme en este tiempo de baja batería.
La paciencia. Ay! la paciencia. Qué poco se cultiva y qué falta nos hace.
En casa, somos las dos impacientes. Yo creo que no tenemos el gen necesario para ser paciente. Y no nos queda otra que forzarlo.
En Reyes, a Emma le regalaron un kit de jardinera, de lo más completo. Desde los guantes a las semillas. Este fin de semana que tanto llovió y hasta casi nevó por aquí, fue un buen momento para volver a plantar unas semillas.
Ya las plantó recién abrió el regalo, pero digamos que se nos olvidó un detalle importante después de plantarlas, y las pobres semillas no vieron el agua. Esta vez, lo estamos haciendo un poco mejor, y las estamos regando.
Plantar estas semillas, ha sido un buen método para que Emma entienda qué es esperar, y qué es tener paciencia. Una palabra que le es muy difícil entender, porque cuando ella quiere/pide/siente algo, es ahora, ya. Y eso pensó, en el momento en que plantó las semillas. Siempre lo hace. Mete cualquier semilla en tierra, y se sienta a ver si crece.
Así que se me ha ocurrido involucrarla en otra tarea más, que requiere de paciencia: hacer pan.
Esta semana sacamos la masa madre de la nevera. Esperamos y la dejamos templar. La alimentamos, y esperamos, dos veces. Juntamos todos los ingredientes y esperamos. Amasamos y esperamos. Plegamos y esperamos. La metemos al horno y esperamos. La sacamos del horno y esperamos.
La cortamos y ya podemos comer.
Y después de esta clase magistral de lo que es la paciencia, Emma me mira seriamente, y me dice: mamá tener paciencia es esperar, y esperar es aburrido.
Voy a tener que esmerarme un poco más, si quiero que lo entienda.

Hygge


Estoy leyendo mucho estos días. Leyendo y perdiendo mucho tiempo en IG. Bueno, que tampoco es perdiendo, que también estoy aprendiendo mucho. La cosa, es que estos días se ha puesto muy de moda un libro. Te pongo el enlace a la e-biblio, porque probablemente este sea el mejor descubrimiento del año pasado. El préstamo de libros electrónicos -Y ahora me podría marcar un número de baile y cante al estilo de Moui en la peli de Vaiana, “de nada”-
El caso, es que éste libro que te he linkeado arriba, está super de moda. Y yo con este acusado culuquierismo que me invade, lo he pedido prestado de la biblioteca, y me he puesto a leerlo. No he avanzado demasiado, pero sí lo suficiente para aprender a pronunciar Hygge y saber qué es.
Me ha gustado mucho el concepto. Ese concepto de apreciar el momento, el instante y las situaciones.
Ya casi tengo un pie puesto en el fin de semana, pero en el regusto tengo aún un montón de momentos hygge del fin de semana pasado.
Amanecí el sábado con la necesidad de una labor de esas de satisfacción inmediata, y gracias a que mi amiga me dio un chivatazo sobre el lanzamiento de un patrón, me puse manos a las agujas.
Tengo demasiadas madejas huérfanas por aquí, y estos cuellos rápidos y preciosos, son perfectas para ellas. Escogí una madeja teñida a mano, y concentración.
El patrón es sencillo, aunque tiene dos cosas fundamentales por la que lo deberías hacer: el cast-on y el cast-off. Los conocía, pero no los había practicado. Pero después de practicarlos con este cuello, no va a ser la última vez que los use. Me encanta el acabado que da. Y los voy a incorporar a mis técnicas preferidas. Y dos capítulos después de Anatomía de Grey, el cuello está acabado. Hygge
Otra de las cosas que he disfrutado muchísimo esta semana son las comidas. Emma está en un momento quiero probar de todo, y eso me anima a variar mucho nuestros menús. Aprovechando que mi amiga Garazi trae muy buenos productos de la tierra, vamos comiendo lo que hay de temporada. Sabiendo que lo que comemos lo cultivan aquí cerca, con atención y con mimo. Del menú del sábado: crema de coliflor con gambas, ensalada de kale y espinacas con fresas, y manzana de postre.
Ya no me acordaba a lo que sabía una manzana de verdad. De esas que huelen, y además saben a manzana. Hygge
Y el sábado, que fue un día de agosto en marzo, con 30º y mucha calima. Terminé el día dando unas vueltas a un calcetín, en compañía de mi prima la tejedora, antes quilter. Café, vista al puerto, y risas cómplices. Hygge
Yo creo que el concepto lo tengo ya muy interiorizado, y hasta se me está dando muy bien ponerlo en práctica. Solo me falta dedicarme más a la tarea de seguir sumando momentos así, profesionalizarme en el Hygge.

Carnaval y que viva la purpurina

Cuando empiezas a decir a familiares y amigos que esperas una hija, siempre te contestan cosas como: qué bien, verás lo que va a cambiar tu vida ahora; me alegro, ahora vas a saber lo que es querer de verdad; oh! verás cuántas cosas se hacen por los hijos.
Y con esta última frase me quedo hoy: cuántas cosas se hacen por los hijos, o con los hijos, o teniendo a los hijos como excusa.
Hasta que Emma llegó a mi vida, yo huía de los Carnavales como alma que lleva el demonio. Me centraba únicamente en la Gala Drag, como buena cuenta da el archivo de este blog, y listo. El lunes de carnaval lo aprovechaba siempre para sacar la máquina de coser o las agujas y darme un buen festín nocturno de mis aficiones favoritas.
Peeeeeeero llegó Emma, y con ella sus propios intereses, y también una toma de conciencia de la realidad. Ella no soy yo, y yo no soy ella, aunque a veces estemos unidas como dos siamesas.
Y con esta cuestión de conciencia tengo una labor de análisis de cada situación, que bien podría diagnosticárseme un TOC.
Llegó febrero, se empezó a desarrollar el ambiente de purpurina en todas las esquinas. El kilo se llenó de telas de lentejuelas y plumas; los chinos de goma eva fosforescente y pistolas de siliconas de todos los tamaños; y los grupos de whatsapp, on fire!
En el cole se organizó un disfraz común para toda la etapa de infantil. Y 75 ratoncitos se dieron cita en un pasacalles alrededor del colegio. Los profesores idearon el disfraz, las madres nos hicimos con los materiales, y con un buen trabajo en cadena, se hicieron todos los accesorios del disfraz.
Pero, amigas, esto no es suficiente. Porque cuando de pronto te ves con un restillo de purpurina en la cara, y la pistola de silicona en la mano, pues como que te quedas con ganas de más. Y ahí están las madres más carnavaleras, para darte eso que estás pidiendo, casi sin saber qué es.
Y se hace un comentario: podríamos disfrazarnos todos para la cabalgata. Un buen grupito.
Y otra dice: oye! pues estaría muy bien, que hace mucho que no me disfrazo.
Y se añade: ay sí! qué divertido.
Y yo, ahí en medio, como si hubiera aterrizado en China, sin saber bien a qué se referían, pero totalmente contagiada por el espíritu del Carnaval.
Casi sin darme cuenta, había entregado el dinero, habían comprado las telas y demás materiales, y estaba todo organizado.
Con la disciplina de un campamento militar, se repartieron materiales y tareas, y un plisplas, estaba todo listo. No hay nada mejor que alguien con dones de mando para estas cosas.
Hicimos todo. Los tocados, los zapatos y los vestidos.
Como era un grupo bastante grande, cada uno aprovechó sus conocimientos y dones para cada tarea. Yo le quité el polvo a la máquina de coser y a las tijeras, y en una tarde me hice 5 trajes, y en otra 4. Y ya la noche del lunes de Carnaval los 6 bolsos.
Y llegó el día señalado. Y allí nos fuimos todos, con muchas ganas de pasarlo bien.
Y vaya que si lo pasamos bien. Es posible que esté sacando purpurina de casa hasta junio, pero fíjate, que ya no me importa.
Yo…. que era alérgica.

Cada uno con lo suyo

Hay gente que cuando necesita recargar pilas, se va al monte, corriendo y todo. Ahora que está tan de moda. O en bicicleta, que ahora también se estila mucho eso de irse en pelotón ciclista.
Yo, será que soy un poco vaga de naturaleza,  eso de cargar pilas ejercitándose, pues oye, que no lo veo. Así que me busco alternativas.
En verano es fácil, me tumbo en MiNorte al solajero y listo, batería recargada. Ahora es un poco más difícil. Ahora digo, no por el invierno, sino por la edad. De un tiempo a esta parte el frío se me mete por dentro, como si se me colara por las costuras. Y me paso desde diciembre hasta casi abril poniéndome capas, una  encima de otra. Con lo que lo de tirarme al Atlántico es misión inabordable.
Así las cosas, he buscado una vía alternativa a la necesidad imperiosa de cargar pilas. Oye, y la encontré. Si es que cuando yo me propongo algo…
La verdad, no me voy a atribuir un mérito que no tengo. Ha sido realmente fácil. Un par de whatsapp cruzados y quedada energética montada. Y no tiene que ver con yogas, chakras y reikis varios… Tiene que ver con reunirnos en casa de mi prima con unos fat quarters, y un patrón ligero. De esos de terminar en un día, y de los que da satisfacción inmediata.
Desde por la mañana a media tarde, almuerzo de por medio. Y por supuesto risas, confesiones, y nuevos propósitos. Combo ganador. Qué fácil son las cosas así, verdad? Siempre que me vuelvo a casa después de una quedada así, me viene a la mente aquello que salía en La Bola De Cristal: solo no puedo, con amigos sí. Y qué suerte, tenerlas.
Ellas hicieron un bolsito que MiColegui me hizo a mí hace un tiempo, y yo terminé un cojín que tenía por ahí saltando hace un tiempo considerable, y también dos bolsitas de labores.  Utilicé este patrón, que además de ser monismo, está perfectamente explicado.  Me parece practiquísimo, porque aunque yo no me echo a correr por la avenida, si que camino a paso ligero mientras Emma está en sus cosas extraescolares. Así que si ven a alguien caminando y haciendo punto al mismo tiempo, soy yo. Me paran y me dicen hola, aunque sea con la manita.

Estrenando año, rutinas e ilusiones

Here we go again..
No hay nada que me guste más que esto de empezar. Ya sea una libreta, un mes o un año.
En mi naturaleza está la necesidad de reiniciar. De borrar todo lo anterior y empezar de nuevo. Esa posibilidad me hace creerme mágica y capaz.
Y sí, me gusta ir terminando el año haciendo mil listas, perfilándolas, y personalizándolas.
Y siempre empiezo enero contenta, y con un montón de ganas. Tachando cada día lo que tenía previsto y añadiendo cosas a esa lista de propósitos.
Y también sé que cuando llega junio voy con la lengua fuera, que la agenda es una locura imposible de entender, y que llevo el pelo p’atrás solo pensando en poner rumbo norte y tirarme en mi charco.
Pero una cosa no quita la otra. No dejo que la realidad me arruine el momento reset. Y aquí estoy, disfrutando de este momento de inicio, donde todo va según “el plan”, donde la agenda está bonita, con sus colorines y sus pegatinas, y donde yo me siento muy enérgica y consigo levantarme cada día antes de que salga el sol.
Este año tenía serias dudas, o mejor decir, serios temores. El 2016 ha sido un gran año para mi. Me ha tratado muy muy bien. Han pasado cosas que aunque deseaba, no las veía posible, y sin embargo, se han dado. Hasta un premio literario gané. De pronto al hacer el balance final de año, y de poner por escrito todo lo que ha pasado, he sentido el temor de que ya no podían pasar cosas mejores, y he sentido miedo. ¿Y si a partir de ahora me tocan “vacas flacas”?. Bueno… esperemos que no, pero si tocan, espero tener recursos suficientes para tirar con ellas p’alante.
La última semana de diciembre, la dediqué a la planificación. Y mira tú por dónde, leyendo el blog de Ana Albiol, me encuentro justo con algo que llevaba tiempo buscando sin saber bien qué era.
Después de leer el post, me fui corriendo a amazon, y me compré el libro. Tardé tres días en leérmelo. y ya hoy, te puedo decir que llevo una semana levantándome al alba. Soy una morning person, eso lo he tenido claro siempre, pero la verdad es que me levantaba, y lo más que hacía era una rutina ligera de yoga, y ponerme a trabajar. Por fin he encontrado una rutina que parece que me puede beneficiar.
Una semana ha pasado desde el primer madrugón, y hoy domingo, tengo que ser sincera.. quise quedarme en la cama, pero no tuve ninguna razón de peso para hacerlo. Así que también hoy me levanté a las 6:00am. ¿Que si me siento mal? Pues no. ¿Que si tengo sueño? No más que otras veces.
¿Que si merece la pena? Totalmente. No me voy a poner exagerada y a decirte que me ha cambiado la vida, porque a tanto no llega aún, pero que esta semana ha sido una buena semana, sí te lo puedo decir.
Después de terminar este libro tan motivador, me puse con El año del pensamiento mágico. Lo había visto en varios sitios, y me daba mucha curiosidad. Lo pedí prestado en la biblioteca de mi pueblo, y lo he acabado hoy mismo. Llega muy dentro. Cuánto dolor diseccionado, sometido a un análisis tan exhaustivo, que pareciera que quien lo cuenta es una tercera persona, no la propia. Y aún así, eres capaz de percibir el dolor. Pero no ese de locura, de meterse debajo de la manta o la cama, del de la negrura total, no el del llanto ni el del me muero mañana. Es un dolor analizado, y aceptado… pero no entendido, y no asumido. Me ha gustado mucho leerlo. Y creo que es el típico libro que acepta segundas y terceras lecturas.
Y para digerir la lectura, hoy, -para estrenar mi regalo de reyes-, he puesto en funcionamiento mi crockpot. He hecho unas lentejas estofadas “a mi manera” la verdad. 10 horas han estado haciendo chup chup.
Las acabo de apagar. Las lentejas tienen muy buena pinta, aunque le veo dos problemas a esta olla.
Una de las cosas que me molesta, y mucho, es que en mi casa, la cocina y el salón es solo una estancia, y esta olla, es -como dice Emma- un caldero.  La pones a cocinar 10h y son las mismas horas, las que va desprendiendo aromas. Desde el embarazo, me quedó un olfato digno de un perro de caza, y la repugnancia a según qué olores también. Y desde entonces, oler a comida, cuando no vamos a comer, me molesta, y mucho. Lo ideal para esto, es poner todos los ingredientes dentro, y dejarla guisando toda la noche. Pero en mi caso, eso es imposible. No soportaría el olor a comida cuando me levanto por las mañanas. Así que aquí le veo yo un problema, no solucionable hasta que nos cambiemos de casa. Y el segundo problema es que no debe abrirse la tapa. ¿Y cómo controla uno las ganas de revolver y ver lo que está pasando dentro de la olla?.
La primera tiene solución a medio plazo, la segunda, ya veremos mi autocontrol.

Rumbo Ajuy con unas botas de punto de cruz

Todo el mundo sabe que cuando me subo al coche con intención de salir del pueblo, siempre pongo rumbo norte. Consciente o inconscientemente, siempre tiro para el norte.
Se me olvida que esta bendita isla, también tiene un sur maravilloso. Y ahora, que ha llovido, no muchísimo, pero sí lo suficiente para que todo esté verde.. verde. Algo que a un majorero autóctono le hace sentir felicidad inmediata.
También sabe todo el mundo, y si no lo sabe, ahora mismo lo aclaro, ya estamos en Diciembre, momento en el que aquí montamos una algarabía considerable disfrutando intensamente de la preparación y organización de nuestro calendario de Adviento. Esta es nuestra tercera edición de nuestro calendario de Adviento de actividades. Emma va cambiando de gustos y de intereses, y este año nuestro calendario está más lleno de actividades en el exterior que en el interior. La actividad de ayer, era irnos de excursión.
Con esta excusa y con el firme propósito de ver algo que hacía tiempo que no veía, y de enseñarle a Emma algo distinto a lo que está acostumbrada a ver, pusimos rumbo sur.
La costa oeste de la isla de norte a sur, es parecida. Acantilados, riscos para los de aquí; arena oscura que tira a negra; y la mar como un demonio de manera habitual.
En el suroeste, está Ajuy. Un pueblito a orilla de esa mar tremenda, que a fuerza de romper contra los riscos día tras día, siglo tras siglo, ha horadado el acantilado. Se han formado una cuevas cuya visita es un espectáculo.
El camino es algo más de un par de kilómetros, que está arreglado, pero que puede no ser muy apto para niñas de cinco años. Nos conformamos con subir al primer mirador, y desde allí gozar de las buenas vistas, y de hacer unas respiraciones profundas de agua salada y aire marino. Sigo confirmando que para nosotras no existe una cura más rápida para cualquiera de los males que pueda aquejarnos que respirar este aire. Da igual lo que quieras engañarte, al final la genética manda. Nosotras somos marineras, por los cuatro costados.
Y ya de vuelta a casa, encender la 2º vela de Adviento, y rematar las botas de punto de cruz que  hice durante Noviembre. Hacía muchísimo tiempo que le había echado el ojo a esta revista de BlackBird designs. Estuvo agotada, y desde que LaCasinaRoja, la repuso, me lancé en plancha a por ella. Mi enamoramiento era por un cuadro muy navideño que está en el interior, pero al recibir la revista y ver las botas, sufrí otro enamoramiento instantáneo. Encima, por esos mismos días, Cova, mostraba las que ella había bordado, personalizándolas. Y yo, que de naturaleza soy muy culoveo, culoquiero. No pude más que copiar su idea vilmente.
Primero pensé en bordar para Emma y mis sobrinas, pero cuando me di cuenta de que no tenía tela suficiente, desistí de la idea. Después de hacer la de Emma, comprobé que podía encajar otra, y pensé que a mi ahijada la mayor, o sea, mi hermana la menor, podía gustarle tener una. Todavía no la ha visto siquiera, pero tengo la sensación de que le va a sorprender bastante.
Y así, con las botas colgadas, vamos a seguir disfrutando un poco más de nuestro calendario de Adviento de actividades y de los últimos días de este año.