Llevo varios días moviendo la agenda nueva de un lado para otro. Siempre me pasa cuando estreno algo. Me da un placer importante empezar a apuntar citas y tareas en esa agenda nueva; poner especial esmero en la caligrafía, en el bolígrafo que uso, etc… Pero tengo que confesar que todavía miro con ojos tiernos mi agenda anterior. Que sigue por la mesa, porque de vez en cuando tengo que volver a ella a confirmar o cotejar algún dato.
Durante el mes de enero conviven las dos, y yo siento que estoy en una etapa de tránsito. No es la primera vez, y ya me conozco todos los recovecos de este traspaso de funciones.
Mi agenda nueva admite todo lo que le pongo, todavía no se queja de que cada día haga movimientos extraños hasta que todo encaja. Y es en estos momentos cuando siento que tengo que conquistarla, que tengo que enseñarle que uso marcadores fluorescentes de colores, según categoría, para tachar las tareas que están ejecutadas. Por momentos siento que protesta, y yo vuelvo a mirar de reojo a mi agenda vieja, que no se quejaba de nada porque ya sabía de mis manías y hábitos. Ese momento en el que tienes a romantizar todo y piensas que todo lo pasado fue mejor.
Pero aquí sigo, firme en mi decisión de estrenar agenda de papel, aunque tengo ya mucho en el Google calendar; porque sé que necesito llegar a la noche y regodearme en tachar tareas. Hay un placer no secreto en esto. Mirar con satisfacción todas las cosas que he hecho durante el día. Y ¡ojo! Que en esas tareas no están solamente las obligaciones o responsabilidades, también está el rato de lectura, la mascarilla semanal o el paseo al norte a una hora donde no hay coches por la carretera, y te parece que has retrocedido en el tiempo 30 años, como cuando estando en este territorio podías contar los coches. Aquella satisfacción de cruzarte con otro coche y saber quién era, y picarle las luces a modo de saludo. Extraño mucho aquella época, y siento profundo desazón al saber que mi hija o mis sobrinas ya no lo van a vivir. Por eso supongo que me concentro en tachar tareas, y en conducir pensando que sigo sola en este territorio, y que no necesito más.