La magia del pan llegó con el tiempo

Hace ya algunos años que sigo el blog de Ibán Yarza. Desde entonces tengo guardado un pdf de cómo hacer masa madre y cómo hacer pan. Releía sus apuntes como si fuera un tratado de alquimia. Y para adentro me decía: algún día.. algún día.

Tengo la firme convicción de que hay cosas en la vida que marcan su momento. Tu puedes emperretarte en tejer cierto patrón o en leer tal libro, y pasan los días y no consigues engancharte al libro, ni memorizar el patrón. Lo más común es tirar la toalla y dedicarse a otra cosa, que la vida es corta y cosas para hacer hay miles. La cuestión es que un tiempo más tarde, pueden ser días, meses o años, el mismo libro o el mismo patrón se ponen de nuevo en tu camino, y voilà… sale de un tirón!. Por ello, cuando algo que quiero intentar se me atraganta, lo dejo en espera… Tarde o temprano se alinearán los astros y será el día. En el fondo, y casi en general, el único ingrediente importante en la vida es el tiempo.

Así me pasó con el pan. Llegó el momento, y me puse a panificar. Primero con levadura artificial y luego con masa madre. Lo que me pasó, es que se cruzó en mi camino alguien a la que ya le voy debiendo unas cuantas cosas, entre ellas este virus panadero. Hay videos muy buenos de Ibán Yarza sobre los pasos a seguir, sobre cómo amasar, sobre ingredientes básicos… La verdad, hacer masa madre y pan, es algo casi mágico. Te obliga a tener paciencia, a ir haciendo paso a paso, a esperar los tiempos sin tener la urgencia del reloj marcando minutos, ni a estar pendiente de él.

He hecho masa madre de centeno, con unos resultados espectaculares en tan solo tres días; y masa madre de trigo que es un poco más lenta, pero con otro olor y otro sabor totalmente distinto. Los panes que he hecho con ella son increíbles. Se parecen tanto a los que compraba en la tienda de la esquina como un huevo a una castaña. He logrado ir haciendo una rutina panadera, y en mi congelador siempre hay pan para la semana. Será difícil que vuelva a comprar pan en esos negocios dónde el pan tiene dudosa procedencia.

En estos días en los que yo he metido sin miedo, las manos en masas de distintas texturas y olores, Emma ha hecho lo mismo. Estamos empezando a trabajar la plastilina. Tuve un primer intento de plastilina casera. No me gustó el resultado: huele, se ensucia, y se pone mal en poco tiempo. La mejor alternativa ha sido la plastilina de Imaginarium. Tiene buen tacto, no huele, y los colores son bastante brillantes.

Y en medio de todo esto, el verano que dicen que se fue, creo que hace mejor tiempo ahora que en Agosto, y hay que sacar las cosas de otoño, aunque solo sea por aparentar. Tengo unos días de poco movimiento de manos, no me apetece ni coser, ni tejer.. Pero en cambio, me he reconciliado con el bordado y el punto de cruz.. Y con los libros. De nuevo vuevlo a leer de forma constante. Una vez más, las cosas eligen su tiempo de ser.

Y este tiempo esta siendo de pan, de hilos, de John Mayer y de recuerdos que se fueron y que ni con un tremendo esfuerzo de concentración, vuelven… Para todo hay un tiempo, hasta para olvidar.

No subestimes el poder de un mecánico

Hace siete años que conduzco como una flecha mi querido coche. De él he hablado aquí y aquí .
Me ha dado pocos disgustos, y muchos kilómetros a la espalda.
Respondió muy bien cuando un desaprensivo se saltó un stop y me empotró en una casa, y también se portó muy bien en dos años de conducciones por las autopistas grancanarias.
Y desde hace unos meses, notaba yo que no era el mismo. La cosa se puso muy seria cuando camino de Costa Calma, con unos 40º fuera del mismo, quise adelantar a un coche de licencia y por mucho que apreté el acelerador, no subió de 2.500rpm y no alcanzó más allá de los 80km/h.
Este no era mi coche, que apenas rozaba el acelerador se lanzaba como un rayo.
Entonces llegó ElPatrón, y me convenció de que era urgente pasar por el taller.
Y llegas allí, con las manos temblorosas, pensando más en el importe de la factura que tendrás que abonar que en el problema en sí.
Ahora los mecánicos no abren el capó, ni pegan la oreja al motor, ni toquetean por aquí y por allá. Ahora es todo mucho más rápido. Conectan a tu coche un ordenador, dan contacto a la llave, y el ordenador empieza a volverse loco, a enseñar lucecitas por todos lados, a emitir pitiditos…
Yo cada vez más nerviosa sin saber muy bien dónde ponerme.
Ocho fallos de motor, O-CHO..
Los ojos inquisitivos del mecánico mirándome como si le debiera algo antes de empezar a hablar, son algo que me va a costar olvidar. Detrás de esa mirada, vino el dedo acusador, y la retahílas de: este coche no se puede tratar así, esto es un buen coche que no está siendo cuidado y bla bla bla..
Yo a estas alturas del diagnóstico, estaba pegadita al suelo pidiendo perdón, y hablándole muy bajito, le pedí un presupuesto, acompañándolo de muchos porfavores.. Un pastizal, el presupuesto de la reparación de las ocho averías era un pastizal.
Dudé un momento, y le pedí la llave para irme a casa y meterme en la cama a pensar cómo solucionar la papeleta. Y es entonces cuando el mecánico me miró, entrecerrando mucho el ojo derecho, y diciéndome: quieres ver lo que le pasó a un coche exactamente igual que el tuyo con el mismo problema?? y cuánto le va a costar ahora al dueño arreglarlo?… Acompáñame… Pero yo que tú, no movería este coche de aquí, a no ser que se le arreglen las ocho averías…
Y fui y miré el otro coche, y ahí estaba todo lleno de mugre, y grasa, y tornillos rotos, y camisas rayadas, y pistones partidos…
Así las cosas, no me quedó más remedio que irme a casa andando, y decirle adiós a mi coche, hasta nuevo aviso, porque cuando un mecánico te dice que no muevas el coche, tu le haces caso.
Me lo han devuelto esta semana, arregladito, con su motor que hace suavemente bruuumm brummm, que acelera que es un peligro, y con el motor perfectamente limpito, tanto, que se puede comer en él.
Y a esto me he dedicado estos días sin coche, a cocinar, y a recrearme en los últimos platos con melón y sandía… Y además me he tomado unos vinos, que me han sabido a gloria bendita. Ha sido la única forma que he encontrado de olvidar la mirada acusadora e inquisitiva de mi mecánico.

Guardando Agosto a buen recaudo

 

Estamos en casa, con todo ordenado, con las listas: listas; y preparadas para encarar Septiembre de manera optimista y que no acabe con nosotras.
Para quien como yo, se haya pasado la mayor parte de su vida estudiando, Septiembre es como empezar el año. Claro que ahora no tiene la novedad y la ilusión de las nuevas libretas, los bolígrafos, y todo el material escolar que me hacía olvidar un poco lo bien que había sido el Agosto en MiNorte.
Ahora Septiembre se envuelve de lavadoras que poner, ventanas que sacudir, y nevera que llenar. Ahora entiendo un  poco mejor los agobios de mamá cuando volvíamos a casa.
Este Agosto, y como siempre, me fui cargando costuras, agujas, lanas, hilos.. Menos mal que ahora con el kindle, no voy cargando también un montón de peso en libros, claro que los libros los llevé. Tres o cuatro que tenía especial interés en leer..
Nada, no toqué nada. Absolutamente nada.
Trabajar de mañana, alguna que otra tarde noche, y ya. Eso fue lo que hice por y para mí exclusivamente.
El resto del tiempo lo tenía repartido en comer los ricos tunos que traía TíoJuan; el café de mamá tempranito con los papás y ElGurú; la playa, mi playa, mi querido océano…; pescar tortugas y mariposas; y sentarme en la acera, a ver cómo se encendía la luz naranja de las farolas cuando todavía Lorenzo no se había despedido.
Tengo la sensación de que me fui con un bebé y volví con una niñita. Ayer la escuchaba en el coche, ya me va hablando, frases enteras que ella sola conjuga, con su sujeto, su predicado, su verbo y sus complementos. Al llegar a casa decidió que no volvería a bañarse en la nañera chititita, sino en la naaande como mamá; me pide la tuchaya y el teñeor para comer ella sola… El tiempo que se me escurre de la mano como arena.
Ya estamos metidas en la rutina, la dulce rutina, que durante más de un mes hemos tenido alterada.
Alterada, bonita palabra para definir muchas cosas, la rutina, el pensamiento, las ideas..
Va siendo hora, de que coja según que cuernos y empiece a desaparecer toros.

Bienvenido Septiembre

Coroneles, madres, y paseos con queso

El sábado pasado, y de forma extraordinaria, La Casa del Coronel, abrió sus puertas, para que un conjunto de artesanos textiles pudieran mostrar sus diseños y productos para la difusión y venta de los mismos.
Aprovechando que estábamos por el norte, y que una de las artesanas es familia directa nuestra, nos fuimos a echar la mañana del sábado.
La Casa del Coronel, que no debe ser confundida con La Casa de los Coroneles, es una construcción típica canaria que ha sido restaurada recientemente. Tiene la particularidad de que la casa cuenta con dos propietarios: uno particular y otro municipal (o sea que parte es del Ayuntamiento y la otra parte es de una familia). La parte municipal es la que está restaurada y se le ha dado un uso, a mi parecer, muy acertado. Todos los martes y jueves se realiza un mercado tradicional, en el que puedes encontrar desde verduras, hasta cerámica, pasando por panes, quesos, aceites, dulces, calados…
Este sábado, la muestra estaba compuesta por bolsos, pareos, pulseras, gorros… Todo bastante trabajado y bonito. También había una pequeña muestra de quesos bastante curiosa. Queso al curry, a la pimienta, al romero.
Cuando veo algo así, mi primera reacción es rechazarlo. El queso es queso, y el curry es para cocinar. Pero luego me antepongo a esto y me decido a probarlo. La realidad es que el queso al curry me encantó, y me pareció el aperitivo perfecto para cualquier tardecita de verano, con una copita de vino y unos trocitos de bizcocho de Tiscamanita. Pensé incluso, en la perfecta compañía para disfrutarlo, y entonces me decidí a comprar un trozo. Aquí lo tengo, esperando a que llegue mitad de mes y con él, mi ex-room-mate de la Galia, y podamos darnos una de nuestras charlas trasnochadas.
La historia de la casa, del Coronel y su madre Sebastiana Cabrera, que si mis capacidades de atar cabos siguen bien afinadas, está enterrada en la iglesia de La Oliva, me dan via libre para imaginar un montón de historias al más puro estilo de Cien años de Soledad. Lástima que yo no sepa bien dónde buscar o no contar con historiadores cercanos que puedan arrojar más luz a todas mis curiosidades sobre esta familia de mi tierra, pero todo eso tendrá solución en pocos años, cuando mi ahijado se haga historiador y por fin el Archivo histórico de Fuerteventura, entre en funcionamiento. Entonces yo cogeré mi pluma, y me saldrá una novela histórica-mágica-romántica-, que se leerá más que los folletos de ofertas del Mediamarkt.
Estos paseos me encantan, porque nos dan pie a ir descubriendo el mundo, despacito y con lo que tenemos a mano. Emma va identificando las cosas que nos encontramos: flores, perros, gatos, niños.. Y en cuanto se pone en el suelo se arrodilla a buscar bititos.
Hemos pasado a otra etapa del porteo. La compra de la Manduca, fue un acierto completamente. Después de usarla durante unos 9 meses delante, sigue siendo útil para el peso (10.5kg) y la edad de Emma, pero ahora a la espalda.
Hasta entonces, seguiremos visitando lugares e imaginando.

2 años, y lo que se aprende con una tarta

Ayer lunes, mi pequeña mariposa acuática cumplió dos años. Dos-años. DOS AÑOS.
Es que aún no me lo creo. Parece que el tiempo no ha hecho más que darme esquinazo todas las veces que le he pedido, más bien implorado, un poco de lentitud, un time-out, un descansito para poder respirar a fondo y atesorar ciertos momentos. No, el tiempo no para. No se para, para mi.
Dos años, llenos de un montón de cosas, que al dar la vista atrás, me parecen todas estupendas y maravillosas. Me repito muchísimo, pero es que no lo puedo expresar de otra manera. Criar, educar, acompañar a descubrir la vida, es una aventura ma-ra-vi-llo-sa.
Para celebrarlo de manera oficiosa (la celebración oficial, será cuando estemos todos los de casa), tenía pensado una tarta casera pero con apariencia típica de cumpleaños.Tenía especial interés en probar la receta del bizcocho genovés de la Thermomix, y también otra receta que encontré por la red de cómo hacer buttercream en Thermomix.
En mi cabeza todo tenía una apariencia muy bonita, un sabor delicioso, y un entorno estupendo.
Pero una vez más, la vida sorprende, cambiando las imágenes que tu tienes en la cabeza por otras menos favorecedoras y propicias.
Lo primero que se torció, fue que Emma el domingo estaba resfriada. Puedo contar con los dedos de una mano las veces que se ha resfriado en su vida, y las veces que ha tomado cualquier antitérmico. Hemos tenido la gran suerte de que no ha tenido grandes fiebres.
Así que el domingo por la tarde cuando le puse el termómetro y vi los 39.2 casi me da un síncope. Apiretal al canto y esperar. Por el medio, tenía algún síntoma de resfriado, pero poco más. Cada seis horas la temperatura volvía a subirle. Así hasta las 3:00 am del lunes, momento en que tomó la última dosis de apiretal. Le hizo efecto y se quedó fresquita fresquita, por con esos ojos tristes y la mirada vidriosa, típico de un catarro.
Entre termómetros y achuses, horneé un bizcocho genovés. Volví a repetir el proceso, y horneé otro más.
Derretí chocolate con nata, al Baño María. Los uní, y me encomendé al cielo para meterle la mano a la buttercream. Se cortó. Siguiendo la receta, que se anunciaba como: buttercream en Thermomix INFALIBLE.. Si ya, infalible.
Seguí mi instinto, y volví a intentarlo. Y oh! maravilla! recuperó la cremosidad. Le pregunté a Emma, de qué color quería su tarta, a lo que respondió: assssuuuuuuuuul. Así que estaba claro.
Decoré como Diosmedioaentender, y voilà!
De este horneado-montaje he aprendido varias cosas, y como a mí me encanta hacer símiles, me sirven para aprender de la vida: lo primero que necesito es un molde más pequeño para que me salga un solo bizcocho que pueda cortar por la mitad (para sacar a una niña adelante, un buen entorno es fundamental); los bizcochos genoveses se emborrachan, no hace falta que sea con alcohol, pero sí hay que regarlos para que se conserven esponjosos y jugosos. Eso lo ponía la receta pero yo decidí saltármelo (hay que escuchar a mamá.. que aunque no tenga la base científica para explicar muchas cosas, casi siempre tiene razón). La receta de la buttercream perfecta, no existe, pero se puede ir apañando (hay que seguir el instinto propio, casi siempre te lleva a buen puerto).
Y así, diciéndole ella adiós al resfriado, y yo dándole la bienvenida con un hola, que tal, te quedas a dormir?, hemos celebrado estos dos años.

De enamoramientos arquitectónicos

Este sábado nos pusimos super elegantes, y nos fuimos a Lajares a celebrar las bodas de oro de mi tío, el hermano mayor de mi padre. La ceremonia religiosa nos la perdimos porque Emma no es capaz de mantenerse en silencio mas que en la biblioteca. Pero gracias a la tecnología, y al altavoz colocado en lo alto del campanario de la iglesia, nos gozamos el audio de todo lo que pasó. Así pudimos oír los “si prometo” de mis tíos y las palabras que sus hijos les dedicaron,
Es bastante difícil dejar que se te escape la lagrimilla mientras corres con tacón, al tiempo que mascullas “emma que me mato, párate pordios” detrás de esta pequeña niña-inquieta que tiene muchísimo por investigar. Difícil que no imposible.
La celebración fue en una casa rural . Donde nos reunimos gran parte de la familia. Para mí faltaron dos personas muy importantes, pero como el cúmulo de lágrimas y emociones exteriorizadas de este mes lo tengo cubierto, voy a obviarlo. Fue la primera trasnochada de Emma, y para aprovecharla bien, no estuvo quietita ni un segundo.
Al llegar a la celebración sentí algo. Algo que pensé que nunca más volvería a sentir. Sentí ese cosquilleo en la barriga, que unos describen como mariposas, y que pasa siempre antes del desastre. Sí, esa enfermedad terrible que, gracias al cielo, solo dura un par de meses. Desde que pisé el suelo de la entrada lo sentí, fue creciendo a medida que avanzaba por las terrazas, se hizo casi tangible cuando pasé por la zona de la piscina, y ya para cuando llegué a las habitaciones y el pasillo acristalado, era totalmente perceptible por mis pupilas en forma de corazón y la música de violines, que al parecer sólo yo escuchaba. La casa me había enamorado por completo y yo solo pensaba en como traer mis cosas hasta aquí o cómo llevarme la casa para mi calle.
Rendida a sus pies, sin solución.
La noche fue cayendo y la estampa que se me presentaba era cada vez más idílica. Desde el sábado por la noche estoy viendo fotos en la web, ideando planes, haciendo cuentas.. (suspiro)
El domingo, me levanté con la misma sensación, aunque hice todo lo posible por despistarme y alejar LaAsuncionita de mi mente.
Nos pusimos a pintar en en la pared de mi pequeña Picasso. La verdad es que su obra va adquiriendo un tamaño considerable. Cada vez que viene alguien a casa, me encanta ver la cara de espanto que pone al verla. Yo la encuentro preciosa.
Emma me preparó grandes tazas de café. Le digo que varíe, y que me de un té, pero nada, ella dice: afeeeeé afeeeeé, y no hay forma de que me de otra cosa.
Por la tarde nos fuimos al parque, esos que no me gustan nada, porque tiene ese suelo de corcho maloliente, y que me parecen que son el mejor campo de cultivo de cualquier virus, bacteria o germen. Allí buscamos hormigas, y bititos, que parece que es lo que más le interesa a Emma, en lugar de los toboganes y los columpios.
Pero nada, la casa sigue ahí, en la esquina izquierda de mi cerebro, en el mismo sitio que estuvo la carrera, el piso, la vida que tengo ahora,…  la esquina de los sueños. Me pronostico un mal de amores cercano, y muy muy doloroso.

Malenannis

Esta semana, tenía una cita en mi agenda, marcada hace tres años… sí, tres. Pensaba eludirla, es más, tenía una necesidad imperiosa de hacerlo, pero todos mis esfuerzos fueron en vano. Marcada la cita, tuve que armarme de valor e ir al encuentro del momento.
Hay veces, que ciertos procesos se tornan en tremendo obstáculo a salvar. Esta cita era uno de ellos. Y no era por el trámite en sí, sino por todo lo que suponía acudir a la cita.
Amaneció temprano. Me costó una hora y poco llegar.
Me senté delante de unos señores vestidos con túnicas negras, por si alguno tenía a bien preguntarme sobre lo que reclamaba. Ellos hablaron en un lenguaje que me resultaba incomprensible durante poco menos de media hora, alguien dijo “visto para sentencia” y mi abogada me dijo: firma y nos vamos.
Me quedé con cara de “esto es todo?” Pues sí, eso fue todo. No tuve que abrir la boca para nada.
Pero como digo, el obstáculo no era ese trámite de media hora. El obstáculo era deshacer todos los nudos que se me hicieron cuando el 13 de marzo del 2011, llené el coche con 41 bultos y 2 plantas, y cogí el barco.
Volver se me hacía un mundo. Pero fui. Volví. Y no pasó nada.
Me reconcilié con MiMirador, con la autopista, con esa ciudad ruidosa, de tráfico rápido que mira al mar.
Conocí al Exodio, y volví a verle la cara al camarero del kiosko de LasTerrazas.
Volví ligera de equipaje, sintiendo que deshice todos los nudos, que no hay rencor, ni miedo, ni frustración.
Mi hogar ya no es ese, y ningún sitio es mi sitio si yo no estoy en él.
Todo este obstáculo no hubiera sido posible de salvar sin ella. MyGirlfriend.
Me recogió, me llevó, me habló, me esperó, y me devolvió aquí.
Sin ella no hubiera podido solventar este trámite con éxito y de forma tan rápida.
Desde que supe que tenía que ir, lo único que me alegraba, era saber que me volvía a encontrar con ella. Y por eso me puse rápida con las agujas para llevarle algo. Es una de esas personas que aprecia de verdad lo que sale de las manos.
Elegí el chal Annis, aunque no le puse cuentas. Al principio me resultó bastante complicado de trabajar. Estoy acostumbrada a hacer chales triangulares desde la nuca hacia abajo. Este es al revés. Se monta el total de los puntos y se trabaja hacia arriba. Terminando con unas vueltas cortas para darle forma redondeada.
Después de pasar el calado, empecé a disfrutar del proceso. Por eso no me cierro a volver a tejer otro chal con este tipo de construcción. Como siempre, el bloqueo es complicado y engorroso, aunque esta vez tuve una ayudante que me alivió mucho la tarea.
Sé que le gustó, y que lo va a usar mucho este verano, que va de vacaciones a un sitio donde corre el fresco.
Me cuesta verbalizar ciertas emociones, y esta es mi manera de decirle lo importante que ha sido y es para mí. Lo mejor de todo, es que sé, que ella entiende mi manera de expresarme a la perfección.

Las cosas de los lunes previstos

Los lunes son días de limpieza de cocina, de hacer listas, de clase de punto y de comer lentejas. Y da igual que sea Julio, que fuera hayan 30º de nada, y que en el ambiente se huela a vacaciones, los lunes en mi vida se hacen listas, se limpia la cocina, doy clase de punto y se comen lentejas, y esto es así.
Desde cuando es así, no lo sé, desde que tengo dos luces, o una y media.
Si me pongo a pensar, hay muchas “reglas” en mi vida, que no tienen explicación, pero que me ayudan a mantenerme cuerda, sana, y de alguna manera feliz. Digamos que son mi constante.
Pues como hoy es lunes, y primeros de mes, ya saben todos qué hice esta mañana y que comí a medio día.
La cuestión es que además de eso, me he ido corriendo al Norte, he limpiado el Apto. nº4, he vuelto, le he dado de comer a Emma,  nos hemos ido a devolver los libros a la biblioteca, hemos tejido, y me he tomado un café yo, un zumito Emma, regando nuestras plantitas; hemos ido al centro de bricolaje, para terminar finalmente en el parque. Sigo preguntándome como antes hacía tan pocas cosas, qué de tiempo desperdiciado!
La cuestión es que en los trayectos de coche de  hoy, he tenido varios percances,  en el camino de ida me encontré con un perro de caza que no parecía perdido, sino que estaba dando una vuelta por parajes poco transitados y que me hizo dar  un millón de gracias por tener el coche que tengo, que frena en seco en apenas unos segundos, y todos ilesos: perro, coche, conductora. Luego se me encendió la luz de la reserva, y me llevó con el alma en vilo varios kilómetros hasta que llegué a la gasolinera. Y en el camino de vuelta, casi a la misma altura en la que me había encontrado al perro, me encontré con un pavo real. Lo que no es extraño porque por la zona hay varios pavos reales sueltos. Aunque nunca me había pasado encontrarme a uno cruzando la carretera.
Y así ha ido este lunes, el primero del segundo semestre. He cumplido con mis normas no escritas, y con las listas que me hago. De mi agenda mental he podido tachar todo lo que estaba  para hoy, incluso he tachado la entrada que dejo prevista para los imprevistos, para las pequeñas frustraciones, para las noticias no gratas.. Que también tengo previsto lo imprevisto, para que luego me digan que soy muy cuadriculada con mis listas.

Sociali-cuántos?

Por fin despedimos la primavera, que este año ha estado más “sangre-altera” que nunca, y con ella se han ido los malestares, las heridas, y las prisas. De pronto parece que mi cerebro se ha ralentizado para darme a entender que no estamos llegando tarde a ningún sitio, así que lo mejor era aflojar el ritmo.
Hoy nos hemos levantado más tarde de lo habitual, y nos hemos puesto en plan manualidades.
Hacía tiempo que tenía pinneado el tutorial de una carpa. Los materiales esperaban en el armario del estudio, así que hoy fue el día en que los sacamos y metimos la tijera.
Como siempre he seguido las instrucciones como me ha dado la gana. Empecé usando la cinta adhesiva de doble cara, para terminar por dejarla de lado y sacar el pegamento de barra. ¡Ay! un buen pegamento de barra siempre arregla.
Un rato de entretenimiento con Emma que ha servido para mantenerla distraída un par de horas. Luego nos hemos puesto nuestro kit veraniego, y nos hemos lanzado a la piscina. Aún hace frío para ella. De dos zambullidas he sacado a una niña temblorosa con labios morados, pero que no quería salir del agua.
Como ya se sabe el agua siempre abre el apetito así que en un pispás he preparado unos espaguetis carbonara que a mí personalmente, me han sabido a gloria.
La tarde se hace larga, porque esta pequeña persona ya no quiere dormir siesta, cuestión que me ha traído muy por la calle de la amargura, pero que ya a estas alturas no me queda otra que aceptar. Mientras yo escribo este post ella ve Dora.
Y a mi me da para navegar un poquito por la red, para tomarme un café y para hacer el planning de la próxima semana. Estos días no paro de pensar en algo que me dijeron hace una semana: esta vida que llevas, te va a aislar mucho de la gente, tienes que buscar la forma de que la niña se separe de ti y tu socialices.
En fin, ¿cómo lo digo?. Pues sí, estoy aislada, pero no más de lo que lo estaba antes. Siempre me gustó estar más bien sola, y ahora es precisamente todo lo contrario, ahora nunca estoy sola. Y estoy feliz.. ¿que me agoto? ¿que me saturo? ¿que me desespero? Pues claro, como todo el mundo. Una niña de casi dos años con muchísima energía, suele ser asi: agotadora, y estresante. Y sin embargo, el reloj parece estar en contra de mí y va mucho más deprisa de lo que a mí me apeteciera que fuera. Siento nostalgia y morriña cuando miro las fotos y la veo de tan bebé, parece que fue ayer, y han pasado casi dos años.. Y siento, que no puedo exteriorizar estos sentimientos porque lo que es natural sentir es querer que crezcan rápido y que se vayan al cole, y socialicen.. buf! socialicen.