Me encanta octubre. Por un montón de motivos, como son los cumples de personas importantes en mi vida (incluida yo), Halloween, y que todo sea naranja.
Aquí no vivo un otoño de película, y como uno de mis mantras de vida es el Fake it till you make it, mientras no esté en París, o en Maine, con todos los árboles naranjas, un pumpkin space latte en la mano, John de fondo, libros y punto cerca, y unos buenos brazos que me hagan de cobija humana… me lo monto yo.
De momento decoro la casa con la corona de la puerta otoñal, añado caminos de mesas, salvamanteles, y tapices en casa tengan como temática el otoño. Y lo lleno de calabazas. De las de verdad y de las de mentira. Este año tejí algunas y las esparcí por la casa. Me ha gustado hacerlo, y creo que es un patrón al que volveré cada año para ir aumentando la colección.
Con el fin de octubre y toda esta decoración esparcida por la casa, tengo mis dones brujeriles a tope de power, y aunque no tengo escoba sí que tengo otros utensilios de bruja a los que saco brillo estos días. Leo conjuros y predicciones, y me dispongo a sacar el caldero para cocinar una pócima protectora que nos mantenga a salvo, todo lo que sea posible.
A lo mejor te parece que todo esto es un recurso literario para dejar un post bonito. Las que me conocen saben la verdad. Se me ha dado bastante bien disimular mi verdadera naturaleza, y aunque no soy muggle, me manejo con total discreción entre ellos. Es la única semana del año, donde en lugar de ponérmelo, el disfraz me lo quito.
Mañana veremos Coco y HocusPocus, 1 y 2, y hornearé un pan de muerto para el día 1, y rendiremos culto a los que ya no están.