Un fin de semana haciendo cruces

Si tuviera que hacer memoria, para recordar qué fue lo primero que aprendí a hacer con hilo y aguja, seguramente me remontaría muchos años atrás, y diría que fue el punto de cruz.

Creo que lo primero que hice fue un tapete, con una fresa. Tenía color rojo, blanco, y verde. No usé hilo en madeja, sino una especie de ovillos, y la tela era una de esas Aida que tanto me horrorizan ahora. Las cruces eran enormes y la trasera era un auténtico desastre.

¡Ojalá supiera dónde fue a parar ese tapete! Me encantaría recuperarlo y tenerlo ahora y recrearme en cómo he ido mejorando a lo largo de todo este tiempo.

Supongo que me enseñó mi madre, aunque tampoco lo tengo claro. Para eso de aprender sigo siendo igual. Veo algo, siento que tengo que reproducirlo, y me obstino en probar una y otra vez hasta que logro algo que se le parezca.

Recuerdo ver a mi madre bordando en una tela de vichy roja. Haciendo cruces en las esquinas y en la mitad de los lados, algo que después sería un mantel. Recuerdo comer muchas veces sobre él, una vez que estuvo terminado. Seguramente ahí fue cuando empecé a darle la lata a mi madre para que me diera hilos y aguja y me dejara probar.

Tengo vagos recuerdos, como flashes, de estar sentada, en aquel porche lleno de plantas, en la segunda casa en que viví con mis padres, cuando solo éramos cuatro. Recuerdo estar sentada con una lata a los pies donde estaban los ovillos de hilo y una pequeña tijera. Recuerdo la concentración en ir haciendo las cruces. Y también la sensación de total satisfacción al ver mi fresa terminada.

Después de esa fresa, bordé muchas mas, en un camino de mesa, con una Aida más pequeña, tal vez fuera Panamá, y que no recuerdo haber terminado. Igual este si que está por casa de mamá.

El punto de cruz es como una constante. Cuando siento que hay muchas variables a mi alrededor que me llenan de incertidumbre y que no está en mis manos controlar, vuelvo a él.

Vuelvo a las cruces, vuelvo a los esquemas, y vuelvo a la lata de galletas, llena ahora de madejas.

Con las redes, internet, Pinterest, y la gente que he conocido a lo largo de todos estos años, también he cambiado mi forma de hacer el punto de cruz. He dejado de lado mis lecciones autodidactas, y he ido investigando aquí y allí.

Ahora bordo con madejas, algunas de ellas teñidas a mano, y en lino Belfast. Ahora entiendo cuando hablan de counts, y de cruces 2×2. Conozco un montón de diseñadores, y tengo hasta mis preferidos. Por fin encontré un punto de cruz distinto al que traía “Labores del Hogar”, que no había forma de que sacaran otra cosa distinta que fueran ramos de flores o bodegones.

Hoy en día, tengo muchos esquemas bordados, ya no se pierden por el tiempo o las mudanzas. Hace ya diez años que, de tela, me fabriqué unos rollitos que me sirven para guardarlos. Muchos de los esquemas bordados están enmarcados colgados por casa, adornando cajas, (ahora que aprendí a hacerlas) y otros… demasiados, están sin acabar.

Este fin de semana fue un fin de semana de mucha incertidumbre, no por nada en concreto, o por todo en general, me sentía con el piso como gelatina. Así que no tuve dudas, me fui directa a mi caja de hilos.

Allí me encontré con lo que tengo empezado: el bordado de la quinta caja del SAL de Covi; el segundo diseño de House of a Needlework (de LHN); otro apenas empezado de un esquema de invierno lleno de copos y finalmente mi reto de este año.

Cuando empezó el año, me propuse bordar cada mes un cuadrito. El mes de junio fue tipo torbellino y dejé de lado todos mis propósitos (que en enero me creí un poco superwoman y me propuse demasiadas cosas, la verdad). Así que este, que era el que más retraso tenía fue el elegido para darle rienda a mi inestabilidad.

Terminé con el de junio y también el de julio. Qué dos mensajes: Simplicidad y Paciencia.

De verdad, hay veces que en todos lados veo mensajes ocultos.

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