Tree of Life Birth Sampler

He contado muchísimas veces lo que me entusiasma empezar un proyecto. Tengo un momento tejeril apático. Tengo en las agujas una bufanda que ha ido avanzando a trompicones, simplemente no termino de sintonizar con el patrón y eso me incapacita para darle el empujón que necesita y darle matarile.
Para buscar motivación, me he cobijado en un patrón de punto de cruz, que tengo desde principios de año. La revista es de mi amiga alemana, que no tengo vergüenza tampoco es un secreto, porque a estas alturas de película, ya tenía que haberle devuelto la revista de marras, pero así estamos, entre el desastre y la mala memoria, sigue en mis manos.
Este fin de semana, celebrando la fecha, y el nombre del patrón, he pensado, que lo mejor sería hacérmelo con mis propias iniciales. Y con esa excusa tan ridícula, me he puesto a hacer cruces.


Me gusta el patrón, y me gustan mucho los colores elegidos. Lo que creo que no va a hacerme la misma gracia es intentar cuadrar mis iniciales, pero bueno, ya veremos como encaro el problema en ese momento.
Ahora no puedo pensar en otra cosa que en hacer la maleta, en la vuelta que me voy a dar con Troylo, y el baño que me voy a dar en MiNorte, aunque muera de hipotermia después. Tengo dentro el calor de un beso, y el abrigo de un abrazo, difícil será que me baje demasiado la temperatura.

Té y cruces

Acercándose la temida fecha, aunque asumida al fin y al cabo, he ido haciendo balances (de esos que tanto me gusta hacer) y también recuentos. He caído en la cuenta, de que hace mucho tiempo que no me doy uno de esos viajes al infierno que solía darme antes. Indudablemente es una señal inequívoca de que voy creciendo. Sinceramente no los extraño para nada, aunque la creatividad sí que la echo un poco de menos, en contraposición, busco a mis musas en otra parte.
Este día de fiesta en medio de la semana, me ha servido para asumir que aunque no del todo, he ido controlando mi cabeza, con todo lo que conlleva.
MiGurú, un día me dijo que tenía que encontrar la sensación de paz en cualquier sitio, en cualquier lugar, con cualquier persona, porque así solo dependería de mí, exclusivamente de mí.
El martes, lo comprendí, lo comprobé, lo festejé… y solo fue necesaria una hora para experimentar la absoluta sensación de paz y libertad.
Me centré en mi cocina, y los ingredientes que ese mismo día adquirí.
En medio de los fogones, tenía pensamientos recurrentes y contrapuestos.
Tranquilidad por estar tan bien con tan poquito, un poco de pena por no tener con quien compartirlo. Por una vez, puestos ambos sentimientos en la balanza, ganó la tranquilidad, y como digo la sensación de bienestar es completa.
Para conservar este estado, seguí buscando cosas que me hacen mantenerlo, y a pesar de que inicialmente me pareció un árdua tarea, en cuestión de minutos descubrí el grado de mi equivocación: una taza de té rojo, un patrón de punto de cruz, unas madejas de hilo, y el último disco de Santiago Cruz de fondo… paz y tranquilidad para toda la tarde garantizada.