Categoría: Uncategorized
40.
Llegaron.
Por primera vez puedo decir que los esperé con alegría.
Llegaron con un montón de lluvia que hizo correr barrancos, llenar gavias, y limpiar todo el ambiente.
Desde hace semanas tenía ganas de hacer algo diferente en este día. Fue fácil organizarlo, porque mi prima-comadre, cumple años el día antes que yo. Casi sin pensarlo mucho organizamos una paella en su casa, para convidar a los que nos aguantan el resto del año, esto es mis padres-hermanos, sus padres-hermanos, y los tíos de ambas.
Nosotras lo pensamos poco, pero ellos lo organizaron mucho.
Cuando llegamos a la casa, al abrir la puerta, nos encontramos un montón de globos, flores, guirnaldas de felicidades.. Casi nos caemos al suelo del susto y de la risa.
El día nos acompañó, con intervalos de sol entre tanto chubasco.
Y lo pasamos bien, muy bien, ¡qué caramba!.
Madre mía, 40.
No ha sido fácil llegar hasta aquí, es más, hubo momentos en que dudé seriamente de si llegaría.
Ya ves, qué de cosas absurdas pasan por la mente durante la treintena.
Pero aquí estoy, y ahora sí que es fácil seguir. Me enfrento a otros dilemas y brego con otras cuestiones, pero también es verdad que las herramientas con las que cuento ahora, son mucho más efectivas.
Supongo que no he cambiado tanto, sigo teniendo muchísimas inquietudes, algunas ilusiones, una meta clara, y un camino que de vez en cuanto me aterroriza. Pero lo que tenía y sigo teniendo es la firme voluntad de seguir andando.
Ahora soy la señora de las cuatro décadas, utilizo carmín rojo, y me río hasta de mi sombra.
Estoy convencida de que esta nueva década va a ser legen (wait for it) daria
Último día en la treintena, y un golpe con la realidad
Ayer por la noche nos declararon en alerta naranja. Más o menos al mismo tiempo que empezó a llover.
Al poco rato se suspendieron las clases de hoy.
Y sobre la marcha empecé a improvisar planes.
Tengo la suerte de ser una jefa comprensiva a la par que permisiva, así que me di el día libre ipsofácticamente.
Tenía una cita ineludible por la mañana, para lo que mi madre, (¡ay! las abuelas) me echó una manita.
Mi cita tenía poco de agradable y mucho de necesidad. Hace poco más de un mes que supe que iba a llegar ese momento, y no por ello se hizo más fácil.
Es curioso cómo se entrelazan las personas, y las historias. Con la escolarización de Emma, se han cruzado grandes personas en nuestro camino, y con la vista hacia atrás, me doy cuenta de lo mucho que me alegro de que esto haya pasado. La cita de hoy tenía que ver con una de estas personas. Que aunque hace relativamente poco que nos relacionamos, desde el principio he sentido una cercanía especial. Así que hoy era obligación moral estar junto a ella y a sus familiares.
Ojalá tuviéramos una forma mágica de aliviar o consolar a los que nos importan, cuando pasan por estos momentos. Solo podemos estar y acompañar.
Se me hace difícil parar los pensamientos, y no seguir divagando en que más tarde que pronto, o eso deseo, todos pasaremos por allí. Llegará el momento en el que me tenga que despedir de los que me vieron nacer y crecer. Trato de parar estos pensamientos, una, dos y hasta tres veces. Pero en días como hoy me resulta harto complicado.
Es entonces cuando respiro, y me paro.
No puedo cambiar lo que está por venir, no puedo alterar lo que pasó, solo me queda hoy.
Y hoy, tengo una niña en casa con necesidad de mucho entretenimiento, un día lluvioso, y el recordatorio en la nevera de que hoy será el último día que tenga 39.
Así que lo he dedicado a hacer lo que más me gusta hacer, y a recrearme en esos pequeños detalles que me hacen la vida feliz.
El horno encendido, flores y mi mini huerto, y un buen revolcón entre hilos, telas y y patrones.
Esta semana he germinado semillas de cilantro y de algodón.
Esto empieza a resultar un poco problemático. Tengo seis limoneros, un aguacatero, y siete algodoneros. Lo del huerto se me está escapando de las manos. Debería no plantar nada más hasta tener una finca a la que trasladarlos después. Supongo que esta es la manera de mandarle mensajes subliminales al universo, a ver si espabila un poco.
Hemos acabado el día entre telas e hilos. Intento traer a Emma hacia el lado oscuro de estas labores, aunque de momento a ella le motiva más coger los retales y llevarlos al aire mientras corre por el pasillo. Unas veces son velos, otras capas, y otras “estelas”.
Me ha dejado patidifusa cuando me lo ha dicho ella misma con esa palabra.
– Mira mamá, estoy dejando una estela.
Me pregunto de dónde saca esas palabras. Lo que me hace ponerme en guardia, porque me reafirmo en que es una auténtica esponja que absorbe todo lo que ve o escucha.
Y mientras Emma dejaba estelas de telas por el pasillo, yo terminé unas piernas de bruja.
.. Y mañana,.. mañana cambiaré de década.
La excursión del domingo (III)
Está a punto de llegar otro domingo, y aún tengo la crónica del pasado por transcribir.
Así no llegamos a ningún lado.
Tengo una excusa perfecta, el trabajo se ha impuesto esta semana, y he estado totalmente absorbida por un nuevo proyecto que se asoma a mi puerta. Se supone que está todo atado, pero falta una notificación, así que de momento, sigo mirándolo de lejos y con cautela.
El fin de semana pasado fue el finde grande de las fiestas de nuestro pueblo.
Había un programa lleno de actos.
El sábado se hacía la clásica ofrenda a la Vírgen, a la que acudimos como el año pasado, porque el cole de Emma tiene rondalla, y ella quería ver a sus profes bailando y cantando.
De allí, y aunque hice grandes esfuerzos por escurrirme, llegamos a la fiesta de cochitos, es decir al recinto ferial, con sus luces, sus atracciones y ese tufillo resultante de la mezcla de la carne de cochino frita, los perritos calientes y el algodón de azúcar.
Tengo ya asumido mi malignidad como madre a estas alturas de película, y haciendo gala de la misma, no había llevado nunca a Emma allí. Es decir, que nunca se ha montado en ninguna de estas atracciones multicolores y ruidosas.
Emma no sabía donde parar la atención, así que me dijo que primero quería ir a dar una vuelta por todos para verlos bien.
En mitad de la vuelta, recibí el mensaje de mi prima artista, invitándonos a una exposición de sus acuarelas, y al monólogo que haría después. Le pregunté a Emma si quería ir, y la mirada que me devolvió, pareció que se alegraba infinito de tener una excusa para salir de allí.
La exposición fue genial. Parte de mi familia arropábamos a mi prima, y disfrutamos a partes iguales de sus láminas y de los monólogos de después.
Llegamos a casa, cansadas, pero contentas. Emma no paraba de hablar de todo lo que habíamos hecho y de lo tarde que era. Creo que es la primera vez que se le hacen las 10 de la noche y está en la calle. Estaba fascinada.
El domingo por la mañana acudimos a una exposición de coches antiguos que hay en el municipio. Los coches antiguos tienen algo que me dejan hipnotizada. Ver el mimo con el que sus dueños los cuidan y los arreglan, me llega hasta emocionar. La simplicidad de la mecánica de esos motores, y el lujo de los detalles, los hacen piezas únicas.
Y por la tarde, fue nuestro momento. Emma está yendo a ballet, cosa que merece una entrada aparte. La cuestión es que el domingo actuaron, dentro de la programación de actos infantiles.
Cualquier cosa que ponga aquí ahora va a ser insulsa, en comparación a la cantidad de sentimientos que se me despertaron.
Ella dice que lo pasó muy bien. Y que le gustó estar en el escenario delante de tanta gente. Yo no sé bien cómo tomármelo, aunque todavía me cuesta recordar el momento sin que el orgullo me llene y las lagrimillas inunden mis ojos.
Out of control
Lo he dicho tantas veces que corro el riesgo de aburrir, pero eso también forma parte de mi.
Cuando algo me pica la curiosidad, o cuando algo me interesa mucho, inicio un proceso de investigación que me resulta imposible de parar, ni tan siquiera controlar.
Eso me pasó con la fermentación.
Todo empezó hace un par de años cuando fui capaz de hacer masa madre, (que esta semana pasada cumplió dos años, y que sigo refrescando y usando cada vez que hago pan).
Luego seguí con el chucrut, el kimchi, y el ketchup.
Y entonces leí sobre el kéfir y la kombucha.
Me pateé todos los herbolarios de mi pueblo, intentando buscar a alguien que me cediera una colonia.
La búsqueda fue sin éxito, hasta hace un mes.
Mi herbolario de confianza, tomó nota de mi búsqueda, y cuando tuvo “los bichos”, me hizo la esperada llamada.
El kéfir no tiene ningún misterio. A los nódulos le añadimos leche (yo le pongo leche semidesnatada), lo dejo dentro del bote 24h, en uno de los armarios de la cocina. Pasado este tiempo, cuelo la leche kefirada, y vuelvo a repetir el mismo proceso de añadir la leche a los nódulos. Al principio la colonia era pequeña, y la leche resultante tenía poco espesor, aunque sí mucho sabor. Ahora consigo colar un vaso de consistencia igual a la de un yogur.
Llevo un mes tomando cada noche un vaso de esta leche kefirada. Unos días la tomo sola, y otros días lo meto en la batidora con un plátano.
Para preparar la kombucha, seguí el procedimiento que describe el blog de evamuerdelamanzana.
Después de la primera semana, colé todo el líquido obtenido, y lo embotellé. De momento sigo haciéndolo así, sin darle sabor en una segunda fermentación.
La kombucha la tomo cada mañana antes del desayuno, un vasito.
Después de un mes, tengo que decir que me siento mejor. Antes tenía siempre la sensación de estómago lleno, sobre todo por las mañanas, como si la digestión de la noche se hubiera parado.
Ahora no tengo esa sensación, y me levanto con el estómago vacío, y con ganas de desayunar.
También he notado, que la kombucha me da como un subido de energía, como cuando te tomas un café fuerte. Pero sin los efectos secundarios que me suele generar el café: ansiedad, temblor de manos, y finalmente irritabilidad.
Ahora ando a la búsqueda y captura de nódulos de kéfir de agua, para hacerme unos “vinos”.
Y como ya va llegando el fresco, estoy preparando mis botes para empezar a hacer chucrut.
Mi casa se convertirá en los próximos meses, en un gran almacén de fermentación.
La excursión del domingo (II)
Despertarse el domingo, y tener un cielo completamente despejado, que te obliga a ponerte encima cualquier cosa y salir a la calle. La amenaza de los cielos grises, los días más cortos, y el fresco, están ahí, llamando a la puerta. Estos últimos días de verano, me urge salir, tirarme en la arena, y disfrutar de estas temperaturas casi con obligación.
Primero nos dimos una vuelta por el mercadillo, y nos aprovisionamos de aceite local, y de galletas de gofio y plátano. Las preferidas de Emma.
Y luego nos fuimos directas a refrescarnos.
Las playas urbanas se convierten en un sitio de absoluto asombro para mí. No sé que me producen más si aversión o atracción.
Me he criado en la playa. Pero en playas donde no hay pasarelas, ni papeleras, ni tampoco socorristas.
Y no tener este mobiliario urbano, no suponía ningún problema. La arena estaba limpia, la playa cuidada, y todos hacíamos un uso responsable de ella.
Este verano, descubrí con asombro lo sucia que estaba la arena de MiNorte. Tanto así, que en menos de un cuarto de hora, mis hermanas y yo fuimos capaces de reunir más de una veintena de colillas. Mientras la sangre te hierve y la ira te inunda.
Ahora las playas tienen papeleras, pasarelas, bancos.. Y es cuando más sucia está. No nos hacen falta estos accesorios para educar y para ser respetuosos, pareciera lo contrario, cuanto más intentamos urbanizar la naturaleza, más salvajes nos volvemos nosotros.
Esta playa urbana a la que fuimos el domingo, está limpia, pero no porque sus usuarios sean más limpios que los que van a MiNorte, porque aquí la población es la misma, y usa una u otra según sean las ganas de hacer kilómetros, la diferencia es que una tiene servicio de limpieza y la otra no. La basura se sigue dejando en la arena.
Y como esto, todo lo demás, la base está en la educación. ¿Pero a quien tenemos que educar, a los mayores o a los chicos?
En algún momento
Pensando, estaba pensando… como cantaba Jorge.
Y para pensar, nada mejor que una infusión, y unas galletas artesanas.
Hace dos semanas, que volví a LaTrinchera. Bueno, más bien, LaTrinchera volvió a mí.
Y pude constatar que está todo como lo dejé, aunque ahora nos separe un hemisferio.
Sigue dándome calor, sigue dándome refugio, sigue dándome seguridad. Y sigue dándome horas de conversación incansable, con distintos puntos de vista, y con mucha sabiduría.
Pero tampoco esta vez, es un sitio en el que pueda quedarme.
Todavía no es el tiempo.
Y no puedo evitar preguntarme si alguna vez, en algún momento lo será.
Y de fondo, en algún lugar de mis recuerdos, surge aquella canción de Eddie Vedder
La excursión del domingo (I)
Ha empezado el colegio, y con ello la rutina. Nos ha costado un poco fijarla, aunque creo que después de una semana está más o menos instaurada. Y hemos vuelto a los sábados de mercado y limpieza, y a los domingos de excursiones y paseos.
La temporada ha quedado inaugurada con una excursión a Betancuria y a la Vega de Río Palmas.
Me da vergüenza admitir, que hay muchos rincones de esta bendita isla que conozco poco. Siempre pongo rumbo norte, por lo que el sur, por momentos se me hace desconocido. Pero es algo a lo que me he propuesto poner remedio. En este primer domingo de excursión, pusimos rumbo a Betancuria, para allí hacer una pequeña parada (próximamente volveremos con más tiempo y con más información). La iglesia de allí me dejó con la boca abierta.
Siempre que entro a un edificio se me hace imposible no mirar hacia arriba. Voy siempre buscando el techo. En esta ocasión, el descubrimiento de los techos ha sido increíble. Son fascinantes.
La iglesia tiene un montón de historia para saber, pero como fue una visita imprevista, no íbamos preparados. Por eso, volveremos. Por eso, y para probar la cafetería Santa María.
Seguimos en carretera hasta llegar a la Iglesia de la Peña, en la Vega de Rio Palmas. Es la patrona de la isla, y próximamente se celebra la romería en su honor. Hace más 15 años que dejé de ir en romería, pero me gusta ir de vez en cuando fuera de esta fecha, lejos de aglomeraciones y algarabías. Es una iglesia pequeña, con también un montón de historia. Después de poner el pie en la entrada, y de encender un par de velas, dimos gracias, cualquier sitio y lugar es bueno para hacerlo.
Y luego, nos tomamos un café en una cafetería que tiene un típico patio canario, lleno de plantas y hasta palmeras. Aquí también se me hace necesario mirar hacia arriba. Aquí, el techo es el cielo.
En el camino de regreso, volvimos a hacer otra parada. Emma empieza a acusar los trayectos en carretera con un ligero mareo. Así que a cada tantos kilómetros paramos a coger aire y a estirar las piernas.
Esta última parada la hicimos en el mirador de Guise y Ayose. Desde donde se puede ver hasta casi MiNorte, y donde la luz del sol reflejada en el rojizo de la tierra, puede causarte un daño permanente en las retinas, por la belleza que se desprende.
En sitios como este, sabes que la tierra que llevas dentro, siempre te va a marcar. Es en estos momentos donde siento de verdad la raíz, mi raíz estará siempre aquí.
El resumen del verano más corto de nuestra historia
Resumen fotográfico del verano más extraño que hemos vivido.
Corto, intenso, y accidentado.
No hemos tenido más remedio que tirarnos a la calle y perder un poco el sentido de las rutinas y de las obligaciones.
Playa, sol, arena y parque.
Vitaminas naturales y gratuitas.
El verano nos ha durado apenas 20 días, y vuelvo a mi proyecto con las pilas cargadas, y pensando que ya habrá tiempo de poder disfrutar de un verano de mes y medio, cuando las preocupaciones que me ocupan ahora, pasen a la historia.