De camino a casa con Ben

Me gusta mucho Ben Harper. Mucho. Tanto como para escuchar toda su discografía en bucle durante semanas.
Lleva casi 10 años acompañándome, y aunque la banda sonora de mi vida es muy variada y diversa, los  momentos clave tienen música de Ben.
Sus canciones tienen un algo, que no sé cómo describir, que me dan seguridad. En cierta manera, se han convertido en faro. Son ese abrazo que no tengo, que me dice en las situaciones delicadas, que no  me preocupe, que todo va a salir bien. Creo que quiero un poco a Ben por tener este poder sobre mí.
Hace una semana que he descubierto su último trabajo.
Y vaya, lo ha vuelto a hacer.
Este último disco, es un trabajo a medias con su madre. Con temas compuestos  e interpretados por los dos. Mi preferido es “A house is a home”.
Estos días ando de trabajo interior, cuestionando los caminos que me han traído hasta aquí, y en cómo serán los próximos que transite. Y por encima de todos esos caminos, mi prioridad es Emma. En su vida, quiero tener la posición que Ben tiene en la mía. Quiero darle la seguridad y la fuerza necesaria, para que no se olvide nunca de que todo va a estar bien. Creo que de momento he conseguido lo que dice la canción, y ya es un paso hacia este objetivo.

a house is a home even when it’s dark
even when the grass is overgrown in the yard
even when the dog is too old to bark
and when you’re sitting at the table trying not to starve

a house is a home
even when we’ve up and gone
even when you’re there alone
a house is a home

a house is a home even when there’s ghosts
even when you gotta run from the ones who love you most
screen door’s broken paint’s peeling from the wood
locals whisper when they gonna leave the neighborhood

a house is a home where the chores are never done
where you spend your whole life running to and from
and if the life that you live is not the life you choose
make your child a home and start a new

Navegando un poco más por la red, me he encontrado este fantástico mini documental, de Ben con su madre, sobre éste disco. Me ha parecido precioso. Y me doy cuenta de que las cosas, todas, marcan. Es decir, Ben Harper es la cuarta generación que trabajó y pasó su infancia en una tienda de instrumentos. En su familia se vive la música desde la raíz. No parece nada extraño que hoy en día él haya llegado a ser quien es. Sin embargo, hay otra cosa que me llama la atención. Si su madre hubiera vivido la música de manera “obligatoria”, no le hubiera puesto la pasión necesaria para transmitírsela a su hijo… Y puede que entonces, hoy yo, no estaría disfrutando de estas magníficas canciones. Me doy cuenta de que no es sólo lo que haces o lo que vives. Si no lo haces o lo vives con pasión, tu no disfrutarás de ello, y los demás tampoco. La pasión en lo que haces marca la diferencia.

Es curioso las cosas que se descubren con la música. Siempre me ha parecido que la música es el camino más corto a las sensaciones, a los sentimientos. Se sienten infinitas cosas con la música. Y no hace falta dedicarse a ella profesionalmente para poder disfrutarla. Y una vez más, Ben, es el faro que me guía en este camino de introspección en el que voy avanzando.

Camilla para dos

Soy una completa fan de ir vestida igual que Emma, por eso, cuando veo patrones diseñados en tamaños mamá-hija, me entra un calor extraño en las manos que me obliga a ir a la velocidad de la luz a los cajones de las lanas a buscar material.
Este patrón es un auténtico acierto. Es sencillo, y está muy bien explicado.
El mío está hecho con tres ovillos de Cascade Yarn 220 Heathers. El de Emma con ovillo y medio de Cascade Yarn 220. Total, casi cinco ovillos menos en mi stash. Si hubiera tenido más lana, el mío lo hubiera tejido con las mangas más largas, pero si ya me conocen un poco, en esta afición mía de tejedora in extremis, usé todo lo que tenía. Malamente me sobraron treinta centímetros de lana.
Como digo, esta diseñadora me gusta mucho, y ya tengo en mente el siguiente patrón, doble por supuesto.
Y así, ataviadas con nuestros estupendos jerseys, Emma ha querido estrenar sus botas de agua. La lluvia del fin de semana ha sido chipi-chipi, y el pueblo está tan bien diseñado, que casi no se han formado charcos. Tendremos que meterlas en el coche, y salir un poco al campo a ponernos de barro hasta las cejas. Ella, yo me mantendré a una distancia prudencial, mientras le saco fotos, y me seco la baba viéndola tan contenta.
Algo que necesito con mucha urgencia, después de los dos días que han pasado. El domingo por la noche, como a las dos de la madrugada, con una leve tosecita, Emma me despertó para decirme que le dolía la barriga. Segundos más tarde, ví como salía la cena como un torrente, encima de mi pijama. Tardé algunos segundo en asumir lo que estaba pasando. Desde ese momento hasta las cuatro de la tarde del lunes, repetimos este episodio con intervalos de una hora.
El jueves pasado, Emma me comentó, a título anecdótico que una de sus compañeras de clase se había vomitado en clase. No le presté demasiada atención, la verdad. Claro que, al mandarle recado a la profesora de que no asistiría a clase el lunes, me comentó que ya era la cuarta que caía. Es la primera vez que sufre una gastroenteritis, y la pobre andaba alicaída y más mimosilla de lo normal. Ella ya se ha recuperado, aunque ahora la que está con la barriga como una lavadora soy yo. Daños colaterales.

Primavera y pan.. o lo de siempre, pasando por Frozen

Que dicen que ya llegó la primavera. Y por una vez, puede que sea verdad. Llueve, al poco rato sol, vuelve a nublarse, viento, otra vez sol.. Y así todo el día. Así que sí, primavera en estado puro.
Aunque Emma no está en absoluto de acuerdo en que haya cambiado la estación. En su corta vida, ya ha asociado, erróneamente, la primavera con sol, flores, y pajaritos cantando. Pero la realidad es que la primavera suele ser lluviosa, variable, y el infierno de los alérgicos como yo. Supongo que ella ayer esperaba un escenario totalmente distinto al que ha encontrado, que se parece misteriosamente al de antes de ayer, cuando seguía siendo invierno. Tardará unos cuantos años en aprender el sutil cambio de las estaciones.
Lo de la lluvia no me importaría tanto, si al menos dejara de hacer frío. Yo ya no sé qué hacer para paliarlo.  La única y más eficiente manera que tengo es encender el horno. RobinFood el viernes nos dio una estupenda excusa para hacerlo.
Amasé anoche, dejé toda la noche en la nevera, y esta mañana formé y horneé. A estas alturas del día, ya nos hemos comido uno entero.
La magia del pan. Lo habré dicho mil veces, así que esta será la mil y una, hacer pan, es la manera más sencilla de alcanzar satisfacción interior y de sentir la magia.
Y mientras el horno hace su trabajo, mis manos se dan al suyo. Hace ya algún tiempo, que cuando me entran ganas de coger el ganchillo, me pongo a hacer grannies con los restos de la lana de calcetines que tengo. Así mato dos pájaros de un tiro. Terminaré esta manta para el 2020 al ritmo que voy, pero tampoco es que me importe mucho. Más o menos la terminaré al mismo tiempo que termine de ver Amar en tiempos revueltos. Ya puedo afirmar que estoy enganchada a una telenovela.  Y todo iba bien estos días, hasta ayer, que estaba en el momento más interesante del culebrón y el iPad decidió que ya no reproduciría ni un solo capítulo más. No sé qué es lo que le pasó. En el ordenador puedo verlos sin problema, y en el teléfono también. Estuve trasteando un poco en los ajustes, pero nada, no hay manera. Y yo necesito mi dosis de melodrama! Menos mal que mi fiel teléfono no me deja en la estacada.
Cuando empezó el año, me propuse hacer un par de calcetines al mes, y un esquema (de los muchos que guardo) de punto de cruz. De momento voy cumpliendo con ambos propósitos, aunque este mes se me ha hecho un poco tarde para empezar el punto de cruz. Es sencillo, así que confío terminarlo en un rato. Emma y yo hemos estado negociando  durante más de media hora, la película que vamos a ver esta sobremesa. Ella dice que Frozen, yo digo que cualquiera menos esa. Así que nada, me voy camino del sillón entonando el love is an open door. Está visto que aún le quedan muchas cosas por aprender, pero negociar no es una de ellas.
Así que así va nuestro domingo, entre panes, hilos y grannies… y Frozen. En estos días en que se ha puesto tan de moda lo de las etiquetas, lo que viene siendo slow life, o simple life,.. happy life, simplemente.

De cuando se me olvida que solo tiene tres años y medio

Este fin de semana hemos hecho un montón de cosas divertidas, y necesarias ya, después de tantos meses “encuevadas”.
Hemos hecho trabajo de jardinería y hemos descubierto la plaga de sarantontones que invade MiNorte. A Emma le ha hecho una ilusión tremenda ver un Gastón de verdad. Estuvimos plantando bulbos y también admirado cómo ha florecido la kalanchoe tubiflora. Que ahora que ha florecido he sabido como se llama, porque antes no tenía ni idea.
Hoy domingo, preparamos un Mug Cake. Tengo que decir que es una receta muy fácil y muy recomendable. Se hace en menos de dos minutos de cocción y en cinco de preparación. Emma ha estado presente en todo el proceso, y se le ha dado bastante bien. Han quedado unos bizcochos que han subido por encima de la taza como dos centímetros, aunque la masa antes de meterla al micro no llegaba ni a la mitad de la taza. Crece muchísimo. Y queda muy esponjoso y jugoso. Estoy convencida de que más de un domingo desayunaremos este estupendo bizcocho.
Hemos estado un rato en el parque, y yo he terminado las muñecas de unos nuevos Veyla’s, en un rato en el que Emma estaba entretenida pintando.
Y claro, con un fin de semana así, en el que hemos hablado mucho, también hemos “negociado” mucho.. Emma me ha mostrado algunas de sus cuestiones vitales de su existencia: ¿por qué me tengo que lavar el pelo?, me gusta el agua de la playa pero el de la bañera no; no quiero ir en la silla grande del coche, porque ya soy mayor, y quiero ponerme el cinturón de los mayores, etc…
Yo, inconsciente de mi, me creo que realmente tengo una niña mayor. Que ya he dejado atrás todos esos pequeños síntomas de persona a medio hacer, y me confío.
Esta tarde, se ha puesto a ver un libro de cuentos de los míos. Los que normalmente no suele ver, porque “son de mayor”. Yo he creído oportuno dárselo hoy, y dejarla sola para que lo saboreara ella sola, sin mi supervisión constante.
Ella se ha metido de lleno en el libro, pasando las páginas con sumo cuidado, observando cada ilustración del libro. Al rato, cuando ya era el momento de meterse en la bañera, me he acercado al sillón a decírselo y me ha dicho: mamá, no te huele a pis?.
He combustionado ipsofácticamente.
Tengo el sillón con empapadores, y con una especie de funda por encima. Se ha hecho pis, en el sitio exacto entre un empapador y otro. El sillón calado hasta la espuma.
Me he enfadado un montón. Y como siempre que me enfado. Me he cerrado en banda.
Cuando yo me enfado, no grito, ni voceo, ni lloro, ni refunfuño. Simplemente me aislo.
Cierro la boca, cierro el contacto.
He tardado 10 minutos en ponerla a ella en el baño, y en intentar arreglar el desaguisado del sillón.
En esos 10 minutos, Emma me iba hablando. Mamá, se me ha olvidado hacer pis, pero estoy contenta porque me has dejado tu libro. Mamá háblame que estoy en el baño.
Y me he quedado en blanco. Yo no quiero que ella maneje las frustraciones como yo, porque no me ayuda nada.. Me supone un esfuerzo titánico rehacerme después un episodio me encierre total, y a estas alturas ya, he aprendido que actuar así no me lleva a ningún sitio. Por lo menos a ningún sitio bueno.
Entonces he tomado consciencia de lo que estaba pasando realmente, y he tenido que parar, respirar, y cerrar los ojos. Me he obligado a pensar que un sillón con pis no es un cataclismo, y que el verdadero trabajo en ese momento era dentro de mí. Racionalizar mi reacción, y no hacerla extensiva a Emma.
He vuelto al baño, con cara de cordero degollado y he pedido perdón a Emma, que me ha mirado con cara de no entender nada. Ella, muy seria, me ha dicho que ya no se hará pis más, porque ya es mayor  porque yo le he dejado mi libro. No ha valorado en absoluto mi enfado, pareciera que ni le hubiera echado cuentas, sin embargo, no se olvida del voto de confianza que le di al darle el libro.
Una vez más, es ella la que me da la lección a mí.

Desahuciando a un muerto

El tres de enero de 2009 llegué, por mar a Gran Canaria. En lo que sería una nueva andadura en mi vida profesional.
Allí, en el Muelle de La Luz y de Las Palmas.
Allí en el Muelle, en mi zona de comfort.
Lo que vino después fue una sucesión de meses de caída libre sin control. Como si un campo electromagnético hubiera eliminado mi voluntad.
Pasé meses yéndome a las escaleras de Pozo Izquierdo, intentando encontrar las fuerzas necesarias para salir de aquel agujero negro que me atraía sin remedio, o para tirarme al agua ante la imposibilidad de no hacerlo.
Nunca encontré claras respuestas, más que la energía necesaria para seguir aguantando un poco más.
Y la capacidad inhumana para soportarlo. Para aceptar por verdad lo que solo era mentira, para mirar para otro lado cuando lo que tenía enfrente ponía en grave peligro mi cordura mental.
Y lo logré, seguí soportándolo, hasta que todo dejó de doler. Hasta que la rabia era sorda, y la fuerza no me daba para romper cristales que hicieran añicos aquellos momentos.
En ese tiempo hice un gran avance en el desarrollo de mi modo mejillón, y cuando tenía casi logrado el aislamiento, me llegaba un grito desde un abismo, por si quería otra caída.
Caí, no una, mil veces… En una espiral descendente de autodestrucción.
Pero entonces, vino la fuerza en forma de respuesta.
Y el trece de marzo de 2011, en el mismo muelle, fue la última caída.
La historia empezó y se cerró en el mismo sitio.
Y sin embargo, estoy tremendamente agradecida, porque probablemente haya sido el período más doloroso de mi vida, pero también el más importante en cuanto a aprendizaje. No sería quien soy hoy sin esos dos años terribles.
No me he dado cuenta hasta hoy, al escuchar al Flaco, cantando “y sin embargo tarde”.
Ahora solo queda la tranquilidad de quien por fin, ha desahuciado a su último muerto.

Preparando la Pascua

Hemos tenido un fin de semana por encima de los 20º, por fin. La realidad es que estábamos casi más cerca de los 30º que de los 20º. Y yo feliz. Por fin pude sacar los pies de los calcetines, y también los brazos de las mangas largas.
La primavera se acerca rápidamente, y el pistoletazo de salida este año será la Pascua. Previendo este acontecimiento lo primero que he hecho es poner este corazón rosado detrás de la puerta, para recordarme que el tiempo sigue pasando y que aunque parezca que los días se alargan irremediablemente, la primavera está a la vuelta de la esquina, y con ella, la luz, las flores y las cosas bonitas.
No puedo evitarlo, las cosas bonitas e inútiles son una de mis mayores debilidades.
Para ir preparando la Semana Santa, me arremangado y me he puesto a amasar. Estos bollos de cuaresma (Semlor), son como para morirse. La receta real es el bollo relleno de una especie de mazapán y nata, que debe ser la antesala de la resurrección (muy apropiado para las fechas), pero he tenido un problema de logística en mi almacén y cuando me fui a poner a montar nata, horror, no había. Por un momento, albergué la posibilidad de meterme en el coche y buscar una tienda que pudiera suministrármela, después de intentarlo en la tienda más cerca de casa, y en la que solo había nata para cocinar.
Y llegó el momento de la crisis. ¿Cómo no iba a terminar de hacer la receta? . ¿Cómo?. Y me doy cuenta de lo muy anclada que estoy a determinadas cosas. En mi cabeza las cosas son en línea recta, y no hay espacio para grandes improvisaciones, ni grandes cambios que no haya tenido previstos anteriormente. ¡Y ya está bien!. Vuelvo a salir de mi zona de confort y de mi corsé.
No voy a negarlo, este tipo de situaciones, inicialmente me suponen mucho estrés, con sudores fríos y temblores. Entonces me siento, y respiro, y pongo la tetera. La verdad es que, no hay momento de estrés, que una buena taza de té no me alivie.
Caigo entonces en lo absurdo de la situación. ¿Y qué importa que no haya nata, es que el bollo no es comestible solo?. Me entra la risa, y de forma automática cojo el bollo y le hinco el diente. Madre mía, si así está tan bueno, cuando le ponga la nata, la crema de almendras y lo deje en un bol con leche caliente para que se atorrije (palabra que acabo de descubrir que no existe, y que es tan necesaria… ¿cómo es posible que exista la palabra absurda “amigovio” y no exista atorrijar??), debe de ser la bomba. Y lo sabremos próximamente, porque el próximo fin de semana me aprovisionaré de todo lo necesario.
Con un desayuno así, se hace necesario salir a la calle, coger aire, y aprovechar el sol y el calor.
Nunca voy a encontrar mejor sitio para hacerlo, que cerca de la mar. La playa, El Charco, una escollera o el propio muelle.
El Planeta ya está arranchado, y a estas horas, está surcando el Atlántico buscando la manera de llenar los tanques. Vuelvo  a mi faceta de armadora, que en principio me aterra, y que una vez que salto abordo me entusiasma. Yo empiezo a creer que por mi cuerpo corre buena parte de agua salada.
De vuelta a casa, no he podido evitar pasar por un jardín municipal, en el que he descubierto unas matas de lavanda. He recogido algunas flores, porque he pensado que si es municipal, ese jardín también es en parte mío, ¿no?. ¿No iba de eso, todo el rollo de que el pueblo es de todos?.

Aprendiendo y pensando

Llevo tejiendo calcetines más de diez años. Sin embargo, siempre los he hecho igual, desde la pierna hasta la puntera, en agujas de dobles puntas y de uno en uno.
Esta semana, he sentido la necesidad de explorar nuevos caminos. Y después de que ElGurú, me pidiera un nuevo par, me lancé a hacer los dos a la vez y en aguja circular.
Utilicé este video para orientarme un poco. La verdad es que ha sido una grata experiencia, y se elimina por completo la pereza que da empezar de nuevo cuando acabas el primero. Sin contar que los dos quedan exactamente iguales.
La principal pega que le veo al método, es tener que separar los ovillos. Normalmente la lana de calcetines que tengo es de un ovillo de 100r, suficiente para el par. Pero para tejer los dos calcetines a la vez, necesitas hebras separadas. Inicialmente usé el mismo ovillo con la hebra de fuera para un calcetín y la de dentro para el otro. Pero se me iba enredando constantemente y perdía más tiempo poniendo las hebras en orden que tejiendo, así que finalmente dividí el ovillo en dos. Odio ovillar.
De igual manera, seguramente volveré a repetir esta forma de tejer, porque tiendo mucho a estancarme en lo que me gusta, y me voy cerrando caminos casi sin explorarlos primero, y eso no es muy bueno. Me he propuesto, poco a poco a salir de mi zona de comfort.
Y con los calcetines casi controlados, me he metido de lleno en la cocina.
Yo no sé qué tienen los calderos de caldo que tanto abrigan en una casa.
Una cocina con un buen caldo es una cocina de gente feliz.
La semana pasada hice un buen caldo de pollo y verduras, de esos de estar cociéndose a fuego lento durante casi tres horas.
Con dicho caldo, preparé dos de mis sopas-caldos-cremas preferidas: el Borsch y un CornChowder. Los platos calientes de cuchara abrigan, arropan, y alimentan cuerpo y espíritu.
Y cuando uno está tan abrigado por dentro y por fuera, tiene el espacio propicio para pensar. 
Hoy ha ocurrido un lamentable y desgraciado accidente en mi pueblo. Un accidente de coche que se ha saldado con un herido y un muerto.
En estos días en que las redes sociales se han hecho con el dominio total de nuestros pasos, nuestros pensamientos y casi nuestras vidas… casi antes de que llegara la ambulancia al sitio del accidente, ya estaba circulando una foto por whatsapp del momento con un texto totalmente distorsionado de lo sucedido. Lo más triste es que a mí me llegó ese horrible mensaje a través del grupo del colegio, y en seguida empezaron a llegar mensajes de: que lo paguen, que haya justicia,…. que les corten la cabeza!!
Yo recibí la noticia y todo lo demás entre asqueada y ojiplática. 
¿Ya no hay control?. ¿El móvil y la tecnología nos ha secuestrado el sentido común?. No entiendo cómo nadie es capaz de pensar que tal vez, alguno de los que estábamos en ese grupo podría estar implicado con los accidentados, o con el fallecido… Y cómo es posible que salga toda esa ira sin ni siquiera tener toda la información de lo que había pasado. Todavía ahora siento náuseas de cómo el morbo es capaz de tomar el mando en este tipo de situaciones.
Se me viene a la mente, este fantástico texto de Wayne Dyer:
When you squeeze an orange, you’ll always get orange juice to come out. What comes out is what’s inside. The same logic applies to you: when someone squeezes you, puts pressure on you, or says something unflattering or critical, and out of you comes anger, hatred, bitterness, tension, depression, or anxiety, that is what’s inside. If love and joy are what you want to give and receive, change your life by changing what’s inside.

Que salga toda esa ira, sed de venganza, sin ni siquiera pararse a pensar, a cuestionar la información… ¿Qué tenemos dentro?.
Y tu.. ¿qué tienes dentro?

Carnaval 2015

Yo no soy carnavalera. Cuando distribuyeron el gen carnavalero en mi familia, se lo llevaron todo mis hermanas, a mi hermano y a mi, nos dejaron este gen a cero.
Pero cada año llegan los Carnavales, y cuando era sola, me escabuía fácilmente de estas fiestas. De lo único que disfruto durante estos días, es de la Gala Drag.
Ahora ya no soy sola, y parece que mi pequeña saltamontes, tiene el gen en modo crecimiento.
El año pasado no se enteró de mucho. Este año desde finales de enero, me decía constantemente que quería el disfraz de Elsa (Frozen). Así que esta vez, no he podido escapar, y me parece que en los años siguientes tampoco. Pero las cosas están de mi lado, hay alrededor nuestro personas muy importantes y muy carnavaleras, así que me harán el trabajo fácil, y todos contentos.
En el colegio de Emma, nos citaron un día por la tarde para elaborar el disfraz que sacarían en el pasacalles escolar. El tema del carnaval de mi pueblo este año, era el espacio. Así que con el material que la profe nos listó y nuestra mejor predisposición nos fuimos al colegio. La verdad es que el “traje espacial” quedó bastante apañado, y el rato que pasamos todas las madres, abuelas, algún padre, y tías de los compañeros de Emma fue bastante divertido.
El pasacalles estuvo genial, porque era todo el colegio. Siempre se reparten, y los mayores van con los pequeños, para que ayuden a controlar a las pequeñas fieras. Había batucada y ganas de fiesta. Hasta los más pequeños, o sea la clase de Emma, iba bailando. Ellos lo pasaron genial.
El siguiente evento al que acudimos, fue al Coso, o sea, cabalgata carnavalera por excelencia. Este año había mucho frío, y también muchas menos carrozas. Me pareció algo deslucida, aunque los que acudieron tenían unas grandes ganas de fiesta.
De lo mejor que encontré: una comunidad amish, que no quiso perderse tremenda fiesta. Una comunidad amish, con la que estoy fuertemente emparentada. Me parece que es la parte de la familia que más disfruta del carnaval, y los premios a los disfraces de grupo cada año, es buena muestra de ello.
También me gustaron mucho los sobres de frenadol, están en todos lados en estos días.
Y finalmente la Gala Drag 2015. Tengo que reconocer que la ganadora de este año, dio un gran espectáculo, la Drag Valkiria. Aunque mi favorita era la Drag Bang Drag. Me encantó el traje, el número y el título de la fantasía. Pero sin lugar a dudas, el gran número fue el último, el de la Drag Grimassira Maeva, en la hora 2:18:50. Tenía motivos para ganar el año pasado, y este año estuvo a la misma altura de la actuación anterior.
Y con esto, y un pastel que tengo en el horno, hasta el año que viene fiestas carnestolendas. Tengo un año para asumir, que igual el año que viene me toca enfundarme un disfraz.

Stitch block cowl, o la mayor pesadilla de febrero

Hay veces que las cosas se atragantan, así sin más. Y eso fue lo que me pasó con este patrón.
Empecé bien, y el primer bloque lo hice bastante rápido. Seguí con el segundo, y ahí comenzó la pesadilla.
Una equivocación, dos, y tiro de la hebra.
Con el problema de que es harto difícil recuperar puntos con este patrón. Con lo cual, tiré de la hebra hasta el principio. Y de vuelta a empezar.
Comencé de nuevo, volví a alcanzar el segundo bloque, y volví a meter la pata.
Por suerte, esta vez supe deshacer el error. Volví a comenzar el segundo bloque, y volví a equivocarme.
Y así hasta casi diez veces.
Llego el momento en el que estuve a punto de dejarlo estar. Deshacerlo todo y volver a guardar las lanas hasta nuevo aviso.
Tenía en mi interior un cúmulo de sentimientos que no me dejaban pensar con claridad: frustración, enfado, hastío..
Era incapaz de volverlo a coger, e incapaz de seguir con otra cosa. La solución vino de la mano de un paseo por el muelle de mi pueblo.
Me he criado entre el muelle, el barco, los norays, y los cabos. Me siento en mi zona de confort en el muelle, donde huele a brisa marina, a gasoil, y también a pescado.
Me senté en un noray, mientras ElPatrón terminaba de acomodar unas redes. Y se me fue la pinza.
Ya se sabe que mis pensamientos son capaces de concatenarse de una manera totalmente absurda.
La cuestión es que volví a casa con el firme propósito de terminar el cuello, así fuera necesario que me convirtiera en Penélope tejiendo y destejiendo lo mismo hasta el infinito.
Iba a terminar este cuello, aunque luego no le diera ningún uso.
Y lo retomé. Y volví a equivocarme. Pero lo deshice sin pensar, de forma mecánica. Y seguí.
Y ya no me equivoqué más. El problema ahora, era otro.
Ya tenía el cuello completamente atragantado. Ya no lo veía tan bonito como cuando me decidí a tejerle, y además lo estaba encontrando enorme, y grande, y muy gordo. Las instrucciones marcaban una longitud de casi dos metros, lo que me parecía demasiado para mi. Según continuaba tejiendo, no me podía quitar la imagen de la cabeza de Lenny Kravitz y su bufanda. Pero ya me daba igual, la cuestión era acabarlo.
Tejí, seguí tejiendo. Seguí con el bloque tres, y lo terminé.
Lo uní. Y con ese aire de superioridad que da la ignorancia, lo estiré, le di forma, y me lo puse.
Ese preciso instante en el que me lo puse,  sentí hasta la música de campanillas. Igual que cuando el hada madrina convierta a la chica de las cenizas en Cenicienta: Shalakadula, chachicomula, bididibadidibu…
Oye, pues es bonito, y no queda tan grande.. Y qué calentito es… ¡Pero qué maravilla de cuello!.
Y así pasó de ser la pesadilla de febrero a convertirse en mi segunda piel. Probablemente no me lo quite hasta que llegue la primavera.

¿Cabra yo? Beeeeeeeee

Todo empezó el jueves pasado cuando fui a buscar a Emma a clase de inglés. Es uno de los pocos trayectos que puedo hacer andando, cosa que  agradezco e intento disfrutar. De pronto caí en la cuenta de este mimo que se abría paso entre la pared y el pavimento. Siempre me flipa la capacidad que tiene la naturaleza de imponerse, aunque tratemos de llenarlo todo de asfalto y hormigón.
Pero esta vez, mi atención no era captada por la naturaleza en sí, sino por lo apetecible que me pareció la planta. Supongo que en algún lado de mi cabeza se hizo una mala sinapsis, y me pareció apetecible porque me recordó a las acelgas, no sé, por pensar algo.
Afortunadamente, el resto de mis neuronas siguieron trabajando bien, y ni se me ocurrió tocarla, porque es una de las plantas silvestres más tóxicas que hay por estos lares, eso lo saben todas las cabras.
Pero, en mi cabeza ya quedó fijada la necesidad de verde, de hojas verdes, tallos, pencas, pequeños brotes,.. lo que fuera.
Y caí en la cuenta de que tengo una semana cabra. A mí me pasa, que de pronto me siento una auténtica cabra y solo me apetece verde. Que anda que no son bonitas las cabras que hay en la isla. Para muestra: dos fotos. Que se las he robado vilmente a mi primo de su Facebook. Porque ya sé que mi primo es un artista y saca unas fotos espectaculares hasta con el móvil, pero mucho tienen que ver que las modelos sean tan guapos. Cabras como ganado, porque los de las fotos, precisamente, son machos.
Cabra y ladrona, no sé qué más tengo hoy.
La cosa es que con esta, a estas alturas ya: necesidad,  de hierba, me fui al mercado esta mañana y me he puesto las botas. Acelgas, apio, lechugas, brotes de remolacha, rúcula, espinacas.. Me di el paseo por el mercado babeando.
Llegué a casa y lo mezclé todo con unos tomates cumato-cherry, un aguacate, un huevo duro y un buen trozo de queso palmero. ¡Qué rico es el queso ahumado palmero!
El cuerpo una vez más, es sabio, y me pide aquello que más necesita, sobre todo después de estos días de catarros, resfriados, y poco sol.
Después de recoger la cocina, y de guardar todas mis hierbas, me he puesto a bordar uno de esos miles de esquemas que pululan por pinterest, como recuerdo de hoy.
La grinch que había antes en mí que decía constantemente que “el amor era un rollo”, se ha inmolado al entender que el amor es mucho más grande, y que abarca tantas cosas, personas, sitios..
Porque ¿qué iba a ser de nosotros sin amor?.. Como ya dijeron por ahí: el amor mueve el mundo, aunque la mitad de las veces no seamos capaces de verlo.
Así que no solo hoy, cada día: quieran y déjense querer.